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sábado, 11 de abril de 2009

¿QUÉ PODEMOS DECIR DEL CLERO Y LOS LAICOS A LA LUZ DE LAS ESCRITURAS?




¡SORPRÉNDASE AL DESCUBRIR LA VERDAD QUE EL CATOLICISMO CALLA!


La definición de Clero

La palabra castellana "clero" está relacionada con la palabra griega "cleros". Este significa "un lote o herencia". Por ejemplo, en 1 Pedro 5:3 a los ancianos se los exhorta a no dominar despóticamente "los lotes" (griego: ton cleron), que se refiere a al entero rebaño del pueblo de Dios. En ninguna parte en el Nuevo Testamento hay ninguna forma de "cleros" usado para designar una clase separada de líderes "ordenados". En cambio, éste se refiere "a la herencia" (griego: clerou) guardada para todos los santos (Col 1:12; Hechos 26:18). Los santos como un todo colectivo son concebidos en el Nuevo Testamento como "la herencia" de Dios. Hemos pervertido completamente y hemos girado al revés la enseñanza del Nuevo Testamento por medio de usar el término "clero: para referirse a un grupo de la elite especial de líderes de la iglesia.

Definición de Laicado

Esta palabra castellana está relacionada con la palabra griega "laos", que significa "gente", “pueblo”. La palabra griega "laikos", que significa "laicado", no es encontrada en el Nuevo Testamento. Todos en el cuerpo de Cristo, ya sean "hermanos, obispos, o diáconos" (Fil. 1:1), son "pueblo" ("laos") de Dios. "La gente o pueblo de Dios" es un título de honor otorgado sobre todos los que creen en el Señor Jesucristo (2 Cor. 6:16; 1 Pedro. 2:9-10).

No fue sino en el tercer siglo que "clero" fue empleado para designar un número limitado de personas que funcionaban en las asambleas cristianas. Uno de los peores resultados de la doctrina sobre el “clero" era que ésta comunicaba la noción de que sin el "clero" simplemente no había ninguna iglesia. El bautismo, la Cena del Señor, y muchas otras prácticas de la iglesia, no podían pasar a menos que un “clérigo" estuviera presente. Esta idea persiste hasta nuestro día hasta en el lugar de trabajo, como James D. G. Dunn, observa, cuando "Algunas declaraciones tempranas en cuanto a capellanías industriales... pareció implicar que la iglesia no estaba presente en la industria a menos que un clérigo ordenado estuviera envuelto en el suelo de fábrica".

Como el Nuevo Testamento no sabe nada sobre un “clero" separado de la mayoría de los fieles, la asimilación desafortunada de la iglesia de una casta separada de "ordenados" célibes ilustra claramente que todavía no tomamos el Nuevo Testamento muy seriamente. La práctica del “clero" es una herejía que debe ser denunciada y renunciada. Esta golpea en el corazón del sacerdocio de todos los creyentes que Jesús compró con su sangre derramada en la cruz. Esto contradice la forma que debía tomar su iglesia cuando Él dijo, "Ustedes son todos hermanos". Ya que la clase clerical es una tradición de hombres, esta anula la Palabra de Dios de manera espantosa (Marcos 7:13). Dunn ve la aparición del “clero" como un hecho histórico muy negativo y trágico. Y es que dentro de la iglesia Católica los llamados “feligreses laicos” tiene por supuesto que la clase clerical tiene más exigencias morales que cumplir en comparación con las que ellos tienen. Se espera que un sacerdote sea el modelo y el adalid de las virtudes cristianas, y no tanto así de cualquier feligrés laico. Además, los católicos suponen que los santos deben salir generalmente de los filones del clero o de los “religiosos” que han optado por el celibato y una vida devota en claustros. Se supone que los que deben interpretar las Escrituras son los ministros ordenados de los seminarios (“el clero”), y no los laicos, quienes son generalmente laxos en este asunto. Toda esta tergiversación del verdadero cristianismo se produjo con esta división del pueblo de Dios en dos categorías.

El Nuevo Testamento enseña ciertamente el liderazgo en el pueblo de Dios, pero no en un camino que conduce al establecimiento de un “clero/laicado”. Las raíces de las palabras de las cuales obtenemos los vocablos ”clero” “y laicado” son halladas en el Nuevo Testamento, pero sus verdaderos usos y sus significados precisos están trastocados actualmente y son totalmente diferentes del concepto original que nace del Nuevo Testamento.
www.yeshuahamashiaj.org
www.apologista.wordpress.com

jueves, 19 de febrero de 2009

UN PELIGRO LATENTE DENTRO DE LAS IGLESIAS



Por Ing. Mario A Olcese (Apologista)


La distinción entre clero y laicos ha sido muy perjudicial para el avance del evangelio en el mundo, y para la formación de iglesias sólidas y brillantes. Dividir el rebaño entre los llamados ministros ordenados (el Clero) y los no ordenados (los Laicos) hace de la gran masa de creyentes unos agentes pasivos y hasta ajenos a la evangelización. Y es que la mayoría de los laicos católicos y protestantes supone que la responsabilidad de evangelizar, enseñar, bautizar, y aún de vivir en santidad recae primordialmente en el Clero. El clero, con sus vestimentas distintivas y su pretendida autoridad conferida supuestamente por el Señor, domina sobre los parroquianos (laicos) y se encarga de pensar por ellos. De allí que la mayoría de Católicos “practicantes” son unos completos neófitos en las Escrituras, y muy pocos de ellos están en condiciones de darnos razón de su fe con un sólido fundamento bíblico. Y es que estos creyentes “laicos” suponen que la tarea de estudiar y enseñar las Escrituras recae sobre la clase sacerdotal, los llamados “religiosos” (el clero), y no sobre ellos. Realmente esto es inconcebible en personas que dicen creer en Cristo y en Su Palabra.

Desgraciadamente, los protestantes mismos, incluyendo muchos grupos evangélicos, tienen también sus “ministros ordenados” (los líderes obispos) y una masa grande de seguidores que son los laicos. El llamado pastor, los diáconos, los maestros, casi todos ellos salidos de un seminario teológico, son los que lideran la iglesia, y son prácticamente los amos y dueños de sus congregaciones. Nada se hace sin la autorización de los pastores, y nada se puede enseñar que difiera de la enseñanza de los líderes. Además, en esas iglesias sólo predican y bautizan los ministros ordenados (especialmente el Obispo o Pastor), en tanto que los feligreses no ordenados (Laicos) sólo se limitan a escuchar, a cantar, a orar, y por sobre todas las cosas, a dar sus ofrendas y diezmos a los obispos ( el clero) para ellos se encarguen del“avance de las misiones”. Estos laicos salen de sus congregaciones y no vuelven a pisar su templo o capilla hasta la semana siguiente para seguir el ritual acostumbrado, y así hasta que envejecen y mueren.


Tenemos que romper con esa maligna división “clerical/laical” que el catoli cismo y el protestantismo han causado en sus rebaños. De no hacerlo, la gran masa de feligreses de las iglesias seguirán siendo agentes pasivos de la evangelización, y dormirán en sus laureles pensando que con su dinero están pagando a las personas “idóneas” para que hagan la tarea que ellos mismos debieran estar haciendo.

Creemos que este error es muy conveniente para muchos creyentes que no quieren comprometerse mucho con sus responsabilidades cristianas, pero definitivamente esto no es lo que al Señor desea de su iglesia. En el primer siglo de la Era Cristiana la iglesia líder de Roma tuvo que salir de su letargo espiritual con la persecución de Saulo de Tarso. Fue entonces que la iglesia toda reaccionó y salió predicando el evangelio del reino y bautizando a los nuevos conversos en otras ciudades y pueblos (Hechos 8:1,3-12). ¿Esperaremos una nueva tribulación o persecución para cumplir con nuestras responsabilidades?




www.elevangeliodelreino.org

LA VERDAD DE LA PANDEMIA