martes, 4 de noviembre de 2008
LA BIBLIA NO NOS DICE NADA EN ABSOLUTO DE QUE VIVIREMOS EN EL CIELO—¡PERO SÍ EN LA NUEVA TIERRA!
Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Una cosa que llama poderosamente la atención es que la Biblia no nos dice prácticamente nada de nuestra supuesta “vida en el cielo” en la eternidad. Sí, es increíble descubrir que nada se dice de la vida de los salvos en el cielo, a pesar de que este “lugar” es considerado por muchos cristianos como su paradero final después de morir. ¿Pero no extraño de que la Biblia no nos diga nada de lo que harán los justos allá, si en verdad ese es el lugar o el destino final y eterno para ellos? La Biblia dice que Dios trabaja, e igualmente su Hijo, por tanto los cristianos estarán también trabajando en la eternidad, y no tan solo tocando un arpa o una lira dorada. ¿Pero en qué podrían estar trabajando los salvos en el cielo? La Biblia no lo dice. Lo que sí nos dicen las Escrituras es lo que harán los salvos EN LA NUEVA TIERRA.
Los salvos en el reino de Dios
La Biblia, en cambio, sí nos dice lo suficiente sobre lo qué estarán haciendo los que ganen la vida eterna en el reino de Dios. La palabra de Dios nos da muchísima información de la labor de los salvos en la nueva tierra de justicia. Esto se explica fácilmente porque la tierra, y no el cielo, u otro lugar supra mundano, es la promesa de Dios para los salvos.
Veamos los pasajes más importantes que nos indican cuál será la tarea de los salvos en el reino de Dios:
En Lucas 19:11-19 Jesús nos da la siguiente pista:
“Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. 12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. 13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. 14 Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. 15 Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. 16 Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. 17 El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. 18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. 19 Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades”. 20
Si leemos con cuidado estos versos, podremos ver que los salvos recibirán del Señor el pago correspondiente por haber cumplido con la tarea que él les encomendó, y ese pago no es un eterno descanso en un paraíso celestial, tocando el arpa, y rodeado de bellas doncellas, sino, más bien, el ejercicio de la autoridad sobre las naciones. ¿Qué significa esto?
El Reino de Cristo es un gobierno
Siendo que el reino de Cristo es un gobierno con un monarca supremo (el Mesías escogido), es lógico concluir que éste tenga un territorio, leyes, y súbditos. Para que el gobierno funcione, el Mesías Jesús deberá contar con asistentes de confianza en su régimen mundial, hombres probos y santos que administrarán en su reino con equidad y justicia. ¿Y quiénes mejores que los miembros de su iglesia que han mostrado probidad en esta vida? Es por eso que la iglesia ha sido llamada para recibir el reino (Lucas 12:32) para que ejerza autoridad sobre las naciones (Apo. 2:27, “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”). De modo que acá tenemos la función que desempeñará la iglesia en el reino milenario de Cristo.
Los santos juzgarán el mundo
En 1 Corintios 6:1-3 Pablo dice algo sumamente interesante: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? 3 ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?
Aquí Pablo amonestaba a los creyentes por su incapacidad para juzgar cosas pequeñas de esta vida, y máxime, considerando que ellos tenían por delante una tarea aún más difícil e importante que desempeñar y que consistía en el futuro juicio y gobernación del mundo entero.
Daniel vislumbró el dominio de Cristo y los santos en el Reino de Dios
En Daniel 7 leemos:
“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido…y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán”.
Así que el pueblo de los santos del Altísimo recibe el reino, el dominio, y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo. Entonces es fácil ver que los salvos, los santos, tendrán una gran responsabilidad en el reino venidero de Jesucristo. Serán los asistentes y los cogobernantes del reino de Cristo por espacio de mil años.
En el milenio descansaremos de nuestras obras para hacer las obras de Dios en el reino de Cristo. Estaremos edificando una nueva sociedad donde realmente exista la justicia y la rectitud. Será una sociedad donde el diablo y sus demonios estarán ausentes, sin que causen las desgracias y maldades que ahora están ocasionando en la tierra y en los hombres.
Desgraciadamente son pocos los cristianos que anuncian estas buenas noticias de un mundo de paz y justicia gobernado por Cristo y su iglesia. Los más de ellos predican evangelios trucados o adulterados que nada tienen que ver con el reino de Cristo y el destino final y glorioso de su iglesia en dicho gobierno divino. Los textos que arriba hemos citado son poco o nada citados por los evangélicos y católicos por igual. Simplemente no los creen literales y para la iglesia.
Es hora de retomar el anuncio verdadero (el evangelio del reino) de Cristo para dejar de estar esperanzados en una creencia errónea de escapar algún día de este mundo caótico y perverso como almas inmortales en dirección al cielo.
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