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jueves, 2 de septiembre de 2010

¿QUIÉN LE DIJO A USTED QUE LA GLORIA ES EL CIELO MISMO?



Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)

Texto clave:

“Vida Eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria, y honra, e inmortalidad” (Rom. 2:7)

El Concepto errado de la Gloria

Millones de personas han escuchado en los sermones de las iglesias que Dios los ha llamado a su gloria celestial. Igualmente, en los sermones de difuntos, el Pastor o Sacerdote suele decir que el amado hermano difunto “ya está con Dios en Su gloria” como un sinónimo del cielo mismo. Sin embargo, lo que muchos cristianos ignoran es que esta gloria prometida por Dios y Su Hijo a los fieles, tiene que ver con una posesión o herencia de un reino en la tierra en ocasión de la Parusía de nuestro Señor Jesucristo, el Rey del Reino de Dios.

Este breve estudio demostrará que la gloria a la cual todos los creyentes estamos llamados tiene que ver con la toma del reino milenario de Cristo en la tierra. Este estudio cardinal despejará las dudas que se pueden aún tener de la gloria que se nos ha ofrecido, y que la tradición Católica ha tergiversado sin contemplación alguna.

En Búsqueda de la Gloria

El apóstol Pablo solía referirse a la gloria como la meta del Cristiano, el OBJETIVO para mirar con perseverancia. En su carta a los Romanos, el apóstol les dice: “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras, vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad.” (Rom. 2:6,7). De modo que todo Cristiano debe mirar y buscar la gloria futura (nótese el paralelo con la frase “buscad primeramente el Reino” de Mateo 6:33), que le será otorgada al creyente después de que su cuerpo mortal se vista de inmortalidad por la resurrección del día postrero, en la parusía de nuestro Señor Jesucristo. Estas son las palabras de Pablo: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.” (Col. 3:4). De modo que nadie aún posee la gloria que se nos ha ofrecido a través de las páginas de la Biblia. Y nuevamente el apóstol Pablo les dice a los romanos creyentes sobre esta gloria escatológica, lo siguiente: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom. 8:18). Aquí Pablo dice que debemos sufrir tribulaciones antes de recibir la gloria, lo cual concuerda con otra de sus declaraciones que dice:”Si sufrimos, también reinaremos con él” (2 Tim. 2:12). Acá el sufrimiento trae como recompensa la gloria, gloria que significa nuestro REINADO con Cristo.

Es un hecho que la gloria está íntimamente ligada al reino futuro de Cristo. No se puede estar en la gloria, sin estar en el Reino y viceversa. En 1 Tes. 2:12 Pablo hace claro que el Reino y la gloria van de la mano como gemelos envueltos por una sola placenta. El escribe a los creyentes de Tesalónica lo que sigue: “Y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, quien os llamó a su REINO y GLORIA”. Sin embargo, reitero lo mismo: tanto el Reino y la gloria son presentados por Pablo como asuntos futuros, para cuando aparezca el Rey de gloria (Col. 3:4).

La Gloria en el Antiguo Testamento

El rey David, el cantor de Salmos hermosos de alabanza, dice en el capítulo 145:11-13 de este modo: “La gloria de tu reino digan, Y hablen de tu poder, Para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos, Y la gloria de la magnificencia de su reino. Tu reino es reino de todos los siglos, Y tu señorío en todas las generaciones”. David predice que los hombres reconocerán al reino de Dios como algo glorioso y magnificente. Además, el Reino del rey David, y sus descendientes, era el mismísimo reino de Yahweh. En 1 Crón. 28:5 se lee: “Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del Reino de Jehová sobre Israel”. Salomón, el sucesor de David, se sentó en el mismo trono del reino de Jehová en Israel. ¡Y este reino que heredó Salomón era un reino glorioso a la vista de todos! El dominio o gobierno de Dios sobre su pueblo a través de Sus reyes ungidos era el glorioso reino de Dios en la tierra. Ese reino fue establecido para durar muchísimas generaciones (Sal. 145:13) y ejercer autoridad divina sobre las naciones de la tierra en el largo plazo (Sal. 72:8). Dios había jurado a David que no faltaría varón que se sentase en su trono (2 Sam 7:16, 1 Rey. 9:5), y también prometió que algún día un último rey restauraría el trono de David (Eze. 21:25-27). La gloria del Reino sería algún día reestablecido en la tierra con un rey Judío de la línea de David. Y Daniel habló de ese reino-gloria como una herencia que sería poseída por los santos de Dios en el futuro. Son de destacar los versos 18 y 27 que dicen: “Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre. y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán”. ¡Esta es la gloria que recibirán los santos del Altísimo!

En Ezequiel 39:21 se lee lo siguiente: “Y pondré mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán mi juicio que habré hecho, y mi mano que sobre ellos puse”. Aquí Dios habla de poner su gloria entre las naciones, aquella gloria que tiene que ver con Su tabernáculo, el lugar de su santa morada (Apo. 21:1-3). Dios mismo pondrá su santuario entre los hombres. Su presencia y su dominio como Rey de reyes en el mundo serán absolutos. El reinará en su reino como el Rey soberano, y todas las naciones le servirán. En ese entonces el mundo gozará de la paz y la justicia nunca antes vista por humano alguno, cuando el diablo y sus secuaces sean exterminados de la tierra para siempre.

Una Gloria ya Presente por la Fe, pero Aún no Consumada

Es cierto que hoy podemos adueñarnos de la gloria, la salvación, la vida eterna, y del Reino por la fe. Cada creyente está ya en el libro de la vida a la vista de Dios, y en cierto modo ya posee esa gloria e inmortalidad escatológicas en el presente por la fe (“…que por la fe y la paciencia heredan las promesas”, Heb. 6:12). Pero recordemos que debemos perseverar en esa fe para conseguir la total realización de nuestra salvación integral (Ver Heb. 9:28; 1 Ped. 1:5). Jesús ya nos “dio” la gloria por la fe (Jn. 17:22), así como Cristo la tuvo mientras estuvo en la tierra, aunque la recibió después de su victoria sobre la muerte, en su resurrección (Heb. 2:9). Del mismo modo, Cristo nos llevará a la gloria cuando seamos resucitados, habiendo sido igualmente perfeccionados por las tribulaciones presentes (Heb. 2:10).

El Evangelio de la Gloria de Cristo (2 Cor. 4:4)

Dice Pablo en 2 Corintios 4:4: “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” Acá Pablo revela que la gloria de Cristo —que es la misma gloria que se nos ha dado—es el evangelio (el evangelio que Pablo mismo llamó después “el Reino de Dios” –Hech. 28:23,30, 31) De modo que TODO lo relacionado con la gloria de Cristo es el Evangelio verdadero, pues esta gloria es un sinónimo del Evangelio del Reino de Cristo (Mat. 24:14). Ya hemos visto que Reino y gloria vienen juntos. De modo que toda vez que se nos promete la gloria, se nos está prometiendo el Reino. En resumen, hablar del evangelio de la gloria de Cristo es hablar del evangelio del reino de Cristo. La gloria es el Reino, y el Reino es la gloria que obtendremos completamente en la Parusía. A esa gloria monárquica estamos siendo conducidos todos los creyentes por la fe (Heb.2:10).

Pedro Participaba de la Gloria Venidera (1 Pedro 5:1)

Dice el apóstol Pedro así: “…que soy también participante (o copartícipe) de la gloria que será revelada.” Con estas palabras el apóstol Pedro reconocía que ya coparticipa con los otros creyentes, de la gloria que aún no había sido manifestada. Esa participación de la gloria era, para Pedro, la participación de la “naturaleza divina” (ver 2 Ped. 1:4), con la cual se podía obtener “una amplia y generosa entrada en el Reino eterno de Jesucristo” (Ver 2 Ped. 1:11). Esto concuerda con lo dicho por Pablo cuando afirmó a los creyentes de Corinto que: “La carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Cor. 15:50). ¡Se requiere radicalmente obtener la naturaleza divina! Además, para Pablo, esta participación de la gloria del Reino era equivalente a la “participación de la GRACIA” (Fil. 1:7), el verdadero evangelio de la Gracia de Dios, que es el Evangelio de la gloria de Cristo, o el evangelio del Reino de Dios en la tierra (Busque en Google mis artículos: “¿Es el Evangelio de la Gracia el Nuevo Evangelio de Pablo? Y “La Parte no es el Todo: ¡Un Estudio del Evangelio Completo!)”

San Juan También Era Copartícipe del Reino

San Juan, al igual que Pedro y Pablo, era copartícipe de la gloria a la cual él llamó “el Reino”. En Apocalipsis 1:9 él dice: “Yo Juan, vuestro hermano, y COPARTICIPE (con los creyentes, incluyendo a los demás Apóstoles) vuestro en la tribulación, EN EL REINO y en la paciencia de Jesucristo…”. ¿Se da cuenta, estimado lector, que la coparticipación en el Reino para Juan era la coparticipación de la gloria para Pedro, y a su vez era la coparticipación de la Gracia para Pablo? Es decir, ¿Comprende ahora que los 3 términos (gloria, reino, y gracia) son intercambiables? Es evidente que Juan coparticipaba del reino, o lo que es lo mismo decir, de la gloria que aún no se había manifestado. Y si la gloria no se había manifestado, entonces tampoco el Reino de Cristo. El Reino de Cristo era todavía para Juan, un asunto del futuro, pues finaliza su libro pidiendo por la venida del Rey del reino (Apo. 22:20).

Lo que Revela la Petición de Santiago y Juan

Es interesante comparar Mat. 20:20-21 con Mar. 10:35-37, donde descubriremos claramente lo que era para los discípulos la gloria. Estos versículos de Mateo y Marcos han sido pasados por alto por muchos estudiantes de la Biblia, y sin embargo, son claves para entender lo que es la gloria prometida por Cristo. Desgraciadamente muchos creen que la gloria es estar en el cielo como angelitos blancos y alados tocando un arpa o una lira dorada por toda una eternidad.

Comparemos en seguida ambos pasajes:

Mat. 20:20,21: “Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. Ella le dijo: Ordena que en tu REINO se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.

Mar. 10: 35-37: “Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro querríamos que nos hagas lo que te pidiéramos. El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu GLORIA nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.

Si comparamos ambas citas que se refieren al mismo asunto, pero bajo distintas perspectivas, veremos que Mateo dice que los hijos de Zebedeo (Jacobo y Juan) le solicitaron a Jesús una posición de privilegio en su REINO. En cambio, Marcos escribe que lo que Jacobo y Juan le pidieron a Jesús fue por un lugar de privilegio en Su GLORIA. ¿Por qué esta diferencia entre ambos evangelistas? Pues la única explicación posible es que no había ninguna diferencia, dado que era obvio para los primeros cristianos que la Gloria era un sinónimo del Reino y viceversa. Con esto queda una vez más demostrado que el evangelio de la gloria de Cristo (2 Cor. 4:4) es lo mismo que “el evangelio del Reino de Cristo” (Mat. 24:14). Los predicadores de hoy debieran comprender este asunto, y no especular con interpretaciones que se alejan de la verdad prístina de las Escrituras. Definitivamente el evangelio de la gracia, el evangelio del Reino, el evangelio de la gloria, el evangelio de la paz, el evangelio de salvación, el evangelio de Cristo, el evangelio de aquella promesa, etc, son todos y cada uno de ellos el mismo y único evangelio bíblico (Gál. 1:6-9).

La Gloria que vieron los Tres Testigos: Pedro, Santiago y Juan

Es sumamente interesante lo que escribió el apóstol Pedro en su segunda epístola que lleva su nombre, capítulo uno, y versículos 16-18: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos (a) su majestad. Pues cuando él RECIBIÓ de Dios Padre honra y GLORIA (esto nos recuerda lo que dijo Jesús en la Parábola de la Diez Minas sobre “el hombre noble que se fue a un país lejano [el cielo] para ”RECIBIR un REINO” y volver”, según lo leemos Luc. 19:12) cuando nosotros estábamos en el monte santo [de la transfiguración]”. De modo que Jesús fue al cielo para recibir la gloria y honra (2 Ped. 1:17), o lo que es lo mismo decir, para recibir un reino (Luc. 19:12).

Ahora presten atención a esto: En Lucas 9:32 se nos dice que los 3 discípulos elegidos “vieron LA GLORIA de Jesús”, aunque en unos pocos versículos antes, en Lucas 9:27, Jesús prometió que aquellos elegidos verían SU REINO. También en Marcos 9:1 Jesús anuncia que sería su REINO el que vendría y que sería visto sólo por algunos de los suyos en su TRANSFIGURACION que se produciría 6 días después. Realmente ellos vieron la majestad o GLORIA del Rey Mesiánico o Su REINO, anticipadamente, como una especie de bocado para que fueran testigos de su Señor glorificado (Heb.6:5).

Coronados para recibir la Gloria

El apóstol Pedro dice que existe una corona de gloria en 1 Ped. 5:4 “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona de gloria”. Esto significa que seremos coronados como reyes del Reino como lo fue Jesucristo en su resurrección (Heb. 2:9, Apo. 5:10, Apo. 3:21), y esto significará nuestra glorificación. Nuevamente nuestra glorificación tiene que ver con nuestra coronación como autoridades reales o reyes del Reino de Cristo. Sólo los coronados son los nombrados para ser los ejecutivos del Reino mesiánico, y esto lo vislumbró claramente el profeta Daniel para los vencedores (Dan. 7:18,27). Esta era la gloria que tenía Dios—y Su Hijo, el Cristo—para ofrecer a todos los otros cristos o ungidos.

Los Tronos de la Gloria

En Mateo 19:28 leemos: “Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”. Nótese claramente que la gloria de Cristo tiene TRONOS, y ¿dónde más puede haber tronos sino en un reino? En este caso descubrimos que en la gloria de Cristo (su reino) existen tronos para El y para los suyos. Esos tronos son los tronos del Reino Mesiánico. De manera que LA GLORIA nuevamente se relaciona con EL REINO del Mesías en la tierra. Por otro lado, fíjense en el Salmo 122:3-5, en donde se nos dan más detalles sobre los tronos y su localización geográfica: “Jerusalén, que se ha edificado Como una ciudad que está bien unida entre sí. Y allá subieron las tribus, las tribus de JAH, Conforme al testimonio dado a Israel, Para alabar el nombre de Jehová. Porque allá están las sillas del juicio, Los tronos de la casa de David”.

Así que está muy claro que la gloria no tiene que ver con una estadía de los justos en el cielo como angelitos alados, sino con la morada de los santos en sus puestos de autoridad en el Reino milenario de Cristo en la tierra prometida. Esa tierra prometida no es el cielo, sino Jerusalén, la sede del gobierno de Cristo y de sus seguidores sobre las doce tribus de Israel. En aquel entonces el Reino de Cristo será glorioso. Dice el Sal. 72:7-20: “Florecerá en sus días justicia, Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a mar, Y desde el río hasta los confines de la tierra. Ante él se postrarán los moradores del desierto, Y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán delante de él; Todas las naciones le servirán. Porque él librará al menesteroso que clamare, Y al afligido que no tuviere quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, Y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas, Y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos. Vivirá, y se le dará del oro de Sabá, Y se orará por él continuamente; Todo el día se le bendecirá. Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; Su fruto hará ruido como el Líbano, Y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra. Será su nombre para siempre, Se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; Lo llamarán bienaventurado. Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, El único que hace maravillas. Bendito su nombre glorioso para siempre, Y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén. Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí.”

Pero es igualmente necesario recalcar que nuestro Señor Jesucristo aún no se ha sentado en su trono de gloria, o en el trono de su reino, a pesar de que algunos teólogos han propagado lo contrario. Vean ustedes lo que dice Jesús mismo acerca del tiempo de su entronización en su reino o gloria: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos con él, entonces se sentará en su TRONO de gloria.” (Mateo 25:31). Así que Jesucristo ya recibió el reino cuando retorno al Padre (Luc. 19:12; Dan. 7:13,14), pero aún no se ha sentado en SU trono, sino en el trono de Su Padre. El dice: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apo. 3:21).

La Gloria y el Poder

En Apocalipsis 5:13 leemos: “Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, LA GLORIA y EL PODER, por los siglos de los siglos”. Y en Apoc. 19:1 leemos: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro”. De modo que también la gloria tiene que ver con el poder que tendrán Cristo y sus cristos en su Reino sobre el mundo entero.

El Poder, La Autoridad y el Reino

En Apocalipsis 12:10, hablando del reino futuro de nuestro Señor Jesucristo y sus santos, dice: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”. Así que nuevamente, el poder, la gloria, y la autoridad están íntimamente vinculados con el Reino de Cristo. Los santos tendrán el poder en la gloria, o lo que es lo mismo decir: Autoridad en el reino de Cristo. En la parábola de las Diez Minas de Lucas 19, Jesús explica que los fieles recibirán autoridad sobre ciudades enteras, y autoridad significa el poder ejercido sobre grupos humanos (v.17). También Apo. 2:26 “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”.

Satanás ha obscurecido el Evangelio de Cristo

Hemos visto que Satanás ha cegado los ojos de los incrédulos para que no perciban o entiendan el mensaje del Evangelio del Reino, que es el evangelio de la gracia, o el evangelio de la gloria venidera de Cristo. El no desea que los potenciales creyentes acepten este mensaje del cielo porque significa su propia ruina, y la de su reino en este mundo (Ver. Mar. 4:15) El ha trocado el evangelio de la gloria de Cristo por un evangelio espiritual en el “corazón del creyente”, o en la iglesia. El obstruye la razón de los seres humanos haciéndoles creer que el Reino de Dios no tiene nada que ver con un reinado personal del Mesías en la nueva tierra. El ha logrado convencer a millones de incautos de que el pacto davídico y el pacto Abrahámico, los cuales aseguran para Cristo y su iglesia un enclave y un reino en este planeta, fueron condicionados a la obediencia de sus potenciales beneficiarios. Tales predicadores sostienen que esos pactos caducaron radicalmente por la infidelidad del pueblo prístino de Dios, y que éstos ahora han pasado a ser herencia de un nuevo pueblo (la iglesia) pero con un significado puramente “espiritual”. Agustín de Hipona fue uno de los mayores responsables por esta crasa mutación del pacto original. Para Agustín, el Reino Mesiánico se convirtió en un reino eclesiástico, y el trono de David se transfirió, de la Jerusalén terrenal, a la Jerusalén celestial. Este grave error fue propagado sutilmente por el romanismo por siglos, opacando y haciendo casi desaparecer el verdadero Reino terrenal, como está desplegado en las Escrituras de tapa a tapa.

Resumen

1. Buscar la gloria (Rom. 2:6,7) es buscar el Reino (Mat. 6:33).

2. Las aflicciones preceden a la gloria (Rom. 8:18) y preceden también al Reino (2 Tim. 2:12). Por tanto la gloria y le reino son equivalentes.

3. El Evangelio de la gloria de Cristo (2 Cor. 4:4) es el Evangelio del Reino de Cristo (Mat. 24:14), y es el evangelio de la gracia (Hechos 20:24).

4. Ser co-participante de la gloria (2 Ped. 1:4) es ser co-participante del Reino (Apo. 1:9).

5. Recibir la gloria (2 Ped. 1:16-18) es recibir el Reino (Luc. 19:12).

6. Ver la gloria (Luc. 9:32) es ver el Reino (Luc. 9:27).

7. Cristo está sentado ahora en el trono de Su Padre, no en el suyo (Apo. 3:21).

8. La Gloria está asociado con el Poder, y el poder con el reino, y el reino con la Autoridad (Apo. 5:13; 19:1; 12:10).

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lunes, 15 de febrero de 2010

JESÚS Y EL DIOS ÚNICO EN JUAN 5:44


Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
.En Juan 5:44, Jesús dice: ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del DIOS ÚNICO? Aquí Jesús dice que la gloria viene del Dios único. ¿Se estaba refiriendo él al Dios Trino? Si es así, debemos creer que la gloria viene del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo? ¿Pero se puede realmente probar que la gloria viene de la Trinidad? Veamos de quién proviene la gloria, según las Escrituras:
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Jesús recibe la gloria del Padre por sus méritos:
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Hebreos 2:9: Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de GLORIA y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.
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Juan 17:24: Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi GLORIA que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
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1 Pedro 1:21: y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado GLORIA, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
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2 Pedro 1:17: Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y GLORIA, le fue enviada desde la magnífica GLORIA una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia.
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Apocalipsis 5:12: que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la GLORIA y la alabanza.
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Los Cristianos reciben la gloria de Dios a través del mediador, Jesucristo:
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Juan 17:22: La GLORIA que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
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Este texto demuestra que el Hijo de Dios no siempre tuvo gloria y que él es el agente que Dios escogió para que sus adoradores reciban también la misma gloria que Su Hijo recibió.
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Jesús refleja la gloria de Su Padre, el único Dios verdadero:
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2 Corintios 4:6: Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la GLORIA de Dios en la faz de Jesucristo.
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Cristo volverá en la gloria de Su Padre
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Mateo 16:27: Porque el Hijo del Hombre vendrá en la GLORIA de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
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Marcos 8:38: Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la GLORIA de su Padre con los santos ángeles.
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No hay texto alguno que diga que el Espíritu Santo otorgue la gloria a alguno.
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Conclusión:
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Si bien es cierto que Cristo otorga a sus seguidores la gloria; no obstante, esa gloria NO es la gloria del Hijo, sino siempre la del Padre (la fuente). Es decir, es la gloria del Padre que reciben todos los Hijos de Dios, tanto Su Unigénito Hijo, como nosotros, Sus hijos adoptivos. Este Dios único para Jesús no es otro que el Padre. El apóstol Pedro es muy claro en este respecto cuando escribió:
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1 Pedro 5:10: Mas el Dios (Padre) de toda gracia, que nos llamó a su GLORIA (la del Padre) eterna EN Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.
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Así que tenemos toda la razón del mundo para creer que en Juan 5:44 Jesús se refirió sólo al Padre como el Dios único. Ni uno más!
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lunes, 3 de noviembre de 2008

LA GLORIA: ¿SABE USTED LO QUE REALMENTE SIGNIFICA?

Por Ing°. Mario A Olcese

“Vida Eterna a los que, perseverando en bien hacer,
buscan gloria, y honra, e inmortalidad” (Rom. 2:7)


El Concepto errado de la Gloria

Millones de personas han escuchado en los sermones de las iglesias que Dios los ha llamado a su gloria celestial. Igualmente, en los sermones de difuntos, el Pastor o Sacerdote suele decir que el amado hermano difunto “ya está con Dios en Su gloria” como un sinónimo del cielo mismo. Sin embargo, lo que muchos cristianos ignoran es que esta gloria prometida por Dios y Su Hijo a los fieles, tiene que ver con una posesión o herencia de un reino en la tierra en ocasión de la Parusía de nuestro Señor Jesucristo, el Rey del Reino de Dios.

Este breve estudio demostrará que la gloria a la cual todos los creyentes estamos llamados tiene que ver con la toma del reino milenario de Cristo en la tierra. Este estudio cardinal despejará las dudas que se pueden aún tener de la gloria que se nos ha ofrecido, y que la tradición Católica ha tergiversado sin contemplación alguna.

En Búsqueda de la Gloria

El apóstol Pablo solía referirse a la gloria como la meta del Cristiano, el OBJETIVO para mirar con perseverancia. En su carta a los Romanos, el apóstol les dice: “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras, vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad.” (Rom. 2:6,7). De modo que todo Cristiano debe mirar y buscar la gloria futura (nótese el paralelo con la frase “buscad primeramente el Reino” de Mateo 6:33), que le será otorgada al creyente después de que su cuerpo mortal se vista de inmortalidad por la resurrección del día postrero, en la parusía de nuestro Señor Jesucristo. Estas son las palabras de Pablo: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.” (Col. 3:4). De modo que nadie aún posee la gloria que se nos ha ofrecido a través de las páginas de la Biblia. Y nuevamente el apóstol Pablo les dice a los romanos creyentes sobre esta gloria escatológica, lo siguiente: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom. 8:18). Aquí Pablo dice que debemos sufrir tribulaciones antes de recibir la gloria, lo cual concuerda con otra de sus declaraciones que dice:”Si sufrimos, también reinaremos con él” (2 Tim. 2:12). Acá el sufrimiento trae como recompensa la gloria, gloria que significa nuestro REINADO con Cristo.

Es un hecho que la gloria está íntimamente ligada al reino futuro de Cristo. No se puede estar en la gloria, sin estar en el Reino y viceversa. En 1 Tes. 2:12 Pablo hace claro que el Reino y la gloria van de la mano como gemelos envueltos por una sola placenta. El escribe a los creyentes de Tesalónica lo que sigue: “Y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, quien os llamó a su REINO y GLORIA”. Sin embargo, reitero lo mismo: tanto el Reino y la gloria son presentados por Pablo como asuntos futuros, para cuando aparezca el Rey de gloria (Col. 3:4).

La Gloria en el Antiguo Testamento

El rey David, el cantor de Salmos hermosos de alabanza, dice en el capítulo 145:11-13 de este modo: “La gloria de tu reino digan, Y hablen de tu poder, Para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos, Y la gloria de la magnificencia de su reino. Tu reino es reino de todos los siglos, Y tu señorío en todas las generaciones”. David predice que los hombres reconocerán al reino de Dios como algo glorioso y magnificente. Además, el Reino del rey David, y sus descendientes, era el mismísimo reino de Yahweh. En 1 Crón. 28:5 se lee: “Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del Reino de Jehová sobre Israel”. Salomón, el sucesor de David, se sentó en el mismo trono del reino de Jehová en Israel. ¡Y este reino que heredó Salomón era un reino glorioso a la vista de todos! El dominio o gobierno de Dios sobre su pueblo a través de Sus reyes ungidos era el glorioso reino de Dios en la tierra. Ese reino fue establecido para durar muchísimas generaciones (Sal. 145:13) y ejercer autoridad divina sobre las naciones de la tierra en el largo plazo (Sal. 72:8). Dios había jurado a David que no faltaría varón que se sentase en su trono (2 Sam 7:16, 1 Rey. 9:5), y también prometió que algún día un último rey restauraría el trono de David (Eze. 21:25-27). La gloria del Reino sería algún día reestablecido en la tierra con un rey Judío de la línea de David. Y Daniel habló de ese reino-gloria como una herencia que sería poseída por los santos de Dios en el futuro. Son de destacar los versos 18 y 27 que dicen: “Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre. y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán”. ¡Esta es la gloria que recibirán los santos del Altísimo!

En Ezequiel 39:21 se lee lo siguiente: “Y pondré mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán mi juicio que habré hecho, y mi mano que sobre ellos puse”. Aquí Dios habla de poner su gloria entre las naciones, aquella gloria que tiene que ver con Su tabernáculo, el lugar de su santa morada (Apo. 21:1-3). Dios mismo pondrá su santuario entre los hombres. Su presencia y su dominio como Rey de reyes en el mundo serán absolutos. El reinará en su reino como el Rey soberano, y todas las naciones le servirán. En ese entonces el mundo gozará de la paz y la justicia nunca antes vista por humano alguno, cuando el diablo y sus secuaces sean exterminados de la tierra para siempre.

Una Gloria ya Presente por la Fe, pero Aún no Consumada

Es cierto que hoy podemos adueñarnos de la gloria, la salvación, la vida eterna, y del Reino por la fe. Cada creyente está ya en el libro de la vida a la vista de Dios, y en cierto modo ya posee esa gloria e inmortalidad escatológicas en el presente por la fe (“…que por la fe y la paciencia heredan las promesas”, Heb. 6:12). Pero recordemos que debemos perseverar en esa fe para conseguir la total realización de nuestra salvación integral (Ver Heb. 9:28; 1 Ped. 1:5). Jesús ya nos “dio” la gloria por la fe (Jn. 17:22), así como Cristo la tuvo mientras estuvo en la tierra, aunque la recibió después de su victoria sobre la muerte, en su resurrección (Heb. 2:9). Del mismo modo, Cristo nos llevará a la gloria cuando seamos resucitados, habiendo sido igualmente perfeccionados por las tribulaciones presentes (Heb. 2:10).

El Evangelio de la Gloria de Cristo (2 Cor. 4:4)

Dice Pablo en 2 Corintios 4:4: “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” Acá Pablo revela que la gloria de Cristo —que es la misma gloria que se nos ha dado—es el evangelio (el evangelio que Pablo mismo llamó después “el Reino de Dios” –Hech. 28:23,30, 31) De modo que TODO lo relacionado con la gloria de Cristo es el Evangelio verdadero, pues esta gloria es un sinónimo del Evangelio del Reino de Cristo (Mat. 24:14). Ya hemos visto que Reino y gloria vienen juntos. De modo que toda vez que se nos promete la gloria, se nos está prometiendo el Reino. En resumen, hablar del evangelio de la gloria de Cristo es hablar del evangelio del reino de Cristo. La gloria es el Reino, y el Reino es la gloria que obtendremos completamente en la Parusía. A esa gloria monárquica estamos siendo conducidos todos los creyentes por la fe (Heb.2:10).

Pedro Participaba de la Gloria Venidera (1 Pedro 5:1)

Dice el apóstol Pedro así: “…que soy también participante (o copartícipe) de la gloria que será revelada.” Con estas palabras el apóstol Pedro reconocía que ya coparticipa con los otros creyentes, de la gloria que aún no había sido manifestada. Esa participación de la gloria era, para Pedro, la participación de la “naturaleza divina” (ver 2 Ped. 1:4), con la cual se podía obtener “una amplia y generosa entrada en el Reino eterno de Jesucristo” (Ver 2 Ped. 1:11). Esto concuerda con lo dicho por Pablo cuando afirmó a los creyentes de Corinto que: “La carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Cor. 15:50). ¡Se requiere radicalmente obtener la naturaleza divina! Además, para Pablo, esta participación de la gloria del Reino era equivalente a la “participación de la GRACIA” (Fil. 1:7), el verdadero evangelio de la Gracia de Dios, que es el Evangelio de la gloria de Cristo, o el evangelio del Reino de Dios en la tierra (Busque en Google mis artículos: “¿Es el Evangelio de la Gracia el Nuevo Evangelio de Pablo? Y “La Parte no es el Todo: ¡Un Estudio del Evangelio Completo!)”

San Juan También Era Copartícipe del Reino

San Juan, al igual que Pedro y Pablo, era copartícipe de la gloria a la cual él llamó “el Reino”. En Apocalipsis 1:9 él dice: “Yo Juan, vuestro hermano, y COPARTICIPE (con los creyentes, incluyendo a los demás Apóstoles) vuestro en la tribulación, EN EL REINO y en la paciencia de Jesucristo…”. ¿Se da cuenta, estimado lector, que la coparticipación en el Reino para Juan era la coparticipación de la gloria para Pedro, y a su vez era la coparticipación de la Gracia para Pablo? Es decir, ¿Comprende ahora que los 3 términos (gloria, reino, y gracia) son intercambiables? Es evidente que Juan coparticipaba del reino, o lo que es lo mismo decir, de la gloria que aún no se había manifestado. Y si la gloria no se había manifestado, entonces tampoco el Reino de Cristo. El Reino de Cristo era todavía para Juan, un asunto del futuro, pues finaliza su libro pidiendo por la venida del Rey del reino (Apo. 22:20).

Lo que Revela la Petición de Santiago y Juan

Es interesante comparar Mat. 20:20-21 con Mar. 10:35-37, donde descubriremos claramente lo que era para los discípulos la gloria. Estos versículos de Mateo y Marcos han sido pasados por alto por muchos estudiantes de la Biblia, y sin embargo, son claves para entender lo que es la gloria prometida por Cristo. Desgraciadamente muchos creen que la gloria es estar en el cielo como angelitos blancos y alados tocando un arpa o una lira dorada por toda una eternidad.

Comparemos en seguida ambos pasajes:

Mat. 20:20,21: “Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. Ella le dijo: Ordena que en tu REINO se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.

Mar. 10: 35-37: “Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro querríamos que nos hagas lo que te pidiéramos. El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu GLORIA nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.

Si comparamos ambas citas que se refieren al mismo asunto, pero bajo distintas perspectivas, veremos que Mateo dice que los hijos de Zebedeo (Jacobo y Juan) le solicitaron a Jesús una posición de privilegio en su REINO. En cambio, Marcos escribe que lo que Jacobo y Juan le pidieron a Jesús fue por un lugar de privilegio en Su GLORIA. ¿Por qué esta diferencia entre ambos evangelistas? Pues la única explicación posible es que no había ninguna diferencia, dado que era obvio para los primeros cristianos que la Gloria era un sinónimo del Reino y viceversa. Con esto queda una vez más demostrado que el evangelio de la gloria de Cristo (2 Cor. 4:4) es lo mismo que “el evangelio del Reino de Cristo” (Mat. 24:14). Los predicadores de hoy debieran comprender este asunto, y no especular con interpretaciones que se alejan de la verdad prístina de las Escrituras. Definitivamente el evangelio de la gracia, el evangelio del Reino, el evangelio de la gloria, el evangelio de la paz, el evangelio de salvación, el evangelio de Cristo, el evangelio de aquella promesa, etc, son todos y cada uno de ellos el mismo y único evangelio bíblico (Gál. 1:6-9).

La Gloria que vieron los Tres Testigos: Pedro, Santiago y Juan

Es sumamente interesante lo que escribió el apóstol Pedro en su segunda epístola que lleva su nombre, capítulo uno, y versículos 16-18: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos (a) su majestad. Pues cuando él RECIBIÓ de Dios Padre honra y GLORIA (esto nos recuerda lo que dijo Jesús en la Parábola de la Diez Minas sobre “el hombre noble que se fue a un país lejano [el cielo] para ”RECIBIR un REINO” y volver”, según lo leemos Luc. 19:12)…cuando nosotros estábamos en el monte santo [de la transfiguración]”. De modo que Jesús fue al cielo para recibir la gloria y honra (2 Ped. 1:17), o lo que es lo mismo decir, para recibir un reino (Luc. 19:12).

Ahora presten atención a esto: En Lucas 9:32 se nos dice que los 3 discípulos elegidos “vieron LA GLORIA de Jesús”, aunque en unos pocos versículos antes, en Lucas 9:27, Jesús prometió que aquellos elegidos verían SU REINO. También en Marcos 9:1 Jesús anuncia que sería su REINO el que vendría y que sería visto sólo por algunos de los suyos en su TRANSFIGURACION que se produciría 6 días después. Realmente ellos vieron la majestad o GLORIA del Rey Mesiánico o Su REINO, anticipadamente, como una especie de bocado para que fueran testigos de su Señor glorificado (Heb.6:5).

Coronados para recibir la Gloria

El apóstol Pedro dice que existe una corona de gloria en 1 Ped. 5:4 “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona de gloria”. Esto significa que seremos coronados como reyes del Reino como lo fue Jesucristo en su resurrección (Heb. 2:9, Apo. 5:10, Apo. 3:21), y esto significará nuestra glorificación. Nuevamente nuestra glorificación tiene que ver con nuestra coronación como autoridades reales o reyes del Reino de Cristo. Sólo los coronados son los nombrados para ser los ejecutivos del Reino mesiánico, y esto lo vislumbró claramente el profeta Daniel para los vencedores (Dan. 7:18,27). Esta era la gloria que tenía Dios—y Su Hijo, el Cristo—para ofrecer a todos los otros cristos o ungidos.

Los Tronos de la Gloria

En Mateo 19:28 leemos: “Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”. Nótese claramente que la gloria de Cristo tiene TRONOS, y ¿dónde más puede haber tronos sino en un reino? En este caso descubrimos que en la gloria de Cristo (su reino) existen tronos para El y para los suyos. Esos tronos son los tronos del Reino Mesiánico. De manera que LA GLORIA nuevamente se relaciona con EL REINO del Mesías en la tierra. Por otro lado, fíjense en el Salmo 122:3-5, en donde se nos dan más detalles sobre los tronos y su localización geográfica: “Jerusalén, que se ha edificado Como una ciudad que está bien unida entre sí. Y allá subieron las tribus, las tribus de JAH, Conforme al testimonio dado a Israel, Para alabar el nombre de Jehová. Porque allá están las sillas del juicio, Los tronos de la casa de David”.

Así que está muy claro que la gloria no tiene que ver con una estadía de los justos en el cielo como angelitos alados, sino con la morada de los santos en sus puestos de autoridad en el Reino milenario de Cristo en la tierra prometida. Esa tierra prometida no es el cielo, sino Jerusalén, la sede del gobierno de Cristo y de sus seguidores sobre las doce tribus de Israel. En aquel entonces el Reino de Cristo será glorioso. Dice el Sal. 72:7-20: “Florecerá en sus días justicia, Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a mar, Y desde el río hasta los confines de la tierra. Ante él se postrarán los moradores del desierto, Y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán delante de él; Todas las naciones le servirán. Porque él librará al menesteroso que clamare, Y al afligido que no tuviere quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, Y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas, Y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos. Vivirá, y se le dará del oro de Sabá, Y se orará por él continuamente; Todo el día se le bendecirá. Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; Su fruto hará ruido como el Líbano, Y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra. Será su nombre para siempre, Se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; Lo llamarán bienaventurado. Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, El único que hace maravillas. Bendito su nombre glorioso para siempre, Y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén. Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí.”

Pero es igualmente necesario recalcar que nuestro Señor Jesucristo aún no se ha sentado en su trono de gloria, o en el trono de su reino, a pesar de que algunos teólogos han propagado lo contrario. Vean ustedes lo que dice Jesús mismo acerca del tiempo de su entronización en su reino o gloria: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos con él, entonces se sentará en su TRONO de gloria.” (Mateo 25:31). Así que Jesucristo ya recibió el reino cuando retorno al Padre (Luc. 19:12; Dan. 7:13,14), pero aún no se ha sentado en SU trono, sino en el trono de Su Padre. El dice: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apo. 3:21).

La Gloria y el Poder

En Apocalipsis 5:13 leemos: “Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, LA GLORIA y EL PODER, por los siglos de los siglos”. Y en Apoc. 19:1 leemos: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro”. De modo que también la gloria tiene que ver con el poder que tendrán Cristo y sus cristos en su Reino sobre el mundo entero.

El Poder, La Autoridad y el Reino

En Apocalipsis 12:10, hablando del reino futuro de nuestro Señor Jesucristo y sus santos, dice: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”. Así que nuevamente, el poder, la gloria, y la autoridad están íntimamente vinculados con el Reino de Cristo. Los santos tendrán el poder en la gloria, o lo que es lo mismo decir: Autoridad en el reino de Cristo. En la parábola de las Diez Minas de Lucas 19, Jesús explica que los fieles recibirán autoridad sobre ciudades enteras, y autoridad significa el poder ejercido sobre grupos humanos (v.17). También Apo. 2:26 “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”.

Satanás ha obscurecido el Evangelio de Cristo

Hemos visto que Satanás ha cegado los ojos de los incrédulos para que no perciban o entiendan el mensaje del Evangelio del Reino, que es el evangelio de la gracia, o el evangelio de la gloria venidera de Cristo. El no desea que los potenciales creyentes acepten este mensaje del cielo porque significa su propia ruina, y la de su reino en este mundo (Ver. Mar. 4:15) El ha trocado el evangelio de la gloria de Cristo por un evangelio espiritual en el “corazón del creyente”, o en la iglesia. El obstruye la razón de los seres humanos haciéndoles creer que el Reino de Dios no tiene nada que ver con un reinado personal del Mesías en la nueva tierra. El ha logrado convencer a millones de incautos de que el pacto davídico y el pacto Abrahámico, los cuales aseguran para Cristo y su iglesia un enclave y un reino en este planeta, fueron condicionados a la obediencia de sus potenciales beneficiarios. Tales predicadores sostienen que esos pactos caducaron radicalmente por la infidelidad del pueblo prístino de Dios, y que éstos ahora han pasado a ser herencia de un nuevo pueblo (la iglesia) pero con un significado puramente “espiritual”. Agustín de Hipona fue uno de los mayores responsables por esta crasa mutación del pacto original. Para Agustín, el Reino Mesiánico se convirtió en un reino eclesiástico, y el trono de David se transfirió, de la Jerusalén terrenal, a la Jerusalén celestial. Este grave error fue propagado sutilmente por el romanismo por siglos, opacando y haciendo casi desaparecer el verdadero Reino terrenal, como está desplegado en las Escrituras de tapa a tapa.

Resumen

1.- Buscar la gloria (Rom. 2:6,7) es buscar el Reino (Mat. 6:33).
2.- Las aflicciones preceden a la gloria (Rom. 8:18) y preceden también al Reino (2 Tim. 2:12). Por tanto la gloria y le reino son equivalentes.

3.- El Evangelio de la gloria de Cristo (2 Cor. 4:4) es el Evangelio del Reino de Cristo (Mat. 24:14), y es el evangelio de la gracia (Hechos 20:24).

4.- Ser co-participante de la gloria (2 Ped. 1:4) es ser co-participante del Reino (Apo. 1:9).

5.- Recibir la gloria (2 Ped. 1:16-18) es recibir el Reino (Luc. 19:12).

6.- Ver la gloria (Luc. 9:32) es ver el Reino (Luc. 9:27).

7.- Cristo está sentado ahora en el trono de Su Padre, no en el suyo (Apo. 3:21).

8.- La Gloria está asociado con el Poder, y el poder con el reino, y el reino con la Autoridad (Apo. 5:13; 19:1; 12:10).

Más sobre el Reino en:
www.elevangeliodelreino.org

SATANÁS: ¡EL ARCHIENEMIGO DEL EVANGELIO DE LA GLORIA DE CRISTO!

Por Ing°. Mario A. Olcese (Apologista)


Satanás como enemigo del evangelio salvador

La mayoría de los hombres ignora que el diablo tiene su propia agenda, la de obstaculizar la propagación del verdadero evangelio de Jesucristo—¿Por qué? Porque es poder de Dios para la salvación a todo aquel que lo cree, sea griego o gentil.” (Romanos 1:16). El diablo no vino sino a robar y a destruir, ha venido a boicotear el plan salvador de Jesucristo para que la humanidad siga sumida en sus delitos y pecados y terminen destruidos o perdidos para siempre. Satanás sabe que su tiempo es corto, y que su reino de maldad será reemplazado por el reinado de la justicia de Jesucristo, razón por la cual él anda como león rugiente buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8). Pero Dios ha enviado a Su Hijo para liberarnos del reino de las tinieblas y trasladarnos al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:13).

El apóstol San Pablo fue comisionado para ser el predicador de los gentiles, y él en varias ocasiones se vio obstaculizado por fuerzas oscuras y diabólicas para que no pudiera extender su evangelio salvador. En1 Tes. 2:18 leemos: “Pero nosotros, hermanos, separados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro; 18 por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó”.

En 2 Corintios 4:4 él escribió a los corintios lo siguiente: “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. Tome nota de lo que está diciendo Pablo en este versículo. El dice que el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les brille la luz del evangelio de la gloria de Cristo. El diablo no desea que el potencial creyente y el incrédulo en general sean iluminados con el mensaje o buenas noticias concernientes a la gloria de Cristo. Sí, el diablo no quiere que usted entienda el mensaje o buenas noticias de la GLORIA DE CRISTO. —¡Específicamente esto! ¿Y qué es la gloria de Cristo? Desgraciadamente aún millones tienen ideas confusas sobre lo que es el evangelio de la gloria de Cristo.

El Evangelio de la Gloria de Cristo es el Evangelio del Reino de Cristo

Los creyentes deben entender que sólo hay un evangelio salvador en la Biblia, y ese es el evangelio acerca de su venidero Reino a la tierra (Mateo 24:14) o el evangelio de la gloria de Cristo (2 Cor. 4:4). La Biblia habla de que el Reino de Cristo y su gloria vienen juntos (1 Tes. 2:12). Hablar del Reino es hablar de la gloria venidera de Cristo como gobernante de la era venidera, y hablar de la gloria es hablar del reino de Cristo. Entienda que el diablo no desea que usted reciba o crea el evangelio de la gloria de Cristo o el evangelio del reino venidero de Cristo. Y es que el reino de Cristo no sólo significará que usted tendrá la autoridad que tiene ahora Satanás en este mundo como gobernante mundial, sino que significará también su destronamiento y su lanzamiento al abismo con el resto de sus ángeles caídos. El diablo sabe que Cristo vino a congregar a potenciales príncipes para su reinado de la justicia, a reclutar a seguidores leales y probos para que junto con él administren la nueva sociedad que se implantará en la tierra en su parusía en gloria (Luc. 13:32; Isa. 32:1). Satanás odia este mensaje y persigue a los que lo anuncian con fe, así como Saúl odió y persiguió a David y a sus partidarios cuando supo que Dios lo había nombrado a éste como el que tomaría su trono. El diablo odia el mensaje del Reino, y su estrategia es que este mensaje no sea recibido por los pecadores, y que sus mentes no puedan creerlo o aceptarlo como algo real y posible. El diablo ha nublado el entendimiento de los incrédulos para que persistan en su incredulidad. A otros les ha hecho creer que el mensaje del reino en la tierra es muy mundano y poco espiritual. El ha logrado también propagar falsos evangelios que no se parecen en nada al evangelio original de Jesús y sus apóstoles. Hoy se habla del “evangelio social”, o del “evangelio de la prosperidad”, o del “evangelio de Cristo”, o simplemente “el evangelio”, pero el verdadero evangelio del reino de Dios es omitido en casi todos las prédicas de las iglesias contemporáneas.

En este sitio web usted encontrará también un estudio que escribí y que amplía mucho más la información sobre la gloria de Cristo y su relación con su reino milenario en la tierra. El título del artículo es: “La Gloria: Una frase sorprendente con un significado maravilloso que usted necesita conocer ahora mismo”.

Los Testigos de Jehová han torcido el Evangelio de la gloria de Cristo

Los Testigos de Jehová han cambiado el pasaje de 2 Corintios 4:4 para que diga otra cosa diametralmente opuesta al original Griego. En su Versión del Nuevo Mundo los Testigos de Jehová vierten el pasaje de una manera totalmente diferente, y de esta forma caen en el juego del diablo para nublar el verdadero evangelio de Cristo: “Entre quienes el dios de este sistema de cosas ha cegado las mentes de los incrédulos, para que no pase [a ellos] la iluminación de las gloriosas buenas nuevas acerca de Cristo, que es imagen de Dios”. Acá es claro que los Testigos no desean que Cristo tenga gloria, y para lograrlo han transferido la gloria a las buenas nuevas o al evangelio. Este sutil cambio le hace el favor al diablo, quien no desea que la gente crea en el único evangelio de la gloria de Cristo, que es el evangelio del reino de Cristo.

Otros en cambio le dan a la gloria una interpretación de Deidad. Es decir, la gloria de Cristo es lo mismo que la Deidad de Cristo, o su supuesta divinidad. ¡Nada más lejos de la verdad! Nosotros igualmente estamos llamados a tener la gloria de Cristo (Juan 17:22) y esto sin duda no significa que estamos llamados a ser Deidades. El evangelio de la gloria de Cristo no significa “el evangelio de la Deidad de Cristo”. Muchos andan proclamando que Cristo es Dios y que es necesario aceptar su Deidad para ser salvos. Sin embargo, la verdad es que la voluntad del Padre es que creamos en Su Hijo, en su evangelio del Reino o el evangelio de su gloria, pero no que creamos que él es el único Dios verdadero de una supuesta Santa Trinidad. Lo que Dios desea, entre otras cosas, es que creamos en Su Hijo, en el Hijo de Dios—¡no en Dios el Hijo! Debemos creerle a él, o a su mensaje, pues Dios Padre envió a Su Hijo con un propósito— el de anunciar el evangelio del Reino de Dios (Lucas 4:43). Muchos desgraciadamente creen en Cristo, pero no a Cristo. Es decir, creen que él es el Hijo de Dios, pero les resulta difícil aceptar su mensaje de un reino restaurado en la tierra de Israel que traerá grandes bendiciones a la humanidad.

El evangelio de Dios y el Reino de los Cielos

Otra táctica del diablo ha sido confundir las frases Reino de Dios y Reino de los cielos como queriendo decir que el reino de Dios es un reino EN los cielos. La mayoría supone que en el cielo hay un reino o una gloria a la cual estamos supuestamente llamados. En los funerales los pastores y sacerdotes predican diciendo que “nuestra amado hermano ha partido a la gloria celestial” haciendo así de la gloria un sinónimo del cielo mismo. De esta forma el evangelio del reino y el evangelio de la gloria de Cristo han sido transferidos a otro plano existencial o a la morada de la divinidad. La influencia de los heréticos gnósticos se deja aún sentir dentro de estas creencias supuestamente cristianas y ortodoxas. Para los gnósticos, secta seudo cristiana de los primeros siglos de la Era Cristiana, Cristo no era realmente humano, sino sólo una persona que tenía la apariencia de hombre carnal. Creyendo que la materia es mala, los gnósticos predicaban un “escape” al pleroma (un proto-cielo) a través del alma inmortal. Así, el cristianismo adoptó esta creencia mestiza Greco-Hebrea y la hizo suya hasta el día de hoy. El prístino evangelio Reino de Dios pasó al olvido casi totalmente en casi todas las iglesias cristianas del mundo.

El Odio de Satán contra el Pueblo Original de Dios

Sin duda el diablo quiso deshacerse de Cristo y de sus seguidores y acallar su mensaje del reino en la tierra. El odio de un reino davídico restaurado hizo que el diablo incitara las mentes perturbadas de ciertos hombres para perseguir al pueblo Hebreo, a los que primero fueron llamados para heredar las promesas del Reino. Hitler y su programa de genocidio contra los Judíos es una prueba de ello. Seis millones de Judíos fueron aniquilados, y aún hoy el odio mundial hacia ellos no ha disminuido en absoluto. El diablo planificó barrer a todos los judíos del planeta, pero Dios de alguna manera siempre ha mantenido un remanente fiel. El diablo sabe que la restauración de los judíos ha su tierra es el comienzo de la pronta restauración del reinado de la justicia de Cristo y consecuentemente, su propia destitución del domino mundial. Muchos sin darse cuenta le siguen el juego al diablo, odiando y oponiéndose a la restauración de los Judíos en la tierra de sus padres, tierra que Dios se la asignó a los hijos de Sara, esposa de Abraham, la mujer libre. El odio de los árabes hacia el plan de Dios se refleja en las continuas agresiones terroristas contra los judíos dentro y fuera del territorio de la promesa. Los árabes no entienden que ellos, al ser hijos de Abraham con su esclava Agar, tienen otro pacto y otras bendiciones que nada tienen que ver con la herencia o posesión de la tierra prometida.

Los hombres deben entender que la palabra de Dios es ley y nadie puede contravenirla o discutirla. Si Dios ha decidido darle a los Hebreos la tierra prometida, entonces así debe ser y así debe aceptarse para que haya verdadera paz entre los hombres. El conflicto tendrá que resolverse finalmente cuando Cristo venga para castigar a los enemigos de su raza, y de su pueblo, que se oponen a él y a los planes de Su Padre.

Los Apóstoles estaban ansiosos de ver el Reino Restaurado en sus días

Los seguidores de Jesús no le dieron al Reino de Dios una nueva interpretación o un significado puramente simbólico o espiritual. Al contrario, después de que ellos estuvieron con Jesús durante los 40 días de entrenamiento privado para saber más sobre aquel reino (Hechos 1:3), enseguida los discípulos procedieron a preguntarle a Jesús lo siguiente: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6). Aquí se hace más que evidente que los creyentes primitivos, los discípulos más próximos a Jesús, estaban anhelando la restauración del reino davídico en y a Israel. Ellos no estaban pensando en un reino espiritual en una esfera supramundana, o fuera de este mundo (el tercer cielo), tal como muchos “cristianos” hoy están pensando. Ellos no se habían apartado de la esperanza de Israel, o de la consolación que tendría Israel finalmente (Lucas 2:25). Pues bien, ante esta pregunta Jesús no muestra su sorpresa, ni intenta corregir una supuesta falsa esperanza, o falsa comprensión por parte de sus discípulos, tal como algunos teólogos han insinuado. ¡Jamás! Por el contrario, Jesús sólo les dice lo siguiente: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”. En buena cuenta, Jesús no los reprocha por un supuesto mal entendido por parte de sus discípulos sobre su reino. Lo que les dice es que a ellos no les corresponde saber los tiempos o las sazones que Dios puso en su sola potestad. Jesús estaba validando la pregunta, pero no les pudo dar el tiempo exacto para tal anhelada restauración del reino ancestral porque él mismo lo ignoraba.

La Parábola de las Diez minas

En la parábola de las Diez Minas Jesús enseña que el hombre noble (él mismo) primero tiene que ir al cielo para recibir la autoridad para reinar y luego volver para gobernar las naciones con ellos. Les dice que aquellos que han sido más fieles y productivos tendrán más autoridad sobre las naciones. Dice Jesús de este modo en esta parábola: “Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. 12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. 13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. 14 Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. 15 Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. 16 Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. 17 El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. 18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. 19 Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. 20 Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; 21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. 22 Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; 23 ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses? 24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. 25 Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. 26 Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.27 Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí”. Acá, en esta parábola, podemos descubrir que los discípulos pensaron que Jesucristo inauguraría ya su reino porque lo veían entrar en Jerusalén, la sede al antiguo reino Davídico. A continuación esperaríamos encontrar a Jesús corrigiéndolos por tal creencia si en efecto ellos estaban equivocados. Pero no, ¡Jesús tampoco los corrige acá! Simplemente les dice que primero el hombre noble, el príncipe, tiene que ir al cielo para recibir la autoridad de Su Padre y luego volver para repartir la tierra entre sus seguidores leales e inaugurar su reinado milenario esperado. Pero aquellos de sus enemigos que no querían que él sea rey sobre ellos serán castigados duramente con sus vidas. Así que es muy serio rechazar el reinado de Cristo, ya que significará la muerte.

Doctrinas de demonios

El apóstol Pablo amonesta en contra de aquellos que vienen predicando evangelios diferentes que son verdaderas doctrinas de demonios, doctrinas diabólicas que intentan distraer la atención hacia el reino y gloria verdaderos de Cristo. En Gálatas 1:6-9 Pablo amonesta sin rodeos: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. 7 No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8 Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”. Es un anatema (maldito) todo aquel que predica un evangelio diferente. La cosa realmente es muy seria, por tanto debemos llamar a las cosas por su nombre. El evangelio verdadero es el Reino de Dios, o también llamado “evangelio de la gloria de Cristo”. Aquel que no se ajusta al verdadero evangelio y enseña otra cosa muy diferente, está enseñando doctrinas de demonios y es un anatema. Dice Colosenses 2:8: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo (demonios), y no según Cristo”. También en 1 Timoteo 4:1 Pablo dice: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”.

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LA VERDAD DE LA PANDEMIA