martes, 4 de noviembre de 2008

EL PLAN DE DIOS PARA EL MUNDO

Ingº Mario A Olcese (Apologista)

Es indiscutible que Dios, el Dios de la Biblia, tiene trazado desde el comienzo de su creación, y que se encuentra delineado en cada página de la Biblia, un plan maestro para este planeta. Una muestra de este plan se halla en las palabras de San Juan en Apocalipsis 13:8 que dicen: "Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del cordero que fue inmolado desde el principio del mundo." Todos sabemos que el Cordero de Dios es Jesucristo y que fue inmolado hace casi dos mil años, y aun mucho antes de la caída de los primeros padres. Así, en los planes de Dios, el Cordero había de ser sacrificado, y todo lo preconoció de antemano Dios, planeándolo cuidadosamente---¡Y desde la misma creación del mundo!

Nada escapa al conocimiento de Dios (Omnisapiencia), por lo que el futuro no le es desconocido para Él. Él supo que el hombre caería en pecado, pero simultáneamente Dios planeó la redención del hombre con muchísima anticipación. Cristo, su Hijo Unigénito, sería quien cumpliría con este propósito y por eso permitió que naciera como hombre para enseñarnos, en suma, el camino para la salvación (Hebreos 5:8,9; 2:10).

Desde el principio el hombre ha desobedecido a Dios para seguir su propio camino, y ¿cuál ha sido el resultado? ¡La muerte! Dios no ha creado al hombre para que muera, sino para que viva para siempre en este planeta. La muerte, trágicamente, es nuestro peor enemigo que produce mucha tristeza a los vivos. Sin embargo, el sendero andado por la humanidad ha sido el errado, y el que le ha conducido hacia ese fin. Adán, el representante de la raza humana, transmitió el germen del pecado y la muerte a todos sus descendientes, y todos pecaron (Romanos 3:23). Un nuevo Adán, el Hijo de Dios, tomó el lugar del primer Adán y pagó el precio del pecado muriendo en la cruz. Sólo el pecado de un hombre se redime o cancela con la muerte, pero para salvar a toda la humanidad se requería que un nuevo padre que suplantara a Adán y muriera por todos ¡Y esto hizo Jesus el Mesías! ( Romanos 5:8, 17-21).

El plan de Dios para el hombre era que este se multiplicara y llenara la tierra y la hiciera un verdadero paraíso, en donde el ser humano, hecho a la misma imagen y semejanza de Dios, disfrutara de toda cosa buena hecha para él y su prole (Génesis 1:28). En consecuencia, Dios no nos destinó para vivir con Él en el cielo o en algún lugar extramundano, o supramundano; sino en esta misma tierra creada para nosotros (Salmo 115:16). Entonces, si ese es el plan de Dios, ¿podría alguien cambiarlo? ¡No! Lo que Dios se ha propuesto hacer de antemano lo cumplirá y no tardará. Adán pecó y perdió aquel estupendo parque o paraíso para luego encontrar una tierra hostíl y dura para vivir. Por lo tanto, la restauración que Dios nos ofrece (Hechos 3:19-21) es aquel paraíso original perdido donde Dios era el Amo Y Señor Absoluto, y los hombres, sus servidores.

Dios se propone recuperar ese paraíso perdido por la desobediencia del hombre, y en esta oportunidad lo llenará con gente mansa y humilde de corazón, dispuesta a servir (amar) a Dios incondicionalmente (Mateo 5:5; Salmos 37:9,11,22,29,34; Proverbios 2:21).
Dios tiene sin lugar a dudas, un plan maestro para la raza humana que está oculto para la gran mayoría de Católicos, y aun entre algunos grupos protestantes. Es nuestro propósito darlo a conocer por intermedio de este estudio a nuestros lectores.

La Creación del Mundo

La Biblia comienza diciendo: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Génesis 1:1). Luego nos sigue diciendo que la tierra fue creada para que fuese habitada (Isaías 45:18). La palabra principio no nos dice cuando fue aquel principio, pero sin duda se refiere a un pasado sin fecha, cuando todo fue creado por Dios.

La palabra hebrea para crear es "bara", y en su propio y primario sentido significa aquel acto divino de la creación absoluta sin el uso de material preexistente. En otras palabras, Dios creó la materia "en el principio". Creó lo material de la nada con sólo ordenarlo. Lo visible de la creación fue hecho de lo que no se ve (Hebreos 11:3).

El hombre fue creado en el "sexto día" después de los animales. Sin embargo, existen disputas de si fueron días de 24 horas o simplemente períodos indeterminados de tiempo. Las expresiones "Y fue tarde y mañana el día..." sugieren que fueron días de 24 horas. Sin duda que la obra maestra de Dios en su creación fue el ser humano, pues fue hecho a la imagen y semejanza de Su Creador. A éste el Eterno Dios lo puso en la tierra no para que se quedara ocioso sino para que la "guardase", junto con la mujer a quien el Eterno llamó "ayuda idónea", Eva. La orden de Dios era la de procrear y llenar la tierra con hijos y tuvieran dominio sobre las bestias del campo y labraran la tierra.

La Primera Ley Divina

De manera clara Dios le prohibió a la primera pareja humana que comieran de cierto árbol de "la ciencia del bien y del mal". Su violación sería la muerte. ¡Muerte física y espiritual! La primera pareja humana recibió una orden expresa de Dios: "De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día de que él comiéreis ciertamente morirás." Esta fue la primera ley divina que debía ser obedecida, porque de eso dependía la vida. La obediencia de esa ley divina traería felicidad y paz con el Creador, y su violación, la ruptura con Él.

El Primer Pecado

Habiendo dado una ley suprema, su violación constituiría el pecado. La Biblia dice claramente que "Todo el que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley" (1 Juan 3:4). La Biblia nos dice que Adán y su mujer desobedecieron a Dios y a Su ley, lo que significó su pecado y muerte. De este modo, por la necedad del hombre mismo, la muerte ha seguido reinando. El salario o pago del pecado no es otra cosa que la misma muerte (Romanos 6:23), y por eso todos moriremos algún día (Hebreos 9:27). Se puede decir que aquí finaliza el período de la inocencia a la vista de Dios.

La Primera Profecía

Hasta aquí el diablo sacó ventaja y logró sembrar la desobediencia y la muerte en la raza humana. Sin embargo, Dios prometió no solamente un redentor personal que contendería con Satanás y le vencería, sino que la profecía incluía que habría enemistad perpetua entre las simientes opuestas del mundo, la simiente de la serpiente, o los hijos del maligno, y la simiente de la mujer, los hijos espirituales y obedientes. Esas "simientes" estarían en oposición entre sí en un conflicto continuo. El uno heriría el calcañar (extremidad del pie, por la parte de atrás) de su antagonista, pero el otro finalmente heriría su cabeza, esto es, lo destruiría. Por ende, una guerra continua se desataría entre los buenos y los malos, cuando Jesús dijo: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo", es decir, "la simiente de la serpiente".

El Primer Homicidio

Los primeros padres tuvieron 2 hijos, los cuales fueron representantes de dos simientes opuestas. Abel, según se lee en la Biblia, "era justo"; en cambio Caín "era maligno", y la Biblia está llena de esta enemistad. El espíritu de Caín nunca termina hasta que regrese "la simiente de la mujer" a establecer su reino en la tierra y luego destruir a su adversario---"aquel maligno"---el diablo (Hebreos 2:14). En el proceso del tiempo, Caín y Abel trajeron sus respectivas ofrendas al Señor. Caín ofrece el fruto de la tierra, en tanto que Abel trajo de los animales de su rebaño (Ofrenda de expiación, hecha con fe...Hebreos 11:4; 12:24).
El camino de Caín desagradó a Dios quien no aceptó su ofrenda, pero el sacrificio de Abel si fue agradable al Señor. Esta evidencia del favor divino enfureció la "enemistad" en el corazón de Caín, por lo cual se levantó y mató a su hermano justo. Aquí Satanás pretendió destruir a la simiente justa que sería de bendición para la humanidad.

Renovación de la Simiente justa

Con el tiempo Dios dio a Adán otro hijo, y renovó la simiente justa de Set. Con este nacimiento de Set, al fin, Abel tuvo un sucesor de mente semejante, que anduvo por fe y agradó a Dios. Así, como "la simiente Caín" y la "simiente de Set" el mundo fue aumentando con gente mala y gente buena. La corrupción del mundo había llegado a su colmo en el linaje de Caín, y la maldad del hombre era casi inconcebible, que Dios anunció al fiel Noé su propósito de destruir la tierra para limpiarla de los malvados. Noé era descendiente de Set, y cuya línea genealógica era Set, Enós, Cainán, Mahalalel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec, Noé. Para este propósito Dios mandó a Noé a construir un arca para que en ella se salvara él y su familia, y por medio de él a la simiente justa. Durante el tiempo de la construcción del arca ningún hombre quería arrepentirse de su mal camino, por lo que Dios decidió la destrucción del mundo por un diluvio mundial. Sólo 8 personas, Noé y su familia y una pareja de cada especie animal se salvaron. Con este diluvio un mundo cayó en el juicio divino.

La Repoblación de la Tierra

Dios hace un pacto con Noé que ningún otro diluvio destruiría la tierra, y que todas las cosas serían sujetas a Noé y a sus hijos, y les instruyó para que "llenasen la tierra". Por vez primera el concepto sagrado de la vida se hizo notar por la institución de la pena capital. Aquellos que derramaran sangre de hombre su sangre sería derramada. Como señal de las promesas del pacto Dios colocó en el cielo el arco Iris, una señal de su pacto con toda carne "por siglos perpetuos".
El mundo así tuvo un nuevo inicio, con la institución del gobierno humano, siendo el hombre el responsable de gobernar al mundo para Dios. Los hijos de Noé empezaron a multiplicarse y llenar la tierra. Pero no pasó mucho tiempo antes que ellos vieran abundar la maldad, y a los hombres y naciones en abierta enemistad con Dios. Los 3 hijos de Noé fueron: Sem, Cam, y Jafet. Con estos 3 hombres se volvió s llenar la tierra, la cual, poco después se corrompió, y renació el antagonismo entre las simientes opuestas. Para no ser esparcidos construyeron una torre en el llano de Sinar.

Ante este desafío constante, Dios decidió confundir las lenguas de los edificadores de la torre. Hasta ese momento la tierra sólo habla un idioma, pero ahora los hombres empezaron a hablar muchos idiomas y dialectos lo que les obligó a esparcirse por toda la tierra. Actualmente es un hecho establecido que los varios idiomas existentes pertenecen a 3 grandes grupos: Los Arios, los semitas, y los Turianos, correspondientes a los 3 hijos de Noé: Jafet, Sem, y Cam.

El Tiempo de la Promesa

Después de la dispersión, Nimrod, un descendiente de Cam, fundó un imperio a orillas del río Eúfrates, el primitivo imperio babilónico o caldeo. Mizraim, hijo de Cam, fundó el imperio Egipcio, el otro gran centro de la civilización primitiva. Pero también hubo un progreso en la corrupción y en la idolatría. En cuanto a la idolatría, ésta se esparció rápidamente sobre la tierra, deshonrando a Dios y degradando al hombre. En consecuencia Dios dispuso separar una familia de todas las familias de la tierra, para que por medio de ella, Él pudiera preservar la religión pura y sin mácula. El elegido fue Abraham, que nació en Ur de Caldea, de donde fue llamado por Dios. Las gentes de su época y lugar eran idólatras, aún su propio padre Taré, estaba manchado con la maldición.

Dios mandó a Abraham que dejase su país y su parentela y fuese al lugar que le sería mostrado. El mandato fue acompañado con una promesa y un pacto. El llegaría a ser una gran nación, un gran nombre, la tierra de Canaán sería la posesión eterna de su simiente y por medio de él, todas las familias de la tierra.

Esto indicó un nuevo comienzo para el Reino de Dios, porque el llamado de Abram, Dios comenzó a preparar el mundo para el redentor prometido, "la simiente de la mujer". Aunque Dios había prometido que la simiente de Abraham sería innumerable, pasaron años de espera sin señal de descendencia. Impaciente por los años que pasaban sin descendencia, Sarai, su esposa, le sugirió que buscara al hijo en la esclava Agar, y de quien luego nació Ismael, quien vino a ser el padre de la raza árabe. Catorce años más tarde, Isaac, el hijo de la promesa nació milagrosamente. Este heredó la fe de su padre, y obtuvo una renovación del pacto a Abraham. Tuvo dos hijos: Esaú y Jacob. Esaú fue el progenitor de los edomitas, quienes fueron una fuente constante de dificultad para los israelitas, los descendientes de Jacob.

El nombre de Jacob fue finalmente cambiado a ISRAEL, "Príncipe con Dios". De sus doce hijos, José, el hijo de su edad avanzada, era el favorito. Fue aborrecido por sus hermanos, por los cuales finalmente fue vendido y llevado a Egipto por los mercaderes medianitas; allá Dios le bendijo y prosperó. Veinte años más tarde una gran hambruna obligó a Jacob, con sus hijos, a viajar y establecerse en Egipto, a la invitación de José. Después de la muerte de Jacob y José, se levantó un rey en Egipto que no conocía a José; alarmado por el crecimiento del pueblo hebreo, determinó aplastarles por medio de una cruel opresión y por la destrucción de todos los hijos varones. Durante esta era oscura de opresión, nació un niño (Moisés) destinado a liberar al pueblo esclavizado. Este, más tarde, obligó a Faraón de Egipto dejar salir al pueblo. En la noche de su liberación de Egipto Dios instituyó la Pascua.

La Promulgación de la Ley

En el tercer mes de su salida de Egipto, acamparon en el Sinaí, donde permanecieron un año.
Siendo llamado por Dios a la cumbre del monte, Moisés recibe los Diez Mandamientos de Dios, y también las instrucciones para la construcción del tabernáculo o tienda sagrada, que habría de ser la morada de Dios entre ellos.

Durante su estadía en el Sinaí, Israel se organizó como nación, y luego del censo del pueblo y la agrupación de las tribus, se movilizaron hacia la posesión de la tierra prometida. Al llegar a la frontera, Moisés envió a doce hombres para investigar la tierra. Al regresar, dos dijeron que era una buena tierra, pero diez dijeron que no podía ser conquistada. El miedo destruyó la fe, y el pueblo rehusó entrar a su posesión prometida. Como castigo por su incredulidad vagaron por el desierto 40 años.

Al fin, después de 38 años, la nueva generación llegó a Cades, el escenario de la trágica incredulidad de sus padres. Aquí Moisés repitió la ley y repasó las condiciones que acompañaban las promesas y las bendiciones de su entrada a Canaán. Después de su mensaje de despedida, Dios llamó al fiel legislador al descanso, y manos invisibles le sepultaron en el monte desde dónde él había visto la tierra prometida.

Después de la muerte de Moisés, el pueblo fue guiado por Josué a Canaán como sucesor de Moisés, pero después de la muerte de Josue hubo un apartamiento gradual de la nación. Esta condición se resume en la frecuentemente frase citada: "Israel hizo lo malo en los ojos del Señor" y también "El Señor los entregó en las manos de sus opresores". En estos períodos críticos, Dios escogía a algún hombre de las tribus, por quien Él pudiera gobernar y ejecutar sus juicios. Estos oficiales eran llamados los "Jueces" de Israel.

Después de varios centenares de años de apostasía, servidumbres, y liberaciones, los israelitas se cansaron del gobierno de los Jueces y demandaron un rey. Después de ser amonestados de las consecuencias trágicas de cambiar de gobierno de una teocracia a una monarquía, Dios les concedió su petición. Saúl fue elegido como el primer rey de Israel.

El carácter de Saúl fue marcado por impulsividad y autovoluntad, y su muerte miserable fue una consecuencia espantosa de su vida. Reinó sobre Israel por 40 años. El período del reinado de David, sucesor de Saúl fue la más brillante de todas en la historia de Israel. Este también reinó por 40 años. Pero en cuanto a explendor y magnificencia, ninguno igualó a Salomón, hijo de David. El reino israelita se mantuvo unido con estos 3 reyes hasta que vino la división entre el reino de Israel y el reino de Judá durante el reinado de Roboam y Jeroboam. Jeroboam se había corrompido por la idolatría, por lo que fueron llevados a la cautividad. El Reino del Norte fue llevado a Asiria y el Reino del Sur a Babilonia por 70 años durante el reinado de Sedequías.
Por un decreto de Ciro, el Reino del Sur salió de su cautiverio y con un remanente de Israel regresó a Jerusalén y reconstruyeron el templo y lo dedicaron en el período del profeta Nehemías. Del linaje de David y de la línea semita nació "La simiente prometida" para la bendición de la humanidad., unos 400 años después.

La Promesa de Dios a Abraham

Habíamos visto que Dios había elegido a Abraham de entre un mundo corrompido para que mantuviese la pureza de la fe, y de la religión verdadera, y que a través de él nacería "La Simiente Prometida" que aplastaría a Satanás y sus huestes. La promesa que Dios hace con Abraham tenía que ver con la posesión de una tierra y en ella hacer crecer una gran nación.
En Génesis 12;2,3 podemos leer de esa estupenda promesa de esperanza para la humanidad. De allí se lee: "Y haré de ti una gran nación, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra" En Génesis 13:15 le sigue diciendo: "Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre".

En Génesis 15:18 Dios hace un pacto con Abraham, un pacto que nadie lo invalidaría y que dice: "En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eúfrates". Así, Dios hizo a Abraham una promesa y un pacto que pocos hoy han llegado a comprender en su profunda dimensión espiritual como material. Aquí se ve como Dios quiso y quiere la bendición para la humanidad, y de hecho que se cristalizará por la línea de Sem, uno de los tres hijos de Noé, de quien se trazaría la venida de "La Simiente Prometida" para la redención de la humanidad y su posterior bendición perpetua.
Habíamos visto en Génesis 15:18 que Dios hizo un pacto con Abraham, en el sentido que su descendencia (singular) heredaría la tierra prometida. Ahora bien, ¿Quién es la simiente o descendencia de Abraham? Más tarde, el apóstol Pablo revelará que la descendencia de Abraham (singular) es Cristo mismo. Veamos lo que nos dice Pablo en Gálatas 3:16,29: "Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes como si fueran muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo". Pero ahora nos preguntamos, y los cristianos verdaderos, ¿qué heredarán? Pues el verso 29 tiene la respuesta final: "Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa". He aquí una extraordinaria verdad que sigue siendo ignorada por millones de seguidores de Cristo, y es que la iglesia también recibirá la "tierra prometida" como herencia perpetua. Entonces: ¿Cómo es que hay aún que suponen que irán a heredar el cielo?
No es de extrañarse tampoco que el evangelista Mateo comience su Evangelio sinóptico diciendo de Jesús, el Cristo: "Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham." (Mateo 1:1).

La Promesa de Dios con David

Habíamos explicado en algunas páginas anteriores que el pueblo israelita había pedido un rey en lugar de los jueces que los gobernara. Y cuando esto ocurrió, el primer rey Saúl, del linaje de Sem y también descendiente de Abraham, se corrompió y fue destituido de su cargo. Éste fue destituído y reemplazado por un pastorcito de ovejas: el rey David, quien también era del linaje de Sem. Dios igualmente hace un pacto con David, diciéndole: "Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino." ( 2 Samuel 7:12,13). Además le prometió lo siguiente: "Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mi con verdad, de todo su corazón y de toda el alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israel." ( 1 Reyes 2:4; 2 Crónicas 7:18).

Siendo igualmente hijo de David, Jesus es el indicado para heredar el trono de su padre David (Leer Lucas 1:32,33; Hechos 2:29,30). Sin duda hoy Israel no posee una monarquía, pero llegará el tiempo para restaurar el reino o la monarquía David en Israel.

Sedequías fue el último rey semita que desvió al pueblo hacia la idolatría, razón por la cual Dios permitió que fuera desterrado con la mayor parte de su pueblo por siete décadas, después del cual fue liberado, aunque sólo un remanente regresó a Jerusalén para reedificar el templo. Sin embargo, desde su salida de Babilonia no ha habido un rey semita que los gobierne. Pero llegará el día cuando las profecías concernientes a la restauración del reino se cumplan, en la persona del Mesías Jesus. Lea Amós 9:11; Ezequiel 21:26,27; 37:22,24,25; Oseas 3:4,5; Hechos 2:29,30.
Jesucristo es el hijo de Abraham que heredará la tierra, y es hijo de David para heredar el trono de su reino en Israel. Este es el personaje noble que solucionará todos los problemas de la humanidad, restaurando todas las cosas que fueron destruídas por el opositor, el diablo.

El Reino de Dios

El Reino de Dios se inauguró cuando los israelitas sustituyeron a los Jueces por los reyes semitas, siendo el primero, Saúl. La primera vez que encontramos la frase "Reino de Dios" es en 1 Crónicas 28:5 y que dice: "Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel".
Por intermedio de los reyes semitas, Dios gobernaba al pueblo, pero por sus rebeliones, Él decidió suspender la monarquía Davídica HASTA LOS TIEMPOS DE LA RESTAURACIÓN DE TODAS LAS COSAS, pronunciadas por los profetas antiguos (Hechos 3:19-21).

El Evangelio de Jesucristo

Muchísimos cristianos no han llegado a saber exactamente para qué Cristo vino hace dos milenios. En primer lugar, San Pablo nos dice: "Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres." Sí, Jesús vino a decirnos que Su Padre cumplirá todas las promesas tarde o temprano (Romanos 15:8).

Como segundo punto, Jesús nos dice para qué Dios le envió a este mundo malo. En Lucas 4:43 encontramos una clara confesión de Jesús que debemos grabar todos los creyentes en nuestra mente: "Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios, porque para esto he sido enviado." Sí, Jesús vino a cumplir con una ordenanza del Padre, y ésta era, la de proclamar las Buenas Nuevas del Reino de Dios. Por cierto que para poder participar de ese reino, el hombre tenía que convertirse, y para ello debería de aceptar el sacrificio de Cristo por él. Por tanto, Jesús también vino a morir por los hombres para abrirles el camino al reino de Dios (Marcos 1:1,15,16).

La palabra reino viene del griego Baseileia, que implica autoridad, domino, rey, leyes, y súbditos. Los discípulos hebreos sabían vienen que el reino de David sería restaurado por el Mesías esperado. En Hechos 1:6 se deja ver que los discípulos sabían que Cristo era el nombrado Mesías para restaurar el reino, y por eso creían que ya estaba cerca su restauración.

En Lucas 19:11 leemos que los discípulos hebreos estaban seguros que el reino sería restaurado brevemente, porque veían a su Mesías entrar en Jerusalén, la sede del antiguo reino de David y de sus hijos.

En diferentes pasajes de la Escritura, el Reino de Dios y su restauración conforman el Evangelio de Jesucristo. Usted verá que Jesús usa la expresión: "El evangelio del reino" en distintos pasajes de su vida. Vea Lucas 4:43, y Mateo 24:14, por citar dos textos bíblicos. Recuerde que "evangelio" significa "Buenas Noticias". Entonces Jesús vino a proclamar "Las Buenas noticias de su reino en la tierra." Pero millones de Católicos y Protestantes NO suelen decir que el evangelio es el reino de Dios, sino Cristo mismo. Afirman que el evangelio es la persona de Cristo, y su sacrificio por los pecadores. Esta es sin duda, media verdad. La otra media verdad es lo que sigue al sacrificio de Cristo. Es decir, su glorioso reino en la tierra con los salvos.

El Evangelio del Reino y la salvación

¿Cuál es la importancia del evangelio del reino? La respuesta es que trae SALVACIÓN a los hombres. En Romanos 1:16 Pablo dice que el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que lo cree, sea Judío o no Judío.

No sólo fue Jesús quien se dedicó a la evangelización, enseñando el reino de Dios, sino también todos sus discípulos. Uno podrá leer por los diferentes libros del Nuevo Testamento, que el reino de Dios fue el mensaje central de Cristo y sus seguidores. El Evangelista Marcos habla que Cristo empezó su ministerio anunciando el evangelio del reino de Dios. Igual lo hicieron sus apóstoles (Lucas 8:1; 9:1,2). Posteriormente Pablo hará lo mismo en su evangelización internacional (Hechos 19:7; 20:25; 28:23,30,31). Y Jesús afirma que ese mismo evangelio del reino será predicado por su iglesia hasta su regreso en gloria (Mateo 24:14).

El Evangelio del Reino no es la iglesia

El Evangelio del Reino ha sido objeto de variadas interpretaciones que no se ajustan al contexto bíblico. Agustín de Hipona, de la escuela de Orígenes, sostenía que la iglesia era el Reino de Dios, y Cristo, el Rey de esa iglesia Universal.

Para la iglesia Católica en particular, no existe un reino político y monárquico para Israel. Es más bien un "reino de sacerdotes" (la curia romana o clero sacerdotal Católico), con el Papa a la cabeza. Pero contrario a lo propuesto por Orígenes, y luego Por "San Agustín", Jesucristo enseñó que la "manada pequeña" heredará un reino, sólo cuando Cristo regrese a este mundo nuevamente (Lucas 12:32; Mateo 25:31,34). En otra ocasión Pablo dijo que "carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios" (1 Corintios 15:50). Esto es significativo, pues la iglesia está compuesta precisamente por hombres de carne y sangre. Hay, pues un reino diferente, en el cual es imposible heredarlo con cuerpos humanos mortales de "carne y sangre".

El Reino tiene que ver Con Jerusalén

Aunque ya hemos explicado que el reino estaba relacionado con Jerusalén, sería oportuno añadir que Jesús afirmó que "Jerusalén ES (no "ERA") LA CIUDAD DEL GRAN REY" (Mateo 5:33-35). Estas palabras de Jesús son significativas, pues Dios sigue amando a Jerusalén, y sigue siendo Su ciudad. No es la ciudad de los árabes, ni de los Judíos, ni de los gentiles. ¡Es la ciudad de Dios!
Jerusalén será llamada "Trono de Jehová", así lo afirma Jeremías, el profeta (3:17). En Marcos 11:1-11 se halla la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Los versos 9-11 dicen: "Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas! Y entró Jesús en Jerusalén...". Ahora bien, es fácil ver aquí en estos versos, la esperanza Judía de la restauración del reino davídico en Jerusalén cuando entraba Jesús en la ciudad capital de Jerusalén. Y en Hechos 1:6 se deja notar la inquietud de los discípulos por saber si ya era inminente la restauración del reino por muchos siglos esperada.

El Reino, La Iglesia, y Las Naciones

Hemos visto que Jesús vendrá a restaurar el reino en su segunda venida (Hechos 1:7; 3:19-21; Mateo 25:31,34). ¿Qué pasará luego? Bueno, Jesús depondrá al diablo y lo arrojará al abismo para que no siga engañando a las naciones, y poder así reanudar el reino de su padre David en su persona (Apocalipsis 20:1-4).

La Iglesia, junto con él como su Rey, dominarán a las naciones y las regirán con "vara de hierro". La Iglesia está siendo llamada hoy precisamente para conformar todo el equipo gubernamental del Mesías. En Apocalipsis 2:26 leemos una promesa de Jesús: "Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, YO LE DARÉ AUTORIDAD SOBRE LAS NACIONES." ¡Esta es una fantástica noticia! La iglesia no estará tocando el arpa en el cielo, sino gobernando con Cristo en su reino, en puestos de confianza. En la famosa parábola llamada "De las Diez Minas" en Lucas 19, Jesús revela que, al volver como el "hombre noble", dará a sus seguidores leales, "AUTORIDAD SOBRE CIUDADES". Usted leerá eso en los versos 15, y l6. Y en Apocalipsis 5:10 claramente se nos dice dónde reinaremos: ¡En la tierra!

Si el reino de Cristo será mundial, pues todas las naciones de la tierra le estarán sujetas a su autoridad real (Salmos 72:7,8,11,19).

El Milenio de Paz

En Apocalipsis 20:4 se nos dice que l reino de Cristo tendrá una larga duración, en este caso, mil años. Los gobiernos de los líderes no llegan a durar tanto. Hitler quiso inaugurar su "reich" (reino) de mil años, pero sólo duró 12 años. En cambio, el reino de Cristo no tendrá problemas, ni conflictos, ni amenazas de otras naciones, y la razón es que estarán dominadas por Cristo con la autoridad divina. Será realmente un "reino de los cielos" o "el Reino de Dios".
En este milenio de paz, las armas de guerra habrán desaparecido. Los hambrientos serán saciados, los ríos no se secarán y no se contaminarán. Los desiertos se convertirán en huertos fructíferos, y los animales vivirán en armonía y en paz. Esta utopía se hará realidad sólo cuando regrese el "Deseado de todas las naciones" (Hageo 2:7).

Satanás Será finalmente Destruido

Habíamos visto al comenzar este estudio que habría una enemistad permanente entre las dos simientes opuestas, la de Satanás, y la de la mujer. Finalmente, la simiente de la mujer (que representa a Eva, a María y su hijo Jesús), destruiría al Diablo matándolo por la cabeza. Esto va a ocurrir al finalizar los mil años del reinado del Mesías Jesus. Y la razón es que al final del milenio, el diablo y sus ángeles serán soltados del abismo para que engañen por un breve tiempo al mundo, a fin de probar a los hombres, y luego será destruido junto con todos los malvados.

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