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lunes, 28 de junio de 2010

LA TRANSFIGURACIÓN: UN AVANCE DE LA VENIDA VISIBLE DE CRISTO


Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)

Los Testigos de Jehová sostienen que la venida o parusía (presencia) de Cristo no es literal, sino simbólica, a través de los “ojos del entendimiento”. Con esto ellos buscan desacreditar la esperanza de millones de cristianos que anhelan la aparición visible del Mesías en toda su gloria y majestad. ¿Pero es posible que la enseñanza de los Testigos de Jehová tenga algún asidero bíblico? En lo personal estoy plenamente convencido de que Cristo vendrá visiblemente, no sólo por lo que dicen los ángeles inmediatamente después del ascenso de Cristo al Padre en Hechos 1:11 (“este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo), sino porque su venida personal y visible sería la señal única y verdadera de Su parusía (Entonces aparecerá la SEÑAL del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”). Si su venida fuese invisible, ¿cómo serviría como señal?

Imaginémonos por un instante que manejamos nuestro auto por una carretera transitada y un policía nos detiene porque nos pasarnos una señal invisible o totalmente descolorida que dice “velocidad máxima: 100km/h”. ¿Tendría sentido eso? ¿sería justa la multa o el castigo? ¿Podría alguien realmente ver “con ojos del entendimiento” (o como Superman) una señal invisible y decir que efectivamente allí está? Pues eso es exactamente lo que dicen los Testigos de Jehová, es decir, que ellos pueden ver con sus “ojos espirituales” una “señal invisible”, que es la venida espiritual de Cristo. ¿No causa risa tal creencia?

La Transfiguración como prueba de una venida visible

En Mateo 19:27,28 Jesús dijo algo interesante que todos debiéramos considerar por el mensaje que nos brinda. El texto dice: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”. Aquí Jesús está anunciando su venida y en su reino, la cual sería vista por algunos de sus discípulos. En el capítulo 17:1-9 sigue la historia con estas palabras: Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Aquí vemos que Jesús aparece transformado en toda su gloria a través de una visión, y los discípulos contemplan con sus ojos a Jesús con Moisés y Elías con su rostro resplandeciendo como el sol y sus vestidos brillando como la luz blanca. Esta visión no fue una de un Cristo invisible que ellos interpretaron como Jesús mismo, sino que fue visible para ellos, a tal punto que quisieron edificar moradas para los tres personajes gloriosos. En realidad Jesús nunca desapareció, sino que se transformó ante sus ojos, manifestando toda su majestad.

En 2 Pedro 1:16, el apóstol Pedro da su testimonio de aquella magnífica experiencia, cuando dice: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la VENIDA de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo VISTO con nuestros PROPIOS OJOS su majestad”. Así que Pedro tuvo una experiencia muy real y visible, en avanzada, de la futura venida de Cristo con toda su majestad. Sin duda alguna, en el futuro se repetirá esta venida majestuosa, pero ya no sólo en secreto o privada para 3 de sus discípulos, sino para todo ojo humano.

sábado, 10 de abril de 2010

¡MUCHO CUIDADO CON ESPIRITUALIZAR EL EVANGELIO DEL REINO PREDICADO POR SU MAJESTAD, EL REY JESUCRISTO!


Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
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El asunto del Reino de Dios
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El tema del reino de Dios parece seguir suscitando discrepancias y acalorados debates entre los cristianos contemporáneos por las distintas interpretaciones que se hacen de algunas de las más cruciales declaraciones de Jesús sobre el tema. Hay quienes creen que el reino ya vino hace dos mil años y que está presente como la iglesia de Cristo, o simplemente como el “reinado de Cristo en el corazón de los creyentes”. Otros creen que el reino es presente y futuro a la vez, es decir, que éste ya vino en alguna medida con Cristo y en su ministerio, pero que será consumado en el futuro con el reinado personal y visible de Cristo desde Jerusalén sobre todas las naciones.
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Hay hermanos que creen que el reino de Dios ya está en la tierra, y que los cristianos ya han entrado en el reino de Dios o la iglesia por el bautismo (Juan 3:3.5). Es decir, estos cristianos no creen que el reino de Dios tenga otro aspecto que es futuro o escatológico, a pesar de que el Señor Jesús habló claramente del carácter escatológico de su reino en pasajes como Mateo 25:31,34; Hechos 1:6,7; Mateo 26:29; Marcos 14:25; Lucas 13:29; Lucas 19:11,12,15; Lucas 22:16; Lucas 22:18.
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También es necesario señalar que hay un buen número de cristianos que cree que el reino de Dios, o también llamado: “el reino de los cielos”, es el cielo mismo donde Dios y Su Hijo moran con los ángeles de su poder. Pero si esto es verdad, entonces reemplacemos la palabra reino por cielo en la frase “Reino de los cielos” y obtendremos: “el cielo de los cielos”, lo cual no tiene mucho sentido que digamos. Pero si tomamos la locución “Reino de los cielos” como que es “de Dios”, la cosa cambia. De allí la otra válida locución usada por Jesús: “El Reino de Dios”.
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El reino de los Dominionistas
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Un grupo de cristianos llamados “dominionistas” creen que Cristo no volverá a la tierra hasta que su reino o iglesia haya conquistado todo el mundo y haya traído la paz y la justicia a todos los pueblos. Estos creen que es la responsabilidad y tarea de la iglesia el llevar a cabo la restauración de todas las cosas antes de la venida de Cristo. En ese sentido consideran que los cristianos deben involucrarse en el poder temporal para lograr esos cometidos, imponiendo en práctica las leyes del Antiguo Testamento con mano dura, castigando sin misericordia el pecado. Este reinado se cree que durará mil años, o mucho más, y que luego Cristo volverá a la tierra.
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El dominionista James Kennedy, dijo: “Como vice regentes de Dios, nos toca imponer Su verdad y Su voluntad en toda esfera de nuestra sociedad y mundo, y ejercer Su dominio e influencia en nuestros barrios, escuelas, en nuestro gobierno… en el cine y la televisión, en la prensa, en nuestras actividades científicas, en fin, en todo aspecto e institución de la sociedad humana” (Christan Science Monitor, 16 de marzo de 2005).
Esta interpretación del reino de Cristo llevó a Mr. George Bush, el ex presidente de los E.U, a arremeter duramente contra aquellas naciones supuestamente terroristas y enemigas del cristianismo. Los creyentes cristianos, muchos de ellos de corte pentecostal, son dominionistas aun sin saberlo.
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Pues bien, como en repetidas ocasiones he venido sosteniendo, el reino de Dios sólo será establecido por Cristo en su segunda venida, pues así lo manifestó el Señor mismo en Mateo 25:31,34, y en otros pasajes de las Sagradas Escrituras. Así que sostener que el reino de Dios debe ser realizado o consumado por los esfuerzos denodados de la iglesia, no tiene sustento alguno en las Escrituras, ya que Jesús previó que sus seguidores serían más bien odiados, perseguidos y hasta asesinados por causa de su nombre y de su mensaje del reino (Mateo 10:22; 24:9; Apo. 20:4; Apo. 6:9). De modo que la corriente pre-milenialista es la que se ajusta más acertadamente a las enseñanzas de Jesús y no la postmilenialista (dominionista), y menos aún, la corriente amilenialista.
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El Reino de Dios como la meta de la iglesia
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El Reino de Dios es todavía la META de la iglesia, la cual está aún delante de nosotros, alentándonos a ser perseverantes y firmes para alcanzarla si corremos duro y parejo como buenos atletas de Cristo que están en un excelente estado espiritual y moral.
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El apóstol Pedro mismo presentó el reino de Dios como la meta por la cual los creyentes debían perseverar y crecer en la fe. Estas son sus palabras:
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“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 1:1-11).
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Nótese que el apóstol Pedro dice que ‘de esta manera’ (es decir, añadiendo a la fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor) os será otorgada AMPLIA Y GENEROSA ENTRADA—EN DÓNDE? ¡EN EL REINO ETERNO DE NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR JESCUCRISTO! (2 Pedro 1:1-11). ¿Entiende ahora cuál es la meta cristiana? ¿Comprende ahora cómo puede lograr alcanzar la meta o el premio?
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Por su lado, el apóstol Pablo dice: “Prosigo a la META, al PREMIO del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Fil. 3:14). ¿Y cuál llamamiento es ése QUE SERÍA PREMIO? El mismo Pablo lo dice, así: “y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os LLAMÓ a su REINO y GLORIA” (1 Tesalonicenses 2:12). Así que aunque muchos se sorprendan, la meta de la carrera cristiana no es el cielo, sino el reino de los cielos, o también llamado “El reino de Dios”.
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Los Apóstoles mismos esperaban alcanzar la meta en que aquella misma generación en que vivían, por eso ellos le preguntaron a Jesús si sería restaurado el reino de Dios en sus días (Hechos 1:3,6,7). Era, de hecho su anhelo ardiente, pues aquello significaría el cumplimiento de todas las promesas que Dios hizo a los padres (el pacto Abrahamico y Davídico, en particular) y la obtención de la salvación y la vida eterna definitivas.
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Satanás es el enemigo público número uno del Reino de Dios
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Sin duda alguna, Satanás es el “dios de este mundo”, y desde que Jesús fue anunciado y profetizado como el poderoso Salvador de los pecadores, y como el futuro rey del reino de Dios en el siglo venidero que depondrá finalmente a Satanás de su dominio mundial, éste ha procurado boicotear el ministerio de Cristo y de sus verdaderos seguidores que anuncian este glorioso y poderoso reino de Dios al mundo habitado. Desde el comienzo buscó eliminar a la simiente prometida a través de Herodes, y luego a través de una serie de tentaciones que le puso a Jesús durante su vida en la tierra. Recordemos que cuando Jesús estaba ayunando por 40 días en el desierto, el diablo se le presentó para ofrecer todos los reinos de este mundo. El pensó seguramente esto: ‘Si no puedo destruir a mi contendiente, entonces lo invitaré a unirse a mi reino y ser socio conmigo de mi gobernación mundial.’ De este modo él evitaría ser depuesto por el mismo Hijo de Dios, y se libraría de la vergüenza de ser derrocado y echado al abismo. Pero Jesús, conocedor de las tretas satánicas, simplemente rechazó la oferta satánica y prefirió seguir el curso por el cual llegaría a ser el victorioso Dios de la era venidera, la era del reino.
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La estrategia Maestra de Satanás
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Pero Satanás no ha cesado de boicotear el propósito de Dios de implantar en la tierra un gobierno divino, celestial, justo y perfecto. El se ha valido de hombres impíos que han tratado de destruir el mensaje y a los mensajeros de Jesús, encomendados a difundir las Buenas Noticias del Reino. El diablo metió la apostasía en la iglesia, y la fe del reino fue opacada por un reino distinto o por evangelios torcidos (el evangelio la prosperidad, el evangelio social, el evangelio de la resurrección y otros nombres raros que existen por allí) que no tienen nada de bíblicos. El mundo ha sido engañado con falsos maestros y falsos evangelios que no preconizan la venida de un nuevo reino o gobierno que será establecido por Cristo, quien será el Soberano de los reyes de la tierra, el Señor de señores, el Deseado de todos los pueblos. Sin duda el catolicismo es el gran responsable de que el evangelio de Cristo, el del reino, haya sido cambiado por la iglesia. Es decir, a través de Agustín de Hipona, el distinguido Padre de la Iglesia Apóstata, el reino que Cristo y sus apóstoles predicaban y esperaban ha sido alegorizado y consumado, y por tanto ya no es una meta para alcanzar a través de la fe y la santidad. Ahora la iglesia de Roma es el Reino de Dios, y sus obispos son los príncipes que gobiernan el mundo desde que la iglesia oficial fue inaugurada. Todo un engaño sutil ideado por la mente maquiavélica de Satanás para confundir y engañar al mundo, y a muchos que se llaman cristianos. Hoy, el reino tal como Jesús y sus apóstoles lo presentaron, ya no es más creído y aceptado por los nuevos conversos, pues se les ha hecho creer que es un mensaje judío, mundano, y poco espiritual. Realmente el diablo ha logrado entenebrecer el entendimiento de los incrédulos para que no crean en el evangelio de la gloria (Reino) de Cristo (Ver 2 Corintios 4:4). Así que si usted no cree en el mensaje verdadero y prístino del reino que predicó Jesús, y luego sus seguidores, entonces usted cayó presa del engaño satánico. Usted necesita liberarse y abrir sus ojos al verdadero y singular evangelio de Cristo…¡pues no hay otro! (Gálatas 1:6-9).
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Usted debe buscar el Reino de Dios y predicarlo
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Jesús profetizó con suma claridad que el reino de Dios sería predicado en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y ENTONCES vendrá el fin” (Mt. 24:14). ¿Será acaso que Jesús tarda su venida, porque sus supuestos discípulos no están cumpliendo su orden de predicar puntualmente el reino de Dios? ¿No será posible acaso “acelerar” la venida de Su Majestad y Su reino haciendo nosotros nuestra parte como precursores de su reino? ¡Piense en esto! ¡Pongámonos todos de acuerdo en retomar el anuncio original del reino, y veremos cómo los dolores de parto que anuncian la señal de su venida se harán más agudos y terribles. Hoy, el mundo está yendo a su destrucción a pasos agigantados, pero eso va de acorde con los esfuerzos de los verdaderos evangelistas que por internet, radio y TV están predicando el único y singular evangelio de Cristo que es su venidero gobierno mundial que reemplazará al gobierno impío, injusto e inmoral del diablo. El diablo sabe que sus días se acortan, y que el cumplimiento del anuncio del reino de Dios lo está poniendo contra la pared, y lo está “consumiendo”. Ahora él quiere llevarse consigo al mayor número de incrédulos posible, y para ello sigue ideando las llamadas “doctrinas de demonios” (Ver 1 Timoteo 4:1; Hebreos 13:9; 1 Pedro 5:8), y muchos incautos ya han caído y les espera su castigo y rechazo final. Será usted uno más de tantos que se perderán? Medite en esto.
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Un día, siendo joven, el Señor me hizo ver que el evangelio del reino había sido mutilado, y hasta desarraigado del mensaje de Cristo a través de falsos evangelios de predicadores ciegos. También me hizo entender que muchos que se consideran cristianos, ni siquiera se han dado cuenta del engaño y desdichadamente han caído hipnotizados por mensajes más “celestiales” o “espirituales” que les prometen salir o escapar de este mundo perverso que los tiene atemorizados por las cosas que vendrán. Estos no entienden que Jesús vendrá a restaurar todas las cosas, y no a sacarnos de este mundo y llevarnos a otro lugar a través de naves extraterrestres u ovnis. En fin, el engaño ya está institucionalizado en el cristianismo nominal, y el diablo está logrando llevarse consigo a la gran mayoría de la humanidad con sus evangelios engañosos y trucados, muy bien pensados y elaborados por una mente falaz y taimada. Tenemos que estar prevenidos “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11).
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Más sobre el Reino en:

domingo, 19 de abril de 2009

LA MAJESTAD DE JESUCRISTO EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS



Antiguo Testamento


La primera pregunta que uno puede plantarse es si verdaderamente Jesús es Rey. Para encontrar la respuesta hemos de acudir forzosamente a la Revelación. ¿Qué nos enseña el mismo Dios acerca de esta materia.


Si acudimos a la Sagrada Escritura en busca de textos que den fe de la realeza de Cristo nos encontramos que es como ir en busca de agua al mar. El carácter real del Mesías prometido por Dios y aguardado por Israel es una idea dominante en todo el Antiguo Testamento.

Ya en el libro de los Números, Balaán pronuncia el oráculo en el que manifiesta que contempla, aunque no de cerca, como “una estrella sale de Jacob, un cetro surge de Israel” Núm.24, 17, y “de Jacob sale un dominador”Núm.24,19.

En los textos del Profeta Isaías la tradición cristiana ha interpretado un anuncio del Mesías que se ha visto cumplido en Jesús y en el reino inaugurado por Él: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Sobre sus hombros descansa el poder, y es su nombre: “Consejero prudente, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz”. Dilatará su soberanía en medio de una paz sin límites, asentará y afianzará el trono y el reino de David sobre el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre” Is. 9, 5-6.
El carácter real del Mesías como descendiente de la casa de David aparece con toda claridad en las palabras del Profeta.

En la misma línea, el Profeta Jeremías predice en su oráculo: “He aquí que vienen días, oráculo del Señor, en que yo suscitaré a David un descendiente legítimo, que reinará con sabiduría, que practicará el derecho y la justicia en esta tierra”. Jer. 23,5
El Profeta Daniel anuncia como “el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido y cuya soberanía no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos los otros y él mismo subsistirá por siempre” Dan. 2, 44. Y en la primera de sus visiones narra, “vi venir sobre las nubes alguien semejante a un hijo de hombre; se dirigió hacia el anciano y fue conducido por él. Se le dio poder, gloria y reino, y todos los pueblos, tacones y lenguas le servían. Su poder es eterno y nunca pasará, y su reino jamás será destruido” Dan. 7, 13-14

Con toda la carga expresiva de los términos empleados, la clara referencia a la estirpe de David y las connotaciones que los Profetas aplican al reino anunciado, especialmente su carácter de soberanía absoluta y universal, así como su característica de eternidad, es imposible no ver una clara referencia a Nuestro Señor Jesucristo en quien, según sus propias palabras, se cumplen todas las Escrituras: “Escudriñad las Escrituras, ya que en ellas creéis tener la vida eterna, pues ellas dan testimonio de mí, y no queréis venir a mí para tener la vida” Jn. 5,39

Después de estas palabras contundentes del Señor bien podemos culminar estas referencias a algunos de los Profetas con la visión casi fotográfica del Profeta Zacarías:

“Salta de alegría, Sión, lanza gritos de júbilo, Jerusalén, porque se acerca tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en un joven borriquillo”Zac.9,9
El libro de los Salmos canta también la realeza de Cristo y sus desposorios místicos con su Esposa la Iglesia: “Tu trono, como el de Dios, es eterno, un cetro de equidad es el cetro de tu reino. Amas la justicia y odias la maldad, por eso te ha ungido el Señor tu Dios con perfume de fiesta entre tus compañeros” Sal.44.

Nuevo Testamento

Como no podía ser de otra manera toda la doctrina acerca de la realeza de Cristo que venimos entresacando del Antiguo Testamento se ve confirmada en el Nuevo, manifestándose así la plenitud de la Revelación.

En los umbrales mismos del Nuevo Testamento se nos da autorizada carta de presentación de Jesús de Nazaret, el Hijo de María la Virgen. Tal carta de presentación nos la relata el Santo Evangelio en la Anunciación que el Arcángel San Gabriel hace a la Virgen elegida por Dios para que a través de ella se cumplan las promesas realizadas por Dios a su pueblo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin”. Lc. 1,30-33

Podríamos continuar con otra serie de textos entresacados del Evangelio, de las cartas del Apóstol San Pablo y del Libro del Apocalipsis. En todos ellos encontraríamos apoyatura más que suficiente para presentar a Nuestro Señor Jesucristo como verdadero y auténtico Rey de los nuevos cielos y de la nueva tierra, y a su Santa Iglesia como verdaderos herederos del “reino de Cristo sobre la tierra”, destinada a extenderse a todos los hombres y a todas las naciones”.

Todos los textos de la Sagrada Escritura gozan de la autoridad divina y son verdad infalible revelada por Dios que ni se engaña Él mismo, ni nos engaña a nosotros. Sería suficiente una sola referencia a la realeza de Cristo para que esta fuese una verdad e fe. No tenemos una, sino abundantes referencias. Sin embargo, quizás la verdad adquiera una carga de profundidad asombrosa y una severidad majestuosa y divina cuando brota de los labios mismos de Nuestro Señor Jesucristo.

“Le dijo entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Soy rey, como tú dices. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz”. Jn. 18, 37

La verdad que perseguimos acerca de la condición de Cristo la obtenemos de sus propias palabras, “soy rey”. Esta es la verdad testimoniada por quien ha venido al mundo para dar testimonio de ella. Todo el que es de la verdad oye la voz de Jesucristo y reconoce su testimonio: “Yo soy el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin”. Él es, por lo tanto la razón de la creación. Es el “Rey de los reyes y Señor de los señores” Ap. 19, 16.




LA VERDAD DE LA PANDEMIA