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sábado, 26 de junio de 2010

LO CELESTIAL EN LO TERRENAL


Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)


Una cosa que llama poderosamente la atención es que la Biblia no nos dice prácticamente nada de nuestra supuesta “vida en el cielo” por la eternidad. Sí, es increíble descubrir que nada se dice de la vida de los salvos en el cielo, a pesar de que este “lugar” es considerado por muchos cristianos como su paradero final después de morir. ¿Pero no extraño de que la Biblia no nos diga nada de lo que harán los justos allá, si en verdad ese es el lugar o el destino final y eterno para ellos? La Biblia dice que Dios trabaja, e igualmente su Hijo, por tanto los cristianos estarán también trabajando en la eternidad, y no tan solo tocando un arpa o una lira dorada. ¿Pero en qué podrían estar trabajando los salvos en el cielo? La Biblia no lo dice. Lo que sí nos dicen las Escrituras es lo que harán los salvos EN LA NUEVA TIERRA.

Los salvos en el reino de Dios

La Biblia, en cambio, sí nos dice lo suficiente sobre lo qué estarán haciendo los que ganen la vida eterna en el reino de Dios. La palabra de Dios nos da muchísima información de la labor de los salvos en la nueva tierra de justicia. Esto se explica fácilmente porque la tierra, y no el cielo, u otro lugar supra mundano, es la promesa de Dios para los salvos.

Veamos los pasajes más importantes que nos indican cuál será la tarea de los salvos en el reino de Dios:

En Lucas 19:11-19 Jesús nos da la siguiente pista:

“Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. 12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. 13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. 14 Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. 15 Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. 16 Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. 17 El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. 18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. 19 Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades”. 20

Si leemos con cuidado estos versos, podremos ver que los salvos recibirán del Señor el pago correspondiente por haber cumplido con la tarea que él les encomendó, y ese pago no es un eterno descanso en un paraíso celestial, tocando el arpa, y rodeado de bellas doncellas, sino, más bien, el ejercicio de la autoridad sobre las naciones. ¿Qué significa esto?

El Reino de Cristo es un gobierno

Siendo que el reino de Cristo es un gobierno con un monarca supremo (el Mesías escogido), es lógico concluir que éste tenga un territorio, leyes, y súbditos. Para que el gobierno funcione, el Mesías Jesús deberá contar con asistentes de confianza en su régimen mundial, hombres probos y santos que administrarán en su reino con equidad y justicia. ¿Y quiénes mejores que los miembros de su iglesia que han mostrado probidad en esta vida? Es por eso que la iglesia ha sido llamada para recibir el reino (Lucas 12:32) para que ejerza autoridad sobre las naciones (Apo. 2:27, “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”). De modo que acá tenemos la función que desempeñará la iglesia en el reino milenario de Cristo.

Los santos juzgarán el mundo

En 1 Corintios 6:1-3 Pablo dice algo sumamente interesante: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? 3 ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?

Aquí Pablo amonestaba a los creyentes por su incapacidad para juzgar cosas pequeñas de esta vida, y máxime, considerando que ellos tenían por delante una tarea aún más difícil e importante que desempeñar y que consistía en el futuro juicio y gobernación del mundo entero.

Daniel vislumbró el dominio de Cristo y los santos en el Reino de Dios

En Daniel 7 leemos:

“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido…y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán”.

Así que el pueblo de los santos del Altísimo recibe el reino, el dominio, y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo. Entonces es fácil ver que los salvos, los santos, tendrán una gran responsabilidad en el reino venidero de Jesucristo. Serán los asistentes y los cogobernantes del reino de Cristo por espacio de mil años.

En el milenio descansaremos de nuestras obras para hacer las obras de Dios en el reino de Cristo. Estaremos edificando una nueva sociedad donde realmente exista la justicia y la rectitud. Será una sociedad donde el diablo y sus demonios estarán ausentes, sin que causen las desgracias y maldades que ahora están ocasionando en la tierra y en los hombres.

Desgraciadamente son pocos los cristianos que anuncian estas buenas noticias de un mundo de paz y justicia gobernado por Cristo y su iglesia. Los más de ellos predican evangelios trucados o adulterados que nada tienen que ver con el reino de Cristo y el destino final y glorioso de su iglesia en dicho gobierno divino. Los textos que arriba hemos citado son poco o nada citados por los evangélicos y católicos por igual. Simplemente no los creen literales y para la iglesia.

Es hora de retomar el anuncio verdadero (el evangelio del reino) de Cristo para dejar de estar esperanzados en una creencia errónea de escapar algún día de este mundo caótico y perverso como almas inmortales en dirección al cielo.

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viernes, 30 de octubre de 2009

CRISTO RECONOCIÓ EL REINO TERRENAL DE DIOS


La condición de Israel como el Reino de Dios en la tierra fue reconocida por el Señor Jesús, como es obvio por las expresiones que utilizó. Le dijo a los líderes injustos de su tiempo que su actitud infiel los descalificó para ejercer la autoridad en esa nación, y en consecuencia sería quitado y entregado a sus discípulos (ver Mateo 21:43; Lucas 12:32, 22 :29-30). En otra ocasión, les dijo a los discípulos:“Vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se sentará en el trono de su gloria, vosotros también os sentaréis en doce tronos para juzgar las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28).

Fue, sin duda, en previsión de ese momento, que los discípulos le preguntan a Jesucristo después de su resurrección: “¿Vas a restaurar el reino de Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6).Se dieron cuenta de que era el propósito de Dios para hacerlo, yellos esperaban con anticipado interés el restablecimiento del Reino de Dios en la tierra, cuando un Israel disciplinado, educado y rejuvenecido tendría al Cristo como su rey, reflejando la gloria de su Creador, el Señor Dios de Israel (Jeremías 33: 8-10).

El “Reino de Dios” es un término bíblico que denota una voluntad divina, que refleja un reino político divino, tan real y tangible como cualquier otra nación de hoy, y que una vez existió en la tierra en el reino de Israel. Este reino fue quebrado y dispersado entre las naciones a causa de la iniquidad y la rebelión de sus dirigentes y el pueblo, pero se restaurará de nuevo como la base del propósito de Dios en toda la tierra.

El Reino del futuro será diferente de la del pasado, sin embargo, por su autoridad estará a cargo de Reyes inmortales con Cristo como jefe. Así, los redimidos se les promete:“Al que venciere, le daré autoridad sobre las naciones” (Apocalipsis 2:26).

Están representados en el canto:“Tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación, y nos hiciste para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Ap. 5:9-10).Además, el reino del futuro no se limitará a Israel, quien, sin embargo, ocupará el “primer dominio” (Miqueas 4:8), pero que incorporará todas las naciones (Ap. 11:15; Isaías 2. 2-4).

Luego Jerusalén volverán a asumir su condición antigua, y volverá a constituir el “trono del Señor” en la tierra. El profeta Jeremías dice:“En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre de Jehová en Jerusalén; ni andarán más tras la dureza de su malvado corazón ” (Jeremías 3:17).



lunes, 3 de noviembre de 2008

EL REINO MILENARIO TERRENAL, UNA VERDAD LITERAL INDISCUTIBLE

Por el Dr. Javier Rivas Martínez.


La verdadera interpretación de Ap. 20:4-6., surge del método hermenéutico-histórico-gramatical que da luz a su mensaje que es absolutamente literal. Este método especifica con claridad que Jesucristo reinará por mil años en la tierra. Los amilenaristas dicen que el reino de mil años está ya en la era presente. Con esto, se ven forzados a alegorizar que los mil años son un tiempo indefinible y que Satanás se encuentra atado ya en el Abismo (Ap.20:1-2). Los amilenaristas usan dos sistemas para interpretación para apoyar su doctrina. Todas las profecías las interpretan de manera alegórica, y lo que no es profético, de forma literal. Una verdeara confusión. El contexto real de Ap.20:4-6 muestra con entendimiento que Cristo gobernará la tierra con sus santos por un período de mil años. Esto acontecerá cuando venga en gloria y en poder por segunda vez al mundo, al terminar inmediatamente la gran tribulación escatológica (Leer por favor: Mt.24:29-30). Cuando Cristo afirme sus pies en el Monte de los Olivos en su descenso del cielo se sentará en su trono de Gloria (Zac.14:4; Mt.25:31) para juzgar las naciones todas cuando sean reunidas delante de él con el fin de apartar los impíos a la izquierda que serán condenados. En cambio, lo fieles suyos serán puestos a la derecha para recibir la heredad del reino terrenal milenario (Mt.25:32-46).

Una hermenéutica correcta sugiere que los suceso antes descritos van ligados fuertemente con Ap. 20: 4-6. Es lógico que si el Señor viene por segunda vez a la tierra a sentarse en su trono de gloria, será para reinar, cosa que sucederá sino antes de haber juzgado a las naciones de la tierra. Los mil años que se mencionan en los textos, no pueden ser de un período indefinido alegorizado, de otra manera, no cabría decir que los mil concluirán (Ap. 20:7). El apóstol Pablo escribe que Cristo entregará el reino al Padre cuando haya suprimido todo dominio, autoridad y potencia (1 Co.15:24). Cuando los mil años terminen, siguiendo la secuencia lógica cronológica del método correcto aplicado que es el hermenéutico-histórico-gramatical-natural, Satanás será suelto de su prisión. Esto echa por borda lo teoría de los amilenaristas que sostiene que Satanás se encuentra en estos instantes en el abismo aprisionado, de acuerdo a una mala interpretación de Ap.20:1-2. La Biblia dice que Satanás es el príncipe de este mundo (Jn.14:30), el dios de este siglo (2 Co.4:4), entonces no puede ser que esté ahora en ese oscuro lugar encadenado. Él está activo en el mundo, muy entretenido en su gran obra de maldad (Ver: Hch.5:3; 1 Co.7:5; 2 Co. 4:3, 4; 12:7; 1 Ts. 2:18; 1 P.5:8). Al inicio del reinado milenario, Satanás será encerrado en el abismo para que no engañe a las naciones más (Ap.20:3). Si el diablo está atado hoy en el abismo, ¿cómo es posible que siga engañando a las naciones? La doctrina amilenarista ha conciliado un gran error al respecto. Satanás será suelto de su prisión después de que acaben los mil años del reinado terrenal de Cristo para que engañe a las naciones de la tierra. Dios habrá de probar sus elegidos que gozaron del reino milenario, y muchos no darán el ancho cuando Satanás sea suelto para engañarlos (Ap.20:8). Caerán en sus redes y serán destruidos por fuego de Dios que descenderá del cielo (Ap.20:9). Solamente los dignos que soporten la prueba del engaño pasarán al reino eterno (Ap. 21); ese es el propósito de que Satanás sea desencadenado de su prisión en aquel tiempo futuro.

Los Padres de la Iglesia de los primeros siglos siempre creyeron en un reinado milenario terrestre de grandes bendiciones de manera literal. Para confirmarlo, dejamos las pruebas siguientes que son por demás contundentes, dadas por el gran defensor de la fe llamado Ireneo de Lyón:

IRENEO DE LYÓN, EN SU LIBRO «CONTRA HEREJÍAS»:

32,2. De esta manera se mantiene fiel la promesa de Dios a Abraham: «Levanta los ojos y mira, desde donde estás, al norte y al sur, al oriente y al occidente: a ti y a tu descendencia daré para siempre toda la tierra que ves» (Gén 13,14-15). [1211] Y también: «Levántate y recorre en toda su longitud y anchura la tierra que te daré» (Gén 13,17). Sin embargo, Abraham no recibió en herencia ni siquiera un pie de aquella tierra (Hech 7,5), sino que siempre fue extranjero y peregrino (Gén 23,4). Y cuando Sara su esposa murió, no quiso recibir gratuitamente el terreno para sepultarla, aunque los heteos se lo ofrecían, sino que por 400 denarios compró de Efrón hijo de Seor el eteo, el lugar para la tumba (Gén 23,2-20). Lo hizo por fidelidad a la promesa divina, pues no quiso recibir de los hombres lo que Dios le había prometido cuando le dijo: «A tu descendencia daré esta tierra, desde Egipto hasta el gran río Eufrates» (Gén 15,18). Mas si no recibió durante su vida la prometida herencia de la tierra, es preciso que la reciba en su descendencia, o sea en aquel que cree en el Señor y lo teme, cuando los justos resuciten.

Su descendencia es la Iglesia, que ha recibido del Señor la filiación adoptiva de su padre Abraham, como Juan el Bautista predicó: «Poderoso es Dios para hacer de las piedras hijos de Abraham» (Mt 3,9; Lc 3,8). Y el Apóstol dice en la Carta a los Gálatas: «Vosotros, hermanos, sois hijos según la promesa a Isaac» (Gál 4,28). En la misma epístola escribe que, quienes han creído en Cristo, reciben la promesa de Abraham: «Las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia. No dice: A sus descendencias, como si se tratara de muchos, sino de uno: A tu descendencia, o sea Cristo» (Gál 3,16). Y, confirmando lo que ha escrito, añade: «Abraham creyó y le fue reputado a justicia. Sabéis que quienes han nacido de la fe son hijos de Abraham. La Escritura, conociendo de antemano que Dios justifica a los gentiles por la fe, anunció a Abraham que todas las naciones serían en él benditas. Por este motivo, los fieles son bendecidos junto con Abraham el creyente» (Gál 3,6-9). Así pues, los fieles son bendecidos con Abraham el creyente, y por ello son hijos de Abraham. Dios prometió la herencia de la tierra a Abraham y a su descendencia. Y ni Abraham ni su descendencia, es decir los justificados ahora por la fe, poseen ya la herencia: la recibirán en la resurrección de los justos. Dios es fiel y no miente. Por ello el Señor proclamó: «Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra» (Mt 5,4).

[1213] 33,3. También se cumple la bendición con la que Isaac bendijo a Jacob, su hijo menor: «El olor de mi hijo es como el olor de un campo que el Señor bendijo» (Gén 27,27). El campo es el mundo (Mt 13,38). Por eso añadió: «El Señor te dé el rocío del cielo y mucho trigo y vino de la tierra fértil. Que las naciones te sirvan y los príncipes te adoren, y sé para tu hermano un señor, y te veneren los hijos de tu padre. Sea maldito quien te maldiga y bendito quien te bendiga» (Gén 27,28-29). Si lo anterior no se refiere al tiempo del Reino del que acabamos de hablar, caerá en grande contradicción y absurdo, como cayeron los judíos y siguen atrapados en dificultades. Pues no sólo las naciones no sirvieron a Jacob en esta vida, sino que, aun después de la bendición, él siguió sirviendo a su tío Labán el Sirio durante veinte años (Gén 28-31). Y no sólo no fue señor de su hermano, sino que, cuando regresó de Mesopotamia a la casa paterna, se postró ante Esaú y le ofreció muchos dones (Gén 32-33). ¿Cómo pudo recibir en herencia abundancia de trigo y de vino, si por la terrible hambruna de la tierra en que vivía, tuvo que emigrar a Egipto y someterse al faraón que en ese momento gobernaba el país? Por consiguiente, dicha bendición sin duda alguna tiene cumplimiento en el tiempo del Reino, cuando reinarán los justos que resucitarán de entre los muertos, el día en que toda la creación renovada y liberada producirá todo tipo de manjares, el rocío del cielo y la fertilidad de la tierra.

Esto es lo que recuerdan haber oído de Juan, el discípulo de Jesús, los presbíteros que lo conocieron, acerca de cómo el Señor les había instruido sobre aquellos tiempos: «Llegarán días en los cuales cada viña tendrá diez mil cepas, cada cepa diez mil ramas, cada rama diez mil racimos, cada racimo diez mil uvas, y cada uva exprimida producirá 25 medidas de vino. Y cuando uno de los santos corte un racimo, otro racimo le gritará: ¡Yo soy mejor racimo, cómeme y bendice por mí al Señor! De igual modo un grano de trigo [1214] producirá diez mil espigas, cada espiga a su vez diez mil granos y cada grano cinco libras de harina pura. Lo mismo sucederá con cada fruto, hierba y semilla, guardando cada uno la misma proporción. Y todos los animales que coman los alimentos de esta tierra, se harán mansos y vivirán en paz entre sí, enteramente sujetos al hombre».
Dios les bendiga siempre hermanos y amigos que nos visitan.
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EL REINO TERRENAL VENIDERO Y LOS APTOS A ÉL

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD).

Apto, ta. (Del lat. aptus). adj. Idóneo, hábil, a propósito para hacer algo.

La muerte y la resurrección de Cristo hacen posible que el creyente fiel pueda ser trasformado en cuerpo de glorificación (1 Co. cap. 15) porque lo hará capaz de ingresar al Reino de Dios en la Tierra cuando ésta sea regenerada, según Ro.8:21. Es imprescindible, ante todo, que se crea en el Hijo de Dios como el Mesías y Rey futuro, que vino a redimir o a comprar con precio de sangre a los que han creído en él (Jn.3:16; Ro.10:9-11). Quién no crea en Cristo como el Mesías de Dios, está bajo su ira y ha sido condenado, más el que crea en él, será salvo (Jn.3:36).

«Inmediatamente después de la gran tribulación final o de aquellos días» (Mt.24:29), Cristo será visto por todo en el cielo viniendo a la Tierra con sus santos ángeles en las nubes en gran poder y gloria (Mt.24:30; Jud.14; Ap.1:7), y se sentará en su trono de gloria a juzgar a las naciones del mundo (Mt. 25:31-46), y pondrá a sus fieles santos a su derecha salvadora para que hereden por mil años la Tierra trasformada y de abundantes bendiciones (Zac. 14: 4; Mt.5:5), para que reinen junto a Cristo como co-herederos de la promesa que fue hecha a Abraham mucho tiempo atrás y que abarca a judíos y gentiles (Gn.12:2-3; 14:15-16; Ro.3:29; Ga.3:14-16, 29). El Reino Milenario de Cristo será uno de gozo pleno (Is.9:3-4; 12:·3-6; 42:1: Jer.30:18-19; Sof. 3:14-17; Zac. 8:18-19; 10:6-7), será una Reino Terrenal enteramente santo (Is.1:26-27; 4:3-4; 35:8-9; 60:21; 61:10; Jer.31:23; Ez. 36:24-31; 37:23-24; 45:1; Jl.3:21; Sof.3:11), habrá en él consuelo cómo nunca lo hubo en el mundo seglar (Is.12:1-2; 29:22-23; 30:26; 40:1-2; Jer. 31:23-25; Sof. 3:18-20; Ap. 21:4), será un Reino esplendoroso, de manifestación gloriosa (Is.24:23; 4:2; 35:2; 40:5; 60:1-9), un Reino de justicia que abarcará la Tierra en general (Is. 9:7; 11:5; 32:16; 42:1-4; 65:21-23; Jer. 23:5; 31:23; 31:29:30), el conocimiento de Dios será excelso, sin parangón en el Reino de Cristo (Is. 11:1-2, 9; 41:19-20; 54:13), será un Reino que no permitirá las enfermedades ( Is.33:24; Jer. 30:17; Ez. 34:16), un Reino que no permitirá los desmanes, los pleitos ni disturbio alguno (Is. 14:3-6; 42:6-7: 49:8-9; Zac.9:11-12), será un Reino de labores y trabajos organizados y de equidad (Is. 62:8-9; 65:21-23; Jer. 31:5; Ez. 48:18-19), de bendición material en el que no habrá pobreza ni miseria (Is.4:1; 35: 1-2, 7; 30:23-25; 62:8-9; 65:21-23; Jer. 31:5, 12; Ez.34:26; Mi.4:1, 4; Zac. 8:11-12; Ez. 36:29-30; Jl. 2:21-27; Am. 9:13-14), será un Reino Terrenal dónde aumentará la luz del sol y de la luna (Is. 4:4; 30:26; 60: 19-20; Zac. 2:5), un Reino sin fronteras para la intercomunicación universal humana y de luz (Sof.3:9), solo habrá en este Reino una adoración de parte de los creyentes redimidos, y será para su Dios Salvador (Is.45:23; 52:1, 7-10; 66:17.23; Zac.13:2; 14:16 Sof.3:9; Mal.1:11; Ap. 5:9-14), será un Reino de comunión con Dios (Ez. 37:27-28; Zac. 2:2; 10:13; Ap. 21:3). Al terminar los mil años del Reinado de Cristo en la Tierra (Ap.20:20:27), entregará el Reino al Dios Padre (1 Co.15:24-25) y el Reino Eterno de Dios vendrá a continuación; en el aparecerán Cielos Nuevos y una Tierra Nueva de carácter justo «porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar no existía más» (Ap.21:1. Ver además Is. 65:17; 66.22; 2 P. 3:13). Por siempre se encumbrará la felicidad: no habrá sufrimientos ni más dolor; la muerte desaparecerá por completo; los clamores dejarán de ser, ni las endechas se cantarán ya; el hostigoso e inclemente dolor que ha provocado gran amargura y desesperación en la humanidad, desaparecerá por siempre (Ap.21:4). En fin, toda maldición nunca será vista en la Nueva Tierra (Ap.22:3)

El Reino Milenario de Cristo, maravilloso y pleno, únicamente lo recibirán los que hayan conocido perfectamente bien la doctrina del Dios del cielo, es decir, los que estén fuera de toda denominación que se dice ser cristiana, porque las denominaciones separan y contienden por sus diferencias dogmáticas y que muchos de ellos son heréticas y de condenación, y porque el verdadero Cuerpo de Cristo es uno (1 Co.1:10-13; 12:12-27), y una la sana doctrina (Jn.7:17-18; Ga.1:8). Este glorioso Reino es exclusivo para los que han creído que Dios es Uno (Is. 43:10-11; 44:6; 45:18; Jn.17:3) y no «tres en uno», idea que viene de la conciliación del platonismo griego con el pensamiento hebraico de los primeros siglos de la Iglesia de Cristo. Es apto únicamente para quienes piensan que Cristo es Hombre y no Dios (1 Tim. 2:5; Mt.12:32, 37, 41; 19:28; 24:30, etc. ), para quienes no abracen la peligrosa y mundana Doctrina de la Prosperidad que invierte las añadiduras por el conocimiento del Reino de Dios (Mt.6:33) que habrá de ser izado en la Tierra redimida en la segunda venida de Cristo (Dn.2:44: 7:13-14, 18, 22, 27; Lc.21:27; Tit.2:13; Ap. 20:4-6), ni para los que practiquen actos abigarrados y ofensivos a Dios en las congregaciones de Cristo (¿?) y que se manifiestan en una esfera de falsa espiritualidad y desorden tenebroso, de furor místico emocional, vistos frecuentemente en los grupos pentecostalistas carismáticos que se encuentran influenciados por sus líderes hipnotistas «apacigua conciencias». Este Reino Terrenal tan solo será para los que esperan en la resurrección futura de sus cuerpos para vida eterna (Jn.5:29a; 1 Co. 15:12-20; Ap.20:5-6), y que no esperan vivir en el tercer cielo de Dios (2 Co.12:2) a través de un «alma inmortal» (Ec.9:5-6), doctrina falsa también originada en el pensamiento de los griegos platónicos paganos que se introdujo sutilmente en la Iglesia de Cristo en el principio de su fundación .

Amigo que profesa el cristianismo, bisoño o profesante de considerable tiempo, si usted no llena los requisitos anteriores y consciente los aspectos negativos de los que hablamos, tenga por seguridad que su vida espiritual está gravemente en peligro. Muy comprometida en potencia para perdición. Todo este engaño apunta paulatina y descaradamente a la culminación de la apostasía profetizada de los últimos tiempos, cuyo origen es demoníaco (1 Tim. 4:1). El Espíritu dice con claridad, que los cristianos que un día conocieron la verdad, la abandonarán, y aún estando es sus congregaciones aprobarán un evangelio diferente (Ga.1:7-9).

Hermano que nos visita: ¿De qué lado está usted? ¿Está seguro de haber creído adecuadamente para salvación?

Para terminar, les dejo a todos ustedes un texto que los hará reflexionar para su bien, el cual nos importa mucho. Por eso escribimos estas cosas para que caminen la línea recta que lleva a la consumación de su salvación (1 P.1:5):

«Porque les digo a ustedes, que no van entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestro de la ley» (Mt.5:20).

Dios les bendiga siempre hermanos y amigos que nos visitan con una mente abierta para comprender las realidades y propósitos espirituales de Dios para el hombre convertido.

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LA VERDAD DE LA PANDEMIA