El Fin
Si no hay futuro, escribe Pablo, entonces sería ridículo tener fe en Cristo (1 Co 15:19). La profecía es una parte esencial y muy alentadora de la fe cristiana. Las profecías bíblicas anuncian enormemente buenas nuevas para nosotros. Las encontraremos mucho más alentadoras si nos enfocamos en el mensaje esencial, y no en los detalles discutibles.
La profecía no es un fin en sí misma; declara una verdad más importante. Dios está reconciliando a la humanidad a sí mismo, perdonando nuestros pecados y restaurando nuestra amistad con Él. La profecía proclama esta realidad.
La profecía existe no sólo para predecir eventos, sino para dirigirnos hacia Dios. Nos dice quién es Dios, cómo es Él, qué está haciendo, y lo que quiere de nosotros. La profecía urge a la gente a recibir la reconciliación con Dios a través de la fe en Jesucristo.
Muchas profecías específicas fueron cumplidas en tiempos del Antiguo Testamento, y todavía esperamos el cumplimiento de otras. Pero el enfoque agudo de toda la profecía es la redención; el perdón de los pecados y la vida eterna que viene a través de Jesucristo. La profecía nos asegura que Dios es el soberano de la historia (Daniel 4:17); fortalece nuestra fe en Cristo (Juan 14:29) y nos da esperanza para el futuro (1 Tesalonicenses 4:13-18).
Moisés y los profetas escribieron acerca de Cristo, incluso el hecho de que iba a ser matado y resucitado (Lucas 24:27, 46). También anunciaron eventos después de la resurrección de Jesús, tales como la predicación del evangelio (v. 47).
La profecía nos dirige a la salvación en Jesucristo. Si no entendemos esto, la profecía no nos servirá de nada. Es sólo a través de Cristo que podemos ser parte del reino que durará para siempre (Daniel 7:13-14, 27).
La Biblia proclama el regreso de Cristo, el juicio final, el castigo eterno y las recompensas. Con estas predicciones, la profecía le advierte a la humanidad de la necesidad de salvación así como anuncia la certeza de esa salvación. La profecía nos dice que Dios nos llama a hacer cuentas (Judas 14-15), que nos quiere salvos (2 Pedro 3:9) y que de hecho nos ha salvado (1 Juan 2:1-2). Nos asegura que todo mal será vencido y que toda injusticia y sufrimiento terminará (1 Corintios 15:25; Apocalipsis 21:4).
La profecía anima a los creyentes asegurando que nuestras labores no son en vano. Seremos rescatados de persecuciones, justificados y recompensados. La profecía nos recuerda del amor y la lealtad de Dios, y nos ayuda a serle fieles a Él (2 Pedro 3:10-15; 1 Juan 3:23). Al recodarnos que todos los tesoros físicos son temporales, la profecía nos anima a valorar las todavía no vistas cosas de Dios y nuestra relación eterna con Él.
Zacarías señala a la profecía como un llamado al arrepentimiento (Zacarías. 1:3-4). Dios advierte del castigo, pero busca el arrepentimiento. Como nos muestra la historia de Jonás, Dios está dispuesto a cancelar sus predicciones, sólo si la gente se vuelve a Él. El objetivo de la profecía es volvernos a Dios, quien tiene un futuro maravilloso para nosotros, no para satisfacer nuestras ganas de saber cosas “secretas”.
Una necesidad de prudencia
¿Cómo podemos entender la profecía bíblica? Sólo con gran prudencia. Aficionados a la profecía bien intencionados le han traído desprestigio al evangelio con predicciones erróneas y dogmatismo descaminado. A causa de tal mal manejo de la profecía, algunos se burlan de la Biblia y se mofan de Cristo mismo. La lista de predicciones falladas debe ser una seria advertencia de que la convicción personal no es una garantía de verdad. Ya que las predicciones falladas pueden debilitar la fe, debemos tener prudencia.
No debemos necesitar predicciones emocionantes para darnos seriedad con respecto al crecimiento espiritual y la vida cristiana. Un conocimiento de fechas y otros detalles (aun si llegan a ser ciertos) no es una garantía de la salvación. Nuestro enfoque debe ser en Cristo, no en conocer los credenciales de los potenciales poderes de la bestia.
Una obsesión con la profecía significa que no le estamos dando suficiente énfasis al evangelio. La gente necesita arrepentirse y confiar en Cristo ya sea que su regreso esté cerca o no, ya sea que haya un milenio o no, o si los Estados Unidos de América están identificados en la profecía bíblica o no.
¿Por qué es la profecía tan difícil de interpretar? Quizás la razón mayor es porque frecuentemente es dada en lenguaje figurado. Los lectores originales quizás sabían lo que significaban los símbolos, pero ya que vivimos en una cultura y tiempo diferente, no podemos estar siempre seguros.
El Salmo 18 es un ejemplo del lenguaje figurado. Su poesía describe la manera en que Dios libró a David de sus enemigos (v. 1). David utilizó varias imágenes para esto: escape de la muerte (v. 4-6), un terremoto (v. 7), señales en el cielo (v. 8-14), aún un rescate en el mar (v. 15-18). Estas cosas no sucedieron literalmente, pero la poesía bíblica utiliza tales figuras imaginativas del lenguaje. Esto también es cierto de la profecía.
Isaías 40:3-4 nos dice que todos los montes serán allanados y que un camino será enderezado; pero esto no se debe entender literalmente. Lucas 3:4-6 indica que esta profecía fue cumplida por Juan el Bautista. La profecía no tenía nada que ver con montañas y caminos.
Joel 2:28-29 predijo que el Espíritu de Dios sería derramado sobre “todo el género humano”, pero Pedro dijo que fue cumplido con varias docenas de personas en el día de Pentecostés (Hechos 2:16-17). Los sueños y visiones que Joel predijo quizá no eran literales, pero Pedro no insistió tanto en los detalles proféticos; y nosotros tampoco debemos hacerlo. Cuando estamos tratando con un idioma figurado, el cumplimiento no estaba destinado a corresponder literalmente con la profecía.
Estos factores afectan el modo en que las personas interpretan la profecía bíblica. Un lector puede preferir un significado literal, otro puede preferir un significado figurado, y podría ser imposible comprobar cual es correcto. Esto nos obliga a enfocar en la toda la situación y no en los detalles. Estamos viendo en una manera indirecta y velada, no a través de un lente de aumento.
En varias áreas mayores de la profecía, no hay un consenso cristiano. Ideas acerca del rapto, la tribulación, el milenio, el estado intermedio y el infierno son muy debatidas (vea nuestro sitio en el Internet para leer artículos acerca de algunos de estos temas: http://www.wcg.org/espanol).
Aunque forman parte del plan de Dios, y son importantes para Él, no es esencial que obtengamos todas las respuestas correctas; especialmente si pensamos mal de las personas que tienen respuestas diferentes. Nuestra actitud es más importante que el tener todas las respuestas correctas.
Quizás podríamos comparar la profecía a un viaje. No necesitamos saber exactamente adonde vamos, cual camino tomaremos, o cuan rápido iremos. Lo que más necesitamos es confiar en nuestro guía, Jesucristo. Él es el único que conoce el camino, y no podremos llegar sin Él. Sólo quédese con Él; Él se encargará de los detalles.
Teniendo en cuenta estas precauciones, veamos algunas creencias cristianas básicas acerca del futuro.
El regreso de Cristo
El evento principal de nuestras creencias acerca del futuro es la segunda venida de Cristo. Hay un consenso tremendo con respecto al hecho de que Jesús regresará.
Jesús le dijo a sus discípulos que volvería (Juan 14:3). También le advirtió a sus discípulos no desperdiciar el tiempo tratando de predecir cuando sucederá (Mat. 24:36). Criticó a aquellos que pensaban que el tiempo era corto (Mat. 25:1-13) y a aquellos que pensaban que iba a haber una gran demora (Mat. 24:45-51). Sea lo que sea, nuestra responsabilidad es la misma: estar listos.
Los ángeles le dijeron a los discípulos que Jesús vendrá precisamente de la misma manera que fue llevado al cielo (Hechos 1:11). Él se manifestará “desde el cielo entre llamas de fuego, con sus poderosos ángeles” (2Ts. 1:7). Pablo lo llamó “la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). Pedro dijo que Jesús será revelado (1 Pedro 1:7, 13). Juan también dijo que se manifestará (1 Juan 2:28), y Hebreos 9:28 dice que “aparecerá por segunda vez…para traer salvación a quienes lo esperan”.
Habrá “una voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios” (1Ts. 4:16). Todo quedará bien claro.
Otros dos eventos ocurrirán cuando Cristo regrese: la resurrección y el juicio. Pablo escribe que los muertos en Cristo resucitarán cuando el Señor venga, y los creyentes que estén vivos entonces, también serán arrebatados para encontrarse con el Señor cuando regrese a la tierra (1Ts. 4:16-17). “Al toque final de la trompeta”, escribe Pablo, “los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados” (1Co 15:52). Seres transformados; hechos gloriosos, poderosos, incorruptibles, inmortales y espirituales (v. 42-44).
Mateo 24:31 parece describir este evento de otra manera: Cristo “al sonido de la gran trompeta mandará a sus ángeles, y se reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo”. En la parábola de la mala hierba, Jesús dice que al fin del mundo enviará a sus ángeles, “y arrancarán de su reino a todos los que pecan y hacen pecar” (Mateo 13:40-41).
“Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada persona según lo que haya hecho” (Mateo 16:27). El juicio también es parte del regreso del señor en la parábola del siervo fiel (Mateo 24:45-51) y la parábola de las monedas de oro (Mateo 25:14-30).
Pablo dice que cuando el Señor venga, “sacará a la luz lo que está oculto en la oscuridad y pondrá al descubierto las intenciones de cada corazón. Entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda” (1 Corintios 4:5). Claro está, Dios ya conoce a cada persona, y en ese sentido, el juicio ocurre mucho antes del regreso de Cristo. Pero será entonces que el juicio se hará público para todos.
El hecho de que viviremos otra vez, y que seremos recompensados, es sumamente alentador. Después de escribir acerca de la resurrección, Pablo exclama: “¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:57-58).
Los últimos días
Para despertar el interés, algunos maestros de profecía preguntan, “¿Estamos viviendo en los últimos días?” La respuesta correcta es “sí”; y ha sido sí por 2000 años. Pedro citó una profecía acerca de los últimos días y dijo que se aplicaba a su propio día (Hechos 2:16-17). Lo mismo hizo el autor de Hebreos (Hebreos 1:2). Los últimos días son mucho más largos de lo que algunas personas creen. Jesús triunfó sobre el enemigo y comenzó una nueva era.
Las guerras y los problemas han plagado a la humanidad por miles de años. ¿Se empeorará la situación? Probablemente. Quizás se mejore, y después se empeore otra vez. O se mejorará para algunos mientras empeorará para otros. El índice de miseria sube y baja a través de la historia, y esto probablemente continuará.
Pero a través de las edades, parece que algunos cristianos desean que se empeore. Casi desean la gran tribulación, descrita como el peor tiempo que el mundo jamás ha visto (Mateo 24:21). Tienen una fascinación con el anticristo, la bestia, el hombre de maldad, y otros enemigos de Dios. Rutinariamente creen que cualquier evento terrible indica que Cristo regresará pronto.
Es cierto que Jesús predijo un tiempo de terrible tribulación (Mateo 24:21), pero mucho de lo que predijo en Mateo 24 fue cumplido en el sitio de Jerusalén, en el año 70 de nuestra era. Jesús les estaba advirtiendo a sus discípulos acerca de eventos que iban a ver en su vida, y que la gente en Judea necesitaría escapar a las montañas (v. 16).
Jesús predijo constante tribulación hasta su regreso. “En este mundo afrontarán aflicciones”, dijo Jesús (Juan 16:33). Muchos de sus discípulos sacrificaron sus vidas por su creencia en Jesús. Las dificultades son parte de la vida cristiana; Dios no nos protege de todos nuestros problemas (Hechos 14:22; 2 Timoteo 3:12; 1 Pedro 4:12). Aún en la era apostólica, los anticristos estaban obrando (1 Juan 2:18, 22; 2 Juan 7).
¿Se predice una gran tribulación para el futuro? Muchos cristianos así lo creen, y quizás tengan razón. Pero millones de cristianos a través del mundo enfrentan persecución hoy en día. Muchos son matados. Para cada uno de ellos, la tribulación no puede ser peor de lo que ya es. Tiempos terribles han afligido a los cristianos por dos mil años. Quizás la gran tribulación es mucho más larga de lo que muchas personas piensan.
Nuestras responsabilidades cristianas son las mismas ya esté la tribulación cerca o no; o aún si ya ha comenzado. La especulación acerca del futuro no nos ayuda a ser más como Cristo, y cuando es utilizada para presionar a las personas al arrepentimiento, es tristemente mal utilizada. La especulación acerca de la tribulación no es un buen uso de nuestro tiempo.
El milenio
Apocalipsis 20 habla de un reino de Cristo y los santos que dura mil años. Algunos cristianos interpretan esto literalmente como un reino de mil años que Cristo establecerá cuando regrese. Otros cristianos ven el período de mil años figurativamente, simbolizando el gobierno de Cristo en la iglesia antes de su regreso.
Por ejemplo, el número mil puede ser usado figurativamente: “Reconoce, pues, que Jehovah tu dios es Dios; Dios fiel que guarda el pacto y la misericordia para con los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” y “Porque míos son todos los animales del bosque, los millares del ganado en mis montes” (Deut. 7:9; Sal 50:20 Versión Reina-Valera Actualizada), y no hay ninguna manera de comprobar que debe ser tomado literalmente en Apocalipsis. Apocalipsis está escrito en un estilo altamente figurativo. Ninguna otra escritura habla de un reino temporal que será establecido cuando Cristo regrese. De hecho, versos como Daniel 2:44 sugieren que el reino será eterno, sin ninguna crisis mil años después.
Si hay un reino milenial después de que Cristo regrese, entonces los malos serán resucitados y juzgados mil años después de los justos (Apocalipsis 20:5). Pero las parábolas de Jesús no sugieren tal intervalo (Mateo 25:31-46; Juan 5:28-29). El milenio no era parte del evangelio de Jesús. Pablo escribió que los justos y los malos serán resucitados en el mismo día (2Ts. 1:6-10).
Muchos más detalles pueden ser discutidos acerca de este tema, pero no es necesario hacerlo aquí. Se pueden juntar escrituras para apoyar cada punto de vista. Pero no importa lo que una persona piense acerca del milenio, esto sí está claro: el periodo descrito en Apocalipsis 20 con el tiempo terminará, y será seguido por unos eternos y gloriosos nuevos cielos y nueva tierra, los cuales son más grandiosos, mejores y más largos que el milenio. Así que cuando pensemos acerca del maravilloso mundo de mañana, quizá queramos enfocar en el reino eterno, perfecto, no en una fase temporal. ¡Tenemos una eternidad por delante!
Una eternidad de gozo
¿Cómo será la eternidad? Sabemos sólo en parte (1 Corintios 13:9; 1 Juan 3:2), porque todas nuestras palabras e ideas están basadas en el mundo de hoy. Jesús describe nuestra recompensa eterna en diferentes maneras: será como encontrar un tesoro, o heredar muchas posesiones, o gobernar un reino, o asistir a un banquete de bodas. Es como todas estas cosas, pero tanto mejor, que se puede decir que no es nada como ellas. Nuestra eternidad con Dios será mejor que lo que nuestras palabras pueden describir.
David lo expresó de esta manera: “Me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha” (Salmo 16:11). La mejor parte de la eternidad será vivir con Dios, ser como Él, verlo como Él verdaderamente es, conociéndolo más completamente (1 Juan 3:2). Este es el propósito por el cual Dios nos hizo, esto nos satisfacerá y nos dará gozo por los siglos de los siglos.
Y en diez mil años, con miles de billones de años por delante, miraremos a nuestras vidas hoy en día, sonriendo a las dificultades que tuvimos, maravillándonos a lo rápido que Dios hizo su obra cuando éramos mortales. Era sólo el principio, y no habrá fin
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Lic. Wolfgang Streich
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“Tres cosas no vuelven para atrás: Una flecha lanzada, una palabra pronunciada y una oportunidad perdida”