martes, 4 de noviembre de 2008

LA VIDA ETERNA, LA SALVACIÓN, LA GLORIA, Y EL REINO: ¿PARA HOY O PARA EL FUTURO?

Por Ing° Mario A Olcese

Llamando las cosas que no son como si fuesen

El Apóstol Pablo dijo algo muy interesante en Romanos 4:17: (como está escrito: “Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen”. Acá Pablo dice que el Señor llama las cosas que no son como si fuesen, Esto es interesante porque muchos estudiantes de la Biblia han encontrado promesas “ya otorgadas” que en realidad son futuras. Vamos a examinar algunas de ellas para entender lo que se nos ha ofrecido en su real dimensión.

La vida eterna

Una de las principales promesas de nuestro amado Salvador es la vida eterna. Jesús dice lo siguiente: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). En 1 Juan 5:11 el apóstol Juan repetirá lo mismo, así: “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo”. Si tomamos sólo en cuenta estos dos pasajes, podríamos concluir que el creyente tiene “ahora” la vida eterna y que ya no está condenado porque ha creído en el Hijo de Dios. Pero sorprendentemente el Señor mismo dirá en otra ocasión que la vida eterna no es para hoy, sino para la era venidera, la era del reino. He aquí sus palabras: “Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, 30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna” (Lucas 18:30). Aquí vemos que Jesús habla de la vida eterna como una realidad para el SIGLO VENIDERO. ¿Se está contradiciendo nuestro Señor? ¿Es la vida eterna un regalo para hoy o para el siglo venidero? Nosotros debemos encontrar una explicación coherente y sensata a los dichos de Jesús que parecen contradictorios. No es sabio decir que ya tenemos la vida eterna ahora sin reparos, porque esto nos daría una falsa seguridad de victoria. En Santiago 1:12 leemos: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. Aquí Santiago nos dice que recibiremos la vida eterna sólo después de vencer las pruebas o tentaciones que se nos presenten. Entonces, no es cuestión sólo de creer en Cristo, sino también de vencer las pruebas que se presentarán en el futuro. Por tanto, la salvación no algo automática como resultado de nuestra conversión. Cuando nos convertimos tú y yo somos perdonados de nuestros pecados pasados, pero no de todos los pecados que eventualmente cometeremos en el futuro (Ver Romanos 3:25). La vida eterna debe construirse, debe ganarse, debe trabajarse. En 1 Juan 3:14 se nos dice que hemos pasado a la vida, pero eventualmente podríamos perderla por nuestros pecados: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él”. Aquí Juan es claro al decir que la vida no se obtiene con tan sólo creer en Cristo, sino también por amar a los hermanos. Y Juan no está afirmando aquí que cualquiera que “ya tiene” la vida nunca la perderá, pues si aborrece a su hermano ciertamente se condenará como se condena un homicida.

En Apocalipsis 2:7 encontramos más información sobre la vida eterna. He aquí lo que dice este mensaje divino dirigido a las iglesias:“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. Nótese que los que venzan serán merecedores de la vida eterna, o que es lo mismo decir, de la vida en la era venidera.

Debemos, por tanto, tener mucho cuidado de brindar falsas esperanzas a los creyentes novatos, pues podrían ser eventualmente esperanzas peligrosas, ya que podrían hacerles bajar la guardia en su lucha diaria por la vida eterna. Si alguien le dice a un creyente que su vida eterna nunca la perderá porque “ya recibió a Jesús en su corazón”, entonces éste podría no esforzarse mucho para ser victorioso en las pruebas futuras y en los deberes cristianos. Debemos entender que la vida eterna es un regalo condicional “presente” pero que se cristalizará en el futuro SI VENCEMOS al diablo, a la carne, y al mundo. Recuerde esto: nuestros nombres YA están escritos en el libro de la VIDA desde nuestra conversión—¡Pero debemos vencer para que Dios no nos lo borre por nuestra incompetencia! Dice Apocalipsis 3:5 así: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. Y recuerde esto con sumo cuidado: La vida eterna será otorgada en la ERA VENIDERA, que es LA ERA DEL REINO DE CRISTO, A LOS VENCEDORES ÚNICAMENTE.

La Salvación

La salvación es otra de las promesas que tiene un carácter presente, pero también un aspecto futuro. Por ejemplo: En Lucas 19:9,10 se lee lo siguiente: “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. 9 Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. 10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Acá contemplamos a Jesús diciéndole a Zaqueo que la salvación ya había llegado a su casa en ese mismo día en que había confesado sus buenas obras. Zaqueo ya era salvo por su amor por los pobres y por su obrar justo con los que pagaban sus impuestos al imperio. No obstante, en otros pasajes como Mateo 24:13, Jesús dice que “los que perseveren hasta el fin esos serán salvos”. Aquí hay que entender que, como en el caso de la vida eterna, uno puede ser salvo ahora por haber aceptado a Cristo como Salvador. Sin embargo, si este creyente no persevera hasta el fin, de ninguna manera será salvo. La noción de que “una vez salvo siempre salvo” es tan peligrosa como falsa. Esta da una falsa seguridad al creyente haciéndole creer que a pesar de que pueda seguir cometiendo pecados, él NUNCA se perderá.

El Apóstol Pedro habla de que aún resta una salvación futura por realizarse en nosotros. El dice así: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. Nótese que Pedro no está diciendo que los creyentes ya están salvos desde que se convirtieron al Señor y que nada les hará perder esa salvación. Al contrario, él dice que estamos guardados, conservados, reservados, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada—¿cuándo?— ¡En el tiempo postrero!.

Y de igual sentir es el apóstol Pablo, cuando en Hebreos 9:28, escribe: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. Así que para Pablo, la salvación sólo se obtendrá en el tiempo postrero, en el día de la Segunda Venida. Más claro no puede estar.

Mientras tanto, el creyente debe estar trabajando por su salvación todos los días de su peregrinaje en este mundo malo de Satanás. Dice Pablo en Filipenses 2:12: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Y a los hebreos les dice: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron” (Heb. 2:3). Obviamente acá Pablo nos da a entender que la salvación se puede perder por nuestra negligencia.

La Gloria

También encontramos a Jesús orando a su Padre y diciendo: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno”. (Juan 17:22). Aquí Jesús dice que sus seguidores ya han recibido la misma gloria que él ha recibido del Padre. A simple vista pareciera ser que los cristianos ya tienen su gloria, pero un exhaustivo examen de otros pasajes bíblicos que hablan de esta gloria, nos convencerán que la gloria prometida se hará realidad en la parusía. Por ejemplo, en 1 Pedro 5:1 Pedro nos revela cómo es que tenemos la gloria en esta vida: “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada”. Aquí Pedro claramente nos dice que él era participante de una gloria aún no manifestada. ¿Cómo puede ser posible esto? Creo que lo que él nos quiso decir era que él se sentía en la gloria por la fe. El hizo de la gloria una parte muy importante de su vida, pero sin tenerla como posesión en realidad. El se sentía realmente en la gloria (…y en el reino!) por la fe. Obviamente esa gloria era para él la razón de ser de toda su existencia.

En 1 Pedro 1:21 Pedro, ya sabía, sin embargo, que: “…Dios, quien le resucitó de los muertos, le ha dado gloria (a Cristo), para que vuestra fe y esperanza sean en Dios”. Es decir, Pedro sabía que Jesucristo realmente ya había recibido su gloria en su resurrección, y sabía también que él recibiría su gloria en su respectiva resurrección. En Colosenses 3:4 el apóstol Pablo es de la misma creencia cuando dice que: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. Así que si bien Jesús, al orar al Padre manifiesta que él ya nos ha dado la gloria, sus apóstoles no lo tomaron tan literalmente que digamos, pues como hemos visto arriba, ésta se haría realidad sólo cuando el Señor regrese en poder y en gloria. Tenemos que entender la forma de hablar de Jesús y armonizarla con las declaraciones de sus apóstoles para no vivir confundidos. Creo que los discípulos recibieron de Cristo la PROMESA de una gloria FUTURA. Para él, sus discípulos en general ya estaban con él en la gloria, una gloria que él entregó de antemano para ser recibida por la FE (Heb. 6:12).

El Reino de Dios

En Lucas 12:32 Jesús vuelve a usar el tiempo pretérito cuando dice: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”. Aquí cualquiera podría concluir que Jesús ya nos dio su reino porque él dice que le plació darnos su reino, o porque Pablo dijo que ya fuimos trasladados al reino del amado Hijo en Colosenses 1:13. Estas formas de hablar de cosas que no son como si fuesen realidades consumadas, son propias de nuestro Dios. Y Dios mismo inspiró también a algunos apóstoles a escribir en ese estilo en algunas ocasiones. Pues bien, Jesús mismo hablará del reino ya no como algo recibido, sino como algo por recibir en Mateo 25:31,34, donde dice: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria…34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Aquí vemos un cambio radical del tiempo del reino por parte de Jesús. En Lucas 12:32, los discípulos ya han recibido el reino, pero en Mateo 25:31,34 el reino es heredado en la parusía. ¿Será que hay una contradicción evidente? ¡No, por supuesto! Lo que sucede es que para Dios y Cristo, los santos ya tienen el reino de antemano, por su fe, y por su esperanza. Este es otro caso típico de promesas futuras como si estuviesen hoy ya cumplidas u otorgadas.

www.elevangeliodelreino.org
www.yeshuahamashiaj.org
www.apologista.wordpress.com

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