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sábado, 1 de enero de 2011

LA GRACIA QUE NOS TRAERÁ JESUCRISTO EN SU PARUSÍA: ¿QUÉ SIGNIFICA ESO?


“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”.
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Por Mario A Olcese (Apologista)
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Los más de los predicadores cristianos de hoy suponen que ya no estamos bajo la ley de Moisés sino bajo la gracia de Dios, lo cual no deja de ser verdad, pues lo dice la Biblia. Sin embargo, ellos enseñan que la gracia de Dios es la salvación que se recibe por la bondad inmerecida de Dios a través de la fe en la expiación realizada por Cristo en la cruz para el perdón de nuestros pecados, y que nos lleva finalmente al cielo para vivir eternalmente con la Deidad. Es decir, suponen que el evangelio de la gracia es la buena nueva de que Dios nos salva, no por nuestros méritos, o por las obras de la ley que hemos “obedecido”, sino por los méritos del Señor Jesús, haciendo definitivamente nula la ley de Dios escrita en piedras y que nos condenaba. Ahora nadie debe depender de la ley dada por Moisés para ser salvo, sino en la fe puesta en Cristo, su sacrificio por nuestros pecados, y su gloriosa resurrección al tercer día.
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La ley no salva a nadie, sino nuestra fe que obra por amor
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Es verdad que aquellos que quieren justificarse por medio de guardar le ley “mosaica” están en maldición, porque nadie sin Cristo puede cumplirlas (Gál. 3.10). Pero también es verdad que todo aquel que ha puesto su fe en Jesucristo y en su sacrificio expiatorio no puede ignorar la necesidad de la ley de Dios en la sociedad humana para el orden. La gracia de Dios no hace a la ley inoperante u obsoleta, ya que si no hay ley, entonces tampoco hay pecado…y obviamente el pecado está aún presente en el mundo. Esto, por sí sólo, hace patente la vigencia de la ley de Dios. Y esta ley divina se puede resumir en dos mandamientos: El amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (1 Juan 3:4). Es decir, por AMOR (los mandamientos ya escritos en nuestros corazones), el hombre puede cumplir con los preceptos de Dios, aunado con el Espíritu del Señor que mora en cada creyente que le fortalece para vencer.
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En realidad, amando a Dios con todo nuestro ser, podemos muy bien guardar los primeros mandamientos, y amando al prójimo como a uno mismo uno puede guardar los mandamientos restantes sin mayor problema. Es sólo cuando no amamos a Dios sobre todas las cosas, o cuando nos amamos más a nosotros mismos que a cualquiera de nuestros semejantes, que violamos la leyes de Dios. Necesitamos, pues, desarrollar el amor, y el amor viene como fruto del Espíritu de Dios.
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La Gracia y la salvación
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La gracia divina es el favor inmerecido que recibimos del Creador para que se restablezca una relación positiva y óptima con Él. Es llegar a ser un olor grato para Dios y participar de su familia, y recibir de Sus bendiciones y grandes promesas preparadas desde antes de la fundación del mundo. La salvación que trae esta gracia viene por la fe, y no por las obras de la ley, ya que por las obras de la ley nadie será justificado. El apóstol Pedro relacionó la gracia de Dios con nuestra salvación, diciendo: “Los profetas que profetizaron de la GRACIA destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta SALVACIÓN. escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”. 1 Pedro 1:10,11.
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Sí, mi amigos, la gracia que no viene por la ley, sino por la fe en Cristo (y sus sufrimientos en la cruz) nos traería la salvación, que no es otra cosa que las GLORIAS que vendrían tras los sufrimientos de Cristo, es decir, Su resurrección, su glorificación, y su anhelada herencia del reino mesiánico para luego compartirlo con sus otros “cristos” o “ungidos” en su parusía.
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La gracia salvadora aún espera su manifestación
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El mismo apóstol Pedro pasa a decirnos algo que millones de evangelistas ignoran. Me refiero a la gracia, la cual aún no está consumada, sino sólo cuando sea manifestada en la parusía de Cristo. Es decir, el proceso de la salvación por gracia aún no termina hasta la parusía del Señor Jesucristo. En 1 Pedro 1:13, el apóstol Pedro pasa enseguida a decir: “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”. ¿Se dan cuenta, estimados amigos, que la salvación por gracia aún no ha sido completada? Aquí Pedro es claro al afirmar que debemos esperar por la gracia que se nos traerá cuando Jesucristo sea manifestado… ¡no antes! Así que Jesús volverá para COMPLETAR el proceso de salvación por la GRACIA. Es un regalo ofrecido por Dios a los vencedores, a los perseverantes, a los perfectos, a los santos, a los elegidos, a los hijos de Dios.
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Pues bien, Jesús viene para entregarnos esa gracia, ese don inmerecido que proviene de Su Padre, y que él mismo obtuvo después de ser glorificado. Sí, Jesús lo traerá personalmente para que los suyos sean los coherederos de ese regalo inmerecido de Dios que es la salvación final y definitiva, y que nunca se perderá en el reino de Su Majestad, el Rey Mashiaj Yahshúa.
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Pablo asocia el reino de Dios con la Gracia
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Debemos señalar que los más de los predicadores de hoy están ciegos, caminado a tientas, y buscando la luz que no les resplandece porque Satanás los ha enceguecido (2 Cor. 4:4). Tienen la luz de la Palabra, pero sus mentes están embotadas por la tradición o por las doctrinas de hombres. Mientras no se quiten el velo que cubre sus ojos, permanecerán en ignorancia y caminando por precipicios mortales.
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En Hechos 20:24,25, el apóstol Pablo predica un evangelio de la gracia que NO difiere en absoluto del evangelio del reino de Jesucristo. En realidad Pablo ve la gracia y el reino como el mismo evangelio salvador, ¡y sorprendentemente millones de cristianos no se dan cuenta de ello por su estupidez y terquedad. ¿Es que acaso este humilde servidor es una especie de elegido para revelarlo? No!, Soy simplemente alguien que escudriña las Escrituras con seriedad y mente abierta, sin prejuicios y sin conceptos paganos. Esta verdad que vengo a anunciarles, ya hace tiempo que ha tenido sus pregoneros que han cumplido su cometido en sus respectivos tiempos. Y hoy, en este siglo XXI, el Señor sigue teniendo sus voceros y mensajeros que se ciñen a Su palabra para decir lo que la Escritura quiere enseñarnos. Aquí hay revelación, no de doctos destacados, los cuales han demostrado muchas veces ser más ignorantes que los menos instruidos, sino de hombres que con sinceridad de corazón han pedido sabiduría de lo alto. Si a alguien le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él la dará en abundancia. Por tanto, la verdad de la gracia y el reino no es producto de la sabiduría humana, o de los grandes doctos de los seminarios teológicos, sino de Dios, de lo alto.
Pues habiendo aclarado esto, quiero examinar con ustedes Hechos 20:24,25 para que de una vez, y por todas, la gente se dé cuenta de que no hay dos evangelios: el del reino y el de la gracia. Pero el que me quiera contradecir, que lo haga, pero no a mí, sino a Pablo, quien dijo claramente que sólo había UN solo evangelio salvador y no dos o más. Dice él en Gálatas 1:6-9, así: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”. ¿Podría existir algún otro pasaje más claro que éste? ¡No lo creo!
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Veamos, ahora sí, Hechos 20:24, 25:
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“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del EVANGELIO DE LA GRACIA DE DIOS. 25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado PREDICANDO EL REINO DE DIOS, verá más mi rostro”.
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Nótese cuán claro es Pablo hay relacionar su predicación del reino de Dios con el evangelio de la gracia de Dios. Por tanto, sería una necedad que nuestros detractores furibundos insistan en sostener un imposible, es decir, que el reino de Dios nada tiene que ver con la gracia de Dios. Esta estrecha relación reino/gracia es del todo contundente e irrefutable, y no admite discusión alguna. Así que si hay por allí algún predicador que diga que estoy enseñando una falsedad, debería refutarme con claridad en qué punto me estoy desviando de la verdad prístina revelada por el Señor.
Pues bien, antes habíamos dicho que Pedro había escrito (en 1 Pedro 1:13) que los fieles esperaban la gracia que traerá nuestro propio Rey, Su Majestad, el Señor Jesucristo. Esto quiere decir que Jesús nos traerá esa gracia/reino en su segunda venida en gloria. Y efectivamente, si leemos con cuidado Mateo 25:31,34, encontraremos que Jesús se manifestará para introducirnos en su reino como los co-herederos legítimos de éste. Dice Jesús muy claramente, así:
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“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria… Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, HEREDAD EL REINO preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
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Gracia/reino/salvación
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Siendo que la salvación se obtiene únicamente por gracia, nosotros, los que buscamos su reino y su justicia primero, obtendremos la salvación definitiva que nunca se perderá en la parusía del Rey. Sí, mis amigos, esta salvación por gracia se hará realidad sólo cuando Jesucristo, nuestro rey majestuoso, regrese del cielo y nos introduzca en su reino milenial en la era venidera, la era del reino. Dice Hebreos 9:28: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para SALVAR a los que le esperan”. Así que los que dicen que ya son salvos ahora, simplemente son unos MENTIROSOS… ¡y son aún más mentirosos cuando nos dicen que su salvación nunca la perderán. ¿Cómo pueden ellos decir eso si Jesús aún no ha vuelto para salvarlos? En 1 Pedro 1:5, Pedro dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para ALCANZAR la SALVACIÓN que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. Y por supuesto, para alcanzar esa salvación es necesario PERSEVERAR hasta el fin (Mt. 24:13). Y Pablo dice también: ocupaos en vuestra SALVACIÓN con temor y temblor” (Fil. 2:12).
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Conclusión
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Definitivamente esta preciosa verdad que usted acaba de leer no es predicada o anunciada en las iglesias organizadas de hoy. Y lo más trágico es que los más de los que se dicen ser “cristianos” no tienen ni la más mínima idea de lo que es el evangelio del reino o llamado también “el evangelio de la gracia”, y que tiene que ver con nuestra futura salvación, glorificación, y coronación en el gobierno mundial de Cristo que se implantará en la tierra en la era venidera, la era del reino, la era de la justicia y de la paz.
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Miles de afamados predicadores en las “tarimas evangélicas” dicen presentar el evangelio verdadero y salvador, pero prácticamente ninguno de ellos anuncian este reino glorioso y salvador (la gracia) a los potenciales creyentes. Simplemente no es parte de su agenda evangelizadora, y no es un lenguaje que consideren apropiado para nuestro siglo XXI.
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Decenas de miles de cristianos en el primer siglo fueron bautizados creyendo en el mensaje del reino de Dios y en el nombre de Jesucristo (Hechos 8:12), pero hoy ciento de miles de nuevos “cristianos” se bautizan si haber entendido y creído en el reino de Dios que es el evangelio de la gracia, el evangelio salvador que trajo Jesús por encargo de Su Padre (Lc. 4:43; Rom 1:16).
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Es hora de retomar el evangelio prístino de Cristo, el único y verdadero que salva al creyente. Cualquier otro evangelio sencillamente es inoperante, falso, y por tanto, demoníaco.

sábado, 9 de enero de 2010

CUANDO SE PIERDE LA ESPERANZA


Antes de que dos ejércitos se enfrenten, lo primero que hace cada uno de manera secreta es elaborar una estrategia de guerra; entonces tenemos que entender que el primer campo de batalla es la mente, es allí donde se gana o se pierde.
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Debido a esta realidad, Jesús exhorta al padre de un muchacho que estaba endemoniado a mantener la confianza: “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible” (Marcos 9:23); aquel padre, le dice al Maestro; yo creo pero ayúdame a creer mas, su fe no era tan sólida, pero mantenía la esperanza.
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Una mujer llamada Marta, había perdido a su hermano, ya hacía cuatro días que estaba muerto y sepultado, cuando Jesús llegó a aquel lugar y frente al sepulcro, mandó a quitar la piedra; la mujer dice, Señor hiede: “Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40).
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La esperanza, viene de la palabra griega “elpis”, y en su mayor uso significa: “la feliz espera del bien”; es un sentimiento de confianza, es cuando esperamos lo que está fuera de la realidad presente: “Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a que esperarlo?” (Romanos 8:24).
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¿Se puede perder la esperanza?
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Lamentablemente si, se puede perder; las tribulaciones nos quitan el gozo, y quieren robarnos la paz. Hay ocasiones donde esas aflicciones vienen por culpa de otros y no por las nuestras.
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Este era el caso del apóstol Pablo, mientras iba camino a Roma; después de pasar por varias dificultades y no habiéndosele escuchado su consejo, la embarcación a duras penas llegó a la isla de Creta, a un lugar llamado Buenos Puertos; de allí decidió zarpar para otro puerto llamado Fenice, para invernar en aquel lugar. Empezó a soplar una brisa del sur, e inmediatamente levaron las anclas y empezaron a navegar: “Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón. Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar” (versos 14-15).
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Ahora la embarcación se encontraba en alta mar, en medio de un terrible huracán, ¿Cuántos de ellos, ahora deseaban estar en el lugar incómodo de Buenos Puertos? Lograron pasar por detrás de una pequeña isla llamada Clauda, allí los vientos no eran tan fuertes, así que con mucha dificultad lograron recoger el bote salvavidas y subirlo al barco; luego reforzaron la nave con sogas. Después teniendo el temor de quedar encallados en los bancos de arena, llamado la Sirte, arriaron las velas quedando a la deriva (versos 16-17).
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Al siguiente día fueron sacudidos por una furiosa tempestad, entonces comenzaron a arrojar al mar la carga del barco, el tercer día también lanzaron al agua todos los equipos que había en la embarcación (versos 18-19).
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“Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos” (verso 20).
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Allí estaba Lucas, él también era de los que se sentían sin esperanza. Dios permite la tormenta, para que aprendamos a depositarnos en él; solo en medio de ella podemos desarrollar confianza en Dios, solo al final de ella podemos dar testimonio de victoria.
En medio de aquella situación un hombre se puso en pie, entre las doscientas setenta y cinco personas que iban en aquella embarcación, dando palabras de ánimo y de seguridad, diciéndoles que la embarcación se iba a destruir, pero que ningunas de las personas perderían la vida (versos 21-22).
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¿Por qué este hombre estaba tan seguro? ¿A qué se debía su gran confianza? “Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quién soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo” (versos 23-24).
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Aunque todos somos atribulados, existe una diferencia entre el justo y el impío: “La esperanza de los justos es alegría; Mas la esperanza de los impíos perecerá” (Proverbios 10:28).
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Aquel barco y sus ocupantes llevaban ya catorce días perdidos en medio de la tormenta, en ese mismo día llegó la respuesta de Dios para un hombre que no había perdido la esperanza, Lucas la había perdido, Aristarco también, pero Pablo la mantuvo (verso 33). Catorce días sin comer adecuadamente, ahora Pablo tenía promesas directas de Dios; por eso invitó a que todos comieran. Hay momentos en los cuales alguien tiene que dar el primer paso: “Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer. Entonces todos, teniendo ya mejoránimo, comieron también” (versos 35-36).
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Repitamos todos juntos, no solo con nuestras bocas sino también con nuestros corazones: “que se pierda todo, menos la esperanza en Dios”.

sábado, 11 de abril de 2009

JOSÉ DE ARIMATEA Y SU ESPERANZA CRISTIANA IGNORADA POR LOS LLAMADOS EVANGÉLICOS




Por Ing° Mario A Olcese

Todos conocemos quién fue José de Arimatea, un miembro noble del concilio que entregó un sepulcro de ricos para la sepultura de Jesucristo. Dice el relato lucano, así: “Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie” (Lucas 23:50-53).

Tomemos nota que José de Arimatea, un singular personaje que sólo se menciona en algunos versos de los evangelios, era un varón justo y bueno que espera también, dice el verso 51 (palabra que implica que otros lo creían igual), nada menos que el REINO DE DIOS. Así que José de Arimatea esperaba el reino de Dios al igual que otros. ¿Quiénes podrían ser esos otros? Sin duda los mismos Judíos, y ciertamente los cristianos mismos. El apóstol Juan nos revela por su parte que este José de Arimatea no sólo era todo eso que dijeron Lucas y Marcos, sino que también era un DISCÍPULO DE JESUS. Leamos el pasaje: “Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús”(Juan 19:38).

Entonces José de Arimatea era un discípulo de Cristo (un cristiano) que amó tanto al Señor que se atrevió a pedir el cuerpo a Pilato para darle una digna sepultura de un rey en un sepulcro nuevo. Este José de Arimatea era Judío, un Judío converso que nunca perdió su esperanza en el Reino de Dios. Debemos entender que cuando nos convertimos en discípulos de Cristo no nos desliga de la esperanza mesiánica del reino en la tierra. Los que creen que la esperanza de un reino literal en Jerusalén es sólo una ilusión Judía, y no una esperanza Cristiana y apostólica, están muy equivocados. Aquí José de Arimatea nos deja una enseñanza, y los evangelistas no dudan de registrarlo para que lo sepamos todos los cristianos de todas las épocas: Habrá un reino venidero que se establecerá en la tierra con Cristo y su iglesia a la cabeza.

Hoy, los llamados mal llamados “discípulos de Cristo” tienen una serie de expectativas o esperanzas, pero ninguna de ellas gira alrededor del Reino de Dios en la tierra. La mayoría nos hablan de “estar con Dios y su Hijo en el cielo”, o de “partir para estar siempre con Dios en las moradas celestiales”. Esta última esperanza hubiera resultado extraña para los primeros discípulos, y en particular, para José de Arimatea, quien esperaba la venida del reino a la tierra para ser parte de él con vida inmortal.
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www.elevangeliodelreino.org
www.yeshuahamashiaj.org (Inglés y español)

viernes, 10 de abril de 2009

NUESTRA SALVACION ES LA ESPERANZA DE ENTRAR AL REINO



Autor: Gabriel (Cristiano Unitario)
Gabriel_elcamino@hotmail.com
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Todos hemos oído predicaciones acerca de la salvación, y muchos grandes evangelistas proclamando la salvación eterna, tras la oración de fe, pero queridos hermanos, vamos a ser realistas y a repasar las Escrituras, para comprobar qué es realmente lo que dicen acerca de nuestra salvación y si ésta es algo que recibimos para siempre y no podemos perder de ninguna manera ó es algo gratuito, pero que debemos cuidar con temor y temblor.

Yo me inclino a creer que es algo más parecido a esto segundo que lo primero, por lo cual aconsejaría que todos sigan manteniéndose firmes en la fe, puestos sus ojos en Jesús y llenos de su palabra y envueltos en su obra hasta que él regrese, o hasta que nuestro tiempo en este planeta acabe y nos toque descansar hasta su regreso. Porque lo que el Señor nos ha prometido es la vida eterna, y esta promesa es la esperanza más grande y maravillosa que nadie jamás pudo soñar, ya que vamos a ser participes de la naturaleza divina y desde que estamos en Cristo tenemos una esperanza, que antes no teníamos, ni remotamente, pero que ahora si tenemos. EFESIOS 2:12, dice: “EN AQUEL TIEMPO, ESTABAIS SIN CRISTO, ALEJADOS DE LA CIUDADANIA DE ISRAEL Y AJENOS A LOS PACTOS DE LA PROMESA, SIN ESPERANZA Y SIN DIOS EN EL MUNDO”. Realmente estábamos vacíos, sin Dios y sin ninguna esperanza, sólo teníamos las mentiras del mundo. Así que en principio la salvación que recibimos es ser participantes de todas las promesas hechas por Dios a Abraham, que son las promesas a Israel, de las cuales estábamos totalmente excluidos, antes de conocer a Cristo y de las cuales ahora podemos aspirar a heredar como miembros de la familia de Dios, y no alguna salvación diferente, made in USA, una vez salvos, salvos para siempre jamás.

Pues gracias a Dios que esa no es la salvación de Cristo, sino que la esperanza (salvación) de Cristo es la esperanza (salvación) de Israel, de la cual ahora somos nosotros partícipes. Nosotros que hemos sido injertados en el buen olivo, participamos en la carrera a la meta que es el Reino, para entrar por la puerta principal y recibir la salvación que nos está reservada, por ahora, en los cielos. Sin embargo, cuando llegue el momento propicio, Cristo nos la manifestará en su parusía, y no antes. Mientras tanto, ahora tenemos en nuestros corazones la más grande esperanza jamás ofrecida a hombre alguno, ¿Amén? Dice 1 Pedro 1:3, así: “BENDITO EL DIOS Y PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE SEGÚN SU GRAN MISERICORDIA NOS HIZO RENACER PARA UNA ESPERANZA VIVA, POR LA RESURRECCION DE JESUCRISTO DE LOS MUERTOS”.

Así que lo que hemos recibido a través del nuevo nacimiento, y de la fe en Cristo Jesús, es una esperanza viva de que si permanecemos en Cristo, no seremos avergonzados, y recibiremos este tesoro que está guardado para nosotros en los cielos, porque Dios que no es ningún mentiroso. Él ha preparado esta vida para nosotros y determinado que la recibamos en todo nuestro ser, en el tiempo venidero, para lo cual ahora nos ha dado esta maravillosa esperanza, que antes no teníamos en lo más mínimo, pero que ahora sí nos ha sido predicada, por lo cual hemos pasado a ser miembros de esta gloriosa familia de la esperanza. Dice Tito 1:2-3, así: “EN LA ESPERANZA DE LA VIDA ETERNA, DIOS, QUE NO MIENTE, PROMETIO ESTA VIDA, DESDE ANTES DEL PRINCIPIO DE LOS SIGLOS Y A SU DEBIDO TIEMPO MANIFESTO SU PALABRA POR MEDIO DE LA PREDICACION QUE ME FUE ENCOMENDADA POR MANDATO DE DIOS, NUESTRO SALVADOR”. Por lo que nos queda más que probado, que esta salvación, que incluye según hemos estado explicando con anterioridad: “la vida eterna y la entrada al Reino”, nos será entregada más adelante.

Vemos claramente entonces que el contrato de nuestra salvación ha sido realizado en esperanza y siendo éste el elemento principal a través de la cual hemos adquirido esa promesa divina que se encuentra en el paquete de nuestra salvación, que aunque ahora no la vemos, ya que si la viésemos la tendríamos, y ya no sería esperanza, sino un hecho consumado, seguimos esperando con fe y paciencia, por lo cual Dios sigue produciendo, por medio de la prueba de nuestra fe, el elixir de la paciencia, que no tenemos por naturaleza y necesitamos para no salirnos del camino, debido a la impaciencia de la carne. Dice Romanos 8:24-25, así: “PORQUE EN ESPERANZA FUIMOS SALVOS; PERO LA ESPERANZA QUE SE VE NO ES ESPERANZA, YA QUE LO QUE ALGUNO VE, ¿PARA QUE ESPERARLO? PERO SI ESPERAMOS LO QUE NO VEMOS, CON PACIENCIA LO AGUARDAMOS”.

La esperanza es real para todos aquellos que hemos creído en Cristo y debemos estar tranquilos, porque así como sabemos que nuestro Señor está ahora a la derecha del Padre en el Cielo, así también nuestra esperanza está muy bien guardada en Cristo, y sabemos que cuando él se manifieste, entonces también será manifestada con él nuestra esperanza, y nos será entregada en aquel día, porque sabemos que fiel es el que prometió y sabemos en quién hemos creído. Dice Colosenses 1:5, así: “A CAUSA DE LA ESPERANZA QUE OS ESTA GUARDADA EN LOS CIELOS. DE ESTA ESPERANZA YA HABEIS OIDO POR LA PALABRA VERDADERA DEL EVANGELIO”.

Vemos que cuando Pablo les habla a los romanos acerca de la llegada del tiempo de la salvación, lo hace indicando que esta es posterior al momento en que nos convertimos a Cristo y creímos por primera vez, por lo cual aparece un lapso de tiempo desde el nuevo nacimiento del espíritu, hasta la salvación del alma, que pacientemente espera con el cuerpo, la llegada de aquel glorioso día de la misma forma en que se espera la hora de un parto, el cual nadie puede adelantar, ni retrasar, porque tiene un tiempo perfecto establecido por Dios. Así también nuestra salvación tiene un tiempo que sólo Dios conoce. Dice Romanos 13:11, así: “Y ESTO, CONOCIENDO EL TIEMPO, QUE ES YA HORA DE LEVANTARNOS DEL SUEÑO, PORQUE AHORA ESTA MAS CERCA DE NOSOTROS NUESTRA SALVACION QUE CUANDO CREIMOS”. Es por esto también que cuando hablamos de la segunda venida de Cristo y del establecimiento del Reino, también lo hacemos de la manera que los primeros discípulos se refrían al evento, como el de una “esperanza bienaventurada”, que es la muy bendecida esperanza que alberga todo cristiano en su corazón, sabiendo que somos coherederos juntamente con Cristo, y con Abraham, y con toda la familia de Dios, de la herencia que el Padre ha dispuesto para nosotros. Dice Tito 2:13, así: “MIENTRAS AGUARDAMOS LA ESPERANZA BIENAVENTURADA Y LA MANIFESTACION GLORIOSA DE NUESTRO GRAN DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO”.

En la medida que vamos profundizando en la esperanza, vemos que se nos dice que debemos permanecer en la fe y se nos insista en que no nos movamos de esa esperanza, sino que permanezca firmemente cimentada nuestra vida en esta roca de Dios y esperanza de gloria en Cristo. Dice Colosenses 1:23, así: “PERO ES NECESARIO QUE PERMANEZCAIS FUNDADOS Y FIRMES EN LA FE, SIN MOVEROS DE LA ESPERANZA DEL EVANGELIO QUE HABEIS OIDO, EL CUAL SE PREDICA EN TODA LA CREACION QUE ESTA DEBAJO DEL CIELO Y DEL CUAL YO PABLO, FUI HECHO MINISTRO”.

Sabemos que la esperanza es también parte fundamental de la armadura con la cual debemos vestirnos cada día para poder hacer frente a todas las asechanzas del maligno, que tiene propuesto hacernos la vida imposible, para que no mantengamos vivo aquello que nos sostiene y vivifica cada día y fracasemos en la lucha. Dice 1 Tesalonicenses 5:8, así: “PERO NOSOTROS QUE SOMOS DEL DIA, SEAMOS SOBRIOS, HABIENDONOS VESTIDO DE LA CORAZA DE LA FE Y DEL AMOR, Y CON LA ESPERANZA DE SALVACION COMO CASCO”. Por eso más que nunca, ahora debemos guardar este tesoro maravilloso que Dios nos dio, y trabajar con esta esperanza cada día, compartiéndola a otros para que la vida eterna que viene a través suyo, se derrame abundantemente, recordando siempre que son tres los elementos más maravillosos que Dios nos dio para hacer su obra y llegar a la meta; y uno de ellos es la esperanza; Dice 1 Corintios 13:13: “AHORA PERMANECEN LA FE, LA ESPERANZA Y EL AMOR, ESTOS TRES; PERO EL MAYOR DE ELLOS ES EL AMOR”.

Que el Señor los bendiga ricamente!

Si alguno de ustedes reside en España, y desea comunicarse con el hermano Gabriel, pueden hacerlo llamándolo a los teléfonos que aparecen al inicio de este artículo.

¿POR QUÉ ESTUVO ENCADENADO EL APÓSTOL PABLO?


“Porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena”
(Hechos 28:20)


Por Ing°. Mario A Olcese (Apologista)

Apologista perseguido, apresado, y en cadenas por la esperanza del reino milenario


Un breve Comentario de Hechos 28:15-31

“Los hermanos de esta ciudad, informados de nuestra llegada, nos salieron al encuentro y nos alcanzaron a la altura del "Foro de Apio" y en las "Tres Tabernas". Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y se sintió reconfortado. Cuando llegamos a Roma, recibió autorización para alojarse en una casa particular con un soldado que lo custodiara. Tres días después convocó a los judíos principales, y cuando se reunieron les dijo: "Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de nuestros padres, fui arrestado en Jerusalén y puesto en manos de los romanos. Después de interrogarme, quisieron dejarme en libertad, porque no encontraban en mí nada que mereciera la muerte; pero ante la oposición de los judíos, me vi obligado a apelar al Emperador, sin querer por esto acusar en nada a mi pueblo. Por eso he querido verlos y hablarles, ya que a causa de la esperanza de Israel llevo estas cadenas". Ellos le respondieron: "Nosotros no hemos recibido de Judea ninguna carta referente a ti, y ninguno de los hermanos que vinieron nos han contado nada que te sea desfavorable. Pero ahora quisiéramos oírte exponer lo que piensas, porque sabemos que esta secta encuentra oposición en todas partes". Entonces fijaron un día para encontrarse con él, y fueron a verlo en mayor número al lugar donde se alojaba. Pablo les habló durante todo el día sobre el Reino de Dios, dándoles toda clase de testimonio y tratando de persuadirlos para que creyeran en Jesucristo, a partir de la Ley de Moisés y de los Profetas. Unos se convencían con sus palabras, pero otros se resistían a creer, y mientras ellos se retiraban sin haberse puesto de acuerdo, Pablo dijo esta sola frase: "Son muy ciertas las palabras que el Espíritu Santo dijo a los padres de ustedes, por medio del profeta Isaías:
Ve a decir a este pueblo. Por más que oigan no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, se taparon los oídos y cerraron los ojos, por temor de que sus ojos vean, que sus oídos oigan, que su corazón comprenda, que se conviertan, y que yo los cure. Sepan entonces que esa salvación de Dios va a ser anunciada a los paganos. Ellos sí que la escucharán". Pablo vivió dos años enteros por sus propios medios, recibiendo a todos los que querían verlo, proclamando el Reino de Dios, y enseñando con toda libertad y sin encontrar ningún obstáculo, lo concerniente al Señor Jesucristo” (Hechos 28:15-31).

Comentario de Apologista
La plaza o foro de Apio era un pueblo sobre la Vía Apia a 56 kilómetros de Roma, y el lugar llamado Las Tres Tabernas era una aldea 13 kilómetros más adelante hacia la ciudad. Pablo es traído preso a esta ciudad imperial desde Jerusalén y él es recibido por los hermanos, aunque algo temeroso por las posibles malas referencias que de él pudieran ellos haber recibido desde Judea y que motivaron su detención. Sin embargo, el apóstol se siente feliz por el buen recibimiento de sus hermanos, pero deseoso de explicarles y enseñarles a los Judíos, y a todos los interesados no Judíos, la doctrina que venía anunciando en Judea a sus paisanos y que él resumió como LA ESPERANZA DE ISRAEL. Este cometido lo pudo llevar a cabo gracias a que se granjeó el beneplácito de Festo, quien declaró que nada digno de muerte o de cárcel había hecho, y también lo que informara Julio al centurión de su conducta durante el viaje, y que le permitió residir en prisión domiciliaria y no en un centro de reclusión propiamente dicho.

Muchos parecen no entender esta locución “La esperanza de Israel”, creyendo que era una esperanza sólo para los Judíos de que algún día ellos recibieron el favor de Dios, y nada más. Sin embargo, la frase “La esperanza de Israel” tiene una connotación mucho más amplia que el recibimiento dentro de la iglesia de los Judíos que están eventualmente endurecidos, ya que este mismo mensaje es predicado a los gentiles o no Judíos. De modo que la esperanza de Israel de algún modo afectaría a los gentiles de una manera positiva o beneficiosa.

Es interesante notar que en otras dos ocasiones el apóstol Pablo dice que él está sufriendo por la causa Israel, en Hechos 23:6 y Hechos 26:6 encontramos estas declaraciones que nos ayudarán a entender la frase “la esperanza de Israel”. Veamos estos dos textos paulinos:

Hechos 23:6: “Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga”.

Hechos 26:6: “Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio”.

Así que comparando estos dos pasajes con el de Hechos 28:20, podemos concluir que la esperanza de Israel para Pablo eran las promesas que Dios había hecho a los padres Abraham, Isaac y Jacob y la resurrección de estos fieles y de todos los que son creyentes. Esas promesas hechas a los padres las podemos encontrar leyendo el libro Génesis (especialmente los cps. 12:14, 13:15 y 15:18), todos referidos a la herencia de una tierra prometida. Y si le agregamos las promesas hechas al padre David, tendremos la esperanza del reino davídico restaurado (1 Sam. 2:10). Esto queda claramente evidenciado cuando Pablo, al convocar a los Judíos desde su prisión domiciliaria en Roma, recibe a sus paisanos y les habla durante todo el día sobre el Reino de Dios, dándoles toda clase de testimonio y tratando de persuadirlos para que creyeran en Jesucristo, a partir de la Ley de Moisés y de los Profetas. Dice así el pasaje: “Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas” (Hechos 28:23).

Sabemos que muchos no creyeron, pero otros Judíos sí, y muchos de los gentiles recibieron con gozo el mensaje. Dice el informe, así: “Pablo empero, quedó dos años enteros en su casa de alquiler, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando lo que es del Señor Jesucristo con toda libertad, sin impedimento.” La expresión, "recibía a todos que a él venían" denota muchos visitantes. En parte eran atraídos éstos por la fama en aumento del predicador preso. Aquí, como por todo el libro de Hechos, se distingue entre predicar y enseñar; lo primero se dirige a los que no han creído, y lo segundo a los creyentes. El que hiciera ambas cosas muestra que las dos clases de oyentes eran atraídas a su alojamiento.

En resumen:

La esperanza que predicaba Pablo a Judíos y gentiles era igual a:

-La Esperanza de Israel.

-La esperanza o promesa hecha a los padres o patriarcas.

-La esperanza de la resurrección.

-La esperanza o evangelio del Reino y todo lo relativo al nombre de Jesucristo, incluyendo su muerte, sepultura y resurrección al tercer día (1 Cor. 15:1-8).

Sin duda este fue el mensaje que Pablo predicaba y que le acarreó persecución, maltratos, prisiones, y el mismo martirio. Acá Pablo predicó un solo evangelio para Judíos y gentiles. Por lo tanto, si bien fue el apóstol de los gentiles, también fue el maestro de los Judíos. Su mensaje era el mismo para ambos grupos, ya que Dios no hace acepción de personas. Además, Pablo fue enfático con los efesios al decirles que solo hay una fe, una esperanza, y un Señor para todos (Efesios 4:4).

¿CUÁL ES EL MENSAJE QUE BRINDA VERDADERO CONSUELO, GOZO, PAZ, ESPERANZA Y BENDICIÓN?




Un Examen Breve de Romanos 15

Por Ing. Mario A Olcese (Apologista)

Frecuentemente recibo e-mails de personas que me dicen que tal o cual pastor les han cambiado sus vidas y la de sus familias. Me dicen que Carlos Cash Luna, Benny Hinn, Pat Robertson, y otros les han sido de bendiciòn y que ahora se sienten felices y en “sintonía” con el Señor. No obstante, me pregunto: ¿cuál es el mensaje que ellos oyeron y que cambió sus vidas? ¿Acaso será la vana promesa de que pueden ser prosperados hasta hacerse ricos en este mundo presente si siembran su “semilla” fielmente? ¿Acaso es la promesa de que si cumplen con ser fieles diezmadores para su iglesia y su pastor serán multiplicados sus ingresos personales y familiares? Tenemos que ser muy claros en esto, pues de lo contrario ese cambio o transformación “espiritual” durará muy poco, cuando se den cuenta finalmente de que todo sigue igual o peor en sus vidas, mientras que sus líderes se van enriqueciendo día a día a costa del sudor de los fieles.

Definiendo la Esperanza que da gozo

Pablo escribió: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz creyendo, para que abundéis en esperanza por la virtud del Espíritu Santo” (Rom. 15:13). Aquí Pablo dice que el gozo viene por el creer para que podamos abundar en esperanza—¿pero creer en qué? Pues un poco antes, en el versículo 4, Pablo había escrito: “Porque las cosas que antes fueron escritas, para nuestra enseñanza fueron escritas; para que por la paciencia, y por la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”. Aquí Pablo recalca que la esperanza que produce gozo, paz, y consolación es aquella que viene por el creer en las cosas que fueron escritas para nuestra enseñanza. —¿Y qué cosas fueron escritas para nuestra enseñanza y consolación? La respuesta salta a la vista en los versículos 16,19,20,29 cuando Pablo lo resume en una frase: el evangelio. Estas son sus palabras: “Para ser ministro de Jesucristo á los Gentiles, ministrando (enseñando, entregando) el evangelio de Dios, para que la ofrenda de los Gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo”… de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, he llenado todo del evangelio de Cristo. De esta manera me esforcé á predicar el evangelio…Y sé que cuando llegue á vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo”.” Así que el evangelio de Cristo, que es el evangelio de Dios el Padre, condensa todo lo que fue escrito para ser enseñado a Judíos y Griegos para que diera verdadera esperanza y bendición a los creyentes. Así que el verdadero evangelio brinda las bendiciones duraderas que uno esperaría de un Dios amoroso. No es extraño, entonces, que Pablo aconsejara a permanecer en la esperanza del evangelio, con estas palabras: “Si empero permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído…” (Col. 1:23).


¿Pero de qué se trata ese evangelio de Cristo?

En primer término debo señalar lo dicho por Pablo sobre la misión central de Jesús en el verso 8, y que dice: “Digo, pues, que Cristo Jesús fue hecho ministro de la circuncisión por la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas á los padres”. Así que Cristo vino a ratificar las promesas hechas a los padres. Con esta introducción Pablo relaciona las cosas que fueron antes escritas para nuestra enseñanza con lo que Cristo vino a confirmar, es decir, las promesas que Dios hizo a los padres. Este es el evangelio de Cristo, y el evangelio de Pablo, y el evangelio cristiano para los gentiles también, para que ellos glorifiquen a Dios junto con los Judíos creyentes. Dicen los versos 9-11: “Y para que los Gentiles glorifiquen á Dios por la misericordia; como está escrito: Por tanto yo te confesaré entre los Gentiles, Y cantaré á tu nombre. Y otra vez dice: Alegraos, Gentiles, con su pueblo. Y otra vez: Alabad al Señor todos los Gentiles, Y magnificadle, todos los pueblos”. Por eso no me sorprende que Pablo haya seguido el ejemplo de Jesús de predicar el reino de Dios, que es la misma esperanza de la promesa hecha a los padres: “Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios á nuestros padres, soy llamado en juicio” (Hechos 26:6). O como él también lo dijera en Hechos 28:20: “porque por la esperanza de Israel estoy rodeado de esta cadena”.


¿Cuáles son las promesas hechas a los Padres y que compartimos por fe?

En Hechos 26:6 vimos que Pablo predicaba la esperanza de la promesa hecha a los padres, pero en Hechos 20:25 él había dicho que había estado predicando el reino de Dios: “Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro”. Así que el Reino de Dios que predicó Pablo es la misma promesa hecha a los padres que lo llevó a juicio, y que Cristo vino primero a anunciar y a confirmar a sus paisanos, para que los que lloran puedan recibir consolación (Mateo 5:4).

El reino de Dios comprende las cosas que fueron escritas en las Escrituras para ser enseñadas y creídas por los potenciales creyentes a fin de que pudieran recibir verdaderamente consolación, esperanza, y gozo verdaderos y duraderos.

Recordemos que Dios hizo pactos con los padres, los cuales tenían que ver con una tierra (Génesis 12:3;13:15;15:18) y con un rey justo (Isaías 32:1) que restauraría todas las cosas a su estado original (Hechos 3:19-21). Esta era la esperanza de José de Arimatea, un fiel discípulo de Jesús (Marcos 15:43), y de los apóstoles del señor (Hechos 1:3,6,7).

Es evidente, entonces, que lo que da verdadera esperanza, gozo y bendición es la promesa del reino de Dios, la cual significará la felicidad de los pobres en espíritu, la consolación de los que lloran, la herencia de la tierra renovada para los mansos, la saciedad para los hambrientos y sedientos de justicia, la misericordia para los misericordiosos, la comunión con Dios para los limpios de corazón, la filiación divina para los pacificadores, y la bienaventuranza para los que son perseguidos por su fe (Mateo 5:3-11).

El Mensaje de esperanza y gozo es ignorado por los evangelistas famosos de hoy

Desafortunadamente el divino mensaje de esperanza y de gozo del reino de Dios es poco o casi nada predicado en las iglesias de hoy. De hecho, los evangelistas contemporáneos lo ignoran por completo, y lo que es peor, lo han sustituido por uno trucado, vano, y de dicha temporal y pasajera llamado: “El evangelio de la prosperidad”. Este evangelio es satánico, engañoso y efímero, que hace “feliz” a unos pocos, y desgraciados a la mayoría. Ahora bien, de hecho podemos decir que hay un evangelio de la prosperidad, pero no para hoy, sino para la era del reino, la Edad donde todos los fieles alcanzarán las bendiciones prometidas por el Señor según sus obras presentes. En la Parábola de la Diez Minas Jesús expone claramente esta verdad de la retribución venidera según las obras presentes (Lucas 19). Hoy estamos sembrando en este mundo para cosechar en la parusía del Señor Jesucristo, el Amo de esta tierra que aparecerá para tomarnos cuenta de lo que hemos producido para él durante su ausencia.

Recuerde, serà en la era venidera, la era del reino, cuando usted serà realmente un hombre rico, pròspero, y revestido de poder y autoridad reales.

Màs sobre el reino en:

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miércoles, 5 de noviembre de 2008

¿ENSEÑA LA BIBLIA DOS ESPERANZAS DISTINTAS: UNA PARA ISRAEL Y OTRA PARA LA IGLESIA COMO SOSTIENEN LOS EVANGÉLICOS?

Por Ing° Mario A Olcese S

“Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:4,5).

El Dispensacionalismo

Sin duda el culpable de hacer esta distinción es Darby y su teoría dispensacionalista. Esta enseñanza fue desarrollada en la primera mitad del siglo 19 por J.N. Darby. Darby, que buscaba legitimar su nueva ideada teoría del “rapto secreto” y su venida en "dos fases", dividió la Biblia en textos para Israel y para la Iglesia como si éstas fueran en realidad dos entidades distintas con dos destinos y promesas diferentes.

Darby hace una completa diferenciación entre Israel y la Iglesia como dos pueblos de Dios: terrenal y celestial dualistamente contrastados. La iglesia gobernará la creación desde los cielos con Jesucristo, con la mediación de las bendiciones de Dios sobre la tierra. Israel y las naciones tendrán un futuro glorioso en un reino imperial terreno. La iglesia y su futuro, sin embargo, son completamente diferentes al de Israel y los gentiles. Cristo reunirá todas las cosas en sí mismo. El pueblo celestial (la Iglesia) participará de su gloria en los cielos; el pueblo terrenal (Israel) recibirá gloria que viene de los cielos; que brillará sobre él, y participará de esa gloria desde y sobre la tierra. Al final, según Ryrie no habrá una distinción eterna entre una humanidad en el cielo nuevo y otra en la tierra nueva. Ambos irán al cielo al final de las edades. Específicamente, Israel irá al cielo al final del milenio. De modo que, las promesas que este pueblo espera no son eternas en el sentido terrenal, pues se convertirán en celestiales después del reino milenario.

La Iglesia No Reemplazó a Israel

Por otro lado, existe la llamada Teología del Reemplazo que dice que Dios ha sustituido a su antigua nación o pueblo de Israel por la llamada Iglesia gentil. La teología del Reemplazo propugna que las promesas que Dios les hizo a los antiguos judíos han pasado a manos de los creyentes gentiles de todo el mundo, constituyéndose así ellos en el nuevo y verdadero Israel de Dios. Pero ésta no es una creencia que se pueda sostener en las Escrituras, ni menos, si nos atenemos a lo dicho por Pablo en Romanos 11:1,2, donde Pablo dice que Dios no ha rechazado a su pueblo prístino al cual desde antes conoció”. Y si Pablo dice categóricamente que Dios no ha rechazado al Israel carnal, ¿por qué los Católicos Romanos y buen un número de las iglesias protestantes sostienen lo contrario? ¿A quién vamos a creer, a los teólogos de hoy que dicen que sí fueron rechazados, o a Pablo, quien dice que no? Así que el pueblo Judío el prístino aún está considerado por Dios dentro de su plan salvador, y no lo podemos descartar como lo hacen muchos llamados cristianos.

El Remanente Judío y la Iglesia Tienen un Destino Común

El Israel antiguo (compuesto por los padres y todos los héroes de la fe) y la Iglesia de Cristo (compuesta por el remanente judío y los gentiles convertidos de todo el mundo) tienen un mismo destino y conforman el Israel de Dios. El remanente fiel de Israel en la época de Pablo consistía de hombres como los apóstoles y los 3,000 judíos de todo el mundo que creyeron en Yeshua en el día de Shavuot (Pentecostés). Aumentaron rápidamente a 5,000 y luego a decenas de miles (Hechos 21:20). No sólo fueron los primeros discípulos judíos de Yeshua los líderes del movimiento mesiánico, sino que fueron considerados parte del remanente fiel en Israel.
Los pactos que Dios ha hecho con Israel como nación escogida, ciertamente no aseguran la salvación y la vida eterna a todo individuo de la nación. Sólo aquellos escogidos por gracia (el remanente), que a través de la historia de Israel dieron la bienvenida al camino de salvación de Dios, la han obtenido. Desde la venida de Yeshua (Jesús) son los judíos cristianos o mesiánicos los que han obtenido la salvación de entre el pueblo escogido.

Recordemos que tanto gentiles como Judíos se convierten en verdaderos hijos de Abraham por la fe y la obediencia al Señor Jesús. Es la fe seguida de la obediencia que hace posible la salvación de los hombres, ya sean éstos Judíos o no Judíos (Romanos 1:17).
En Gálatas 3:16, 29 Pablo dice algo muy interesante que pocos se han detenido a meditar con oración. Estos pasajes dicen: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”. Tenemos que entender cabalmente estas palabras paulinas, pues nos dicen lo contrario de las afirmaciones del dispensacionalismo, el cual enseña dos promesas y dos esperanzas distintas para el pueblo de Dios. Aquí Pablo está diciendo que a Abraham y a su simiente (Cristo) les fueron hechas las promesas. Es decir, aquí tenemos representados a los dos periodos de la Biblia: El AT a través de Abraham, y el N.T a través de Cristo, la simiente.

También podemos ver en ellos representados al pueblo Hebreo fiel, y a la iglesia. Tanto Cristo (y su iglesia) y Abraham (y su descendencia según la carne) recibieron las mismas promesas. Acá no vemos que Dios declara dos promesas diferentes: una para el padre Abraham, y otra para su simiente, Jesucristo. Los que dicen que Dios dio dos promesas distintas a estas dos personas, están contradiciendo a Dios mismo, quien, a través de Pablo, también dijo: “Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:4,5).

Lo real es que Pablo dice que los que son de Cristo son también linaje o descendencia de Abraham, y por tanto, herederos según la promesa. Es decir, los creyentes son linaje de Abraham y herederos de las mismas promesas hechas a Abraham (Gál. 3:16,29).

¿Cuáles promesas?

Ahora es necesario investigar cuál fue la promesa que Dios le hizo a Abraham, pues es también para todos los que son de la fe. Aquí debe empezar cualquier investigación sobre la herencia de los salvos. Pues empecemos en Génesis 12:1-3: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.

Aquí vemos que Dios llama a Abraham para mostrarle una tierra y luego le dice que se originará de él una gran nación y que él será de bendición para todas las naciones de la tierra. Más adelante veremos que esa bendición viene a través de su descendiente, el Señor Jesucristo. Pero lo importante es que Dios tiene la intención de mostrarle a Abraham una tierra, o una porción del planeta tierra.

Ahora vemos Génesis 13: 14,15: “Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. 15 Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre”. En estos versículos bíblicos, Dios no sólo le muestra un territorio de la misma tierra (norte, sur, este y oeste---los 4 puntos cardinales), sino que le promete dársela a él y a su descendencia, para siempre. Sabemos por Pablo que la descendencia es Cristo mismo y su iglesia fiel)

En Génesis 15:18 leemos que también Dios le especifica a Abraham los linderos o fronteras de la tierra prometida para él y su simiente: “En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates”. Todos sabemos que estas fronteras no están en la Patagonia Argentina, ni en Júpiter, sino en el Medio Oriente, en este mismo planeta tierra.

Así que las promesas de Dios a Abraham incluían la herencia de la tierra, la formación de una nación grande, y la bendición de todas las familias de la tierra.

Jamás encontraremos una promesa dada por Dios a Abraham o a los padres para partir al cielo para estar con Él y Su Hijo por siempre o por algún tiempo. Esa es una invención humana que tiene un origen Griego. Y recuerde nuevamente que esta promesa es para Abraham y su simiente—la cual es Cristo— y por supuesto, para todos los que creen en él o son de él (Gál.3:16,29). Así que “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham” (Gál. 3:7). Si usted es de la fe, entonces usted es un hijo o hija de Abraham, e igualmente un heredero con Cristo de la tierra prometida. ¿No está esto más claro que lo que enseñan los dispensacionalistas como Mr. Darby?

Jesús vino a confirmar las promesas hechas a los padres

Sin duda Jesús fue enviado por el Padre para predicar el evangelio del Reino (Lucas 4:43), lo cual involucraba la confirmación de las promesas hechas a los padres (Abraham, Isaac, Jacob). Esta verdad la reveló Pablo cuando escribió a los creyentes de Roma, lo siguiente: “Pues os digo, que Cristo vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, PARA CONFIRMAR LAS PROMESAS HECHAS A LOS PADRES, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia…” (Romanos 15:8,9). ¿Y por qué tendrían que glorificar los gentiles o la iglesia gentil a Dios por la confirmación que hizo Jesús de las promesas hechas a los padres? Porque la confirmación que hizo Cristo de las promesas originales hechas a los padres los beneficiaría a ellos también por la misericordia de Dios. Ellos, sin duda, serían parte y beneficiarios de las promesas prístinas de Dios hechas a los padres. ¡La iglesia gentil y los Judíos fieles de todas las épocas serían los favorecidos por las mismas promesas hechas a los padres para heredar la tierra y el reino futuros!

Esa promesa, repito, siempre involucra la herencia del mundo, tanto para el Hebreo Abraham, los otros padres, los profetas, y demás fieles del AT, como también para el Judío Cristo y su iglesia. El apóstol Pablo lo recalca muy claramente cuando les escribe a los creyentes de Roma, lo siguiente: Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la PROMESA de que sería HEREDERO DEL MUNDO, sino por la justicia de la fe” (Romanos 4:13). Así que el asunto es la herencia del mundo, y no se puede heredar algo sin poseerlo. Los fieles poseerán la tierra y habitarán para siempre en ella.

Los fieles aún no han recibido lo Prometido

Algunos creyentes creen que Dios ya cumplió todas sus promesas, incluyendo esta de la tierra. Sin embargo, en Hebreos 11:39 y 40 leemos: “Y todos éstos (los héroes de la fe del AT), aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; 40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, (¿por qué?) para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”. Es decir, los héroes no recibieron lo prometido para que ellos no fuesen perfeccionados aparte de los cristianos o mesiánicos de la Era presente de la gracia. Si ellos ya recibieron lo prometido, tanto la tierra y el reino, entonces ellos están reinando aparte de nosotros, y eso no es posible. ¡Jesús (la cabeza) reinará con todo su cuerpo, y no tan sólo con sus brazos, alegóricamente hablando!

Otro grupo de cristianos sostiene que Cristo ya estableció su reino en el siglo I, y que todas las promesas se cumplieron en aquel entonces. Pero nuevamente, si Cristo ya está reinando desde el Siglo I, entonces Él lo está haciendo con parte de sus fieles, no con todos, pues aún siguen entrando al “cuerpo” más fieles día a día hasta el día en que se acabe el tiempo de la gracia.

Los Mansos heredarán la Tierra

Jesús fue muy claro al decir que los mansos “heredarán la tierra” (Mateo 5:5) citando un pasaje del Salmo 37. Si los mansos heredarán la tierra, es obvio que los que hereden otra cosa no lo sean. Así por ejemplo, los que “heredan” el Gehenna (debajo de la tierra) no son mansos, sino soberbios e impíos. Si alguien dice que su herencia es algún otro lugar fuera de la tierra, éstos no pueden ser mansos, porque sólo los mansos heredarán la tierra. Darby parece decirnos que la iglesia, que según su teoría, tiene una “vocación celestial”, no es de Espíritu manso, sino todo lo contrario. ¡Cuán grave es su interpretación de la escatología! En Proverbios 10:30 leemos: “El justo no será removido jamás; Pero los impíos no habitarán la tierra”. Si esta declaración es cierta, lo cual no dudamos, lo que enseña Darby y su dispensacionalismo se viene abajo. Aquí se nos dice que los que no habitarán la tierra son los impíos. Me pregunto, ¿Es la iglesia, que tiene una supuesta “vocación celestial”, impía? Si ella está destinada a reinar con Cristo desde los cielos, entonces he de concluir que ella es impía, pues los impíos ¡NO HABITARÁN LA TIERRA!

“Para que dónde yo estoy ustedes también estéis”

Muchos creen que Jesús nos ofreció el cielo en diferentes oportunidades mientras cumplía su ministerio en la tierra. Por ejemplo, nos citan Juan 14:2,3 para decirnos que iremos al cielo para tomar nuestras moradas eternas con él en la “casa de su Padre”. Sin embargo, un análisis concienzudo de estos dos versículos nos convencerá de que Cristo jamás mencionó el cielo ni una sola vez en estos dos versículos. Es más, el dijo más bien: “Para que donde YO ESTOY ustedes también estén”. ¿Y dónde estaba Jesús cuando pronunció esa promesa de prepararnos una morada en la casa de su Padre?¿Acaso en el cielo? ¡Pues claro que no! El aún estaba en la tierra, ¡en la tierra prometida a los padres! Por tanto Jesús nos prometió estar con él en la misma tierra prometida a los padres, y no en el cielo. La casa del Padre bajará a la nueva tierra…y Dios estará con los hombres como su Dios (Apo. 21:1-4).

Hay ciertamente otros pasajes en que aparentemente Jesús está ofreciéndonos el cielo si somos de él. Todos esos pasajes ya fueron explicados en mi artículo titulado “¿Y qué hay de los textos que probarían que iremos al cielo?” y que lo podrán encontrar en mi sitio web, en el enlace “El Reino”.
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LOS CRISTIANOS AUTÉNTICOS ESPERAN EL REINO DE DIOS

Por Ing° Mario A Olcese (Apologista)


José de Arimatea, discípulo de Cristo, y su esperanza en el reino

Cuando leemos de José de Arimatea, nos encontramos con un personaje misterioso que es muy brevemente mencionado en los evangelios y que sólo se le recuerda por haber pedido el cuerpo inerte de Jesús al procurador Poncio Pilato. Pero también de este hombre se dicen algunas otras cositas más que son interesantes de observar, como por ejemplo, que él fue un miembro del concilio; segundo, que era varón justo y bueno (Mr. 15:43, Lc. 23:50); tercero, que era un discípulo del Señor; y cuarto, que ESPERABA EL REINO DE DIOS (Mr. 15:43).

De modo que José de Arimatea esperaba el tan anhelado reino de David en Israel (Juan 19:38). ¿Pero por qué los estudiantes de la Biblia pasan por alto estos pocos detalles cruciales de José de Arimatea? ¿Por qué nadie dice nada de que él esperaba el reino de Dios? ¿Acaso estaba él esperando un imposible o una utopía inalcanzable? ¿Será que José de Arimatea fue un discípulo poco entrenado o poco entendido en cuestiones proféticas? No lo creo. El esperaba el cumplimiento de la promesa de un Israel y con su reino restaurados a través del Mesías, de acuerdo a todas las profecías del Antiguo Testamento (Eze. 21:25-27; Isa. 32:1; Salmo 67:4, Sal. 2:6-9; 2 Sam. 7:13,14).

Simeón, el hombre piadoso y justo

En la Biblia se habla de un tal Simeón, así: “…y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él” (Luc. 2:25). En este caso, la consolación de Israel evidentemente tiene que ver con el reino de Dios. José de Arimatea, un judío justo, esperaba el reino de Dios. Y ahora Simeón, otro Judío de entre el pueblo, espera la consolación de Israel. ¿Pero estaba Simeón delirando con su esperanza de un Israel consolado? ¡De ningún modo! puesto que se dice que él estaba lleno del Espíritu Santo, el Espíritu de verdad. Esto significa entonces que el reino de Dios está ligado estrechamente con la consolación de los Israelitas, quienes por siglos vivieron y viven afligidos por no ver restaurado aún el reino del padre y rey David.

La expectativa de los discípulos

Cuando Jesús ya había muerto, y aún no se les aparecía a sus discípulos, éstos estaban muy decepcionados porque su esperanza aparentemente se había hecho humo. Ellos dijeron: “Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel…” (Luc. 24:21). Entonces tome usted nota de cuál era la expectativa de los primeros cristianos con respecto a Cristo: De que él traería la consolación y redención de Israel como un reino divino, libre de opresores, y dominando mundialmente sobre toda nación del planeta. Ellos querían ver a Israel es su estado de gloria y privilegio frente a las demás naciones del mundo, sin opresores ni injusticias.

Y es interesante ver que durante los tres y medio años que duró su ministerio, Jesús no hizo nada por cambiar su esperanza de un Israel que llegaría a ser redimido o restaurado. Al contrario, cuando él se les aparece en persona ya resucitado, se queda con ellos 40 días, a los cuales los alecciona con más detalle sobre su futuro reino que será restaurado a Israel (Hechos 1:3,6,7).

Ahora bien, si ellos esperaron la restauración del reino a Israel, una esperanza que fue reconocida y validada por Jesús en todo momento, ¿por qué tan pocos “cristianos” siguen hoy en esa misma línea de pensamiento o creencia? ¿Por qué se les hace tan problemático aceptar que Dios aún ama al Israel natural como el pueblo de su predilección? (Rom. 11:1,2). ¿Por qué se empecinan en seguir esperando y predicando una partida al cielo para estar con Dios y Cristo cuando mueran? ¿Dónde han dejado el reino que es el tema de las parábolas del Señor? ¡Realmente no lo entendemos! ¿o sí?

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LA VERDAD DE LA PANDEMIA