Por Ing° Mario A Olcese (Apologista)
José de Arimatea, discípulo de Cristo, y su esperanza en el reino
Cuando leemos de José de Arimatea, nos encontramos con un personaje misterioso que es muy brevemente mencionado en los evangelios y que sólo se le recuerda por haber pedido el cuerpo inerte de Jesús al procurador Poncio Pilato. Pero también de este hombre se dicen algunas otras cositas más que son interesantes de observar, como por ejemplo, que él fue un miembro del concilio; segundo, que era varón justo y bueno (Mr. 15:43, Lc. 23:50); tercero, que era un discípulo del Señor; y cuarto, que ESPERABA EL REINO DE DIOS (Mr. 15:43).
De modo que José de Arimatea esperaba el tan anhelado reino de David en Israel (Juan 19:38). ¿Pero por qué los estudiantes de la Biblia pasan por alto estos pocos detalles cruciales de José de Arimatea? ¿Por qué nadie dice nada de que él esperaba el reino de Dios? ¿Acaso estaba él esperando un imposible o una utopía inalcanzable? ¿Será que José de Arimatea fue un discípulo poco entrenado o poco entendido en cuestiones proféticas? No lo creo. El esperaba el cumplimiento de la promesa de un Israel y con su reino restaurados a través del Mesías, de acuerdo a todas las profecías del Antiguo Testamento (Eze. 21:25-27; Isa. 32:1; Salmo 67:4, Sal. 2:6-9; 2 Sam. 7:13,14).
Simeón, el hombre piadoso y justo
En la Biblia se habla de un tal Simeón, así: “…y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él” (Luc. 2:25). En este caso, la consolación de Israel evidentemente tiene que ver con el reino de Dios. José de Arimatea, un judío justo, esperaba el reino de Dios. Y ahora Simeón, otro Judío de entre el pueblo, espera la consolación de Israel. ¿Pero estaba Simeón delirando con su esperanza de un Israel consolado? ¡De ningún modo! puesto que se dice que él estaba lleno del Espíritu Santo, el Espíritu de verdad. Esto significa entonces que el reino de Dios está ligado estrechamente con la consolación de los Israelitas, quienes por siglos vivieron y viven afligidos por no ver restaurado aún el reino del padre y rey David.
La expectativa de los discípulos
Cuando Jesús ya había muerto, y aún no se les aparecía a sus discípulos, éstos estaban muy decepcionados porque su esperanza aparentemente se había hecho humo. Ellos dijeron: “Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel…” (Luc. 24:21). Entonces tome usted nota de cuál era la expectativa de los primeros cristianos con respecto a Cristo: De que él traería la consolación y redención de Israel como un reino divino, libre de opresores, y dominando mundialmente sobre toda nación del planeta. Ellos querían ver a Israel es su estado de gloria y privilegio frente a las demás naciones del mundo, sin opresores ni injusticias.
Y es interesante ver que durante los tres y medio años que duró su ministerio, Jesús no hizo nada por cambiar su esperanza de un Israel que llegaría a ser redimido o restaurado. Al contrario, cuando él se les aparece en persona ya resucitado, se queda con ellos 40 días, a los cuales los alecciona con más detalle sobre su futuro reino que será restaurado a Israel (Hechos 1:3,6,7).
Ahora bien, si ellos esperaron la restauración del reino a Israel, una esperanza que fue reconocida y validada por Jesús en todo momento, ¿por qué tan pocos “cristianos” siguen hoy en esa misma línea de pensamiento o creencia? ¿Por qué se les hace tan problemático aceptar que Dios aún ama al Israel natural como el pueblo de su predilección? (Rom. 11:1,2). ¿Por qué se empecinan en seguir esperando y predicando una partida al cielo para estar con Dios y Cristo cuando mueran? ¿Dónde han dejado el reino que es el tema de las parábolas del Señor? ¡Realmente no lo entendemos! ¿o sí?
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