jueves, 2 de septiembre de 2010

¿QUIÉN LE DIJO A USTED QUE LA GLORIA ES EL CIELO MISMO?



Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)

Texto clave:

“Vida Eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria, y honra, e inmortalidad” (Rom. 2:7)

El Concepto errado de la Gloria

Millones de personas han escuchado en los sermones de las iglesias que Dios los ha llamado a su gloria celestial. Igualmente, en los sermones de difuntos, el Pastor o Sacerdote suele decir que el amado hermano difunto “ya está con Dios en Su gloria” como un sinónimo del cielo mismo. Sin embargo, lo que muchos cristianos ignoran es que esta gloria prometida por Dios y Su Hijo a los fieles, tiene que ver con una posesión o herencia de un reino en la tierra en ocasión de la Parusía de nuestro Señor Jesucristo, el Rey del Reino de Dios.

Este breve estudio demostrará que la gloria a la cual todos los creyentes estamos llamados tiene que ver con la toma del reino milenario de Cristo en la tierra. Este estudio cardinal despejará las dudas que se pueden aún tener de la gloria que se nos ha ofrecido, y que la tradición Católica ha tergiversado sin contemplación alguna.

En Búsqueda de la Gloria

El apóstol Pablo solía referirse a la gloria como la meta del Cristiano, el OBJETIVO para mirar con perseverancia. En su carta a los Romanos, el apóstol les dice: “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras, vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad.” (Rom. 2:6,7). De modo que todo Cristiano debe mirar y buscar la gloria futura (nótese el paralelo con la frase “buscad primeramente el Reino” de Mateo 6:33), que le será otorgada al creyente después de que su cuerpo mortal se vista de inmortalidad por la resurrección del día postrero, en la parusía de nuestro Señor Jesucristo. Estas son las palabras de Pablo: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.” (Col. 3:4). De modo que nadie aún posee la gloria que se nos ha ofrecido a través de las páginas de la Biblia. Y nuevamente el apóstol Pablo les dice a los romanos creyentes sobre esta gloria escatológica, lo siguiente: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom. 8:18). Aquí Pablo dice que debemos sufrir tribulaciones antes de recibir la gloria, lo cual concuerda con otra de sus declaraciones que dice:”Si sufrimos, también reinaremos con él” (2 Tim. 2:12). Acá el sufrimiento trae como recompensa la gloria, gloria que significa nuestro REINADO con Cristo.

Es un hecho que la gloria está íntimamente ligada al reino futuro de Cristo. No se puede estar en la gloria, sin estar en el Reino y viceversa. En 1 Tes. 2:12 Pablo hace claro que el Reino y la gloria van de la mano como gemelos envueltos por una sola placenta. El escribe a los creyentes de Tesalónica lo que sigue: “Y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, quien os llamó a su REINO y GLORIA”. Sin embargo, reitero lo mismo: tanto el Reino y la gloria son presentados por Pablo como asuntos futuros, para cuando aparezca el Rey de gloria (Col. 3:4).

La Gloria en el Antiguo Testamento

El rey David, el cantor de Salmos hermosos de alabanza, dice en el capítulo 145:11-13 de este modo: “La gloria de tu reino digan, Y hablen de tu poder, Para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos, Y la gloria de la magnificencia de su reino. Tu reino es reino de todos los siglos, Y tu señorío en todas las generaciones”. David predice que los hombres reconocerán al reino de Dios como algo glorioso y magnificente. Además, el Reino del rey David, y sus descendientes, era el mismísimo reino de Yahweh. En 1 Crón. 28:5 se lee: “Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del Reino de Jehová sobre Israel”. Salomón, el sucesor de David, se sentó en el mismo trono del reino de Jehová en Israel. ¡Y este reino que heredó Salomón era un reino glorioso a la vista de todos! El dominio o gobierno de Dios sobre su pueblo a través de Sus reyes ungidos era el glorioso reino de Dios en la tierra. Ese reino fue establecido para durar muchísimas generaciones (Sal. 145:13) y ejercer autoridad divina sobre las naciones de la tierra en el largo plazo (Sal. 72:8). Dios había jurado a David que no faltaría varón que se sentase en su trono (2 Sam 7:16, 1 Rey. 9:5), y también prometió que algún día un último rey restauraría el trono de David (Eze. 21:25-27). La gloria del Reino sería algún día reestablecido en la tierra con un rey Judío de la línea de David. Y Daniel habló de ese reino-gloria como una herencia que sería poseída por los santos de Dios en el futuro. Son de destacar los versos 18 y 27 que dicen: “Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre. y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán”. ¡Esta es la gloria que recibirán los santos del Altísimo!

En Ezequiel 39:21 se lee lo siguiente: “Y pondré mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán mi juicio que habré hecho, y mi mano que sobre ellos puse”. Aquí Dios habla de poner su gloria entre las naciones, aquella gloria que tiene que ver con Su tabernáculo, el lugar de su santa morada (Apo. 21:1-3). Dios mismo pondrá su santuario entre los hombres. Su presencia y su dominio como Rey de reyes en el mundo serán absolutos. El reinará en su reino como el Rey soberano, y todas las naciones le servirán. En ese entonces el mundo gozará de la paz y la justicia nunca antes vista por humano alguno, cuando el diablo y sus secuaces sean exterminados de la tierra para siempre.

Una Gloria ya Presente por la Fe, pero Aún no Consumada

Es cierto que hoy podemos adueñarnos de la gloria, la salvación, la vida eterna, y del Reino por la fe. Cada creyente está ya en el libro de la vida a la vista de Dios, y en cierto modo ya posee esa gloria e inmortalidad escatológicas en el presente por la fe (“…que por la fe y la paciencia heredan las promesas”, Heb. 6:12). Pero recordemos que debemos perseverar en esa fe para conseguir la total realización de nuestra salvación integral (Ver Heb. 9:28; 1 Ped. 1:5). Jesús ya nos “dio” la gloria por la fe (Jn. 17:22), así como Cristo la tuvo mientras estuvo en la tierra, aunque la recibió después de su victoria sobre la muerte, en su resurrección (Heb. 2:9). Del mismo modo, Cristo nos llevará a la gloria cuando seamos resucitados, habiendo sido igualmente perfeccionados por las tribulaciones presentes (Heb. 2:10).

El Evangelio de la Gloria de Cristo (2 Cor. 4:4)

Dice Pablo en 2 Corintios 4:4: “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” Acá Pablo revela que la gloria de Cristo —que es la misma gloria que se nos ha dado—es el evangelio (el evangelio que Pablo mismo llamó después “el Reino de Dios” –Hech. 28:23,30, 31) De modo que TODO lo relacionado con la gloria de Cristo es el Evangelio verdadero, pues esta gloria es un sinónimo del Evangelio del Reino de Cristo (Mat. 24:14). Ya hemos visto que Reino y gloria vienen juntos. De modo que toda vez que se nos promete la gloria, se nos está prometiendo el Reino. En resumen, hablar del evangelio de la gloria de Cristo es hablar del evangelio del reino de Cristo. La gloria es el Reino, y el Reino es la gloria que obtendremos completamente en la Parusía. A esa gloria monárquica estamos siendo conducidos todos los creyentes por la fe (Heb.2:10).

Pedro Participaba de la Gloria Venidera (1 Pedro 5:1)

Dice el apóstol Pedro así: “…que soy también participante (o copartícipe) de la gloria que será revelada.” Con estas palabras el apóstol Pedro reconocía que ya coparticipa con los otros creyentes, de la gloria que aún no había sido manifestada. Esa participación de la gloria era, para Pedro, la participación de la “naturaleza divina” (ver 2 Ped. 1:4), con la cual se podía obtener “una amplia y generosa entrada en el Reino eterno de Jesucristo” (Ver 2 Ped. 1:11). Esto concuerda con lo dicho por Pablo cuando afirmó a los creyentes de Corinto que: “La carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Cor. 15:50). ¡Se requiere radicalmente obtener la naturaleza divina! Además, para Pablo, esta participación de la gloria del Reino era equivalente a la “participación de la GRACIA” (Fil. 1:7), el verdadero evangelio de la Gracia de Dios, que es el Evangelio de la gloria de Cristo, o el evangelio del Reino de Dios en la tierra (Busque en Google mis artículos: “¿Es el Evangelio de la Gracia el Nuevo Evangelio de Pablo? Y “La Parte no es el Todo: ¡Un Estudio del Evangelio Completo!)”

San Juan También Era Copartícipe del Reino

San Juan, al igual que Pedro y Pablo, era copartícipe de la gloria a la cual él llamó “el Reino”. En Apocalipsis 1:9 él dice: “Yo Juan, vuestro hermano, y COPARTICIPE (con los creyentes, incluyendo a los demás Apóstoles) vuestro en la tribulación, EN EL REINO y en la paciencia de Jesucristo…”. ¿Se da cuenta, estimado lector, que la coparticipación en el Reino para Juan era la coparticipación de la gloria para Pedro, y a su vez era la coparticipación de la Gracia para Pablo? Es decir, ¿Comprende ahora que los 3 términos (gloria, reino, y gracia) son intercambiables? Es evidente que Juan coparticipaba del reino, o lo que es lo mismo decir, de la gloria que aún no se había manifestado. Y si la gloria no se había manifestado, entonces tampoco el Reino de Cristo. El Reino de Cristo era todavía para Juan, un asunto del futuro, pues finaliza su libro pidiendo por la venida del Rey del reino (Apo. 22:20).

Lo que Revela la Petición de Santiago y Juan

Es interesante comparar Mat. 20:20-21 con Mar. 10:35-37, donde descubriremos claramente lo que era para los discípulos la gloria. Estos versículos de Mateo y Marcos han sido pasados por alto por muchos estudiantes de la Biblia, y sin embargo, son claves para entender lo que es la gloria prometida por Cristo. Desgraciadamente muchos creen que la gloria es estar en el cielo como angelitos blancos y alados tocando un arpa o una lira dorada por toda una eternidad.

Comparemos en seguida ambos pasajes:

Mat. 20:20,21: “Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. Ella le dijo: Ordena que en tu REINO se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.

Mar. 10: 35-37: “Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro querríamos que nos hagas lo que te pidiéramos. El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu GLORIA nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.

Si comparamos ambas citas que se refieren al mismo asunto, pero bajo distintas perspectivas, veremos que Mateo dice que los hijos de Zebedeo (Jacobo y Juan) le solicitaron a Jesús una posición de privilegio en su REINO. En cambio, Marcos escribe que lo que Jacobo y Juan le pidieron a Jesús fue por un lugar de privilegio en Su GLORIA. ¿Por qué esta diferencia entre ambos evangelistas? Pues la única explicación posible es que no había ninguna diferencia, dado que era obvio para los primeros cristianos que la Gloria era un sinónimo del Reino y viceversa. Con esto queda una vez más demostrado que el evangelio de la gloria de Cristo (2 Cor. 4:4) es lo mismo que “el evangelio del Reino de Cristo” (Mat. 24:14). Los predicadores de hoy debieran comprender este asunto, y no especular con interpretaciones que se alejan de la verdad prístina de las Escrituras. Definitivamente el evangelio de la gracia, el evangelio del Reino, el evangelio de la gloria, el evangelio de la paz, el evangelio de salvación, el evangelio de Cristo, el evangelio de aquella promesa, etc, son todos y cada uno de ellos el mismo y único evangelio bíblico (Gál. 1:6-9).

La Gloria que vieron los Tres Testigos: Pedro, Santiago y Juan

Es sumamente interesante lo que escribió el apóstol Pedro en su segunda epístola que lleva su nombre, capítulo uno, y versículos 16-18: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos (a) su majestad. Pues cuando él RECIBIÓ de Dios Padre honra y GLORIA (esto nos recuerda lo que dijo Jesús en la Parábola de la Diez Minas sobre “el hombre noble que se fue a un país lejano [el cielo] para ”RECIBIR un REINO” y volver”, según lo leemos Luc. 19:12) cuando nosotros estábamos en el monte santo [de la transfiguración]”. De modo que Jesús fue al cielo para recibir la gloria y honra (2 Ped. 1:17), o lo que es lo mismo decir, para recibir un reino (Luc. 19:12).

Ahora presten atención a esto: En Lucas 9:32 se nos dice que los 3 discípulos elegidos “vieron LA GLORIA de Jesús”, aunque en unos pocos versículos antes, en Lucas 9:27, Jesús prometió que aquellos elegidos verían SU REINO. También en Marcos 9:1 Jesús anuncia que sería su REINO el que vendría y que sería visto sólo por algunos de los suyos en su TRANSFIGURACION que se produciría 6 días después. Realmente ellos vieron la majestad o GLORIA del Rey Mesiánico o Su REINO, anticipadamente, como una especie de bocado para que fueran testigos de su Señor glorificado (Heb.6:5).

Coronados para recibir la Gloria

El apóstol Pedro dice que existe una corona de gloria en 1 Ped. 5:4 “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona de gloria”. Esto significa que seremos coronados como reyes del Reino como lo fue Jesucristo en su resurrección (Heb. 2:9, Apo. 5:10, Apo. 3:21), y esto significará nuestra glorificación. Nuevamente nuestra glorificación tiene que ver con nuestra coronación como autoridades reales o reyes del Reino de Cristo. Sólo los coronados son los nombrados para ser los ejecutivos del Reino mesiánico, y esto lo vislumbró claramente el profeta Daniel para los vencedores (Dan. 7:18,27). Esta era la gloria que tenía Dios—y Su Hijo, el Cristo—para ofrecer a todos los otros cristos o ungidos.

Los Tronos de la Gloria

En Mateo 19:28 leemos: “Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”. Nótese claramente que la gloria de Cristo tiene TRONOS, y ¿dónde más puede haber tronos sino en un reino? En este caso descubrimos que en la gloria de Cristo (su reino) existen tronos para El y para los suyos. Esos tronos son los tronos del Reino Mesiánico. De manera que LA GLORIA nuevamente se relaciona con EL REINO del Mesías en la tierra. Por otro lado, fíjense en el Salmo 122:3-5, en donde se nos dan más detalles sobre los tronos y su localización geográfica: “Jerusalén, que se ha edificado Como una ciudad que está bien unida entre sí. Y allá subieron las tribus, las tribus de JAH, Conforme al testimonio dado a Israel, Para alabar el nombre de Jehová. Porque allá están las sillas del juicio, Los tronos de la casa de David”.

Así que está muy claro que la gloria no tiene que ver con una estadía de los justos en el cielo como angelitos alados, sino con la morada de los santos en sus puestos de autoridad en el Reino milenario de Cristo en la tierra prometida. Esa tierra prometida no es el cielo, sino Jerusalén, la sede del gobierno de Cristo y de sus seguidores sobre las doce tribus de Israel. En aquel entonces el Reino de Cristo será glorioso. Dice el Sal. 72:7-20: “Florecerá en sus días justicia, Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a mar, Y desde el río hasta los confines de la tierra. Ante él se postrarán los moradores del desierto, Y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán delante de él; Todas las naciones le servirán. Porque él librará al menesteroso que clamare, Y al afligido que no tuviere quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, Y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas, Y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos. Vivirá, y se le dará del oro de Sabá, Y se orará por él continuamente; Todo el día se le bendecirá. Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; Su fruto hará ruido como el Líbano, Y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra. Será su nombre para siempre, Se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; Lo llamarán bienaventurado. Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, El único que hace maravillas. Bendito su nombre glorioso para siempre, Y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén. Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí.”

Pero es igualmente necesario recalcar que nuestro Señor Jesucristo aún no se ha sentado en su trono de gloria, o en el trono de su reino, a pesar de que algunos teólogos han propagado lo contrario. Vean ustedes lo que dice Jesús mismo acerca del tiempo de su entronización en su reino o gloria: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos con él, entonces se sentará en su TRONO de gloria.” (Mateo 25:31). Así que Jesucristo ya recibió el reino cuando retorno al Padre (Luc. 19:12; Dan. 7:13,14), pero aún no se ha sentado en SU trono, sino en el trono de Su Padre. El dice: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apo. 3:21).

La Gloria y el Poder

En Apocalipsis 5:13 leemos: “Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, LA GLORIA y EL PODER, por los siglos de los siglos”. Y en Apoc. 19:1 leemos: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro”. De modo que también la gloria tiene que ver con el poder que tendrán Cristo y sus cristos en su Reino sobre el mundo entero.

El Poder, La Autoridad y el Reino

En Apocalipsis 12:10, hablando del reino futuro de nuestro Señor Jesucristo y sus santos, dice: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”. Así que nuevamente, el poder, la gloria, y la autoridad están íntimamente vinculados con el Reino de Cristo. Los santos tendrán el poder en la gloria, o lo que es lo mismo decir: Autoridad en el reino de Cristo. En la parábola de las Diez Minas de Lucas 19, Jesús explica que los fieles recibirán autoridad sobre ciudades enteras, y autoridad significa el poder ejercido sobre grupos humanos (v.17). También Apo. 2:26 “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”.

Satanás ha obscurecido el Evangelio de Cristo

Hemos visto que Satanás ha cegado los ojos de los incrédulos para que no perciban o entiendan el mensaje del Evangelio del Reino, que es el evangelio de la gracia, o el evangelio de la gloria venidera de Cristo. El no desea que los potenciales creyentes acepten este mensaje del cielo porque significa su propia ruina, y la de su reino en este mundo (Ver. Mar. 4:15) El ha trocado el evangelio de la gloria de Cristo por un evangelio espiritual en el “corazón del creyente”, o en la iglesia. El obstruye la razón de los seres humanos haciéndoles creer que el Reino de Dios no tiene nada que ver con un reinado personal del Mesías en la nueva tierra. El ha logrado convencer a millones de incautos de que el pacto davídico y el pacto Abrahámico, los cuales aseguran para Cristo y su iglesia un enclave y un reino en este planeta, fueron condicionados a la obediencia de sus potenciales beneficiarios. Tales predicadores sostienen que esos pactos caducaron radicalmente por la infidelidad del pueblo prístino de Dios, y que éstos ahora han pasado a ser herencia de un nuevo pueblo (la iglesia) pero con un significado puramente “espiritual”. Agustín de Hipona fue uno de los mayores responsables por esta crasa mutación del pacto original. Para Agustín, el Reino Mesiánico se convirtió en un reino eclesiástico, y el trono de David se transfirió, de la Jerusalén terrenal, a la Jerusalén celestial. Este grave error fue propagado sutilmente por el romanismo por siglos, opacando y haciendo casi desaparecer el verdadero Reino terrenal, como está desplegado en las Escrituras de tapa a tapa.

Resumen

1. Buscar la gloria (Rom. 2:6,7) es buscar el Reino (Mat. 6:33).

2. Las aflicciones preceden a la gloria (Rom. 8:18) y preceden también al Reino (2 Tim. 2:12). Por tanto la gloria y le reino son equivalentes.

3. El Evangelio de la gloria de Cristo (2 Cor. 4:4) es el Evangelio del Reino de Cristo (Mat. 24:14), y es el evangelio de la gracia (Hechos 20:24).

4. Ser co-participante de la gloria (2 Ped. 1:4) es ser co-participante del Reino (Apo. 1:9).

5. Recibir la gloria (2 Ped. 1:16-18) es recibir el Reino (Luc. 19:12).

6. Ver la gloria (Luc. 9:32) es ver el Reino (Luc. 9:27).

7. Cristo está sentado ahora en el trono de Su Padre, no en el suyo (Apo. 3:21).

8. La Gloria está asociado con el Poder, y el poder con el reino, y el reino con la Autoridad (Apo. 5:13; 19:1; 12:10).

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