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jueves, 27 de mayo de 2010

LOS CLAUSTROS NO FORMAN SANTAS SINO PARANOICAS




Las Monjas de Loudun

Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)

No hace mucho escuché en una entrevista que le hizo un afamado periodista peruano a una guapa joven monja de un claustro limeño, en la cual ella le confesaba a su interlocutor que se había hecho monja de clausura para llegar a ser una verdadera santa de la iglesia, es decir, una virtuosa y ejemplar hija de Dios. Realmente me sentí muy sorprendido por tal declaración, ya que yo jamás había leído en las Santas Escrituras que para llegar a ser un santo era necesario recluirse en cuatro paredes y vivir en una permanente contemplación o meditación. Debo decir, sin embargo, que a esta joven monjita se le veía feliz, aunque claro, todavía era para mí muy prematuro hacer un juicio sobre si su decisión fue acertada o no, pues ella aún tenía muy poco tiempo viviendo en dicho recinto hermético, donde le requerían vivir totalmente alejada de sus parientes, amigos e intereses “mundanales”.

En diferentes oportunidades yo había escuchado de monjas de clausura que no vivían tan felices que digamos, y recuerdo el caso en particular de una señora que ocasionalmente le dejaba recados a su hermana monja, donde escondía cassettes del afamado pianista Richard Clayderman, de quien la monja estaba platónicamente enamorada. Me imagino cómo estaría de atormentada aquella monjita sin poder escuchar personalmente a su galán platónico, sino sólo en la privacidad de su dormitorio, y a escondidas de las madres superioras por temor a los reproches. Sin duda, muchas monjitas deben estar viviendo ahora un martirio en la soledad de sus celdas, arrepentidas por momentos de haberse privado de tener su hogar propio como cualquier dama aspira debido a su propia naturaleza de mujer. Este sentir, si bien puede pasar desapercibido en los primeros años de la vida monacal, en la madurez puede volverse angustiante y hasta enloquecedor.

También recuerdo el día cuando me detuve para descansar dentro de un templo católico que lindaba con un claustro donde vivía un número regular de monjas en reclusión permanente. Lo que sucedió momentos después me hizo ver que la vida monacal no está lejos de ser inocua, y por el contrario, parece trastornar a muchos de sus acogidos en un mayor o menor grado. Resulta que mientras reposaba en una de sus bancas, de pronto salió corriendo una monjita gritando desaforadamente hacia la capilla, la cual estaba separada por una malla de madera, y pronunciando palabras tan obscenas que sólo podían salir de labios de una endemoniada, o de una paranoica, para ser más técnicos. Y pese a los esfuerzos de cinco personas del convento, éstas no lograban zafarla de la malla divisoria a la cual se había aferrado como un oso gris, hasta que por fin lograron sujetarla con fuerza y meterla al recinto con tremendo escándalo. Asustado me pregunté: ¿Qué le pasará a esta monjita tan necesita de los favores de un caballero fogoso? ¡Seguramente no soporta más el encierro y necesita urgentemente un esposo que la ponga en Fa, me dije! …Caray, después de ser testigo de tan vergonzoso suceso, me pregunté: ¿Se puede llegar a la santidad en estos siniestros claustros que parecen mazmorras?

Sin duda la santidad no se logra huyendo de la tierra para vivir sepultados bajo techos de ladrillo y cemento. La historia de la iglesia Católica está repleta de inmoralidades practicadas por monjas y monjes que decidieron dedicar sus vidas monásticas al Señor. Se sabe que claustros y conventos en la Europa medieval fueron antros del vicio y de la corrupción, hasta el punto que se hablaba de las monjas posesas de un convento completo de ursulinas de loudun, en Francia, en el siglo XVII. Así que ni los conventos ni los claustros se salvan de los ataques diabólicos, y no sirven para santificar a ningún devoto.

El santo está llamado para que su luz brille en el mundo y se haga notoria su distinción. ¿Pero puede lograrse esto si las monjas o monjes deciden vivir encerrados en cuatro paredes para meditar y rezar sin que nadie los vea jamás?¿No se dan cuenta las monjitas de clausura que encerradas de por vida como si fueran delincuentes imperdonables jamás podrán alumbrar el mundo con su luz? La luz se pone en lo más alto para que todos la vean y así alumbre a todos los hombres que viven en tinieblas espirituales. ¿Nos damos cuenta ahora de lo peligrosa e infructífera que es la vida monástica del catolicismo o la de cualquier monje o monja de cualquier otra religión del mundo?

miércoles, 13 de mayo de 2009

LAS PRINCIPALES FIESTAS DE LAS SANTAS ESCRITURAS



Habló el ETERNO a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Las fiestas solemnes del ETERNO, las cuales proclamaréis como santas convocaciones, serán estas…(Levítico 23:1-2)

La Pascua

La Pascua Passover, Pesach (Levítico 23: 25)] representa una de las más poderosas imágenes en todas las Escrituras. Esta simboliza un tiempo de gran liberación. En el Antiguo Testamento, este día conmemoraba la liberación de Israel de la esclavitud que sufrió mientras estaba en Egipto como esclavo. Pero también se enfoca hacia una mayor liberación.

En el Nuevo Testamento, la Pascua representa el sacrificio de Jesucristo (1 Corintios 5: 7). En la actualidad, cada año, el pueblo de Dios alrededor del mundo guarda la Pascua en su día señalado (Lucas 22: 14), para conmemorar la muerte del Salvador del mundo. Así como la sangre del cordero hizo posible para los israelitas escapar de la muerte (Éxodo 12: 12-13), la sangre de Jesucristo hace posible que el hombre se reconcilie con Dios (Romanos 5: 10), y escapar de la muerte eterna (Juan 3: 16; Efesios 1: 7; 1 Pedro 1: 19-20; 1 Juan 1: 7).

La Fiesta de los Panes sin Levadura

La Fiesta de los Panes sin Levadura (Levítico 23: 6-9), simboliza un tiempo cuando los hijos de Israel salieron de Egipto (Éxodo 12). En el Nuevo Testamento, estos días simbolizan al pueblo de Dios saliendo del pecado (1Corintios 5: 7-8). Egipto está simbolizando tipo del pecado, así como el pan leudado. Estos días conmemoran nuestra lucha en contra del pecado y la importancia de vencerlo (Apocalipsis 3: 21)

El Día de Pentecostés

El día de Pentecostés, el cuál toma lugar 50 días después del Sábado semanal que cae entre los días de Panes sin Levadura y la Pascua (Levítico 23: 10-23), señala un tiempo cuando Dios estableció Su pacto con la nación de Israel. Durante ese tiempo, Dios le dio a Israel Su gran código moral: Los Diez Mandamientos. Algunos eruditos creen que Dios le dio a Moisés y a los hijos de Israel los Diez Mandamientos en este mismo día de Pentecostés (Éxodo 19 y 20). Este día también se enfoca hacia un tiempo cuando Dios haría un nuevo pacto con Su pueblo (Jeremías 31: 31-34). En ese tiempo, Dios escribiría Su ley en los corazones de aquéllos que se arrepintieran y se alejaran del pecado. Este nuevo pacto fue establecido en el Día de Pentecostés del año 31 d. C. y está descrito en el capítulo dos del libro de los Hechos. Pentecostés, el cual toma lugar durante la cosecha de primavera (una cosecha pequeña), revela que Dios está llamando solamente a unos pocos en este tiempo. Estos pocos son llamados como los primeros frutos o las primicias (Santiago 1: 18). Aquéllos que guardan el día de Pentecostés dan honor a Dios y a Su llamamiento.

La Fiesta de Trompetas

La Fiesta de Trompetas (Levítico 23: 24-25) señala hacia un tiempo cuando Cristo va a regresar y reunirá a Sus santos. El apóstol Pablo habló de esto, como un tiempo cuando los muertos en Cristo serán resucitados incorruptibles y se reunirán con Jesucristo en el aire (1 Corintios 15: 51-52; 1 Tesalonicenses 4: 13-17). Este tiempo también señala hacia un tiempo de gran liberación, cuando Jesucristo y Sus siervos harán guerra con la tierra y sojuzgarán a todas las naciones (Judas 14, 15; Apocalipsis 19: 11-21).

El Día de Expiación

El día de Expiación (Levítico 23: 26-32) señala hacia un tiempo cuando todos los pecados que Satanás ha perpetrado, serán transmitidos de regreso a él (Levítico 16) y será atado y arrojado al abismo por mil años (Apocalipsis 20: 1-3). Este día también enfoca el sacrificio de expiación de Jesucristo y señala hacia un tiempo cuando el hombre será reconciliado con Dios (Romanos 10: 5) y finalmente ser “uno” con Él. Una vez que esto sea cumplido, Jesucristo presidirá sobre el gran reino milenial de Dios.

La Fiesta de Tabernáculos

La Fiesta de Tabernáculos (Levítico 23: 34) refleja el reino de Dios sobre la tierra, cuando Jesucristo morará con el hombre y hará Su tabernáculo con él. Este es un tiempo cuando la tierra será llena de paz y prosperidad (Isaías 2: 4; 32: 18). En ese tiempo, Jesucristo y Sus santos gobernarán desde Jerusalén (Daniel 7: 22) y el conocimiento de Dios cubrirá la tierra como las aguas cubren el mar (Isaías 11: 9).

El Último Gran Día

Al finalizar la Fiesta de Tabernáculos está la séptima y última Fiesta Santa anual (Levítico 23: 36). El Último Gran Día de la Fiesta (Juan 7: 37), toma lugar durante la cosecha de otoño (una gran cosecha) y simboliza un tiempo cuando los billones de personas que nunca fueron llamados, serán resucitados y aprenderán acerca del verdadero Dios. La Biblia indica que esta resurrección tomará lugar después del milenio (Apocalipsis 20: 5), y es una resurrección física (Ezequiel 37). Este día también señala el tiempo del juicio final de Dios sobre la humanidad. Durante ese tiempo, los libros (de la Biblia) serán abiertos y cada uno será juzgado de acuerdo con sus obras (Apocalipsis 20: 11-15). Cuando el pueblo de Dios guarda este día, muestra honor a Su soberanía sobre el destino del universo. Es un tiempo que señala la culminación de un maravilloso plan y el principio de un destino eterno que Dios tiene para Sus hijos.

LA VERDAD DE LA PANDEMIA