Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Estimado lector: ¿Qué le sugiere el título “Pobres Ricos” de este artículo? Tal vez le sugiere a magnates, pero que son pobres de espíritu y de moral; o tal vez le sugiere de pobres en bienes materiales, pero de gran riqueza espiritual. Todo depende cómo entienda el título el lector. Tal vez un hombre rico y poderoso se identifique con este artículo, o también un hombre pobre y desposeído. Todo depende de quien lo va a leer.
Magnates en la Miseria
La Biblia nos habla de que hay ricos y poderosos en este mundo, pero que a la vista de Dios son más pobres y desventurados que cualquier pobre o mendigo de la calle. Los ricos se creen superhombres, semidioses, dueños del mundo, y amos de las vidas de otros. Estos explotan, oprimen, y desprecian a sus semejantes sin misericordia (Santiago 5:1-6). No tienen necesidad de un Dios, ni de Su reino, o de una vida futura segura, pues creen tenerlo todo ahora. No entienden qué es eso que la Biblia llama “gozo en el espíritu”, y no necesitan pedirle a Dios por el pan de cada día, pues nada les falta. No comprenden lo que es salvación, pues creen ser perfectos, impecables, autosuficientes, y hasta dadivosos con los pobres. Se enorgullecen de dar dinero a las “causas justas y nobles”, y además, creen que son buenos ciudadanos, fieles y devotos padres de familia. Se creen piadosos, pues asisten a su iglesia una vez por semana para mostrar “su fe y devoción religiosas”. Tienen por allí alguna “aventurilla” pero son discretos y no hacen escándalo. De vez en cuando se reúnen con amigos para tomar algunos traguitos, aunque en ocasiones se exceden y chocan con sus autos. Algunos aumentarán sus emociones con algo de estupefacientes a fin se sentirse “high” o más desenvueltos e inhibidos. Sus conversaciones girarán en cómo hacer más dinero, en las nuevas inversiones, nuevos autos, nuevas mansiones, pero nada hablarán de temas espirituales, o de asuntos místicos.
La Biblia nos habla de esta clase de gente en el libro de Apocalipsis 3:17 con estas palabras: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un DESVENTURADO, MISERABLE, POBRE, CIEGO Y DESNUDO.” Estas palabras son duras pero muy ciertas. Cuántos ricos realmente no se dan cuenta de su desgraciada situación. Son como “muertos vivientes”, y a la vista de Dios---que es lo más importante--- ¡son más desventurados y pobres que los más pobres de la calle! Sí, estos ricos indolentes están ciegos, pues no se dan cuenta de nada de su realidad espiritual y moral. Ellos no se ponen a pensar a fondo de cómo están a la vista del Creador y Dios.
El Reino de Dios No Es para Magnates Impíos
Jesús ya había hablado de estos “Ricos Pobres” cuando estuvo entre nosotros. En una ocasión, un joven rico se le acercó a Jesús para preguntarle qué debía hacer para ganar la vida eterna. Jesús, entre otras exigencias, le dijo que vendiera sus bienes y diera a los pobres el dinero obtenido. Pero el joven rico se retiró de delante de Jesús porque no estaba dispuesto a tanto. Luego Jesús afirma que “difícilmente entrará un rico al reino de Dios” (Mateo 19:16-24). Notemos que Jesús habla de que es difícil que un rico entre a su reino, aunque no imposible. Aún hay ricos que están dispuestos a obedecer las exigencias de Jesús.
Sin duda, Jesús no manda a todos los ricos a vender todos sus bienes para luego entregar el producto de las ventas a los pobres, a fin de ganar la vida eterna. Lo del joven rico fue una exigencia extrema, pero igualmente debemos de estar dispuestos a acatarla si fuera necesario. Recordemos que aquel diminuto hombre llamado Zaqueo, el que cenó con Jesús en su casa, daba la mitad de sus bienes a los pobres, y no obstante el Señor le aseguró que él estaba siendo salvo por esa actitud noble y de desprendimiento generoso (Lucas 19:8,9). Aquí Jesús no vuelve a exigir que se dé todo lo que se tiene al pobre, sino que ve con beneplácito que Zaqueo, por voluntad e iniciativa propias, dé el 50% de sus ingresos a los pobres. Lo importante es que el hombre no sea esclavo de sus riquezas, ni que éstas se vuelvan en la razón de su existir. En la Biblia tenemos hombres de fe que fueron ricos, como el caso de Abraham, Lot, Job, etc. Pero estos hombres no hicieron de sus bienes el fin de sus vidas. Ellos pusieron primero el reino de Dios, y como resultado de ello, fueron enriquecidos (Mateo 6:33).
Como hemos visto, ya hace mucho que la mayoría de magnates ha perdido su alma, por el amor a las riquezas. Jesús dijo de éstos: “Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma.” (Marcos 8:36). Sí, la mayoría de ricos ha perdido su vida interior y su salvación futura, por el amor al mundo y sus riquezas.
Riquezas Inmateriales
Ahora bien, hay mendigos que pueden ser más ricos que los más renombrados magnates del mundo. Jesús dijo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; PORQUE LA VIDA DEL HOMBRE NO CONSISTE EN LA ABUNDANCIA DE LOS BIENES QUE POSEE.” (Lucas 12:15). Jesús afirma que la riqueza verdadera no está en la abundancia de bienes que se pueda poseer. Él no puede afirmar tal cosa, y a la vez prometernos enriquecernos con bienes materiales, si éstos nos van a desviar de la fe y de la confianza en Dios. Muchos cristianos creen que Cristo no los bendice con bienes materiales en abundancia porque piensan que no son buenos creyentes o buenos hombres. Nada más falso. Cristo sí enriquece, pero más, con otro tipo de bienes que la mayoría de personas desconoce. Fijémonos por un instante lo que dice Santiago, un siervo del Señor: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean RICOS EN FE y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (Santiago 2:5).
Aquí hay una riqueza inmaterial que los más de los magnates no tienen, y esa riqueza es, la de la FE, la cual incluye también la ESPERANZA y el AMOR. El creyente humilde tiene fe en Dios y en sus promesas, las cuales incluyen la vida eterna y el Reino de Dios. El pobre tiene fe que su vida tiene un propósito mucho más trascendental que la vida de los ricos y poderosos de la tierra. El creyente está conciente que las riquezas temporales y la codicia por el dinero pueden destruir su fe y su esperanza en la vida eterna en el reino de Dios. Dice Jesús: “Pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y AHOGAN LA PALABRA, y se hace infructuosa.” (Marcos 4:19). El creyente verdadero se cuidará de no caer en la manía o en la obstinación de adquirir más y más riquezas, pues podría destruir su fe en la Palabra de Dios. Y de hecho, muchos cristianos han caído en desgracia cuando han hecho de su profesión de fe un medio para lucrar y enriquecerse injustamente.
Muchos ricos y poderosos terminan matándose, o sumidos en el alcohol y en las drogas, pues al tenerlo todo ya no encuentran sentido para sus vidas. Los ricos realmente no tienen un verdadero sentido para sus vidas. Una vez que han alcanzado la sima, ya no saben hacia donde ir. Entonces viene la frustración, la amargura, la desesperanza, y el deseo de auto destrucción. Verdaderamente los ricos pueden ser tan desdichados como los pobres que viven sin Dios.
El sabio rey Salomón dijo: “...No me des pobreza ni riqueza; manténme el pan necesario.” (Proverbios 30:8). Jesús, no obstante, da la fórmula para poder recibir lo necesario de parte de Dios. Él nos dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas (comida, vestido, casa, etc) os serán añadidas.” (Mateo 6;33).
Riquezas de Dios
San Pablo nos dice algo interesante en 2 Corintios 8:9: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis ENRIQUECIDOS.” Esto es muy interesante, pues Cristo, aunque vivía como pobre, era rico. De igual modo, los cristianos también son ricos, siendo pobres. Pero esas riquezas espirituales (Fe, Esperanza, Amor, Salvación, Vida Eterna, Reino de Dios) se traducirán en riquezas materiales. Y es que el creyente tendrá acceso a la “Casa de Dios” la cual es de oro puro, de perlas, y de joyas de todo tipo (Leer Todo el capítulo 21 de Apocalipsis, en especial los versos 2, 7,10,11,18,21,27). Es interesante leer el verso 7 de Apocalipsis 21, pues dice: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”
Observemos que nuestra riqueza espiritual se traducirá mañana en una riqueza también MATERIAL, pues heredaremos las cosas de nuestro Padre. Notemos que el texto dice que “heredará TODAS LAS COSAS.” ¿Qué otras cosas heredaremos? ¡El reino de Dios! (1 Corintios 15:50), ¡La vida eterna! (Lucas 10:25), ¡Naciones! (Isaías 54:3), ¡La Tierra! (Salmos 37:9).¡Las Promesas! (Hebreos 6:12), ¡Bendición! (1 Pedro 3:9), ¡Riquezas de la gloria! (Efesios 1:18).
El Reino de Dios es Para los Pobres Píos
El Reino de Dios es la esperanza más grande que tiene el cristiano (Mateo 5:3). Este Reino de Dios fue anunciado por los profetas del Antiguo Testamento (Daniel 2:44; Daniel 7:13,14,18; Miqueas 4:1-4; Isaías 11:1-12; etc). Y cuando Jesús comienza su ministerio en la tierra, se esmera en propagar su “Evangelio del Reino de Dios” (Marcos 1:1,14,15). A sus discípulos Jesús les enseña a que pidan y busquen el reino de Dios (Mateo 6:10,33). A Nicodemo Jesús le dirá que, para ver y entrar a su reino, él tendrá que “nacer de nuevo” (Juan 3:3,5). Mas adelante sus discípulos y él esparcirán las Buenas Noticias del Reino de Dios por las diferentes áreas de Israel (Lucas 8:1; 91,2). Luego les dirá a sus discípulos que a Dios le ha placido darles su Reino a ellos (Lucas 12:32). También les dirá que ningún inconstante en la fe, o que pone otros intereses antes de los del reino, heredará o entrará en él (Lucas 9:60-62). Luego Jesús desarrollará lo que se ha venido a conocer como Las Parábolas del Reino (de los capítulos 14-19 de Lucas). En esas parábolas Jesús da detalles de su reino, y de cómo entrar en él.
En Mateo 25:31,34 Jesús revela algo más de su reino. Él dijo: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.”
¡Usted Puede ser una Autoridad Real del Reino de Dios!
Jesucristo asignará a sus seguidores fieles, a aquellos que han optado por renunciar al mundo y a sus atracciones, el reino de Dios. “Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.” (Lucas 22:28-30). Esto ocurrirá cuando él regrese a este mundo por segunda vez en persona (Mateo 25:31,34). También en ese entonces Jesús tomará el trono de su reino en la ciudad de Jerusalén (Mateo 5:33-35; Jeremías 3:17). Cuando todo esto ocurra, los que son ahora últimos, los pobres e insignificantes, serán los primeros y los “primogénitos” de Dios (Lucas 13:29,30).
El creyente verdadero tendrá poder, gloria, y honra en el reino de Cristo (Romanos 2:6,7). Además, tendrá autoridad para regir a pueblos o ciudades enteras en dicho reino o gobierno mundial de Jesucristo. Dice Apocalipsis 2:26,27: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré AUTORIDAD sobre las NACIONES, y las regirá con vara de hierro...”
En Hechos 4:13 se nos informa que San Pedro y San Juan, entre otros apóstoles, “eran hombres sin letras y del vulgo”. ¡Pero estos hombres eran DOS de los DOCE pilares de la iglesia de Dios!. Recordemos que estos pescadores eran ignorantes o sin letras. ¡Pertenecían al vulgo! Pero Cristo los llamó para que fueran ejemplo a las sucesivas generaciones de cristianos. Éstos, que eran los últimos de la tierra, serán los primeros en el reino o gobierno mundial de Cristo (Lucas 12:32; 22:30). El Evangelio del Reino es definitivamente el evangelio de los pobres y desposeídos de la tierra. A éstos vino a buscar Jesucristo, y de éstos estará lleno el reino de Dios (Mateo 11:5; Lucas 4:18; 6:20; Santiago 2:5). Lo importante es ser rico para Dios, y no para los hombres (Lucas 12:16-21). El creyente deberá estar atesorando tesoros en el cielo y no en la tierra (Mateo 6:19). El mejor tesoro que podemos acumular es nuestra fe, y ésta implica nuestra consagración, buenas obras, devoción, santidad, rectitud, amor, conocimiento, dominio propio, paciencia, afecto fraternal, virtud, etc. Haciendo esto entraremos al reino de Dios (2 Pedro 1:3-11).
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