Foto: Marius socinianus Olcesus (1950-)
“El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios.” Así define el credo atanasiano la doctrina de la Trinidad. Durante más de dieciséis siglos, esta doctrina ha sido enseñada por las iglesias de la cristiandad, hasta que en nuestro día es reconocida como “la doctrina central de la religión cristiana”. ¿Pero lo es? A través de la historia ha habido un puñado de hombres y mujeres valientes que se han atrevido a afirmar que la Biblia contradice esta enseñanza… con frecuencia, a expensas de su propia vida.
MIGUEL SERVET fue uno de ellos. Huía por su vida. Al amanecer de un día de primavera del año 1553, el reputado médico escapó de la prisión en camisón y gorro de dormir, y huyó por los campos y aldeas de Francia. El proceso emprendido contra él por las autoridades católicas de Vienne había tomado un giro desfavorable. Sabían quién era. Juan Calvino, líder protestante afincado en Ginebra y enemigo acérrimo de aquella elite católica, había contribuido a entregar a Servet en sus manos.
Si grande era el odio que existía entre protestantes y católicos en aquellos primeros años de la Reforma, mayor fue el odio que les unió en su lucha contra este hombre. ¿Cuál había sido su crimen? Herejía. Miguel Servet había escrito algunas obras en las que demostraba que la doctrina de la Trinidad, enseñada por las iglesias, no tenía apoyo bíblico. Había dicho: “La Trinidad papista, el bautismo de infantes y los otros sacramentos defendidos por el papado son doctrinas de demonios”.
Pero, ¿adónde podría ir? Puede que Servet supiese que en el norte de Italia contaba con un pequeño grupo de seguidores. Ocultándose, se encaminó en esa dirección. Sin embargo, a pesar de su disfraz, a su paso por Ginebra fue reconocido. Calvino lo denunció a las autoridades e instigó su ejecución. El 27 de octubre de 1553 fue quemado vivo en la hoguera con uno de sus libros atado a su muslo. Murió mientras oraba a favor de sus enemigos y rehusaba retractarse. Algunos espectadores, impresionados por aquello, llegaron a repudiar la doctrina de la Trinidad.
A Lelio Socino, uno de los italianos que ya había sido influido por los escritos de Servet, la brutal ejecución del médico español le impulsó a examinar por sí mismo la doctrina de la Trinidad. Él también llegó a la conclusión de que no tenía base bíblica. Compartió sus convicciones con un joven sobrino suyo de nombre Fausto. Hasta le dejó a su sobrino todos sus papeles y escritos. Fausto, profundamente conmovido, gradualmente llegó a tomar la decisión de abandonar su cómoda vida cortesana y dedicarse a compartir con otros las verdades que había aprendido de la Biblia.
Acosado por la Inquisición católica, Socino viajó hacia el norte. En Polonia encontró un pequeño grupo de anabaptistas que se autodenominaba: “Los hermanos [...] que han rechazado la Trinidad”. Para Socino, este grupo religioso era, evidentemente, el que más cerca estaba de la verdad bíblica. De modo que se estableció en Cracovia y empezó a escribir en defensa de su causa.
¿Cuáles eran sus creencias?
Los socinianos, como se les llamaría más tarde, querían, por encima de todo, reinstaurar el cristianismo puro enseñado en la Biblia. Creían que la Reforma protestante solo había eliminado superficialmente algo de la corrupción y los rituales del catolicismo, pero había conservado casi intacto su podrido núcleo: las enseñanzas no bíblicas.
Pero ellos, así como las demás religiones de su entorno, también tenían muchos errores. No obstante, de todos los grupos surgidos de la Reforma, esta pequeña corriente de socinianismo se apegó a la Biblia más que ningún otro. A continuación se dan algunos ejemplos. ¿Por qué no busca en su Biblia los versículos que se citan y los compara con estos ejemplos?
Como los anabaptistas, los socinianos enseñaron que el bautismo de infantes no era bíblico, ya que en la Biblia solo se habla del bautismo de adultos. Se apegaron con firmeza al mandamiento bíblico de amar al prójimo y abandonar las armas. Mientras que los católicos y los protestantes ávidamente teñían de sangre Europa, los socinianos rehusaron de plano ir a la guerra. Muchos murieron por mantener esta postura bíblica. Lo que es más, no aceptaron cargos públicos, pues de haberlo hecho, podrían haberse visto implicados en la guerra y compartir la culpa por ella.
El espíritu nacionalista tan extendido en aquellos días no logró influir en ellos. Creían que los verdaderos cristianos eran extranjeros en cualquier país del mundo. (Juan 17:16; 18:36.) Se les conocía por sus elevadas normas morales y excomulgaban, o expulsaban, al que rehusara vivir de acuerdo con la explicación sociniana de la Palabra de Dios o la rechazara. (2 Juan 10; 1 Corintios 5:11.)
Los socinianos no se retrajeron de usar el nombre personal de Dios: Jehová. Consideraban de especial importancia las palabras de Juan 17:3, donde se dice que el adquirir conocimiento de Dios y de Su Hijo significa vida eterna. Veían la vida eterna como la gran esperanza del verdadero cristiano. Negaron rotundamente la doctrina de la inmortalidad del alma. Más bien, al igual que la Biblia, enseñaron que el alma muere, pero que existe la esperanza de una resurrección futura. (Ezequiel 18:4; Juan 5:28, 29.)
También descartaron la enseñanza del infierno de fuego por no tener apoyo bíblico. Para Socino era absurdo afirmar que Dios torturaba eternamente en el infierno a una persona por unos pecados cometidos en el transcurso de una vida de setenta u ochenta años escasos. Algunos de los primeros maestros socinianos hasta enseñaron acerca del reinado milenario de Cristo sobre la Tierra. (Eclesiastés 9:5; Revelación 20:4.)
¿Por qué rechazaron la Trinidad?
Sin embargo, como en el caso de Servet, los socinianos fueron más conocidos por negar el dogma de la Trinidad. ¿En qué se basaron? Sus argumentos seguían una doble línea de razonamiento. La primera y principal era que tal enseñanza carecía de base bíblica.
Aun hoy, los teólogos admiten sin objeción alguna que la Biblia no hace referencia a ninguna Trinidad, que esta fue el resultado de la ‘teología creativa’, un intento por fusionar el “cristianismo” del siglo IV con la filosofía griega. ¿Qué lugar podía tener esa enseñanza en un movimiento que pretendía reinstaurar el cristianismo puro? Ninguno.
Un historiador dijo acerca de Servet: “En lugar de una doctrina cuya terminología misma —Trinidad, hipóstasis, persona, sustancia, esencia— no había sido tomada de la Biblia, sino inventada por filósofos para quienes el propio Cristo era poco más que una abstracción filosófica, Servet deseaba conseguir que los hombres pusiesen su fe en un Dios vivo, en un Cristo de naturaleza divina que había sido una realidad histórica y en un espíritu santo siempre actuante en el corazón de los hombres”. Él creía que los tres eran uno exclusivamente en el sentido explicado en Juan 17:21, y consideraba que el espíritu santo era la fuerza activa de Dios, no una persona.
Además, los socinianos consideraban que el supuesto apoyo bíblico para esta doctrina era sensiblemente endeble. Ya entonces era bien sabido que la redacción del texto preferido por los trinitarios, 1 Juan 5:7, obedecía a una corrupción del original debida a una interpolación añadida posteriormente. Respecto a Juan 1:1, solo tiene sentido si se entiende que en él se llama a Cristo “divino” o “un dios”, en lugar de considerarlo igual al Dios todopoderoso.
Pero el golpe más devastador a la Trinidad fue que la propia descripción bíblica de Dios, Jesús y el espíritu santo hacía imposible que se les concibiese como integrantes de una Trinidad. ¿Por qué? Pues bien: en primer lugar, la Biblia muestra que el espíritu santo no es una persona, sino la fuerza activa de Dios. (Lucas 1:41; Hechos 10:38.) En segundo lugar, Cristo no podía ser “coigual y coeterno” al Padre, pues fue creado por Él. (Juan 14:28; Colosenses 1:15.) Y por último, ¿cómo podría Jehová, a quien tan frecuentemente se le describe como el único Dios, ser parte de una deidad trina? (Deuteronomio 6:4; Isaías 44:6.)
Por consiguiente, los socinianos refutaron la Trinidad apoyándose en la Biblia. Pero también la refutaron sobre la base de la simple razón. Según un historiador de la Reforma, “Socino sostuvo que [...] aunque [la Biblia] puede contener cosas que sobrepasan la razón [...], no contiene nada contrario a la razón”. La Trinidad y su contradictorio concepto de un solo dios que es a la vez tres personas caía a todas luces en esta última categoría. Un historiador explicó cómo se sentía Servet respecto a dicha doctrina: “Confundía su mente, y ni conmovía su corazón ni inspiraba su voluntad”.
Una historia corta y trágica
La iglesia reformada menor (como se denominó oficialmente a los socinianos) floreció en Polonia durante casi cien años. En su momento de mayor auge llegó a tener hasta trescientas congregaciones. Establecieron una colonia en Rakov, al nordeste de Cracovia, montaron una imprenta y fundaron una universidad que atrajo a maestros respetados y a estudiantes de todas partes. De su imprenta salieron unos quinientos diferentes panfletos, libros y tratados en unos veinte idiomas. Misioneros y estudiantes viajeros los diseminaron secretamente por toda Europa. Se ha dicho que las publicaciones antisocinianas que estas obras inspiraron durante los siguientes dos siglos ¡podrían llenar una biblioteca!
Pero, odiados como eran tanto por católicos como por protestantes, los socinianos no estarían mucho tiempo en paz. El propio Socino fue atacado, golpeado, maltratado por chusmas y casi ahogado debido a sus creencias. Incluso antes de su muerte, acaecida en 1604, los jesuitas, resueltos a restablecer la supremacía de la iglesia católica en Polonia, habían empezado a abrirse camino lentamente hacia puestos de influencia con el rey.
La persecución de los socinianos comenzó a aumentar. En 1611, un sociniano rico fue despojado de sus propiedades y sentenciado a que le cortasen la lengua, lo decapitasen, le cortasen una mano y un pie y luego lo quemasen. Por supuesto, con tan solo cambiar de religión, podría seguir viviendo en paz. No cedió. Se encaró impávidamente a su ejecución en la plaza del mercado de Varsovia.
En 1658 los jesuitas por fin alcanzaron su meta. A instancias suyas, el rey decretó que todos los miembros de la iglesia reformada menor salieran de Polonia en el plazo de tres años; en caso contrario, serían ejecutados. Cientos de ellos prefirieron el exilio. Estallaron brutales persecuciones. Unas pocas congregaciones pequeñas de exiliados sobrevivieron por un tiempo en Transilvania, Prusia y los Países Bajos, pero estos grupos aislados también fueron desapareciendo gradualmente.
El legado sociniano
Aun así, los escritos socinianos siguieron ejerciendo influencia. El Catecismo Racoviano, basado en los escritos de Socino y publicado poco después de su muerte, fue traducido al inglés en 1652 por John Biddle. El Parlamento se incautó de todas las copias que pudo, las quemó e hizo que Biddle fuese a parar a la prisión. Aunque puesto en libertad por un tiempo, fue enviado de nuevo a prisión y murió en ella.
Pero los argumentos en contra de la Trinidad no desaparecieron tan fácilmente de Inglaterra, donde muchos hombres instruidos y razonables vieron que la Biblia los probaba verídicos. Sir Isaac Newton, uno de los más grandes científicos de la historia, refutó la Trinidad en sus escritos, y a veces se le llama sociniano. A Joseph Priestley, el famoso químico que descubrió el oxígeno, también se le identifica como sociniano. El ilustre poeta John Milton igualmente renunció a la Trinidad. De hecho, el filósofo francés Voltaire consideró gracioso que Lutero, Calvino y Zwingli —cuyos escritos, según él, eran “ilegibles”— convencieran a una gran parte de Europa, mientras que “los más grandes filósofos y los mejores escritores de su tiempo”, como Newton y otros socinianos, solo captaran a un pequeño y menguante rebaño.
Estos hombres recalcaron la importancia de la razón en la religión, tal como había hecho Socino antes que ellos. Así es como tenía que ser. La propia Biblia nos insta a servir a Dios ‘con nuestra facultad de raciocinio’. (Romanos 12:1.) Sin embargo, en el movimiento unitario que surgió en Inglaterra de estas raíces socinianas, el razonamiento humano empezó a tener prioridad sobre la Biblia. A mediados del siglo XVIII, según una historia de su movimiento, los unitarios de Inglaterra y América “empezaron a abandonar las Escrituras como la fuente principal de la verdad religiosa”.
De todas formas, los primeros socinianos pusieron un ejemplo del que muchas religiones modernas podrían aprender. Por ejemplo: un ministro presbiteriano alabó su posición respecto a la guerra en comparación con la “impotencia [de las iglesias modernas] frente a la guerra mundial”. Manifestó su esperanza de que todas las iglesias de la cristiandad adoptaran pronto una posición contra la guerra. Pero él escribió esas palabras en 1932. La segunda guerra mundial estalló tan solo unos años después, y las iglesias apoyaron de nuevo el derramamiento de sangre. Hoy en día la guerra causa estragos en muchas partes del globo, y son más las que la religión provoca que las que impide.
¿Qué puede decirse de su religión? ¿Ha perdido ella, como ha ocurrido actualmente con tantas otras religiones, su respeto por la Biblia? ¿Enseña en su lugar las ideas de hombres? ¿Qué posición adopta tocante a cuestiones doctrinales como la inmortalidad del alma, el fuego del infierno y la Trinidad? ¿Ha comparado usted estas enseñanzas con lo que la Biblia dice? Los socinianos lo hicieron. Lo instamos a hacer lo mismo.
[Ilustración en la página 21]
Miguel Servet. Sus libros probaron que la doctrina de la Trinidad era falsa
[Reconocimiento]
Por cortesía de la U.S. National Library of Medicine
“El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios.” Así define el credo atanasiano la doctrina de la Trinidad. Durante más de dieciséis siglos, esta doctrina ha sido enseñada por las iglesias de la cristiandad, hasta que en nuestro día es reconocida como “la doctrina central de la religión cristiana”. ¿Pero lo es? A través de la historia ha habido un puñado de hombres y mujeres valientes que se han atrevido a afirmar que la Biblia contradice esta enseñanza… con frecuencia, a expensas de su propia vida.
MIGUEL SERVET fue uno de ellos. Huía por su vida. Al amanecer de un día de primavera del año 1553, el reputado médico escapó de la prisión en camisón y gorro de dormir, y huyó por los campos y aldeas de Francia. El proceso emprendido contra él por las autoridades católicas de Vienne había tomado un giro desfavorable. Sabían quién era. Juan Calvino, líder protestante afincado en Ginebra y enemigo acérrimo de aquella elite católica, había contribuido a entregar a Servet en sus manos.
Si grande era el odio que existía entre protestantes y católicos en aquellos primeros años de la Reforma, mayor fue el odio que les unió en su lucha contra este hombre. ¿Cuál había sido su crimen? Herejía. Miguel Servet había escrito algunas obras en las que demostraba que la doctrina de la Trinidad, enseñada por las iglesias, no tenía apoyo bíblico. Había dicho: “La Trinidad papista, el bautismo de infantes y los otros sacramentos defendidos por el papado son doctrinas de demonios”.
Pero, ¿adónde podría ir? Puede que Servet supiese que en el norte de Italia contaba con un pequeño grupo de seguidores. Ocultándose, se encaminó en esa dirección. Sin embargo, a pesar de su disfraz, a su paso por Ginebra fue reconocido. Calvino lo denunció a las autoridades e instigó su ejecución. El 27 de octubre de 1553 fue quemado vivo en la hoguera con uno de sus libros atado a su muslo. Murió mientras oraba a favor de sus enemigos y rehusaba retractarse. Algunos espectadores, impresionados por aquello, llegaron a repudiar la doctrina de la Trinidad.
A Lelio Socino, uno de los italianos que ya había sido influido por los escritos de Servet, la brutal ejecución del médico español le impulsó a examinar por sí mismo la doctrina de la Trinidad. Él también llegó a la conclusión de que no tenía base bíblica. Compartió sus convicciones con un joven sobrino suyo de nombre Fausto. Hasta le dejó a su sobrino todos sus papeles y escritos. Fausto, profundamente conmovido, gradualmente llegó a tomar la decisión de abandonar su cómoda vida cortesana y dedicarse a compartir con otros las verdades que había aprendido de la Biblia.
Acosado por la Inquisición católica, Socino viajó hacia el norte. En Polonia encontró un pequeño grupo de anabaptistas que se autodenominaba: “Los hermanos [...] que han rechazado la Trinidad”. Para Socino, este grupo religioso era, evidentemente, el que más cerca estaba de la verdad bíblica. De modo que se estableció en Cracovia y empezó a escribir en defensa de su causa.
¿Cuáles eran sus creencias?
Los socinianos, como se les llamaría más tarde, querían, por encima de todo, reinstaurar el cristianismo puro enseñado en la Biblia. Creían que la Reforma protestante solo había eliminado superficialmente algo de la corrupción y los rituales del catolicismo, pero había conservado casi intacto su podrido núcleo: las enseñanzas no bíblicas.
Pero ellos, así como las demás religiones de su entorno, también tenían muchos errores. No obstante, de todos los grupos surgidos de la Reforma, esta pequeña corriente de socinianismo se apegó a la Biblia más que ningún otro. A continuación se dan algunos ejemplos. ¿Por qué no busca en su Biblia los versículos que se citan y los compara con estos ejemplos?
Como los anabaptistas, los socinianos enseñaron que el bautismo de infantes no era bíblico, ya que en la Biblia solo se habla del bautismo de adultos. Se apegaron con firmeza al mandamiento bíblico de amar al prójimo y abandonar las armas. Mientras que los católicos y los protestantes ávidamente teñían de sangre Europa, los socinianos rehusaron de plano ir a la guerra. Muchos murieron por mantener esta postura bíblica. Lo que es más, no aceptaron cargos públicos, pues de haberlo hecho, podrían haberse visto implicados en la guerra y compartir la culpa por ella.
El espíritu nacionalista tan extendido en aquellos días no logró influir en ellos. Creían que los verdaderos cristianos eran extranjeros en cualquier país del mundo. (Juan 17:16; 18:36.) Se les conocía por sus elevadas normas morales y excomulgaban, o expulsaban, al que rehusara vivir de acuerdo con la explicación sociniana de la Palabra de Dios o la rechazara. (2 Juan 10; 1 Corintios 5:11.)
Los socinianos no se retrajeron de usar el nombre personal de Dios: Jehová. Consideraban de especial importancia las palabras de Juan 17:3, donde se dice que el adquirir conocimiento de Dios y de Su Hijo significa vida eterna. Veían la vida eterna como la gran esperanza del verdadero cristiano. Negaron rotundamente la doctrina de la inmortalidad del alma. Más bien, al igual que la Biblia, enseñaron que el alma muere, pero que existe la esperanza de una resurrección futura. (Ezequiel 18:4; Juan 5:28, 29.)
También descartaron la enseñanza del infierno de fuego por no tener apoyo bíblico. Para Socino era absurdo afirmar que Dios torturaba eternamente en el infierno a una persona por unos pecados cometidos en el transcurso de una vida de setenta u ochenta años escasos. Algunos de los primeros maestros socinianos hasta enseñaron acerca del reinado milenario de Cristo sobre la Tierra. (Eclesiastés 9:5; Revelación 20:4.)
¿Por qué rechazaron la Trinidad?
Sin embargo, como en el caso de Servet, los socinianos fueron más conocidos por negar el dogma de la Trinidad. ¿En qué se basaron? Sus argumentos seguían una doble línea de razonamiento. La primera y principal era que tal enseñanza carecía de base bíblica.
Aun hoy, los teólogos admiten sin objeción alguna que la Biblia no hace referencia a ninguna Trinidad, que esta fue el resultado de la ‘teología creativa’, un intento por fusionar el “cristianismo” del siglo IV con la filosofía griega. ¿Qué lugar podía tener esa enseñanza en un movimiento que pretendía reinstaurar el cristianismo puro? Ninguno.
Un historiador dijo acerca de Servet: “En lugar de una doctrina cuya terminología misma —Trinidad, hipóstasis, persona, sustancia, esencia— no había sido tomada de la Biblia, sino inventada por filósofos para quienes el propio Cristo era poco más que una abstracción filosófica, Servet deseaba conseguir que los hombres pusiesen su fe en un Dios vivo, en un Cristo de naturaleza divina que había sido una realidad histórica y en un espíritu santo siempre actuante en el corazón de los hombres”. Él creía que los tres eran uno exclusivamente en el sentido explicado en Juan 17:21, y consideraba que el espíritu santo era la fuerza activa de Dios, no una persona.
Además, los socinianos consideraban que el supuesto apoyo bíblico para esta doctrina era sensiblemente endeble. Ya entonces era bien sabido que la redacción del texto preferido por los trinitarios, 1 Juan 5:7, obedecía a una corrupción del original debida a una interpolación añadida posteriormente. Respecto a Juan 1:1, solo tiene sentido si se entiende que en él se llama a Cristo “divino” o “un dios”, en lugar de considerarlo igual al Dios todopoderoso.
Pero el golpe más devastador a la Trinidad fue que la propia descripción bíblica de Dios, Jesús y el espíritu santo hacía imposible que se les concibiese como integrantes de una Trinidad. ¿Por qué? Pues bien: en primer lugar, la Biblia muestra que el espíritu santo no es una persona, sino la fuerza activa de Dios. (Lucas 1:41; Hechos 10:38.) En segundo lugar, Cristo no podía ser “coigual y coeterno” al Padre, pues fue creado por Él. (Juan 14:28; Colosenses 1:15.) Y por último, ¿cómo podría Jehová, a quien tan frecuentemente se le describe como el único Dios, ser parte de una deidad trina? (Deuteronomio 6:4; Isaías 44:6.)
Por consiguiente, los socinianos refutaron la Trinidad apoyándose en la Biblia. Pero también la refutaron sobre la base de la simple razón. Según un historiador de la Reforma, “Socino sostuvo que [...] aunque [la Biblia] puede contener cosas que sobrepasan la razón [...], no contiene nada contrario a la razón”. La Trinidad y su contradictorio concepto de un solo dios que es a la vez tres personas caía a todas luces en esta última categoría. Un historiador explicó cómo se sentía Servet respecto a dicha doctrina: “Confundía su mente, y ni conmovía su corazón ni inspiraba su voluntad”.
Una historia corta y trágica
La iglesia reformada menor (como se denominó oficialmente a los socinianos) floreció en Polonia durante casi cien años. En su momento de mayor auge llegó a tener hasta trescientas congregaciones. Establecieron una colonia en Rakov, al nordeste de Cracovia, montaron una imprenta y fundaron una universidad que atrajo a maestros respetados y a estudiantes de todas partes. De su imprenta salieron unos quinientos diferentes panfletos, libros y tratados en unos veinte idiomas. Misioneros y estudiantes viajeros los diseminaron secretamente por toda Europa. Se ha dicho que las publicaciones antisocinianas que estas obras inspiraron durante los siguientes dos siglos ¡podrían llenar una biblioteca!
Pero, odiados como eran tanto por católicos como por protestantes, los socinianos no estarían mucho tiempo en paz. El propio Socino fue atacado, golpeado, maltratado por chusmas y casi ahogado debido a sus creencias. Incluso antes de su muerte, acaecida en 1604, los jesuitas, resueltos a restablecer la supremacía de la iglesia católica en Polonia, habían empezado a abrirse camino lentamente hacia puestos de influencia con el rey.
La persecución de los socinianos comenzó a aumentar. En 1611, un sociniano rico fue despojado de sus propiedades y sentenciado a que le cortasen la lengua, lo decapitasen, le cortasen una mano y un pie y luego lo quemasen. Por supuesto, con tan solo cambiar de religión, podría seguir viviendo en paz. No cedió. Se encaró impávidamente a su ejecución en la plaza del mercado de Varsovia.
En 1658 los jesuitas por fin alcanzaron su meta. A instancias suyas, el rey decretó que todos los miembros de la iglesia reformada menor salieran de Polonia en el plazo de tres años; en caso contrario, serían ejecutados. Cientos de ellos prefirieron el exilio. Estallaron brutales persecuciones. Unas pocas congregaciones pequeñas de exiliados sobrevivieron por un tiempo en Transilvania, Prusia y los Países Bajos, pero estos grupos aislados también fueron desapareciendo gradualmente.
El legado sociniano
Aun así, los escritos socinianos siguieron ejerciendo influencia. El Catecismo Racoviano, basado en los escritos de Socino y publicado poco después de su muerte, fue traducido al inglés en 1652 por John Biddle. El Parlamento se incautó de todas las copias que pudo, las quemó e hizo que Biddle fuese a parar a la prisión. Aunque puesto en libertad por un tiempo, fue enviado de nuevo a prisión y murió en ella.
Pero los argumentos en contra de la Trinidad no desaparecieron tan fácilmente de Inglaterra, donde muchos hombres instruidos y razonables vieron que la Biblia los probaba verídicos. Sir Isaac Newton, uno de los más grandes científicos de la historia, refutó la Trinidad en sus escritos, y a veces se le llama sociniano. A Joseph Priestley, el famoso químico que descubrió el oxígeno, también se le identifica como sociniano. El ilustre poeta John Milton igualmente renunció a la Trinidad. De hecho, el filósofo francés Voltaire consideró gracioso que Lutero, Calvino y Zwingli —cuyos escritos, según él, eran “ilegibles”— convencieran a una gran parte de Europa, mientras que “los más grandes filósofos y los mejores escritores de su tiempo”, como Newton y otros socinianos, solo captaran a un pequeño y menguante rebaño.
Estos hombres recalcaron la importancia de la razón en la religión, tal como había hecho Socino antes que ellos. Así es como tenía que ser. La propia Biblia nos insta a servir a Dios ‘con nuestra facultad de raciocinio’. (Romanos 12:1.) Sin embargo, en el movimiento unitario que surgió en Inglaterra de estas raíces socinianas, el razonamiento humano empezó a tener prioridad sobre la Biblia. A mediados del siglo XVIII, según una historia de su movimiento, los unitarios de Inglaterra y América “empezaron a abandonar las Escrituras como la fuente principal de la verdad religiosa”.
De todas formas, los primeros socinianos pusieron un ejemplo del que muchas religiones modernas podrían aprender. Por ejemplo: un ministro presbiteriano alabó su posición respecto a la guerra en comparación con la “impotencia [de las iglesias modernas] frente a la guerra mundial”. Manifestó su esperanza de que todas las iglesias de la cristiandad adoptaran pronto una posición contra la guerra. Pero él escribió esas palabras en 1932. La segunda guerra mundial estalló tan solo unos años después, y las iglesias apoyaron de nuevo el derramamiento de sangre. Hoy en día la guerra causa estragos en muchas partes del globo, y son más las que la religión provoca que las que impide.
¿Qué puede decirse de su religión? ¿Ha perdido ella, como ha ocurrido actualmente con tantas otras religiones, su respeto por la Biblia? ¿Enseña en su lugar las ideas de hombres? ¿Qué posición adopta tocante a cuestiones doctrinales como la inmortalidad del alma, el fuego del infierno y la Trinidad? ¿Ha comparado usted estas enseñanzas con lo que la Biblia dice? Los socinianos lo hicieron. Lo instamos a hacer lo mismo.
[Ilustración en la página 21]
Miguel Servet. Sus libros probaron que la doctrina de la Trinidad era falsa
[Reconocimiento]
Por cortesía de la U.S. National Library of Medicine