sábado, 18 de abril de 2009

EL RESPLANDOR DE LOS JUSTOS



“Y los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan á justicia la multitud, como las estrellas á perpetua eternidad”
(Daniel 12:3)

El Resplandor del Hijo de Dios

La Biblia nos dice que Jesús tenía su resplandor: “El cual (Jesús), siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas conla palabra de su poder” (Heb. 1:3). Así que Jesús es el resplandor de la gloria del Padre, y con ese resplandor regresará a la tierra para destruir a sus enemigos. Dice Pablo: “Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida (2 Tim. 2:8). Este resplandor de Jesús que excede a la del sol, fue visto por Pablo en el camino a Damasco. Dice Hechos 9:3,4, así: “Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; 4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Y en el relato de su conversión, Pablo le dijo al rey Agripa exactamente lo mismo: “cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 15 Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues“ (Hechos 26: 14,15).

La Transfiguración de Jesús y su resplandor

En Mateo 16:28, Jesús había anunciado la venida de su reino, y que algunos de sus discípulos no morirían hasta que lo hayan visto venir. Estas son sus palabras: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no


1
gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su
reino”. En los siguientes versículos (Mateo 17:1,2) leemos: “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; 2 y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz”. Jesús efectivamente cumplió su predicción 6 días después cuando separó a Pedro, Santiago y Juan para que subieran al monte y vieran su “venida” en su reino, en todo su resplandor. Esta maravillosa transfiguración de Jesús que lo hizo resplandeciente fue una visión temporal de su gloria es su futuro reino.

El futuro resplandor de los salvos

Jesús confirma lo que dijo Daniel, (“Y los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan á justicia la multitud, como las estrellas á perpetua eternidad”, Daniel 12:3), cuando escribió: “Entonces “Los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre: el que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 13:43). Entonces el reino de Dios hará posible que los salvos resplandezcan como el sol, que brillen y sean gloriosos a la vista de todos. El reino de Dios es la clave para tener una presencia resplandeciente como la que tiene Jesús actualmente. Pero para entrar al reino uno debe primero ser transformado o “transfigurado”. Un buen número lo alcanzarán en la resurrección, y otros, cuando vuelva Jesús en persona y los cambie en vida.

Jerusalén: la Resplandeciente

Tanto Jesús y su iglesia resplandecerán y harán de Jerusalén (la sede el trono de
Cristo y de su iglesia, Mateo 5: 33-35). una ciudad igualmente resplandeciente:
“Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella; 11 para que maméis y os saciéis
de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis, y os deleitéis con el
resplandor de su gloria” (Isa. 66:10,11). ¡Sí, algún día Jerusalén resplandecerá con la presencia de los justos!

Los impíos, en cambio, perecen en tinieblas:

“El guarda los pies de sus santos, Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su fuerza” (1 Sam. 2:9)

“Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mat. 25:30).

“¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en
el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. 12 Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; 13 fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas“(Judas 1:11-13).


Hermano, ¿te estás “transfigurando” todos los días para mostrar tu luz resplandeciente a los hombres que andan en tinieblas espirituales a través de tu
fe y conducta? Dice Jesús: “Porque en otro tiempo erais tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor: andad como hijos de luz” (Efesios 5:8).

Sí, aunque tu resplandor será total como el sol en el reino de Dios, ahora puedes brillar con esa luz maravillosa para alumbrar a todos los hombres que andan en tinieblas. Si tú andas en tinieblas, entonces no tienes luz que proyectar, y simplemente te has convertido en un siervo inútil e incompetente. Debes vivir para iluminar a otros y no ser como los demás que andan en oscuridad o penumbras de muerte.

http://www.apologista.wordepress.com/


http://www.apologista.blogdiario.com/


http://www.yeshuahamashiaj.org/




-----------------------

EL REINO DE DIOS ESTÁ EN TODA LA BIBLIA



Y el séptimo ángel tocó la trompeta, y resonaron grandes voces en el cielo que decían: Los reinos del mundo han venido a ser los reinos de nuestro Señor y de su Cristo: y reinará por siempre jamás. (Apocalipsis 11:15)

Y en los días de estos reyes, levantará el Dios del cielo un reino que nunca jamás se corromperá: y no será dejado a otro pueblo este reino; el cual desmenuzará y consumirá todos estos reinos, y él permanecerá para siempre (Daniel 2:44)

Y le fue dado señorío, y gloria, y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su señorío, señorío eterno, que no será transitorio, y su reino que no se corromperá. (Daniel 7:14)

Entonces Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será único, y Único será su nombre. (Zacarías 14:9)

Y juzgará entre las gentes, y reprenderá a muchos pueblos; y tornarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces: no alzarán la espada gente contra gente, ni se entrenarán más para la guerra. (Isaías 2:4)

No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra estará llena del conocimiento de Jehová, como cubren las aguas el mar. (Isaías 11:9)

Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová: porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová: porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. (Jeremías 31:34)

Y cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien amedrente: porque la boca de Jehová de los ejércitos así lo ha dicho. (Miqueas 4:4)
Versículos acerca de la fiel herencia del Reino:

No temáis, pequeño rebaño; porque al Padre se ha complacido en daros el reino. (Jesús, en San Lucas 12:32)

Yo, pues, dispongo para vosotros un reino, como mi Padre lo dispuso para mí; 30 para que comáis y bebáis en mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. (Jesús a sus discípulos, en San Lucas 22:29, 30)
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: “¡Venid, benditos de mi Padre! Heredad el reino que ha sido preparado para vosotros desde la fundación del mundo. (Jesús, describiendo cómo recompensará a los fieles a su regreso. Note que esto es parte del plan, el plan de Dios, ¡existente desde el comienzo!) (Mateo 25:34)

Y que el reino, y el señorío, y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo sea dado al pueblo de los santos del Altísimo; cuyo reino es reino eterno, y todos los señoríos le servirán y obedecerán. (Daniel 7:27)

Y al que hubiere vencido, y hubiere guardado mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las gentes; 27. y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantados como vaso de alfarero, como también yo la he recibido de mi Padre. (Apocalipsis 2:26,27)

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dado juicio; y vi las almas de los degollados por el testimonio de Jesús, y por la palabra de Dios, y que no habían adorado la bestia, ni a su imagen, y que no recibieron la señal en sus frentes, ni en sus manos, y vivieron y reinaron con Cristo mil años. (Apocalipsis 20:4)

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Jesús, en Mateo 6:33)

Hay más de 110 referencias al reino en los cuatro relatos de la vida de Jesús, los libros de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan. Hay muchas más referencias en otros libros de la Biblia. EL reino de Dios, que con frecuencia se le llama “el reino de los cielos” en el libro de San Mateo, fue un tema central de las enseñanzas de Jesús. Jesús usó muchas parábolas para enseñar acerca del reino, muchas de ellas ilustrando lo que se debía hacer para heredarlo.

Jesús no hizo promesas acerca de vivir en el cielo para siempre; más bien prometió vida eterna y una herencia en el reino de Dios. El primer pedido en el “Padrenuestro” es para que venga el Reino de Dios:

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10. Venga a nosotros tu reino. Sea hecha tu voluntad, en el cielo, como así también en la tierra. (Mateo 6:9,10)

Desafortunadamente algunos se han confundido por la afirmación de Jesús: “…el Reino de Dios está en medio de vosotros” (Lucas 17:21). Claramente los versículos anteriores muestran que el Reino de Dios llegará a la Tierra con un poder dramático, visible, y físico…y cuando Cristo regrese y gobierne el mundo, Su Reino realmente estará establecido en la Tierra.

La voluntad de Dios es que los fieles hereden el reino de Dios, ha sido el plan de Dios desde “la creación del mundo”. Hemos visto que los fieles resucitados “serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:6). Pero, ¿qué sucede después de los primeros mil años del Reino de Dios en la Tierra? ¿Cómo es entonces Reino un “reino eterno”? La palabra “eterno” tiene que ver con la vida en la era venidera. El reino eterno es entonces el reino “de la era venidera”, la era de la justicia y de la paz. Asimismo, la “vida eterna” es la vida en la era venidera.

LOS MALOS PAPAS DEL VATICANO




Los Malos Papas
E. R. Chamberlin
Título original «The Bad Popes» - Primera Edición Diciembre 1972

(E.R.Chamberlin, The Bad Popes, parte II, página 77)
Los Malos Papas
E.R. Chamberlin
PRIMERA PARTE
La Ciudad Dorada
- Roma, 900 años después de Jesucristo . . 11
- El Señor de Roma . . . . . . .19
- La Donación de Constantino . . 23

bajar archivo
SEGUNDA PARTE
La Casa de Teofilato
Marozia, Senadora de Roma (926-932)
- Auge de los Teofilato . . . . . . . . . . . . 35
- La «papisa Juana» . . . . . . . . . . . . . . 42
Octaviano, Papa Juan XII (955-963)
- El papa-rey . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
- La llegada del emperador . . . . . . . . .56
Teofilato, Papa Benedicto IX (1032-1046)
- El gobierno del mago . . . . . . . . . . . . . .72
- La venta del Papado . . . . . . . . . . . . . . 77

bajar archivo
TERCERA PARTE
El Señor de Europa
Benedicto Gaetani, Papa Bonifacio VIII
(1294-1303)
- La gran negativa . . . . . . . . . . . . . . . 89
- Consolidación . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
- El pecador generoso . . . . . . . . . . . . 117
- Desafío y respuestA
(bula Unam Sanctam) . . . . . . . . 127

bajar archivo
CUARTA PARTE
El Papa Errante
Bartolomeo Prignano, Papa Urbano VI
(1378-1389)
- Aviñón, septiembre de 1376 . . . . . . .
137
- Cisma: Roma, 1378 . . . . . . . . . . . .146
- La larga marcha . . . . . . . . . . . . . . . 157

bajar archivo
QUINTA PARTE
El Toro Español
Rodrigo Borgia, Papa Alejandro VI
(1492-1503)
- El cardenal Rodrigo Borgia . . . . . . .173
- La familia Borgia . . . . . . . . . . . . . . 184
- Invasión: 1494 . . . . . . . . . . . . . . . . .192
- Asesinato del duque de Gandía . . 199
- César Borgia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 204

bajar archivo
SEXTA PARTE
La Edad de Oro
Giovani de Médicis, Papa León X
(1513-1521)
- El alto Renacimiento . . . . . . . . . .221
- Triunfo de los Médicis . . . . . . . . .238
- La conspiración de los cardenales . 244
- Lutero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 250

bajar archivo
SEPTIMA PARTE
El Último Día de Roma
Giulio de Médicis, Papa Clemente VII
(1523-1534)
- Giulio de Médicis . . . . . . .
263
- La tormenta . . . . . . . . . . 273
- El saco de Roma . . . . . . . 283

bajar archivo
APENDICE
- Las fuentes . . . . . . . . . . . 299
- Bibliografía . . . . . . . . . . . 303

bajar archivo


LA OBRA
Sobre el telón de fondo de seis siglos tumultuosos (X-XVI), el autor estudia la vida pública y privada de siete papas. Nos muestra a Juan XII, príncipe romano disoluto; Benedicto IX, que fue causa de una grande ignominia para la Iglesia; Bonifacio VIII, que llevó hasta el más alto grado las ambiciones temporales de los papas y en ello encontró su ruina; Urbano VI, el indómito napolitano, cuyas histrionescas brutalidades ensancharon la escandalosa fisura producida por el Gran Cisma; Alejandro VI, el valenciano que introdujo en el Papado las intrigas propias de la familia Borgia; León X, refinado, cortés, que acogió con altiva indiferencia las preces de un monje agustino de Alemania llamado Lutero; por fin, Clemente VIl, un Médicis, zorro inhábil, que cayó engañado por el emperador Carlos V y arrastró a Roma en su caída. A grandes rasgos, E. R. Chamberlin nos cuenta la historia, de colores subidos, de estos siete pontífices que gobernaron la Iglesia de Roma en períodos especialmente críticos. Esos papas mandaron ejércitos, hicieron el amor y la guerra, conspiraron para escalar el poder y utilizaron las técnicas de la corrupción y el asesinato siempre apañados en la autoridad de la Iglesia. Lúcidamente apoyada en fuentes tanto católicas como protestantes, LOS MALOS PAPAS es una obra esencial y objetiva, en la que son descritos sin velos los abusos y depravaciones papales que llevaron finalmente a la Reforma.
EL AUTOR
E. R. Chamberlin nació en 1926, y hoy figura entre los más prestigiosos historiadores británicos de las nuevas generaciones. Ha publicado The Count of Virtue, biografía de Giangaleazzo, duque de Milán (1965); Everyday Life in Renaissance Times (1966); Life in Medieval France (1967). Ha colaborado con artículos de su especialidad en “The Times”, “The Guardian”, “The Daily Telegraph”, “The Observer”. The Bad Popes, apareció en 1969. Traducido a varios idiomas, en todas partes está alcanzando una excelente acogida.

ÍNDICE
Daniel Sapia - “Conoceréis la Verdad”
Apologética Cristiana - ® desde Junio 2000
www.conocereislaverdad.org

LA ÚLTIMA PREGUNTA DE LOS APÓSTOLES



Por Ing° Mario A Olcese (Apologista)

Es interesante lo que los discípulos le preguntaron a su Maestro poco antes de su ascenso al Padre, pues---¡fue la última pregunta que le hicieron! Y es que la mayoría de estudiantes bíblicos no comprenden que esta última pregunta encierra toda la esperanza apostólica y cristiana. Por tanto, es muy importante destacarla y entenderla para ser auténticos discípulos de Cristo.

La última pregunta de los discípulos se halla en el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 1 y verso 6, y que dice: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿RESTAURARÁS EL REINO A ISRAEL EN ESTE TIEMPO?”. Nótese que los discípulos que se habían reunido le preguntaron LO MISMO, al UNÍSONO: “Señor, ¿RESTAURARÁS EL REINO A ISRAEL EN ESTE TIEMPO?”. Y, ¿por qué le preguntaron eso exactamente? La razón se encuentra en el verso 3, donde dice: “a quienes también, después de haber padecido, se presentó (Jesús) vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles ( a sus discípulos) durante cuarenta días y HABLÁNDOLES ACERCA EL REINO DE DIOS” (el evangelio).

Jesús había resucitado, y por cuarenta días (mes y medio aproximadamente) se les había estado apareciendo a sus seguidores, para hablarles más sobre el REINO DE DIOS. Sí, durante ese periodo de tiempo, Jesús aleccionaba a sus discípulos sobre el tema del Reino de Dios, y de este punto no se movió para nada durante ese mes y medio. De modo que este asunto del Reino de Dios fue algo crucial e importantísimo para Jesús, pues lo motivó a hablarlo durante sus días finales en esta tierra. Debemos entonces tomar conciencia de lo crucial de este tema del Reino de Dios, ya que si no lo comprendemos en su real dimensión, no captaremos la entera misión de Jesucristo como Salvador, Señor, y Mesías. Recuerde que él mismo confesó: “...es necesario que también a otras ciudades anuncie EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS, PORQUE PARA ESTO HE SIDO ENVIADO” (Lucas 4:43). Entonces está claro que Jesús comenzó (Marcos 1:1,14,15) y finalizó (Hechos 1:3) su ministerio hablando sobre el evangelio del Reino de Dios. ¡Esta fue la verdadera razón por la cual Su Padre lo envió a este mundo hace dos milenios! Ahora es menester que entendamos qué es ese Reino de Dios en su real dimensión.

La Pregunta Oportuna de los Discípulos

Hemos visto que la pregunta de los discípulos se produjo justamente porque Jesús se la había pasado hablando con ellos sobre la restauración del Reino de Dios a los ISRAELITAS, durante su seminario intensivo de cuarenta días. Seguramente que el tema de ese seminario debió titularse: “El Evangelio de la Restauración del Reino De David a Israel”, Lo interesante e importante es que finalmente los discípulos le hicieron una pregunta oportuna y muy sugestiva a su Maestro, la cual encerraba y resumía toda la misión de Jesús en la tierra. Para entender lo que Jesús quiso decir por el Reino de Dios, debemos fijarnos en el contenido de la pregunta que le hicieron todos los discípulos reunidos en ese seminario intensivo de cuarenta días. Obviamente aquella última pregunta de los discípulos encerraba todo lo enseñado por Jesús sobre su reino venidero en la tierra, y que involucraba e incumbía a los ISRAELITAS. Ahora bien, dicha pregunta NO fue---como sostienen algunos--- inoportuna, torpe, aislada, y errada de un discípulo lento en entendimiento---¡Fue, más bien, la pregunta de TODOS los discípulos al unísono! Entonces: ¿fueron todos los discípulos torpes para no entender lo enseñado por Jesús durante esos cuarenta días?¿Fue acaso Jesús un pésimo Maestro? ¡No lo creo! Jesús no hablaba oscuramente a sus seguidores, sino sólo a sus detractores (Marcos 4:11.12).

Pues bien, si ellos--- como discípulos--- pudieron entender el tema del Reino de Dios, es obvio que usted---como discípulo de Jesús---puede igualmente entenderlo si dispone su mente y corazón, y extirpa sus prejuicios o ideas preconcebidas que sobre este tema ha recibido de personas indoctas.

¿Qué es el Reino de Dios Exactamente?

El tema central de Cristo fue, sin duda alguna, las buenas nuevas (=evangelio) del Reino de Dios (Lucas 4:43). Como vimos, Jesús comenzó y finalizó su ministerio hablando precisamente de ese reino que se restablecería en la tierra prometida, en ocasión de su segunda venida. Sus discípulos igualmente difundieron este mismísimo evangelio del Reino de Dios por todos lados a donde iban (Lucas 9:1,2).
El Reino de Dios se inaugura en el Antiguo Testamento cuando los israelitas le pidieron a Samuel que constituyera en Israel un rey y un reino como las demás naciones alrededor de ellos. En 1 Samuel 8:5 leemos: “Y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones”.

El reino hebreo comenzó con Saúl, quien vino a ser un hombre rebelde o desobediente a los ojos de Dios. Finalmente este rey fue destituido y reemplazado por un pastor de ovejas llamado David. Con David Dios hace un pacto solemne que decía: “...Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (2 Samuel 7:16). Además le prometió Dios: “Para que conforme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mi con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltará varón en el trono de Israel” (1 Reyes 2:4).

El último rey que tuvo la dinastía del rey David fue Sedequías, quien en 586 AC fue destituido del trono de David a manos de Nabuconodosor, rey de Babilonia. Desde esa fecha Israel se quedó temporalmente sin rey y sin reino debido la infidelidad de muchos de sus reyes. Pero en Ezequiel 21:25-27 veremos que el reino sería finalmente estable eternamente con un príncipe o varón Judío, quien sería justo y recto. Este príncipe aparecería todavía en el futuro, pero cuando lo hiciera, traería---por fin--- la justicia y la paz verdaderas al mundo. Sí, Ezequiel, el profeta, anunció que por muchos días Israel estaría sin un rey y reino, hasta que “viniera aquel cuyo es el derecho y a él se lo daría Dios”.

Jesucristo es aquel personaje que tiene el derecho de heredar el reino davídico, puesto que él es el descendiente directo del rey David (Mateo 1:1). Por eso, cuando él vino a la tierra, confesó que había nacido para ser rey. Así se lo manifestó a Pilatos mismo cuando era juzgado por él (Juan 18:37).

Ahora entendemos por qué los discípulos le preguntaron a Jesús si en verdad él iba a restaurar el reino inmediatamente a Israel. Ellos sabían, por los pactos y promesas revelados a los profetas, y a los padres, que un Ungido---el Cristo---reanudaría el reino suspendido de David en Israel. Ellos estaban seguros que Israel sería una monarquía nuevamente, con un rey poderoso y glorioso---¡y lo creyeron inminente!

Dios No ha Rechazado a Su Pueblo Ni a Su Tierra

Millones de Cristianos suponen que el Reino de Dios no es otra cosa que “el reinado de Cristo en nuestros corazones”. Suponen, estos “Cristianos”, que Israel perdió el favor de Dios, y por tanto Dios ya no trata más con su pueblo de antaño porque suponen que “mataron a su Mesías”. Por tanto, los tales llamados “cristianos” enseñan ahora que el reino de Dios es uno de naturaleza “espiritual”, implantado en “el corazón de los hombres”. Otros “cristianos” sostienen que el reino prometido por Cristo es “su iglesia”. Estas ideas preconcebidas son falacias que deben ser extirpadas de nuestras mentes, pues Pablo fue claro cuando dijo que Dios no ha desechado a Israel al cual desde antes conoció: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera, porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo (Israel), al cual desde antes conoció...” (Romanos 11:1,2).

Estamos viendo que Pablo afirma que Dios NO ha desechado a Su pueblo Israel al cual desde antes conoció. Esta enseñanza paulina desecha la idea preconcebida de que los Judíos han sido desechados para siempre por Dios “porque supuestamente mataron a su Mesías”. ¿Acaso los apóstoles Judíos mataron a Su Mesías? ¡Absurdo! ¿Acaso no fue la primera iglesia, Judía?

También el apóstol Pablo, como Judío creyente, dice: “Que son israelitas, de los cuales SON la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas” (Romanos 9:4). Nótese que San Pablo dice que de los israelitas SON (no “ERAN”)---entre otras cosas---las promesas. Las promesas que Dios les hizo a los padres (Abraham, Isaac, Jacob, y David), son para los israelitas primeramente, y luego también para los no israelitas convertidos (Gálatas 3:16,29). Entre las promesas que Dios hizo a los padres están la posesión de una “tierra prometida” (Génesis 12:1,2; 13:15, 15:18), y la perpetuidad del Reino de David ---llamado igualmente: “El Reino de Dios” (ver 1 Crónicas 28:5)---Ver también: Salmo 132:11, y 2 Samuel 7:12,13. En estos versículos Ud. verá que Dios prometió perpetuar el trono de David, o también llamado: “El Reino de Dios”. Dios le dice a David esto:”Para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones. Él me clamará: Mi padres eres tú, Mi Dios, y la roca de mi salvación” “Yo también lo pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia y mi pacto será firme con él. Pondré su descendencia para siempre, y su trono como los días de los cielos. Una vez he jurado por mi santidad, y no mentiré a David. Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol delante de mí” (Salmo 89:4,26-30,35,36). En otras palabras, Dios le prometió A David que su reino se extendería hacia el futuro, y que sería para el beneficio de todas las naciones de la tierra, Además, Dios le dijo a él que tendría un descendiente justo que se convertiría en rey, y que sería el Hijo de Dios predilecto, obediente, sabio, y perfecto (véase Hechos 2:29,30; Isaías 9:6,7). Por esta razón David habló de su descendiente, así: “Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán. Será su nombre para siempre. Se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones” (Salmo 72:11,17). Es por eso que la última pregunta de los discípulos concuerda perfectamente con esta promesa divina de un Reino de Dios restaurado en Israel. ¿Acaso no Recordamos que David reinó sobre Israel por cuarenta años, siendo su capital final, Jerusalén?¿acaso no recordamos que Jesús mismo afirmó que Jerusalén sigue siendo la ciudad capital del “gran rey” venidero? (Mateo 5:33-35). Este es precisamente el Reino que Cristo predicó y prometió restaurar. Ahora los discípulos, viendo que Jesús se iría en breve al cielo, le preguntaron si ya era inminente el establecimiento del reino davídico en Israel, pues él lo había estado predicando, anunciando, y también confirmando, por más de tres años y medio (Lucas 8:1; Romanos 15:8).

El Tiempo de la Restauración Sólo lo Sabe el Padre

La pregunta de los discípulos a Jesús era obviamente justa, correcta, e inevitable, pues estaban finalmente muy interesados en saber el tiempo exacto para la cristalización de la prometida restauración del reino del padre David. En una ocasión anterior---recordemos--- cuando Jesús estaba por entrar en Jerusalén ---la capital del Reino Davídico--- los discípulos pensaron que el Reino prometido sería inmediatamente restaurado con Cristo a la cabeza (Marcos 11:10). En Lucas 19:11 vemos que Jesús se ve precisado a pronunciar una Parábola, con el propósito de hacerles entender que aún no era el tiempo señalado para la tan anhelada restauración del reino davídico. Explicó en su “Parábola de Las Diez Minas” que “un hombre noble”---él mismo---tenía que ir primero al cielo para recibir la corona de Rey y el reino, y luego volver para tomar su trono en la tierra (v.12). Pero ahora, estando él ya próximo para regresar al cielo, sus discípulos le preguntaron finalmente si su reino se establecería próximamente en Israel o todavía no. Entonces Jesús sólo se limitó a decirles que el tiempo de la tan anhelada restauración del reino a los israelitas, sólo lo sabe Dios Hechos 1:7). Sin embargo, recordemos que ya antes Jesús había afirmado que “de aquel día y la hora” de su regreso como Rey, nadie lo sabía, ni él ni los ángeles del cielo, sino sólo Su Padre (Marcos 13:32).

Aquí vemos nuevamente que Cristo NO reprende a sus discípulos por aquella inevitable pregunta, diciéndoles algo así como: “Están errados, pues ya nunca más será restaurado el Reino a Israel debido a que me rechazaron mis paisanos”. NO!--- Él no les dice eso, ni nada parecido. Simplemente les dice que sólo Dios sabe el tiempo exacto para la tan anhela restauración del reino a Israel. Es decir, Jesús valida la pregunta como correcta y oportuna, pero afirma no saber el tiempo exacto para dicho evento glorioso. Es, pues, más que evidente que durante esos cuarenta días que duró el seminario intensivo de Cristo, él se la pasó explicándoles a sus discípulos acerca de cómo sería su reino milenario en Israel, y qué benéficos le traería al mundo entero.

¿Es el Reino sólo para los Judíos?

En Lucas 12:32 Jesús se dirige a sus discípulos como su “manada pequeña”, y a éstos les ofrece su reino. Les dice textualmente así: “No temáis manada pequeña, porque a vuestro Padre os ha placido daros el reino”. Aquí Jesús les habla a Judíos que son sus seguidores. Esta promesa es dada esencialmente a los que le siguen, a los que le sirven y creen, aunque es verdad que éstos eran Judíos de raza. ¿Es entonces el reino para los Judíos de raza únicamente? ¿Qué hay de nosotros, que somos creyentes, y no somos Judíos? ¿Hace Dios distinción entre los creyentes en función a sus razas?¿Heredan los creyentes gentiles (no Judíos) el cielo, mientras que los creyentes Judíos se quedan en la tierra para heredar y restaurar el reino de David? Hay iglesias cristianas que dicen que el reino de David--- en Israel--- será sólo para los Judíos conversos y no para los creyentes gentiles. ¿Qué dice la Biblia al respecto?

En primer lugar leamos lo que dice Pablo en Gálatas 3:16,29: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice a sus simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Y si vosotros (Creyentes Gálatas gentiles) sois de Cristo (cristianos), ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” . En los versos anteriores (7,9,14) leemos: “Sabed, por tanto, que los que son de fe (no Judíos de raza necesariamente), éstos son hijos de Abraham...de modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham...para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles...”. También es interesante lo que dice Pablo a los creyentes de Efeso (gentiles), lo siguiente: “Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos (a la ciudadanía de Israel) por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación...porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:11-14,18,19). “Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio” (Efesios 3:6).

Entonces la promesa del Reino de Dios recae también sobre todos aquellos creyentes gentiles (no Judíos) que han creído en Cristo. Peruanos, Argentinos, Bolivianos, Canadienses, Italianos, Franceses, Ingleses, Senegaleses, Congoleses, Tibetanos, chinos, Coreanos, Japoneses, etc, pueden heredar el reino de David si creen en Cristo. Dios no hace acepción de personas, pues dice Pablo: ”Porque no hay acepción de personas para con Dios” (Romanos 2:11),

Jesucristo Volverá Para Restaurar el Reino de David en Israel

El Apóstol Pedro dijo: “y él (Dios) envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado: a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas” (Hechos 3:20,21). Compárese esta palabra “restauración” con la de la última pregunta de los discípulos en Hechos 1:3. Es claro, entonces, que el reino israelita lo restaurará Jesucristo cuando regrese por segunda vez al mundo. Así lo afirmó Jesús mismo cuando dijo: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él entonces se sentará en su trono de gloria...entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:31,34). Aquí es importante la segunda venida de Cristo como Rey, ya que ello significará la transformación física de los herederos del reino, pues como Pablo había dicho correctamente: “Pero esto digo, hermanos, que la carne y la sangre (los mortales) no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, En un momento, en un abrir y cerrar de ojos; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios 15:50-52). Entonces, cuando los cristianos logren o ganen su transformación física, recién entonces podrán ver y entrar en el reino glorioso de Cristo---¡No antes! La iglesia de Jesucristo está llamada a participar del reino de Dios (Santiago 2:5), pero debe antes crecer en el conocimiento de Dios y de Cristo (Juan 17:3) y en los atributos cristianas (2 Pedro 1.5-11). Hoy los incrédulos y los pecadores pueden ver y entrar en la iglesia de Señor sin ser bautizados o convertidos, pero para ver y entrar en el reino de Dios, hay que ser hombres “perfectos”, hombres de Dios, probos, santos, fieles, e inmortales. Esta es la gran diferencia entre la iglesia del Señor y el Reino de Dios. Al Reino de Dios sólo lo podrán ver e ingresar los que son “santos y perfectos” y que han merecido su transformación física--- o su inmortalización---- que es lo mismo (1 Corintios 15:53,54). En buena cuenta, los que hereden y sean parte del reino de Dios, gozarán de la vida eterna con todos los salvos de todas las naciones y épocas.

Recordemos que Jesús volverá a esta tierra, no sólo para transformar o inmortalizar a sus seguidores, sino también para sentarse en su trono de gloria, lo cual indica que él se posará en un trono en la tierra. Este trono será el de David su padre, según está especificado en Lucas 1:31-33, y que dice: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús (La Anunciación del ángel). Este (Jesús) será grande y será llamado Hijo del Altísimo: y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa (país) de Jacob (Israel) para siempre, y su reino no tendrá fin”. Por cierto que los cristianos también se sentarán en sus respectivos tronos de gloria en el reino de Dios, pues Jesús les dijo a sus apóstoles: “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mi, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel” (Lucas 22:29,30), Obsérvese que siempre el reino tiene que ver con Israel. Pero lo trágico es que millones de “cristianos” no quieren tomar literalmente estas profecías, y más bien prefieren darles una explicación “alegórica” o “espiritual”. Pero si quieren hacer esto, entonces la Anunciación deberá ser igualmente interpretada “alegóricamente” o ”espiritualmente”. Pregunto: ¿nació realmente y literalmente Jesús de una mujer joven y virgen? ¿estuvo literalmente embarazada María? o, ¿entenderemos la anunciación como algo “simbólico” también?

El Reino es la Esperanza de la Iglesia

Jesucristo enseñó que “busquemos primero el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33). También enseñó a que orásemos por su venida para que se haga--- por fin--- la voluntad de Dios en la tierra como se hace en el cielo (Mateo 6:10). Del mismo modo, Jesús afirmó que aquellos que “miran hacia atrás” no son dignos de su reino (Lucas 9:62). También aseveró que “difícilmente un rico puede entrar en él” (Mateo 19:23). A Nicodemo Jesús le dijo que “tenía que nacer de nuevo” para ver y entrar en su reino (Juan 3:3,5). De modo que el Reino es algo que se puede ver y entrar si se “renace” en Cristo.

Aun los apóstoles creyeron en el reino venidero de Jesús. Por ejemplo, el apóstol Pablo afirmó “que es a través de muchas tribulaciones que entraremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22). Por su parte Pedro dijo en 2 Pedro 1:5-11, y en especial en el versículo 11, lo siguiente: “Porque de esta manera (madurez espiritual) os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y salvador Jesucristo”. También Pablo dijo que los pecadores incorregibles no podrían de ningún modo entrar en él, salvo que se arrepintieran a tiempo (Gálatas 5:19-21). Santiago afirma que sólo los “ricos en fe”, serán los herederos de ese magnífico reino en la tierra (Santiago 2:5).

Entrar, pues, en el reino, es obtener la vida eterna y la salvación, según se desprende del diálogo del joven rico con Jesucristo de Mateo 19:16-23. En estos versos aparecen las frases “vida eterna”, “reino de Dios”, y “ser salvo”, Aquellos que no logren entrar en el reino de Dios, se deberá únicamente al hecho que no fueron dignos de él (2 Tesalonicenses 1:5). Es por esto que es muy importante buscar el reino de Dios y su justicia, porque ello significa ganar la salvación ---¡Esto no lo comprenden millones de Cristianos!

Es verdad que el Reino de Dios es un “reino celestial”, porque precisamente es “de Dios”. Por tanto, las frases: “Reino de Dios” y “Reino de los cielos” son equivalentes. Nótese que nunca aparece en la Biblia la frase: “Reino EN los Cielos” sino “Reino DE los cielos”. Es decir, que procede de los cielos---¡De Dios! Es trágico que millones confundan el reino de los cielos con el mismo CIELO. Sí, hay millones de “cristianos” que sostienen que heredar el “reino de los cielos” significa heredar el mismo cielo---¡Craso error! Definitivamente ni Jesús, ni sus apóstoles, enseñaron que iríamos al cielo para vivir con Dios y los ángeles (Juan 13:33) (Véase también Mateo 5:5; Salmo 37:9,11,22,29,34, Proverbios 2:21,22---nótese que dice: “los perfectos permanecerán en la tierra”).

El Reino de Dios Significará La Justicia y la Paz Mundiales

El Reino de Dios significará la justicia y la paz en la tierra, pues recordemos que Jesús nos mandó a “buscar el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33). Y el profeta Isaías claramente anuncia: “He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en Juicio” (Isaías 32:1). Y también Isaías predijo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (9:6,7). Y en 2 Samuel 23:3,4 se nos anuncia lo siguiente: “El Dios de Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne ENTRE los hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra” .

Por otro lado, la influencia mundial del reino de Cristo se deja ver en los siguientes pasajes de la Escritura: Daniel 2:44, que dice: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”. También el salmista David (72:7-9,11) lo anuncia diciendo: “Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra. Ante él se postrarán los moradores del desierto, y sus enemigos lamerán el polvo...todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán”. Leer todo el Salmo 72, También Daniel 7:13,14 y Miqueas 4:1-4. Todas estas profecías aseguran que sólo habrá un solo gobernante mundial que domine con autoridad de Dios, y con vara de hierro. ¿Se imagina usted un mundo con un solo gobernante mundial?¿Se imagina usted que las naciones del mundo se sujetarán de buena gana a este magnífico líder mundial que está por venir desde los cielos? Será ciertamente: “¡El deseado de todas las naciones!” (Hageo 2:7). Sí, será el gobernante ideal que todo pueblo ha anhelado tener en el poder.

¿Está Ud. buscando y pidiendo este estupendo reino de Dios y su justicia? (Juan 6:10,33). ¡Es un mandamiento de Jesucristo! Sin embargo, cuántos aún ignoran que este reino milenario es la única esperanza que tiene la humanidad para tener paz y justicia verdaderas. No es “escapando al cielo” como vamos a lograr obtener la felicidad, la justicia, y la paz que anhelamos. Eso querría decir que el diablo triunfó al lograr la destrucción de la tierra, y arrojar a los hombres al cielo. ¿acaso no recordamos que Dios creó la tierra para que fuese habitada por los hombres? (Salmos 115:16). ¿Trastocará el diablo los propósitos de Dios para con la tierra? ¡De ningún modo! Pero los que afirman que iremos a vivir en el cielo, están desvirtuando todo el propósito de Dios de restaurar todas las cosas como eran al principio. Es obvio que la palabra restaurar quiere decir “reponer, recuperar, recobrar, reparar, renovar o devolver a una cosa su estado o estima original”. En buena cuenta, Dios pondrá todas las cosas como él se lo propuso en un principio. La restauración de un mundo paradisíaco significará el fin de la violencia humana y animal, y también el final de la depredación de la flora y fauna, y de la contaminación ambiental. Además significará la destrucción de todos los perversos e incorregibles del planeta (Salmo 37:9). Será el fin del dominio de los hombres para dar paso a la gobernación de Dios en la tierra como se efectúa en el cielo.

Desgraciadamente, La gran mayoría de los hombres están buscando solucionar sus problemas a espaldas de Dios, como si Él no existiera. La ONU, por ejemplo, fue creada para traer la paz en el mundo, y ya vemos cómo ésta no ha podido lograr la tan anhelada paz mundial. Hoy más que nunca, el mundo está envuelto en guerras interminables que aniquilan a miles y miles de hombres inocentes. El hombre no sabe que el problema del mal está en el hombre mismo, en su naturaleza pecaminosa y egoísta. Los hombres no entienden que ellos no pueden corregir los males del mundo por sí mismos, pues se encuentran lejos de su Hacedor. La mayoría de ellos únicamente viven sólo para satisfacer sus deseos egoístas, sin importarles sus semejantes. Sólo un necio corrupto puede decir que no hay Dios (Salmo 14:1).

Jerusalén, La Ciudad Capital del Reino

La Biblia es clara cuando dice que Jerusalén será la ciudad capital del reino venidero de Dios. Dice el profeta Jeremías así: “En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre de Jehová en Jerusalén; ni andarán más tras la dureza de su malvado corazón” (3:17). Hay infinidad de pasajes en la Biblia donde se menciona a Jerusalén como una ciudad superimportante del futuro, y en donde confluirán todos los pueblos de la tierra. Será la capital mundial y el centro del mundo---el lugar donde estarán los tronos de los futuros gobernantes inmortales. Dice también el salmista David sobre Jerusalén, así: “Porque Jehová ha elegido a Sión; la quiso por habitación para si. Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré, porque la he querido...allí haré retoñar el poder de David; he dispuesto lámpara a mi ungido. A sus enemigos vestiré de confusión, más sobre él florecerá su corona” (132:13,14,17,18). También dice el salmista, de este modo: “Jerusalén, que se ha edificado como una ciudad que está bien unida entre sí. Y allá están las sillas del juicio, los tronos de la casa de David. Pedid por la paz de Jerusalén: Sean prosperados los que te aman” (122:3-6). Nótese que se habla de “los tronos” de la casa de David (en plural). Esto concuerda con lo prometido por Jesucristo a sus apóstoles, en el sentido que ellos también se sentarían en sus propios tronos, en el reino restaurado de David en Jerusalén (Mateo 19:28). Ahora bien, Jesús extiende su invitación para que todos sus seguidores permanezcan fieles para que puedan participar en su trono y reino. Dice él, así: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:21). Además él prometió también: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Apocalipsis 2:26). Y para terminar este acápite sobre Jerusalén, sería bueno recordar Miqueas 4:1-3, que dice: “Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa de Jehová será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra”.

El Reino de Dios es el Evangelio Verdadero

Sí, el Reino de Dios es el evangelio de Cristo. En diferentes pasajes de la Escritura veremos que el Reino de Dios y el evangelio, son sinónimos. En Marcos 1:1,14,15 encontramos un excelente ejemplo de esto. Dicen estos versículos de este modo: “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios...después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado, arrepentios, y creed en el evangelio”. En la cita bíblica mostrada arriba, es obvio que cuando se habla de creer en el evangelio, lo que se quiere decir es que creamos en el Reino de Dios, y en su Rey, Jesucristo. Además, Pablo dice que el evangelio es poder de Dios para SALVACIÓN para todos los que lo creen de todo corazón (Romanos 1:16). Y cuando Jesús dejó señales concernientes a los últimos días, él dijo que antes de su regreso en gloria para establecer su reino, sus verdaderos discípulos estarían proclamando dicho reino por todo el mundo para testimonio a todas las naciones. Dice así en Mateo 24:14: “Y será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”. Entonces, ¿qué más pruebas podemos pedir para saber y entender lo que es verdaderamente el evangelio de Cristo?

Finalmente veremos a Pablo predicando este mismo evangelio del Reino en diferentes partes del mundo, según lo podemos constatar en Hechos 19:8;20:25;28:23,30,31. Es claro que el asunto del reino de Dios era de primera importancia para Cristo y sus apóstoles (Lucas 9:1,2), ¿Lo es para Ud., estimado hermano? Pablo dijo que seamos sus imitadores, así como él lo era de Cristo mismo (1 Corintios 11:1). ¿Lo está Ud. imitando a él en este quehacer evangélico? Muchos---desgraciadamente---no lo están haciendo, pues han pensando que el evangelio es solamente Cristo mismo, es decir: Su Muerte, su sepultura, y su resurrección al tercer día (1 Corintios 15:1-6). Esta creencia es media verdad, pues ya hemos visto que Jesús mismo tilda al Reino de Dios con el título de: “el evangelio” (Lucas 4:43, Mateo 24:14)---¡Y fue el principio de su evangelio! (Marcos 1:1,14,15). Por eso, predicar el evangelio es predicar el reino de Dios, como también lo es sobre la muerte, sepultura y resurrección de Jesús---¡Todo junto!


Más Información sobre el Reino en:
www.elevangeliodelreino.org


viernes, 17 de abril de 2009

¿SON DISTINTOS EL EVANGELIO DEL REINO Y EL DE LA GRACIA?




Para las escuelas de teología comprometidas a la creencia en la palabra autoritativa de la Escritura, hay otras formas de evadir el Evangelio del Reino. Una tradición popular del Evangelio ha erigido un esquema por el cual el Evangelio del Reino no es específicamente el Evangelio de salvación para ser ofrecido ahora a los creyentes potenciales. Es un sistema conocido como “dispensacionalismo”. Todos los estudiantes de la Biblia reconocen que Dios destinó diferentes acomodamientos o “dispensaciones” para los diferentes períodos de la historia. La dispensación Mosaica, por ejemplo, hizo distintas exigencias en los fieles de aquellas requeridas bajo el Evangelio del Nuevo Testamento. Pero el “dispensacionalismo” va más lejos. Sostiene que el Evangelio del Reino fue predicado por Jesús sólo a los judíos, hasta que ellos rehusaron la oferta del Reino; después de lo cual un Evangelio diferente, el Evangelio de la gracia, fue introducido por Pablo. La teoría sostiene luego que el Evangelio del Reino será reinstalado siete años antes del regreso de Cristo, un tiempo cuando, de acuerdo también con el dispensacionalismo, la Iglesia habrá sido removida de la tierra por el así llamado “rapto pretribulacional.”

El sistema dispensacionalista ha sido impuesto a la fuerza en el texto de la Escritura en los intereses de una teoría ajena a la Biblia. Como hemos señalado, Lucas hizo todo lo posible para demostrar que el Evangelio de Pablo no era diferente al de Jesús. Ambos hombres predicaron el Evangelio acerca del Reino. Pablo, en contra del dispensacionalismo, no supo nada de una diferencia entre “el Evangelio de la gracia” (Hechos 20:24) y “predicando el Reino” (Hechos 20:25). Él deliberadamente los iguala. Como dice F.F. Bruce: “es evidente de una comparación de Hechos 20:24 con el siguiente verso que la predicación del Evangelio de la gracia es idéntica con la proclamación del Reino.” Esta prueba incontrovertible es rotundamente contradicha por el dispensacionalismo contemporáneo. Dr. Erwin Lutzer, de Radio Moody Church Ministries, afirma: “creo que el evangelio del reino es diferente al evangelio de la gracia de Dios… el evangelio de la gracia de Dios no tiene nada que ver con el Reino per se.” Pero esta confusión del único Evangelio de la salvación fue aprendida de la tradición no examinada, no de la Biblia. Por medio de presentar “dos formas del Evangelio,” los dispensacionalistas han inventado una muy desafortunada distinción que no existe en el texto bíblico.

El dispensacionalismo formalmente cancela el Evangelio como Jesús lo predicó. ¿Pudo haber sufrido la iglesia un mayor desastre que este acortamiento sistemático del propio Evangelio de Jesús que El predicaba? A.C. Gaebelein fue un exponente destacado de la teoría del “evangelio dividido”. En lo referente a las palabras de Jesús en Mateo 24:14, “Este Evangelio del Reino será predicado en todo el mundo para testimonio a todas las naciones,” él escribió:

La predicación que es mencionada es aquella del Evangelio del Reino, pero ese Evangelio no es ahora predicado, pues predicamos el Evangelio de la gracia…Con la lapidación de Esteban la predicación del Evangelio del Reino cesó. Otro Evangelio fue predicado. El Señor se lo dio al gran Apóstol. Y Pablo llama a este Evangelio “mi Evangelio”. Es el Evangelio de la Gracia gratuita de Dios para quienes crean, el evangelio de la Gloria de Dios…Ahora, durante el tiempo en que el Reino fue predicado como que estaba a la mano, el Evangelio de gracia no se oyó, y durante el tiempo en que el evangelio de gracia es predicado, el Evangelio del Reino no es predicado.

Por este extraordinario disparate exegético, el Evangelio Cristiano del Reino fue descartado de la corte —descartado como suspendido, y decretado inaceptable para el tiempo actual. La situación parecería demandar un arrepentimiento profundo y el restablecimiento del Evangelio completo de Jesús en el corazón de evangelismo. ¿Puede haber tal cosa como una evangelización que no sostiene en el más alto honor y énfasis el mismo Evangelio anunciado por Jesús y ordenado por la Gran Comisión hasta el fin de la era? Si Pablo hubiera predicado de hecho, como Gaebelein dice, “otro Evangelio”, él se habría puesto bajo su propia maldición (Gál. 1:8, 9). Él habría estado violando las instrucciones de Jesús de que Sus enseñanzas debían ir al mundo entero.

El artículo sobre “el Evangelio” en el Diccionario de la Biblia de Unger representa la misma tendencia común dispensacionalista de desviarse del Evangelio como Jesús lo predicó. Esta clase de pensamiento acerca del Evangelio y de la salvación ha tenido una inmensa influencia, particularmente en América, pero sus efectos son sentidos a todo lo largo del mundo evangélico: Las formas del Evangelio a ser diferenciadas.


Muchos maestros de la Biblia hacen una distinción en lo siguiente:

(1) El Evangelio del Reino. Las Buenas Nuevas de que el propósito de Dios es establecer un reino terrenal de un intermediario en el cumplimiento del pacto Davídico (2 Sam. 7:16). Dos proclamaciones del evangelio del reino son mencionadas, una, pasada, comenzando con el ministerio de San Juan Bautista, llevado a cabo por nuestro Señor y Sus discípulos, y que termina con el rechazo Judío del Mesías. La otra predicación es aún futura (Mat. 24:14) durante la gran tribulación, y que presagia el Segundo Advenimiento del rey.

(2) El Evangelio de Gracia de Dios. Las Buenas Nuevas de la muerte, sepultura y la resurrección de Cristo como fue provista por nuestro Señor y predicado por Sus discípulos (1 Cor. 15:1-4).

La trágica supresión del Evangelio del Reino es evidente en la Nueva Biblia de Referencia de Scofield en Revelación 14:6. El sistema de la definición del Evangelio descrito en esta nota ha afectado la totalidad de la presentación evangélica de la salvación, aun donde Scofield no está específicamente reconocido. Scofield empieza por definir el Evangelio salvador como el Evangelio de la gracia de Dios, el cual, él sostiene, está recluido a los hechos acerca de la muerte y la resurrección de Jesús. Scofield luego procede a hablar de “otro aspecto de las buenas noticias”, el “evangelio del Reino”. Somos informados de que Cristo predicó este Evangelio del Reino en Su primera venida, y “será proclamado durante la gran tribulación”. Scofield así descarta el Evangelio del Reino del mensaje presente de salvación manifestando que el Evangelio Cristiano se trata ahora sólo de la muerte expiatoria de Jesús y Su resurrección. De esta manera Jesús es cortado de Su propio Evangelio que El predicó. Bien podemos observar que el truco maestro de Satanás es separar a Jesús de Su enseñanza. Uno puede proclamar a “Jesús” con toda seriedad, ¿pero puede el Jesús verdadero ser dado a conocer aparte de Su Evangelio y enseñanza completa? Jesús supo bien el peligro que representaba predicar la “fe en Jesús” sin realmente informarle al público acerca de las “palabras de Jesús”. Sólo aquellos cuya fe está fundada en la roca sólida de la enseñanza /evangelio de Jesús están en tierra sólida (Mat. 7:24-27; Mar. 8:35-38; y ver todo el Evangelio de Juan con su constante insistencia en la palabra /palabras / enseñanza de Jesús).

La incertidumbre acerca del Evangelio Cristiano no es sorprendente cuando semejante evidente lectura errónea de la Biblia se forja en un sistema con una influencia masiva en los púlpitos y en la literatura Cristiana. Seguramente las palabras de Pablo en Hechos 20:24, 25 deberían descartar la distinción artificial propuesta por el Diccionario de la Biblia y la Biblia de Scofield. Pablo evocó su carrera y reparó en que él había “terminado su carrera, el ministerio que recibí del Señor Jesús para dar testimonio solemnemente del Evangelio de la gracia de Dios para todos ustedes entre quienes pasé predicando el Reino”. Claramente no hay diferencia entre el Evangelio de la gracia y el Evangelio del Reino. Es cierto, claro está, que Jesús inicialmente no predicó Su resurrección como parte del Evangelio. La muerte y la resurrección de Jesús fueron más tarde elementos críticos en la proclamación de Pablo. Ellos, sin embargo, no reemplazaron la predicación del Reino, el cual permaneció tanto como el corazón de Evangelio de Pablo tal como había sido el centro del propio Mensaje de Jesús.

Cuando Jesús se embarcó en su intensiva campaña evangelizadora en Galilea aproximadamente el de 27 dC, él convocó a Su audiencia para un cambio de parecer radical basado en la creencia nacional de que Dios iba a conducir el Reino mundial prometido por Daniel y todos los profetas. La creencia inteligente en la promesa del Reino es el primer paso del discípulo, acoplado con un viraje importante en U en el estilo de vida. De este modo los hombres y las mujeres se pueden poner en línea ellos mismos con el gran propósito de Dios para la tierra.

La naturaleza de la actividad de Jesús fue aquel de un heraldo haciendo un anuncio público en nombre del único Dios de Israel. El empuje del Mensaje fue que cada individuo debería emprender una redirección radical de su vida ante la certeza del Reino venidero de Dios. Esto fue, y aún lo es, la esencia del Evangelio Cristiano. ¿Cómo puede ser de otra forma, cuando es el mensaje del Evangelio que viene de los labios de Cristo Mismo?

Es cuestión de sentido común reconocer que usando la frase “reino de Dios” Jesús habría evocado en las mentes de Su audiencia, empapados como estaban en la esperanza nacional de Israel, un gobierno mundial divino en tierra, con su capital en Jerusalén. Esto es lo que el Reino de Dios ciertamente habría significado para Sus contemporáneos. Las escrituras de los profetas, las cuales Jesús como judío reconoció como la Palabra de Dios divinamente autorizada, habían unánimemente prometido la llegada de una nueva era de paz y prosperidad. El Reino ideal dominaría por siempre. El pueblo de Dios sería victorioso en una tierra renovada. La paz se extendería a lo largo del globo.

Así, anunciar la llegada del Reino involucró ambos una amenaza y una promesa. Para aquellos que respondieron al Mensaje creyéndolo, y consecuentemente reordenando sus vidas, había una promesa de un lugar en las glorias del gobierno divino futuro. Para el resto, el Reino amenazaría destrucción, cuando Dios ejecute juicio en cualquiera no hallado digno de entrar en el Reino cuando éste llegue. Este tema gobierna todo el Nuevo Testamento. En la luz de este concepto primario, la enseñanza de Jesús llega a ser comprensible. Es una exhortación para ganar la inmortalidad en el Reino futuro y escapar de la destrucción y de la exclusión del Reino.

http://www.apologista.wordpress.com/


EL TEMA CENTRAL DE LA BIBLIA



Por Ralph A. Smith

¿Cuál es el tema central de la Biblia? Para responder esta pregunta debemos considerar una que es más fundamental: ¿Tiene la Biblia un tema central? Para que la Biblia sea realmente un libro la respuesta debe ser un sí. Ciertamente esta es la respuesta del pueblo Cristiano de toda tierra, lengua y cultura que, por casi 2,000 años, han confesado que la Biblia es la revelación unificada de Dios. La Biblia misma confirma este testimonio. Aunque fue escrita por alrededor de 40 autores en un período de casi 1,500 años, la Biblia presenta una cosmovisión integrada en sus doctrinas con respecto a Dios, el hombre, la ley, la historia y la salvación. La armonía de la enseñanza Bíblica es de las más maravillosas puesto que representa un crecimiento orgánico de la revelación en el desempeño histórico de la relación pactal de Dios con Su pueblo desde la creación original hasta el fin del mundo.

Los Cristianos de todos los tiempos han confesado la unidad del mensaje Bíblico, pero no han encontrado la unidad de la Biblia en los mismos temas. Algunos, por ejemplo, han sugerido la idea de la redención. Ahora, la historia Bíblica ciertamente es el desenvolvimiento de un drama redentivo. La Biblia nos dice cómo el hombre cayó en pecado y cómo Dios en Su Gracia salvó al hombre (Gén 3:1-15). Nos dice del gran amor de Dios para con los hombres pecadores y de la muerte de Jesús para redimir al hombre (Juan 3:16). La Biblia nos enseña que el Espíritu Santo fue enviado al mundo para aplicar la obra redentora de Jesús al hombre (Rom 8:1-14). En el clímax de la historia, miraremos el mundo redimido y la plena manifestación de la gloria de Dios (1 Cor 15:22-28).

La redención es, ciertamente, uno de los grandes temas de la Biblia. Pero la redención no parece ser un tema de una amplitud suficiente como para incluir todos los otros tópicos. Para ser específico no parece ser lo suficientemente amplio para incluir tópicos como la creación, la cual ocurre antes de que haya alguna necesidad de redención y parece ser más importante en la Biblia que ser solamente el trasfondo informativo para la redención. Sería difícil con un tema central tan estrecho como la redención encontrar un lugar adecuado para otros temas tales como los ángeles, Satanás, los ángeles caídos, el infierno, y así sucesivamente.

Otros han sugerido que el tema central de la Biblia es Cristo mismo. Esto debe ser verdad en un sentido pues Cristo es el Creador del mundo y la Palabra de Dios encarnada (Juan 1:1-3). Desde la caída hasta la consumación de la redención, el mensaje Bíblico se centra en la persona de Cristo como el Salvador del mundo. Él es prefigurado en tipos, y predicho en profecía (Lucas 24:25-27). Cualquier respuesta que uno de a la pregunta sobre el tema central de la Biblia, Cristo debe ser una parte de la respuesta. Pero, ¿es posible encontrar una respuesta que sea más concreta? ¿En qué sentido debiésemos pensar de Cristo como el centro?

La idea del pacto también ha sido sugerida como el tema más importante en la Biblia. Una vez más, el pacto es definitivamente un tema crucial. La Biblia cuenta la historia de los pactos de Dios con Adan y Cristo (Rom 5:12ss). Nos dice cómo Adán quebrantó el pacto y trajo a la raza humana, que él representaba, a la condición de pecado y juicio. A Noé, Abraham, Moisés y David le fueron dadas promesas pactales que representaban una renovación del pacto con Adán y la promesa de un mejor pacto por venir. Ese mejor pacto, claro, es el nuevo pacto en Cristo. Él vino para ser nuestro nuevo representante, para tener éxito allí donde Adán fracasó. Por su muerte en la cruz nos redimió del pecado y del juicio - la maldición Adámica. En su resurrección se nos da vida. Así, desde la creación a la redención todo el mensaje Bíblico es pactal.

Al igual que la redención, el pacto es definitivamente un tema unificante de la Biblia, pero también parece ser inadecuado para unir el amplio espectro de la revelación bíblica. Por sí mismo, la noción de pacto tiende a ser abstracto y difícil de definir. Lo que se necesita es un tema que sea lo suficientemente amplio para abarcar toda idea Bíblica mayor, un tema que incluya la redención, que de el honor apropiado a Cristo como el Creador y Salvador, y también haga justicia a la centralidad de la idea pactal.

Tal tema es el reino de Dios. En el reino de Dios todos los otros mayores temas sugeridos son incluidos y se les da su lugar apropiado. Además, el reino de Dios incluye otros temas importantes para nuestro entendimiento de la Biblia, tales como la creación, la enseñanza Bíblica acerca de los ángeles y los demonios, la doctrina del juicio final y del castigo eterno. Cristo mismo permanece como un tema central de la Biblia porque como el Rey, Él es el centro del reino, su misma esencia. La redención como un tema central es entendido como el drama de la restauración del reino por parte de Dios a su propósito original. Pues después de que Dios creó Su reino el hombre pecó a través de una rebelión pactal.

También, el tema del pacto encuentra su lugar apropiado cuando se reconoce que el pacto es la constitución del reino, la definición de la relación Celestial del Rey para con Su pueblo. En la historia bíblica reino y pacto son casi sinónimos y, al menos, concepciones mutuamente dependientes. El pacto define y establece el reino; el reino en su esencia es una relación pactal extendida.

Génesis comienza con la creación del reino de Dios y la rebelión del hombre bajo la dirección de Satanás. El resto de la Biblia nos cuenta cómo Dios restaura el reino para consigo mismo y vuelve al hombre de regreso a la posición de la gloria del reino que Dios originalmente diseñó para él. La Historia es la historia de la guerra de Dios contra Satanás. Dios derrota a Satanás y reconstruye Su reino por medio de Cristo, haciendo que ocurra Su propósito original para la creación.

El Evangelio que Cristo predicó fue el Evangelio del reino de Dios: “Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mat 4:23; cf. 9:35; 4:17; 5:3, 10; 6:33; 10:7; 12:28; 13:11ss; 16:19, 28; 18:3-4; 19:14; 21:43; 24:14; 25:34). Pablo, el gran apóstol, predicó el mensaje del reino: “Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían. Predicaba el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (Hch 28:30-31; cf. 14:22; 19:8; 20:25; 28:23). El último libro de la Biblia celebra el eterno establecimiento del reino de Dios: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: «Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos»” (Apoc 11:15; cf. 1:9; 12:10). El mismo fin del libro de Apocalípsis describe a la nueva Jerusalén, la ciudad celestial, el cumplimiento del propósito de Dios para la creación y la manifestación final del reino de Dios (Apoc 21-22).

Cristo como la cabeza del nuevo pacto trae el reino de Dios, cumpliendo las promesas hechas a Abraham y David, cumpliendo todo lo que Dios había diseñado para el hombre en la creación original. El intento de Satanás por destruir el reino es destruido por el Mesías quien salva al mundo y establece el reino eterno.

Así que, el reino pactal de Dios es el tema central de la revelación Bíblica. Todos los hombres temas centrales sugeridos se incluyen de manera natural dentro de éste pues el pacto es la constitución del reino, Cristo es el rey, y la redención es la obra de Dios de restauración del reino de manera que el hombre como el vice regente de Dios pueda cumplir sus propósitos originales.




martes, 14 de abril de 2009

¿ES SATÁNICO ACUSAR (DENUNCIAR) A LOS MALOS MINISTROS DE LA PALABRA?




Por Ing° Mario A Olcese (Apologista)

Constantemente recibo correos electrónicos de cristianos heridos u ofendidos acusándome de Satánico porque “acuso” (yo prefiero usar el verbo “denunciar”) a los supuestos “siervos del Señor” que abiertamente pervierten la Palabra y el Mensaje de Dios con evangelios espurios y diabólicos. Estas personas suelen decirme que Satanás es el acusador de los hermanos, y por tanto, siendo yo un acusador de los “hermanos”, me convierto automáticamente en un hijo de diablo (¡pobres fiscales de las Cortes de Justicia del mundo!). ¿Pero acaso nos olvidaremos que el propio Jesús les dijo a los Judíos que Moisés era su acusador? (Mateo 5:45).

En primer término, el diablo no es diablo porque es un acusador propiamente dicho, sino porque es un CALUMNIADOR, un opositor de la verdad, un ser malvado que se opone a la justicia y a la verdad de Dios, y además, porque es un descarado mentiroso y homicida sanguinario. El diablo acusa con mentira, con mala fe, sin base, sólo conjeturando, como fue el caso de su acusación ante Dios poniendo en tela de juicio la sincera y desinteresada lealtad de Job.

En ninguna parte de la Biblia se dice que acusar sea un acto satánico o diabólico. Por ejemplo: Sé de una hermana de una iglesia que tuvo que acusar al Pastor casado de su Iglesia cuando lo vio besando y acariciando apasionadamente a una hermanita de la congregación que también era casada. Además, ella estaba acompañada de dos amigas que eran miembros de la iglesia cuando ocurrió ese evento desagradable en un parque. ¿Hizo mal acaso esta hermanita en acusar o denunciar al Pastor farsante ante la cúpula de la iglesia para que fuera disciplinado, apoyándose en sus dos amigas como testigos? ¿Las vamos a acusar de malvadas, chismosas, envidiosas, satánicas, etc, porque simplemente no podían callar ante semejante conducta que traería oprobio a la congregación? Esta hermanita seguramente recordó lo dicho por Pablo a Timoteo: “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos”. Así que Pablo admite la ACUSACIÓN pero recurriendo al respaldo de dos o tres testigos más. Tenemos que ser consecuentes: si vemos que algo es incorrecto, hay que hablarlo, y si es afecta a la congregación toda, con mayor razón.

Cuando yo, como Apologista, me propuse como tarea DENUNCIAR los engaños y las artimañas del error de los falsos maestros de la Palabra, ¿estoy obrando acaso con maldad y sin amor cuando escribo sobre estos individuos que son totalmente carentes de un reverente temor a Dios y de un amor genuino por las almas? ¿Será acaso suficiente con sólo orar por aquellas personas y decir: “Señor, cámbialos algún día”…pero dejar que en la espera sigan engañando y defraudando a la feligresía?

Si una cosa tenía de bueno el ángel de la iglesia de Éfeso era que no podía tolerar o soportar a los malos, a los que se decían apóstoles y no lo eran, y a los nicolaítas”. Por esta cualidad fue elogiado este ángel de Éfeso, aunque se le reprocha de haber dejado su primer amor (Efesios 2:2,3). Y al ángel de Pérgamo se le acusa en cambio de estar reteniendo, consintiendo, e ignorando a aquellos que retienen la doctrina de Balaam y de los nicolaítas. Es decir, el ángel de la iglesia de Pérgamo no hacía, ni decía nada, en contra de aquellos falsos ministros que se habían infiltrado en la Iglesia para enseñar herejías. Esta actitud indiferente, y hasta tolerante, parece subsistir en muchos de los que me escriben para tildarme de “acusete”.

¿Que al acusar yo estoy socavando la fe de los hermanos que asisten a las iglesias? ¡Qué pena! Si muchos se ven afectados por mis “acusaciones” será porque están ciegamente siguiendo al hombre, al líder humano, y no a Cristo mismo. Ese es el problema cuando el Pastor no sabe deslindar sus funciones y su autoridad. Cuando el Pastor se vuelve el modelo y guía para un novato cristiano, a la primera caída del líder, él también se viene abajo y se aparta del camino. Es el cristiano que está mal fundado el que se viene abajo, no el que está cimentado sobre la roca sólida que es el Señor.

Y finalmente, el apóstol Pablo también fue un acusador, ya que en Romanos 3:9 él dice: “Porque ya hemos acusado á Judíos y á Gentiles, que todos están debajo de pecado”. Así que Pablo acusó a sus propios hermanos de sangre de estar bajo pecado”. Su acusación abierta y directa era para motivarlos al arrepentimiento.

Espero que ahora entiendan mi permanente actitud crítica, y también la razón de ser de mi blog. Confío en que ustedes puedan tener finalmente más simpatía por la labor que vengo desempeñando a favor de todos ustedes. Agradezcan a Dios por contar con este blog "Despierta Conciencias" en el ciber-espacio y a un servidor que pueda dedicar muchas horas a esta tarea agotadora, pero que resulta muy conveniente y necesaria ciertamente en estos tiempos difíciles.

Sinceramente,


Apologista.

www.elevangeliodelreino.org
www.yeshuahamashiaj.org (Inglés y español)

LOS SANTOS CATÓLICOS VERSUS LOS SANTOS DE LA BIBLIA



Por Ing° Mario A Olcese

Una creencia Mal Fundada

La creencia generalizada que se tiene en el catolicismo sobre los santos de la iglesia es que éstos son beatos que el Papa canoniza o beatifica después de muertos. Para ello el candidato para “santo” deberá reunir varios prerrequisitos, entre los cuales está el haber realizado milagros u otros hechos sobrenaturales. En realidad, los candidatos para la santificación son escrupulosamente investigados o examinados por la curia romana, los cuales reportan sus resultados al Papa de turno para que éste los eleve a la categoría de santos. Muchas veces los candidatos, ya fallecidos todos, deben esperar años para ser consagrados como santos por el Papa de turno. Nunca se santifica a ningún católico vivo. Esto significa que los “santos católicos” son un pequeño grupo de católicos fallecidos---una minoría privilegiada--- que gozan del honor y la honra de la feligresía en general, y que son tenidos como intermediarios en las plegarias.

La Verdad Que Enseña la Biblia

La forma de beatificar a los santos del catolicismo no se encuentra en ninguna parte de la Biblia. En realidad, no encontraremos nunca en la Biblia a un Papa canonizando a algún santo o mártir difunto. Contrario a la creencia católica de una minoría santa, la Biblia enseña que los santos del Primer Siglo lo constituían la mayoría de los creyentes, por no decir todos. El uso de las palabras santo, santificar, santidad, y santificación, es muy común en el Nuevo Testamento. Los santos en NT se relaciona directamente con la feligresía en general: los bautizados y los consagrados a la causa de Cristo sin importar su género, edad, profesión, o clase social. Todos aquellos que eran miembros de la iglesia cristiana eran llamados "santos". No se les requería o exigía que hicieran milagros o cualquier otro acto sobrenatural como levitar, tener el don de la bilocación, o presentar estigmas en el cuerpo. Tampoco se les exigía vivir en monasterios o claustros en estricto voto de pobreza y celibato obligatorios. Estas exigencias católicas no pueden hallarse en ninguna parte de la Biblia, y en especial, en el Nuevo Testamento.

Santos Casados

En la Biblia encontramos que varios de los apóstoles eran casados y tenían una familia u hogar. San Pedro, por ejemplo, el supuesto primer Papa de Roma, era casado. La Biblia nos dice lo siguiente de San Pedro: “Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre” (Mateo 8:14). Y en 1 Corintios 9:5 San Pablo pregunta, como apóstol y siervo de Dios: “¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana como mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?”. Este Cefas era sin duda el apóstol Pedro (Juan 1:42) de quien se dice que tenía a su suegra enferma. Obviamente Cefas o San Pedro estaba casado con una hermana de la fe cristiana (una creyente fiel).

Referencias a Otros Santos en el Nuevo Testamento

Hemos visto que los santos apóstoles estaban casados con mujeres creyentes. Ahora veremos también que muchos de los demás creyentes, discípulos de los apóstoles, también eran santos en vida. Vamos a analizar una serie de pasajes interesantes que nos iluminarán sobre el asunto de la santidad cristiana:

En 2 Corintios 1:1 Leemos: “Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya (no en el cielo)”. Nótese que Pablo saluda a la iglesia de Dios en Corinto, y a todos los santos que están en la ciudad de Acaya (no en el cielo). Aquí Pablo equipara a la iglesia de Dios de Corinto con los santos de Acaya. Para él, las expresiones ‘La Iglesia de Dios’ y ‘Los Santos’ significaban lo mismo. Además, es claro que aquellos santos no eran pocos y estaban todos con vida. También en el capítulo 2 y versos 5-11, vemos como Pablo y la iglesia perdonan a un santo que había sido un ofensor, lo cual indica que aquellos santos eran imperfectos, y algunos eran sujetos a reprensión, como lo había sido antes Pedro.

En Efesios 1:1, Pablo les dirige a los efesios el siguiente saludo: “Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles que están en Efeso (no en el cielo)”. Aquí vemos nuevamente que los creyentes vivos de la iglesia de Efeso eran santos y fieles. Estos no eran santos difuntos que habían sido canonizados por San Pedro, el supuesto primer Papa Romano. Tampoco eran monjes o monjas de alguna orden religiosa. Estos eran simplemente hermanos convertidos a la fe cristiana, y seguramente los había de ambos géneros, casados y solteros. Tome nota en especial del capítulo 5 y versos 21-33. Aquí verá a santos casados que debían mantener la santidad de su matrimonio, es decir, el amor y la fidelidad con sus conjugues, así como Cristo amó a su iglesia (su esposa) y se entregó por ella. Aquí hay una clara referencia a santos cristianos casados y vivos.

En Filipenses 1:1, Pablo saluda a los creyentes de la ciudad de Filipos, así: “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos que están en Filipos (no en el cielo), con los obispos y diáconos”. Aquí igualmente Pablo se dirige a la hermandad en general como ‘a todos los santos’. Sin duda se refiere al rebaño de Dios, a los llamados “laicos” del catolicismo. Pero nótese que aquí también todos los creyentes son llamados santos en vida.

En Colosenses 1:1,2, Pablo se dirige a los hermanos de Colosas de esta manera: “Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas (no en el cielo): Gracia y paz sean a vosotros, de nuestro Dios Padre y del Señor Jesucristo”. De igual manera, nótese que Pablo se dirige a los santos y fieles hermanos que están en Colosas, una ciudad Griega. Estos hermanos santos eran miembros de la iglesia (la feligresía) de esa ciudad. Entre estos santos había algunos que eran sirvientes y esclavos de amos no creyentes. A éstos santos Pablo les dice, entre otras cosas: “Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales” (3:22). Nótese nuevamente que estos santos no pertenecían a ninguna orden religiosa, ni vivían en claustro alguno. Estos santos siervos trabajaban como sirvientes de hombres incrédulos, y de crédulos. ¡Estos eran domésticos que trabajaban para servir a sus amos terrenales! Algo así como una ama de llaves, o una empleada doméstica. También equivaldría a un obrero de una fábrica de este siglo. También esta carta está dirigida a los matrimonios creyentes (hogares santos), a las cuales el apóstol les dice: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene al Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor” (3:18-20). Como se puede ver, la concepción de la santidad en el Nuevo Testamento dista mucho de asemejarse con la del catolicismo romano.

En Judas 1 leemos: “Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardaos en Jesucristo”. Esta carta de Judas es para alentar a los santos a “contender ardientemente por la fe” (v.3) y a ”conservarse en el amor de Dios” (v.21). Les está escribiendo a creyentes santos para que no se dejen influenciar por los falsos maestros infiltrados dentro del rebaño de Dios. Sin duda, Judas estaba conciente del peligro que podían correr los santos de Dios con las falsas doctrinas que se introducían en el pueblo de Dios.

Ahora bien, notemos que Judas se dirige a “los llamados”, que son santificados en Dios Padre. Pues bien, estos santos fueron “llamados” por Dios, pero, ¿cómo? ¿Acaso éstos oyeron una voz celestial como Pablo la oyó una vez, personalmente y privadamente, en el camino a Damasco? No necesariamente así. El apóstol Pablo dice a los Tesalonicenses lo siguiente: “A lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 2:14). Nótese que los santos son llamados cuando oyen el mensaje del evangelio de Jesucristo y lo creen de todo corazón. Si usted oye el evangelio de Cristo, entonces usted está siendo llamado por Dios para ser un santo y así alcanzar la gloria de Jesucristo. El evangelio es capaz de transformar a los hombres y hacerlos santos. San Pablo lo dice claramente con estas solemnes palabras: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). Y Jesús les dice a los suyos: ”Ya vosotros estáis limpios por la Palabra que os he hablado” (Juan 15:3). Vemos pues que la palabra de Cristo---su evangelio---es capaz de limpiar al pecador y hacerlo un santo. Trágicamente millones de católicos no comprenden esta verdad apostólica.

Sólo los Santos Podrán ver a Dios

La Biblia enseña muy claramente que sólo los santos podrán ver al Señor. En Hebreos 12:14 leemos: “Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Nótese que sin la santidad nadie verá al Señor---¡Ni uno sólo! Es decir, sin la santidad nadie será salvo. Lamentablemente la teología católica sobre el tema de la santidad sostiene que los santos son pocos en relación al total de sus feligreses. Esto se traduce indefectiblemente en que la gran mayoría de católicos, no santificados, no podrán ver a Dios o salvarse. Así de trágico es el asunto. Millones de católicos difuntos, que no han sido santificados por el Papado, estarán privados por la eternidad de ver a Dios. Esto significa que nuestros buenos amigos católicos devotos---ya fallecidos---que no “alcanzaron” la santidad, están descansando en cualquier lugar---menos en el cielo--- donde mora y reina Dios.

Ahora bien, la verdad del asunto es que sólo los santos se salvarán y podrán morar con el Señor para siempre. San Pablo es enfático al respecto cuando, al asociar la santidad, la salvación, y la gloria dice: “Pero nosotros debemos de dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 2:13,14). Aquellos que se dicen cristianos, pero que no se creen santos, están perdidos, pues si no son santos, ¿qué son? La respuesta es sólo una: ¡Inmundos! Véase lo que dice San Pablo al respecto: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (=santidad)(1 Tesalonicenses 4:7). Nótese que San Pablo es tajante. Si uno no es santo entonces es inmundo. ¿Y qué dice la Biblia de los inmundos? Dice Pablo: “Porque sabéis esto, que ningún inmundo...tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (San Pablo, Efesios 5:5). El problema reside en que el catolicismo ha idealizado la santidad, y la ha convertido en un don inalcanzable prácticamente para la mayoría de los seres humanos. En otras palabras, se cree en el catolicismo que un santo es un ser puro, perfecto, impecable, devoto, mojigato, casto, célibe, curandero, milagrero, con estigmas en el cuerpo, orante, pobre, ermitaño, y cosas como éstas. Pero, ¿de dónde sacaron esta idea la gran mayoría de católicos? ¿Acaso nos olvidamos de San Pedro? Él fue el supuesto primer Papa Romano, quien desde su conversión fue un santo. ¿Mostró acaso él--- y sus colegas---señales de estigmas, levitación, y bilocación? En la Biblia no encontramos semejantes extraordinarios reportes sobrenaturales antes mencionados, salvo los registrados en los evangelios, los cuales sí nos hablan de milagros de curaciones, resucitaciones, multiplicación de alimentos, dominio sobre las tempestades marítimas, caminatas sobre el mar, y exorcismos por parte de Cristo y sus apóstoles. Regresemos nuevamente a San Pedro: ¿no nos acordamos cómo Pedro titubeó y negó a su Maestro tres veces? (Juan 13:38) ¿Acaso no nos acordamos cómo Cristo le dijo a Pedro: “Apártate de mi Satanás?” (Marcos 8:33) ¿Acaso no nos acordamos cómo San Pablo tuvo que reprender a su colega San Pedro por pretender seguir judaizando y exigir a los judíos a que guarden la ley? (Gálatas 2:11-14). Pero a pesar de todos estos hechos, San Pedro siguió siendo un santo de Dios. Él no estuvo exento de errores. Se pudo pensar que en un momento Pedro renunciaría a su fe y que no regresaría al camino que había seguido con Jesús. Pero en Hechos de los Apóstoles encontramos a un Pedro valiente, transformado, y convencido de que Cristo era el Hijo de Dios, el Rey de Israel. Se le encuentra celebrando el primer concilio en Jerusalén, y haciendo una férrea apología de su Señor frente a muchos judíos incrédulos.

Y en cuanto al mismo apóstol Pablo, ¿acaso no dijo él que “lo bueno que debía hacer no lo hacía, y lo malo que no debía hacer eso hacía” (Romanos-7:15-25)? ¿Entendemos los conflictos de San Pablo, y sus fallas humanas como hombre imperfecto?¿Acaso dejó él de ser un santo de Dios porque era imperfecto? No obstante, y a pesar de sus errores, él mismo nos exige a imitarle para que también nosotros seamos unos santos y poder ganar la salvación (1 Corintios 11:1). Para Pablo, no puede haber salvación sin santidad, como ya lo hemos demostrado arriba.

La Iglesia de Cristo es por Naturaleza Santa

Hay quienes aún ignoran que la iglesia está compuesta por todos los creyentes bautizados, según se desprende de Hechos 2:38-42. Es, pues, totalmente falso que la iglesia esté compuesta sólo por el llamado “clero” del catolicismo romano (“los religiosos”). La mayoría de católicos no parece comprender que también los llamados “laicos” son parte de la iglesia, pues para eso se bautizaron y participan de los sacramentos de su iglesia. Definitivamente todos los bautizados son miembros del cuerpo de Cristo, es decir, miembros de su iglesia. Ahora bien, se le manda a la iglesia en su conjunto a mantener su santidad con estas palabras: “...Cristo amó a su iglesia, y se entregó a si mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:25-27). Pues bien, si la iglesia está compuesta por todos los bautizados, y ella debe ser santa, entonces concluimos que todos los bautizados practicantes son santos. ¡Así de simple!

A los corintios Pablo les dice: “...porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:17). Y a los colosenses Pablo les dice: “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él...” (Colosenses 1:21,22). Nótese el contraste entre los santos que hacen buenas obras, versus los impíos que hacen malas obras. Si un creyente en Cristo ha renovado su mente para sujetarse a la voluntad de Dios, se convierte automáticamente en un santo. Este creyente se ha santificado porque ha puesto su fe en Cristo, y ha hecho suyo su sacrificio expiatorio en la cruz, y se ha bautizado para el perdón de sus pecados. A los santos, Pedro les dice: “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:14-16). Nótese que Pedro no está diciendo algo así como: “Aspiren a ser santos, para que yo los beatifique, y los nombre santos”. No! Lo que exhorta Pedro es que todos los creyentes sean santos, optando por vivir piamente para que sean verdaderos hijos obedientes de Dios.

Cada uno nos hacemos santos cuando no nos conformamos a los deseos que teníamos en nuestra ignorancia. Así de sencillo. Además, Pedro no dice que hagamos milagros, o que seamos célibes, monjes, ermitaños, pobres, o que tengamos estigmas en el cuerpo, o que levitemos para merecer la santificación. Tampoco Pedro dice que primero deberemos de morir para luego ser canonizados por él o por sus supuestos sucesores. Lo que él dice es que los creyentes deben vivir ahora en santidad como verdaderos hijos de Dios. Esta no es una opción cristiana, sino más bien, una obligación o exigencia para la salvación. Pedro quiere que el pueblo de Dios sea santo o apartado del mundo a fin de cumplir con la misión evangelizadora y salvadora. Se predica con el ejemplo, sin duda.

Los Santos deben ser Perfeccionados

Muchos creen que primero el creyente debe perfeccionarse para ser nombrado “santo” de la iglesia. ¡Nada más falso! El apóstol Pablo escribe algo muy interesante a los creyentes de Efeso. Estas son sus palabras: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11-13). Si uno escudriña bien estos tres versículos, se verá que los santos podían ser perfeccionados con la ayuda de los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros; o sea, por el mal llamado “clero”. Estos feligreses, o los mal llamados “laicos” por el catolicismo, conformaban los santos aludidos por Pablo en esta epístola a los efesios. También en 2 Corintios 7:1 Pablo dice: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Es claro que los santos estaban lejos de ser perfectos, pero que podían ser perfeccionados en la medida que se apartaran de la contaminación carnal y espiritual. Nótese que Pablo no dice que en la medida en que los santos hicieran milagros, levitaran, o estigmatizaran su cuerpo, se perfeccionarían. Por otro lado, en la Biblia no existe esa división extraña de “Clero” y “Laicos” del catolicismo. La verdad es que en las Escrituras (la Biblia) todos los creyentes bautizados conformaban lo que hoy se conoce como: El Clero (Griego Kleron) de la iglesia.

Conclusión

La Iglesia cristiana bíblica, conformada por todos los creyentes bautizados, es santa en su esencia. Es decir, los creyentes bautizados son santos porque han sido santificados por Jesucristo, la Cabeza santa. Son santos porque han renunciado a la vana manera de vivir que heredaron de sus padres para seguir por un nuevo camino de rectitud y verdad. No son hombres extraordinarios que han renunciado al matrimonio, a los negocios, o a los hijos, para vivir como ermitaños mojigatos. Son más bien hombres comunes y corrientes, con sus defectos y cualidades, que han decidido seguir los principios de Cristo y ponerlos en práctica. No existen otros requisitos o exigencias, como por ejemplo: hacer milagros o señales sobrenaturales, a saber: levitar o presentar estigmas en el cuerpo. Estos son más bien individuos casados o solteros: Agricultores, campesinos, Empresarios, comerciantes, obreros, sirvientes, amas de casa, estudiantes de colegios y universidades, etc, que viven en función de Cristo, y para Cristo.

Pretender hacer de los santos unos individuos medio angélicos o sobrenaturales, además de puritanos y mojigatos, es torcer el verdadero concepto de la santidad bíblica. Lo que queda claro, según el Nuevo Testamento, es que sin la santidad nadie verá a Dios; es decir, nadie se salvará (ver Hebreos 12:14). El prerrequisito para vivir con Dios es la santidad de vida hoy. Pero como el catolicismo ha limitado la santidad a tan sólo una minoría insignificante de su feligresía, ello significaría que irremediablemente la gran mayoría de católicos, que no han “alcanzado” la santidad y la beatificación, estarán condenados a nunca ver a Dios por toda una eternidad. Y si no verán a Dios---¿a quién verán?
www.elevangeliodelreino.org

www.esnips.com/web/BibleTeachings (Estudios en español e inglés por Apologista)

LA VERDAD DE LA PANDEMIA