Por Sir. Anthony F. Buzzard (Master en Teología)
En una de las declaraciones más solemnes de todos los tiempos el Dios Todopoderoso prometió dar a Abraham un país entero. En la cumbre de una montaña, en alguna parte entre Betel y Ai, en la tierra de Canaán, Dios le ordenó al "padre de los fieles" (Rom 4:16) diciéndole: "mira desde el lugar donde estás, hacia al norte, sur, este y oeste: Porque toda la tierra que ves la daré a ti y a tu simiente para siempre" (Génesis 13:14, 15). Como una garantía adicional del regalo de Dios para él, Dios entonces instruyó a Abraham, diciéndole: "Levántate, camina a lo largo y ancho de la tierra, porque te la daré a ti" (Génesis 13:17).
El concepto de Abraham de la recompensa final de la fe estaba ligado firmemente a la tierra. Mientras miraba hacia el norte, Abraham habría visto las colinas que marcaban la frontera con Samaria. Hacia el sur la visión se extendió a Hebrón donde más adelante los Patriarcas serían sepultados en el único pedazo de tierra poseída para siempre por Abraham (Génesis 23:17-20). Al este descansan las montañas de Moab y al oeste el Mar Mediterráneo. El juramento divino le garantizó a Abraham la propiedad perpetua de una porción grande de tierra. La promesa fue repetida y convertida en la base de un convenio solemne, para ser acariciada por los Israelitas subsiguientes como el fundamento de la esperanza de Israel y de la humanidad.
7 Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. 8 Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua, y seré el Dios de ellos. (Génesis 17:7, 8).
No parecería posible que los términos de la promesa de Dios podrían entenderse mal. Y sin embargo, por un milagro de la mala interpretación, la teología cristiana tradicional ha manejado estos pasajes inocentes de una manera que priva a Abraham de su herencia y hace a Dios un testigo no fiable. Los predicadores Cristianos por siglos no han tenido casi ningún interés en la tierra como la herencia prometida a Abraham y a los fieles. Esto puede ser visto examinando los índices de las teologías sistemáticas estándares, diccionarios y comentarios de la Biblia, o de hecho escuchando los sermones en los cuales, extrañamente, mucho se dice sobre la perspectiva del "cielo" y casi nada de la tierra en la cual Abraham esperaba residir permanentemente.
Como Gerhard von Rad dice, en los primeros seis libros de la Biblia "no hay probablemente idea más importante que aquella expresada en términos de la tierra prometida y más adelante concedida por Yahweh."1 La promesa es única. "Entre todas las tradiciones del mundo ésta es la única que habla de una promesa de la tierra a un pueblo."2 Debido a que la tierra se promete en juramento, otro erudito sugiere que podría ser más correctamente llamada "la tierra jurada." 3 Tan irresistible era la promesa de la tierra a Abraham que se convirtió en un "poder viviente en la vida de Israel."4 "La promesa a Abraham se convierte en una tierra para la esperanza final... Hay un Evangelio para Israel en el pacto Abrahámico".5 Este hecho fue reconocido por Pablo. Él habló del Evangelio (cristiano) como "siendo predicado por adelantado a Abraham" (Génesis 3:8), una declaración apostólica que lanza un diluvio de la luz en el contenido de las buenas Noticias del Nuevo Testamento y demuestra que el cristianismo bíblico está encajado en la Biblia Hebrea.
W.D. Davies precisa que grandes secciones del Antiguo Testamento hacen de "la promesa divina a Abraham la roca fundamental sobre la cual descansa toda la historia subsiguiente."6 Von Rad sostiene que "el conjunto del Hexateuco [Génesis a Josué] en toda su extensa complejidad estuvo gobernado por el tema del cumplimiento de la promesa a Abraham en la colonización de Canaán."7 Es la tesis de este libro que la promesa Abrahámica impregna la Biblia entera. Esto sería auto-evidente a todos los lectores de la Biblia, y que la iglesia en los siglos tempranos ciertamente abandonó las raíces de la fe en la Biblia Hebrea y se unió a los patrones extranjeros del pensamiento del mundo Griego.
Que los patriarcas esperaron heredar una porción de este planeta es obvio no solamente por las promesas divinas hechas a ellos, sino también por su entusiasmo de ser sepultados en la tierra de Israel (Génesis 50:5). Sabiendo que Dios había prometido darles la residencia permanente en la tierra, ellos también comprendieron que, al ser resucitados de la muerte, estarían nuevamente parados en el suelo de la Tierra Santa.
La promesa de la tierra a Abraham y a su descendiente funciona como un hilo de rosca de oro a través del libro de Génesis. Las palabras claves en los pasajes siguientes nos ayudan a captar la atmósfera del tema principal de la Biblia:
Ve a la tierra que te mostraré (Génesis 12:1). Toda la tierra que ves la daré a ti y tu descendencia para siempre (Génesis 13:15). Un hijo de tu propio cuerpo será tu heredero (Génesis 15:4). Soy tu Señor que te trajo de Ur de los caldeos para darte esta tierra para tomar posesión de ella (Génesis 15:7). En ese día el Señor hizo un pacto con Abram diciendo, "a tu descendencia daré esta tierra (Génesis 15:18). Haré naciones de ti y reyes saldrán de ti. Estableceré mi pacto como pacto eterno entre mí y tus descendientes después de ti... la tierra entera de Canaán donde tú ahora estás como un extranjero, daré como posesión eterna a ti y a tus descendientes después de ti y yo seré su Dios (Génesis 17:6-8). Abraham será seguramente una nación grande y poderosa y todas las naciones de la tierra serán benditas a través de él. Porque yo lo he escogido (Génesis 18:18, 19). Tus descendientes tomarán la posesión de las ciudades de sus enemigos (Génesis 22:17). Dios me prometió en juramento, diciendo, "a tu simiente daré esta tierra" (Génesis 24:7). [Abraham ] es un profeta (Génesis 20:7).
Isaac
Estableceré mi pacto con él como pacto eterno para sus descendientes después de él... mi pacto que estableceré con Isaac (Génesis 17:19, 21). A través de Isaac tu descendiente será reconocido (Génesis 21:12). A ti y a tus descendientes daré todas estas tierras y confirmaré el juramento que juré a tu padre Abraham (Génesis 26:3).
Jacob
Que Dios te dé a ti y tus descendientes la bendición dada a Abraham, de modo que tú puedas tomar posesión de la tierra en donde tú ahora vives como extranjero, la tierra que Dios dio a Abraham (Génesis 28:4). Te daré la tierra en la cual tú estás parado... yo te traeré de nuevo a esta tierra (Génesis 28:13, 15). La tierra que di a Abraham y a Isaac también te lo daré, y daré esta tierra a tus descendientes después de ti (Génesis 35:12).
Las Doce Tribus
Dios vendrá en tu ayuda y te llevará ciertamente fuera de esta tierra a la tierra que él prometió en juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob (Génesis 50:24).
La promesa a la nación de Israel recibió un cumplimiento primario bajo la dirección de Josué (Jos. 21:45). Muchos comentaristas hicieron que creyéramos que la tierra prometida a Israel ya no era más relevante, una vez que los hijos de Israel conquistaron Palestina. Ambas, la ley y las escrituras de los profetas, sin embargo, expresan la convicción de que el establecimiento de Israel de la tierra bajo Josué fue solamente un cumplimiento incompleto del pacto. Todos sabían que Abraham, Isaac y Jacob nunca habían podido llamar a la tierra como su propiedad. Ellos habían sido extranjeros que vivían en viviendas temporales. Era obvio, entonces, que un acontecimiento adicional y final debía esperarse por el cual los patriarcas podrían hacerse cargo realmente de su herencia.
El punto es uno simple con las implicaciones trascendentales para los Cristianos del Nuevo Testamento que se vieron como los herederos del pacto Abrahámico con Jesús. Von Rad señala que las promesas que se han cumplido en la historia no están por eso agotadas o vaciadas de su contenido, sino que permanecen como promesas en un diferente nivel."8 Davies concuerda: "la tradición, aunque cambiada, continuó resistiendo la esperanza de vida en la tierra. Deuteronomio hace claro que todavía hay un futuro por mirar hacia adelante: la tierra tiene que alcanzar descanso y paz... La tierra mira hacia adelante a una bendición futura." 9
Naturalmente, entonces, en el Antiguo Testamento sigue habiendo la esperanza de un establecimiento final y permanente en la tierra, acompañada por la paz, en la visión.
Es apropiado en este punto recolectar un número de pasajes, sobre todo de los profetas y los salmos, para ilustrar la importancia en curso de un gran futuro para la tierra prometida y para aquellos considerados dignos de heredarla:
Y mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo (Isa. 32:18).10
Sacaré descendencia de Jacob, y de Judá heredero de mis montes; y mis escogidos poseerán por heredad la tierra, y mis siervos habitarán allí. (Isa. 65:9).
Y tu pueblo, todos ellos serán justos, para siempre heredarán la tierra; renuevos de mi plantío, obra de mis manos, para glorificarme. (Isa. 60:21).
Israel poseerá una porción doble en su tierra; la alegría eterna será la suya (Isa. 61:7).
Así heredarán la tierra una segunda vez y la alegría eterna estará sobre sus cabezas (Isa. 61:7, LXX).
Mas el que en mí confía tendrá la tierra por heredad, y poseerá mi santo monte. (Isa. 57:13).
El justo no será removido jamás; Pero los impíos no habitarán la tierra. (Prov. 10:30).
Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová… Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra… Pero los mansos heredarán la tierra y se recrearán con abundancia de paz…Y la heredad de ellos será para siempre… Porque los benditos de él heredarán la tierra; y los malditos de él serán destruidos… Apártate del mal, y haz el bien, y vivirás para siempre… Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella… Porque hay un final dichoso para el hombre de paz. (Sal. 37:3-37).
Porque he aquí que vienen días, dice Jehová, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo Israel y Judá, ha dicho Jehová, y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán (Jer. 30:3).
La integridad de la revelación divina está en juego en esta cuestión del futuro de la Tierra Prometida. El plan completo para rescatar a la humanidad depende de la promesa pactada de la tierra a Abraham, que debe cumplirse en Jesús, quien "vino confirmar las promesas hechas a los padres " (Rom. 15:8). Abraham no había recibido ciertamente lo que había sido prometido. No se le permitió a Moisés entrar en la tierra prometida, e Israel fue expulsado eventualmente de su patria. Jesús, como heredero de las promesas, también fue rechazado en el país que le pertenecía a él: "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (Juan 1:11).
A pesar de siglos de decepción el fiel en Israel se aferró con tenacidad apasionada a la expectativa de que la tierra de Israel vendría a ser de hecho la escena de la salvación final. Esa esperanza permaneció como la luz del faro, no solamente de los profetas sino también de la fe cristiana original según lo predicado por Jesús y los Apóstoles. Ella fue extinguida por la intrusión de una esperanza no territorial del "cielo cuando mueras". Una idea contradictoria que los patriarcas "han ido ya al cielo", destruyó el sentido apasionado de la Biblia de anhelar un resultado exitoso de la historia humana en la tierra, cuando el fiel de todas las edades reapareciera por la resurrección, para participar en las glorias de la nueva era Mesiánica en la tierra.
Una vista no bíblica del futuro, divorciada de la tierra y del planeta, fue promovida por Gentiles que dominaron la iglesia post-bíblica y que fueron indiferentes a la herencia de Israel, cuya expectativa de estar “el año próximo en Jerusalén" era su aspiración más profunda. Los efectos de la pérdida de la promesa de la tierra en el Cristianismo han sido devastadores. Una interrupción importante ocurrió cuando la fe fue separada de sus raíces en el pacto Abrahámico que garantizó un Edén restaurado. Perder de vista la promesa de Dios a Abraham es golpear en el corazón de la fe bíblica y del plan divino. Es como cancelar la constitución americana o abolir la monarquía británica.
En contradicción directa a Jesús, el Cristianismo gentilizado ha sustituido hasta este día la promesa bíblica de la vida en la tierra en un mundo renovado por el llamado "cielo” para las almas de los que mueren. El mensaje de la bienaventuranza famosa de Jesús, "bienaventurados son los mansos, porque ellos recibirán la tierra [o mundo] por herencia" (Mateo 5:5), enfrenta oposición constante en los sermones y servicios fúnebres que anuncian que los muertos "han partido al cielo." La antipatía Gentil al pacto hecho por el solo Dios con Abraham ha convertido grandes partes de la Biblia en sin sentido para los asistentes a las iglesias. El marco entero de la enseñanza de Jesús es desmantelado, puesto que depende para sus términos básicos de la referencia en las promesas divinas hechas a los padres de Israel. Todas las doctrinas principales de la fe son contrariamente afectadas por esta partida al por mayor de las raíces del Cristianismo, que era la religión de un Judío y de un Cristiano, Jesús, el legítimo pretendiente al trono Mesiánico, según lo definido por el texto de de la Escritura.
El "asesinato del texto [Antiguo Testamento bíblico]"11 por la erudición crítica ha sido igualmente responsable de la supresión del pacto de esperanza de "vida en la tierra." Fragmentando la Biblia Hebrea en los intereses de una teoría de la composición, la erudición perdió de vista en lo que James Dunn ha llamado la presuposición Paulina sobre la autoridad de la Escritura", que una sola mente y propósito [Dios] inspiró varias escrituras[la Biblia]".12 Después de casi dos mil años de incomprensible oposición Gentil, la promesa a Abraham de una simiente, bendición, grandeza, y tierra, se deben reinstalar en la enseñanza de las iglesias como el tema coherente y unificador de la fe bíblica en Dios y Cristo y la base esencial del Evangelio Cristiano sobre el Reino de Dios. No podría haber mayor punto de unión para la cristiandad fragmentada. Ningún otro tema que aquel que ata juntos toda la revelación divina puede proveer a las iglesias con el mensaje unificado que ellas necesitan tan desesperadamente.
El Evangelio como Jesús y los Apóstoles lo proclamaron descansa sobre el pacto jurado con Abraham que en la asociación con Cristo todos los fieles de todas las naciones serán reunidos juntos en la resurrección para poseer la tierra para siempre. En las palabras de Jesús: "muchos vendrán del norte, sur, este y oeste y se sentarán con Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas en la mesa del banquete en el Reino de Dios" (Mateo 8:11; Lucas 13:28, 29). Juntos como miembros de la comunidad Mesiánica sacada de todos los colores y razas, ellos "gobernarán como reyes sobre la tierra " (Revelación 5:10). Esto es lo que Jesús quiso decir por "heredando la tierra."Al hablarlo así Jesús estaba repitiendo simplemente la promesa antigua a los fieles de que Dios los "exaltaría para heredar la tierra" (Sal. 37:34). Jesús es claramente un profeta de la restauración, viéndose a sí mismo como el Agente de Dios comisionado para encabezar la operación divina hacia el rescate del hombre de la tiranía y del engaño del diablo.
El escritor a los Hebreos habló de alcanzar la "futura tierra habitada" (Heb. 2:5). Esta meta fijada ante los Cristianos fue la "grandeza” o la "importancia” de la salvación que a toda costa no debe ser descuidada: "¿cómo escaparemos si descuidamos una salvación tan grande? Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, sino al Hijo del Hombre (Heb. 2:3, 5).13 El Hijo del Hombre era un título no solamente para Jesús, sino para los santos corporativamente (Dan. 7:14; cp. vv. 18, 22, 27). El Nuevo Testamento espera así que las profecías de Daniel se hagan realidad. El tiempo está llegando cuando "los santos poseerán el reino" y "todas las naciones les servirán y obedecerán" (Dan. 7:22, 27). Tal es el lógico impulso de la promesa hecha a Abraham, la llave al secreto de la actividad de Dios en la historia humana.
Resistencia al Pacto
Los resultados de las tentativas de la teología tradicional de evitar el elemento político incómodo en la salvación se pueden ilustrar por las observaciones del Pulpit Commentary (Comentario del Púlpito) en Génesis 13:14-17. El problema para el comentarista, que no ve ninguna importancia en las promesas de la tierra para los Cristianos, es reconciliar la declaración de Dios, "yo te [Abraham] daré la tierra" con la aserción hecha por Esteban que Dios
No le dio a Abraham ninguna herencia [en la tierra de Palestina] — ni siquiera un pie cuadrado de tierra, pero El le prometió dárselo como posesión [kataschesis ; cp. LXX Gen. 17:8, "posesión eterna"] y a sus descendientes con él (Hechos 7:5).
¿Cómo será resuelta la aparente contradicción? El comentario del púlpito hace dos tentativas para solucionar la dificultad. Primeramente, un retraslado de modo que la promesa en Génesis 13:15 lea: "A ti daré la tierra, es decir, a tus descendientes." De esta manera el fracaso de Abraham de nunca recibir la tierra personalmente será explicada: Dios la prometió solamente a sus descendientes, Israel, y ellos la recibieron bajo Josué. Pero ésta no es ninguna respuesta al problema. A través de los tratos de Dios con Abraham la promesa de la tierra al patriarca mismo se hace repetidamente en varias ocasiones. Génesis 13:17 lee: "Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré”. Abraham tendría todo el derecho de quejarse si esto debiera significar que él personalmente no debería esperar heredar la tierra prometida!
El comentario ofrece una segunda manera alrededor de la dificultad. Sostiene que la tierra de hecho se convierte en posesión de Abraham durante el curso de su vida. "La tierra realmente fue dada a Abram como jefe nómada, en el sentido de que él vivió pacíficamente por muchos años, envejeció, y murió dentro de sus fronteras." Esta explicación, sin embargo, debe contradecir las aseveraciones bíblicas enfáticas de que Abraham no poseyó definitivamente la tierra, ciertamente no por siempre:
Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos (Gén. 17:7, 8).
Éstas, entonces, son las premisas bíblicas: Abraham debe lograr la posesión de la tierra para siempre. Él vivió su vida como un extranjero que no poseía ninguna tierra a excepción de un pedazo pequeño de propiedad comprado a los Hititas como sitio de entierro para Sara (Gén. 23:3-20). Abraham mismo confesó a los habitantes hititas de Canaán: "yo soy un extranjero y un forastero entre vosotros" (Gén. 23:4). La observación de Esteban estaba correcta: “Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo. " (Hechos 7:5).
¿Cómo entonces será realizado el pacto de la concesión de la tierra a Abraham, a Isaac y a Jacob? La respuesta proporciona una llave a la fe cristiana. Hay solamente una manera en la cual pueden convertirse en realidad las promesas del pacto histórico — por el retorno futuro a la vida de Abraham y de los fieles por la resurrección de los muertos. La restauración de los patriarcas a la vida les otorgará sus acariciados anhelos y su recompensa, de unir al Mesías y sus seguidores en la tierra renovada de Palestina, y así convertirse en ejecutivos con Jesús del reino de Dios. Todo esto está implicado en el anuncio del Evangelio de Jesús.
A la Tierra de la Promesa vía La Resurrección
La necesidad absoluta para la resurrección en el plan divino era el punto de intercambio importante de Jesús con los profesores religiosos de su día. (Uno podría esperar que él tuviera mucho a decir a los teólogos en el mismo asunto en el presente siglo). Los Saduceos no creyeron en ninguna resurrección y así negaron el pacto de esperanza de vida en la tierra para el fiel. La respuesta de Jesús a su comprensión defectuosa del plan divino implicó un reproche severo de que habían abandonado la revelación de Dios:
Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. (Mateo 22:29-32).
La lógica de la discusión de Jesús era simplemente que desde que Abraham, Isaac, y Jacob habían estado de largo muertos, debe haber una resurrección futura para restaurarlos a la vida, de modo que su relación con el Dios vivo pudiera ser reasumida y pudieran recibir lo que había garantizado el pacto. En ningún registro está la respuesta de Jesús que se utilizará como justificación para creer que los patriarcas estaban ya vivos. El asunto entre Jesús y sus opositores era si habría una resurrección futura. Jesús discutió que el pacto fracasaría si los patriarcas fueran dejados en sus sepulcros. Para que Dios sea el Dios de la vida, los patriarcas deben levantarse a la vida nuevamente en la resurrección futura (Dan 12:2).
El libro de Hebreos persigue exactamente la misma línea de argumento que expone el drama de la fe de Abraham en las grandes promesas de Dios. El misterio del fracaso de Abraham de lograr su lugar en la tierra se puede solucionar para siempre sólo por una intervención decisiva en el futuro, la cual lo restauraría a la vida. En el curso de su discusión, el escritor hace declaraciones rotundamente contradictorias a las ideas tradicionales alrededor de una vida futura en el "cielo." "Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (Heb. 11:8). Así la historia comienza. La herencia de Abraham, observamos, debe ser el lugar a donde fue invitado a ir, es decir, el Canaán geográfico. Esto es exactamente lo que describe el relato de Génesis. Esa misma tierra, según el escritor cristiano del Nuevo Testamento, estaba Abraham destinado a recibir "después", pero cuánto tiempo “después” aún no se nos ha dicho. El escritor continúa: "por la fe Abraham hizo su hogar en la tierra de la promesa como un extranjero en un país extranjero; él vivió en tiendas al igual que Isaac y Jacob que eran herederos con él de la misma promesa" (Heb. 11:9). Abraham, Isaac y Jacob y otros héroes de la fe “murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. " (Heb. 11:13). Una impresión incorrecta es dada por nuestras versiones cuando traducen "en la tierra" como "sobre la tierra."14 Esto podría sugerir que los patriarcas compartieron la noción tradicional del "cielo" como su destino. El punto, sin embargo, es que la gente “que dicen esto, claramente dan a entender que buscan una patria (Heb. 11:14), a saber, la misma tierra renovada bajo el gobierno prometido del Mesías, el Reino de Dios.
La mucha verdad pasada por alto sobre la promesa de la tierra para los Cristianos ha sido rescatada por George Wesley Buchanan:
Esta herencia de la promesa-reposo estaba atada inextricablemente a la tierra de Canaán, que es el lugar donde los patriarcas vagaron como residentes temporales (11:13). Fue llamada la tierra de la promesa (11:9) y la patria celestial (11:16)... esto último no significa que ésta no fuese en la tierra. Igual sucedió con los que recibieron el llamado celestial (3:1), o los que habían probado el don celestial (6:4) ellos recibieron el llamado y el don celestiales cuando vivieron en la tierra. De hecho, la patria celestial era la misma tierra en la cual los patriarcas moraron como "extranjeros y peregrinos" (11:13). ["celestial"] significa que es una tierra divina que Dios mismo ha prometido.15
El "Cielo" Estará en la Tierra
Las explicaciones tradicionales de estos versos procuran evadir las implicaciones de hebreos 11:8, 9. "El cielo" como la recompensa de los fieles no cabrá con esta declaración bíblica clara de que Abraham esperaba heredar la misma tierra en la cual él había vivido. Abraham era obviamente residente en una localización geográfica en la tierra, y él anticipó volver a esa tierra y poseerla. "El hizo su hogar en la tierra de la promesa " (Heb. 11:9). La tierra prometida para los fieles debe estar en este planeta — nuestra propia tierra renovada y restaurada. No hará nada discutir que Canaán era un "tipo" de cielo como lugar para las almas partidas en la muerte. Semejante idea del mundo de la filosofía Griega ha invadido el Cristianismo y obstruye la creencia en la promesa de la Biblia de una herencia en la tierra de la vida, Palestina, como el centro del futuro orden mesiánico mundial. La resurrección en el futuro, cuando regrese Jesús, es la única trayectoria por la cual los patriarcas pueden alcanzar su meta y poseer la tierra que nunca han poseído. En efecto, como recalca Hebreos a, ninguno de los distinguidos fieles "recibió alguna vez lo que había sido prometido" — la herencia de la Tierra Prometida (Heb. 11:13, 39). Ellos murieron en la fe, una virtud ligada estrechamente a la esperanza, completamente seguros de la resurrección que los traería a la posesión de la tierra con el Mesías. Esto no tiene nada que ver con la idea, que muchos han aceptado bajo presión de la tradición post-bíblica Gentil, que los patriarcas y los creyentes subsecuentes han ganado ya una recompensa en el cielo.
Pablo y Abraham
Pablo trata la historia de Abraham como el modelo de la fe cristiana sin insinuar que la herencia de Abraham es diferente de la de cada creyente cristiano. De hecho, justo lo contrario es la verdad: Abraham es "el padre de todos los que creen" (Rom 4:11). Abraham demostró la esencia de la fe cristiana estando dispuesto a creer en el plan de Dios para concederle la tierra, la simiente y la bendición para siempre. La fe para Abraham era una respuesta impaciente a la iniciativa divina expresada en palabras. Es precisamente esa clase de fe que Jesús exige con su llamamiento a "arrepentíos y creed en el Evangelio del reino" (Marcos 1:14, 15). Jesús es así el exponente por excelencia de la fe Abrahámica. El renuncia a todo, incluyendo su vida, para la causa del diseño magnífico de Dios para el rescate de la humanidad caída, y él invita a sus partidarios a que hagan lo mismo. Después del ejemplo de Abraham, que estaba dispuesto a renunciar aun a la familia para la causa divina (Gén. 12:1), Jesús invitó a sus seguidores a que reconocieran las previas demandas de la familia de la fe. Sus parientes verdaderos no eran sus hermanos y hermanas de sangre sino "los que oyen la Palabra de Dios [el Evangelio del reino, Mateo 13:19] y lo hacen" (Mateo 12:46-50). La lealtad a Jesús y al Evangelio reemplazan a las demandas de la familia y del país (Lucas 14:26, 27, 33; Gén. 12:1 del Cp.).
La justificación — veniendo a una relación recta con Dios — incluye un asimiento inteligente del plan de Dios, creyendo como Abraham en lo que ha prometido Dios hacer (Rom. 4:3, 13). El alcance del mensaje del Evangelio es más amplio que sólo una aceptación de la muerte y resurrección de Cristo. La fe apostólica invita a la participación en el Plan divino en curso en la historia que podríamos llamarlo "Operación Reino". Implica el asimiento del futuro divinamente revelado como la meta de la empresa Cristiana. Comprendiendo lo que está haciendo Dios en la historia del mundo le permite a un hombre adaptar su vida a Dios dentro de la enseñanza de Jesús, como ambos, el profeta y el rey del reino. Un Cristiano según Pablo es uno que "sigue en los pasos de la fe de nuestro padre Abraham" (Rom. 4:12). El acoplamiento con el pacto patriarcal no podía estar más claro. La fe de Abraham "fue caracterizada por (o basada en) una esperanza que fue determinada solamente por la promesa de Dios…la fe de Abraham fue la firme confianza en Dios como el que determina el futuro de acuerdo a lo que El ha prometido.”16 Tanto Jesús y los Apóstoles nos invitan, con el mensaje del reino,17 a la preparación para el gran acontecimiento que no es nada menos que el resultado final del pacto hecho con Abraham y su descendiente (espiritual). Pablo define esa promesa y especifica el objetivo del Cristiano. Él nos recuerda que Abraham debía ser el "heredero del mundo" (Rom. 4:13), que es simplemente repetir la promesa de Jesús que "Los mansos heredarán la tierra [o el mundo]" (Mateo 5:5; cp. Gén. 17:8).
Como James Dunn dice:
La idea de la "herencia" era una parte fundamental de la comprensión judía de su relación pactal con Dios, sobre todo, de hecho casi exclusivamente, en la conexión con la tierra — de su tierra de Canaán por derecho de herencia como le fue prometido a Abraham... [Este] es uno de los temas más emotivos de la auto identidad nacional judía...Central para la auto comprensión Judía era la convicción de que Israel era la herencia del Señor... Integral a la fe nacional era la convicción de que Dios había dado a Israel la herencia de Palestina, la tierra prometida. Es este axioma que Pablo evoca y se refiere al nuevo movimiento cristiano como un todo, a Gentiles así como a Judíos. Ellos son herederos de Dios. La relación especial de Israel con Dios ha sido extendida a todos en Cristo. Y la promesa de la tierra se ha transformado en la promesa del Reino... Esa herencia del reino, y la ciudadanía completa bajo el gobierno único de Dios, es algo todavía aguardado por los creyentes.18
Es fácil ver cuán devastador será para cristianismo del Nuevo Testamento cualquier recorte del vínculo entre Cristo y el pacto Abrahámico. Mientras que Jesús y los Apóstoles trabajaron para proclamar el Evangelio del reino como la esencia de las garantías del pacto reveladas a Israel y ahora ampliadas a todos los creyentes, el Cristianismo tradicional ha interferido con esta tesis bíblica principal. Ha promovido una meta en el "cielo" que hace imposible o inútil el cumplimiento de la promesa de la tierra confirmada por Jesús (Mateo 5:5; Rev. 5:10). Nuestros padres no están en el cielo, y nunca se esperó que lo estuvieran. Ellos miraron hacia adelante, como lo hicieron los cristianos del Nuevo Testamento, para entrar y heredar la tierra de la promesa, el Reino de Dios en la tierra, por la resurrección de los muertos. Este reingreso en la tierra de Canaán renovada significaría la recuperación del gobierno divino en la tierra, la reversión del desastre que ha abrumado a la humanidad desde el principio. Por este "gozo puesto delante de él" el Mesías había muerto en las manos de su propia gente incrédula (Heb. 12:2). Para esta herencia, que concede el derecho de gobernar en el reino, los cristianos primitivos sufrieron como parte de su preparación para la realeza. Abrazando el mensaje del reino, se esforzaron en ser "dignos de Dios que nos llamó a su reino y gloria" (I Tes. 2:12). El sendero a la gloria no era fácil. "Es a través de muchas tribulaciones que entraremos en el Reino de Dios” (Hechos 14:22), es decir, lograr la realeza con Jesús en el nuevo gobierno que viene.
Debemos insistir otra vez en el vínculo directo entre el Cristianismo primitivo y el pacto con Abraham. Como dice Dunn:
El grado en el cual la discusión de Pablo está determinada por la actual auto comprensión de su propia gente, está indicado claramente por su fraseología cuidadosa que recoge cuatro elementos dominantes en esa auto-comprensión: la promesa del pacto a Abraham y su simiente, la herencia de la tierra como su elemento central... ella se ha convertido casi en un tópico de la enseñanza judía de que el pacto prometió que la simiente de Abraham heredaría la tierra... la promesa interpretada así era fundamental para la auto conciencia de Israel como pueblo del pacto de Dios: Era la razón por la que Dios lo había elegido en primer lugar entre todas las naciones de la tierra, la justificación para mantenerse diferentes de otras naciones, y la esperanza confortante que hizo su humillación nacional actual soportable...
El caso de Pablo revela la fuerte continuidad que él vio entre su fe y la promesa fundamental de las Escrituras... Pablo no tenía ninguna duda que el Evangelio que él proclamó era una continuación y un cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham. Pero él estaba igualmente claro de que los herederos de la promesa a Abraham no deberían ser más identificados en los términos de la ley. Porque Génesis 15:6 demostró con suficiente claridad que la promesa fue dada y aceptada a través de la fe, absolutamente aparte de la ley entera o en parte.19
El punto que debe comprenderse es que Pablo no cuestiona el contenido de la promesa. ¿Cómo podría él hacerlo sin que derrumbe toda la revelación dada por la Biblia? La promesa territorial fue deletreada y repetida claramente en el registro del Génesis y era el acariciado tesoro nacional de su gente. Al Israel fiel, representado primero por Abraham, Dios le había dado seguridad de que heredarían la tierra como un paraíso restaurado. La gloria del ministerio de Pablo es introducir un nuevo hecho revolucionario — de que esta magnífica perspectiva está abierta a todos los que crean en el Mesías como la simiente de Abraham y como aquel que encabezará la nueva administración del Reino. Era obviamente al Mesías que las promesas fueron hechas como el descendiente distinguido de Abraham. Pero los cristianos Gentiles, a través de la aceptación de las afirmaciones de Jesús como el Cristo de Israel, pueden adquirir una parte completa en la misma herencia prometida. Pablo alcanza un momento triunfante en su discusión cuando él declara a sus lectores Gentiles que "si ustedes son de Cristo, entonces son contados como descendientes de Abraham y son herederos [del mundo, Rom. 4:13] según la promesa [hecha a Abraham ] " (Gál. 3:29).
Las promesas son seguras, sin embargo, sólo, como Pablo dice, para "los que son de la fe de Abraham" (Rom. 4:16), es decir, aquellos cuya fe es del mismo tipo que la suya, descansado sobre los mismos arreglos divinos. Por lo tanto, Pablo habla de la necesidad para los Cristianos de venir a ser "hijos de Abraham" (Gál. 3:7), "simiente de Abraham" (Gál. 3:2; Rom. 4:16), y de reconocer a Abraham como su padre espiritual (Rom. 4:11), caminar en sus pasos (Rom 4:12), y considerarlo un modelo de la fe cristiana (Gál 3:9), porque el Evangelio había sido predicado a él de antemano (Gál. 3:8). ¿Pero cuánto oímos hoy sobre el evangelio Cristiano que tiene su base en las promesas del pacto hechas a Abraham? Pablo habla a la iglesia de Galacia sobre la "bendición de Abraham" ahora puesta a disposición de todos en Cristo. Esta frase es citada de Génesis 28:4 donde es definida. Significa "tomar posesión de la tierra en donde viven ahora como extranjeros, la tierra que Dios dio a Abraham." Nuevamente un vínculo iluminador se hace entre la Biblia hebrea y el cristianismo del Nuevo Testamento que proporciona una base maravillosa para reestructurar la actual iglesia fragmentada sobre un fundamento bíblico.
Nunca abandonó por un momento Pablo las raíces de la fe revelada en los tratos de Dios con Abraham. Puesto que la tierra prometida de Canaán sería un día el centro del gobierno Mesiánico, era obvio que la herencia de la tierra implicó la herencia del mundo. La promesa sigue siendo geográfica y territorial, relacionada a la tierra de la era venidera, y correspondiendo exactamente con la afirmación de Jesús de su herencia Judía cuando él prometió al manso (otra vez citando la Biblia Hebrea) la herencia de la tierra/mundo (Mateo 5:5, citando Salmo 37:11). Jesús creyó que Jerusalén todavía sería digna de la ciudad del título La Ciudad del Gran Rey (Mateo 5:35) y que los creyentes supervisarían un nuevo orden mundial con él.20 En breve, la promesa de la tierra se repite en el Nuevo Testamento como la promesa del Reino de Dios, que es la base del Evangelio Cristiano. El Reino es ofrecido a los creyentes como su destino. Es la "tierra habitada renovada del futuro" (Heb. 2:5), que no debe estar sujeta a ángeles sino al Mesías y a los santos, el "Israel de Dios" (Gál. 6:16), "la circuncisión verdadera" (Phil. 3:3). Mucho del entusiasmo de los Cristianos del Nuevo Testamento descansa en el gran privilegio extendido a ellos como el pueblo de Dios en Cristo. Su esperanza corresponde exactamente con la esperanza de los profetas de Israel. J. Skinner observa que "el punto principal [de la esperanza para el futuro de Jeremías] es que en un cierto sentido una restauración de la nacionalidad Israelita era la forma en la cual él concibió el Reino de Dios".21 Jesús también se consideró un profeta (Lucas 13:33), habría estado de acuerdo.
La aplicación de Pablo del pacto Abrahámico a los cristianos, ambos, judíos y Gentiles, no lo condujo a pensar que el Israel no convertido permanecerá para siempre fuera de la bendición divina en Cristo. En Romans 11:25, 26 él miró hacia adelante, como un elemento importante en el desarrollo futuro del Reino, una conversión colectiva de un remanente de la nación de Israel en la Segundo Venida.22 La iglesia Judía/Gentil, sin embargo, en el pensamiento de Pablo, serían los líderes en el Reino Mesiánico (1 Cor. 6:2; 2 Tim. 2:12; 1 Corintios 4:8). De esta manera el pacto Abrahámico garantiza una parte en el gobierno del Mesías para todos los que ahora aquellos que ahora creen en el Evangelio, y nos asegura de que habrá, además, otra oleada de conversión cuando el Israel nacional finalmente acepte a su Mesías. A ese evento los Apóstoles miraron correctamente hacia adelante cuando, en una conversación final con el Jesús que se iba, le pidieron: "Ha llegado ahora el tiempo para la restauración del Reino a Israel?" (Hechos 1:6). Para aquellos que no han tenido el beneficio de un entrenamiento Calvinista, esta pregunta no presentará ningún problema. Después de todo, si a usted Jesús le ha enseñado que va a administrar a las doce tribus (Lucas 22:28-30), usted esperaría con una cierta impaciencia la restauración de esas tribus en el Reino. La mención del Espíritu santo (Hechos 1:5), que era el atributo de la realeza y de los sacerdotes, incitó muy naturalmente el entusiasta interés de los Apóstoles en el dénouement del plan de la salvación. Pero note cuidadosamente: La venida del Espíritu no era la venida del Reino (Hechos 1:5-7).
Herencia Mundial
Era común al pensamiento Judío y al de Pablo, así como a todo el Nuevo Testamento, que el mundo entero debía beneficiarse de la promesa Mesiánica hecha a Abraham de que él "heredaría el mundo" (Rom. 4:13) por medio de heredar la Tierra Prometida. Este hecho puede ser visto de ambos, los textos bíblicos y extra bíblicos. Un celebrado Salmo Mesiánico, que Jesús en Su Revelación interpreta como profecía Cristiana para El y la Iglesia (Rev. 1:1), es demostrablemente un Salmo político que resume o perfila la carrera del Mesías:
Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás.23
Que [Dios] te fortalezca, y te haga heredar toda la tierra (Jub. 22:14).
Y habrá reyes de tí [Jacob]. Ellos gobernarán por todas partes donde las huellas de la humanidad hayan pisado. Y daré a tu simiente toda la tierra debajo del cielo [cp. Dan. 7:27: "el reino debajo de todo el cielo"], y ellos gobernarán en todas las naciones como lo han deseado (Jub. 32:19).
Pero para los elegidos habrá luz, alegría, y paz, y heredarán la tierra (1 Enoc 5:7).
Los justos... están seguros del mundo que Tú les ha prometido con una expectativa llena de alegría (2 Bar. 14:12, 13).
Los justos recibirán el mundo que está prometido para ellos (2 Bar. 51:3).
Si el mundo ha sido creado en efecto para nosotros, ¿por qué no poseemos nuestro mundo como herencia? ¿Cuanto tiempo será esto así? (4 Esdras 6:59).
La respuesta conmovedora del Nuevo Testamento a esta pregunta Judía es que el pueblo del pacto, en su totalidad, no ha aceptado la singular afirmación de Jesús de que El es su Mesías. (Cuánto un Cristianismo Gentil tradicional torcido puede ser culpado por esto es una cuestión para la consideración seria.) Pablo está esperanzado de que muchos de sus compatriotas finalmente reconocerán al Jesús que vuelve. Mientras tanto él continúa propagando el mensaje del Mesías por el cual, primero el Judío y luego el Gentil son invitados dentro de la comunidad Mesiánica que se prepara para gobernar en el Reino. La teología Paulina es nacida de la convicción de que Abraham fue designado "heredero del mundo" (Rom. 4:13), una idea que encaja naturalmente en los textos apenas citados. Henry Alford comenta respecto a la conexión entre las aspiraciones de Pablo y las esperanzas judías:
Los rabinos ya habían visto, y Pablo, quien había sido educado en sus enseñanzas, que mucho más fue pensado en las palabras: "en ti todas las familias de la tierra serán benditas” que la mera posesión de Canaán. Ellos claramente remontan el regalo del mundo a esta promesa [Gén. 12:3]. La herencia del mundo... es ese señorío final sobre el mundo entero que Abraham, como el padre de los fieles de todos los pueblos, y Cristo, como la simiente de la promesa, poseerán...24
Un distinguido comentarista alemán observa que ser "simiente de Abraham " significó que uno era destinado a tener "dominio sobre el mundo", basado en Génesis 22:17: "Sus descendientes poseerán las puertas [es decir, las ciudades] de sus enemigos." 25 Con esta promesa en mente, Jesús vislumbra a los fieles asumiendo autoridad sobre las poblaciones urbanas: "Bien hecho, siervo fiel, sé tú sobre diez ciudades" (Lucas 19:17).
El comentario crítico internacional en Romanos 4:13 coge el sabor de la anticipación del Antiguo Testamento del reino Mesiánico. Este habla de la promesa de que la simiente de Abraham (en Cristo) debe "gozar del dominio mundial", "El derecho al dominio universal que pertenecerá al Mesías y a su pueblo", y "la promesa hecha a Abraham y a sus descendientes de dominio mundial Mesiánico" 26 algo del fervor de Israel por la tierra se puede considerar en el 14ava y 18ava Bendiciones repetidas en la sinagoga desde el año 70:
Sé misericordioso, O Señor nuestro Dios, en Tu gran misericordia hacia Israel Tu pueblo y hacia Jerusalén, y hacia Sión el lugar donde habita Tu gloria, y hacia Tu templo y Tu habitación, y hacia el reino de la casa de David, el constructor de la ciudad de Jerusalén Tu ciudad. Concede Tu paz sobre Israel, Tu pueblo y sobre Tu ciudad y sobre Tu herencia, y bendícenos, todos nosotros juntos. Bendito eres Tú, O Señor, quien hace la paz.
Incluso cuando la tierra no se menciona directamente, se implica en la ciudad y el templo que se convirtieron en la quintaesencia de la esperanza de salvación. La misma esperanza se refleja exactamente en el Nuevo Testamento, atando el cristianismo primitivo a sus orígenes Abrahámico/Davídico en la Biblia Hebrea:
El Señor Dios le dará [Jesús] el trono de David su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob para siempre; y su reino no tendrá fin (Lucas 1:32, 33).
Socorrió [Dios] a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre (Lucas 1:54, 55).
[Dios] ha levantado un cuerno [dominio político] en la casa de su siervo David... para demostrar misericordia a nuestros padres y para recordar su santo pacto, el juramento cuál él juró a nuestro padre Abraham (Lucas 1:69, 72, 73).
[Simeon] esperaba la consolación de Israel (Lucas 2:25).
[Ana] daba gracias al Dios y hablaba del niño a todos que esperaban la redención en Jerusalén (Lucas 2:38).
Bendito el reino de nuestro padre David que viene (Marcos 11:10).
José de Arimatea [un discípulo de Jesús, es decir, Cristiano, Mateo 27:57 ], un miembro prominente del concilio... que esperaba el Reino de Dios (Marcos 15:43).
Nosotros [discípulos de Jesús, es decir, cristianos] esperábamos que él era [Jesús] el que había de redimir a Israel (Lucas 24:21).
Los Apóstoles pidieron: "¿Es éste el tiempo en el que vas a restaurar el reino a Israel?" (Hechos 1:6).
Está debido a mi esperanza en lo que prometió Dios a nuestros padres soy llamado a juicio; promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus sirviendo constantemente a Dios día y noche (Hechos 26: 6, 7).
La evidencia es abrumadora de que el Cristianismo del Nuevo Testamento no ha abandonado las esperanzas territoriales de los profetas. La pregunta de los discípulos sobre la restauración de Israel surge del periodo de cuarenta días de instrucción en el Reino de Dios (Hechos 1:3, 6). En el juicio por su fe, Pablo definió públicamente el Cristianismo como la esperanza en el cumplimiento de la promesa patriarcal. Él expresamente identifica este objetivo Cristiano como la promesa "que esperan lograr nuestras doce tribus" (Hechos 26:7). La naturaleza de esta expectativa es definida por un refrán rabínico del tercer siglo, que refleja la perspectiva antigua de la vida en la tierra: "por qué los patriarcas anhelaron ser enterrados en la tierra de Israel? Porque los muertos de la tierra de Israel serán los primeros que resuciten en los días del Mesías y que gozarán de los años del Mesías". 27
El Cielo como el Almacén de una Recompensa Futura
Las referencias al "cielo" en el Nuevo Testamento se limitan a los contextos en los cuales se dicen que la recompensa futura de los creyentes está ahora reservada como tesoro con Dios en el cielo (Mateo 5:12).28 El "Cielo" como lugar removido de la tierra es, sin embargo, nunca es el en la Escritura el destino del creyente — ni en la muerte ni en el resurrección. Los cristianos deben ahora entender qué es lo que está prometido para ellos. Deben almacenar tesoros con Dios y esperar recibir su recompensa cuando Jesús la traiga a la tierra en su Segunda Venida. Un hombre puede ahorrar su dinero para el retiro en un banco. Sin embargo, él no se retira en el banco mismo.
Cuando Pablo habla de la "Jerusalén la cual es nuestra madre" (Gál. 4:26), él no quiere decir que los cristianos van "cielo" en la muerte. Él está citando un Salmo Mesiánico que describe a Sión (Jerusalén) como "la madre de todos nosotros” (Sal. 87:5, LXX). Como es a menudo en el pensamiento judío, las buenas cosas del futuro serían ahora guardadas con Dios en la preparación para su revelación en el día de la aparición del Mesías en poder y gloria. Los cristianos son aquellos cuyos nombres están inscritos en el rollo de los que se recibirán "vida en Jerusalén" (Isa. 4:3).
Pablo habla de "la fe y el amor que brota de la esperanza que está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio” (Colosenses 1:5). Pedro ve en el nuevo nacimiento producido por el Evangelio una "esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de los muertos [que conducen a] una herencia [es decir, del reino] que nunca puede fallecer, estropearse o se despintarse, guardada en el cielo para ti, la cual, por medio la fe, está blindada por el poder de Dios hasta la venida de la salvación que está lista a ser revelada en el último tiempo " (1 Pedro 1:3-5). El Nuevo Testamento es constante con su tema subyacente, el Evangelio del reino "prometido a los que amen a Dios " (Santiago 2:5). La creencia en el Evangelio en épocas apostólicas no fue confinada a la creencia en la muerte y la resurrección de Jesús solamente, sino que incluyó la invitación de prepararse para un lugar en el dominio mundial del Mesías para ser introducido en su retorno a la tierra. La situación es muy diferente en la predicación contemporánea cuando poco o nada se predica sobre la herencia de la tierra con Jesús. Hay una necesidad urgente de las iglesias de prestar atención a la advertencia de Pablo: "Sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído…” (Colosenses 1:23). La pérdida de la esperanza del Nuevo Testamento se puede remontar a la pérdida del Evangelio del Reino que alternadamente es sintomático de la pérdida de las raíces del cristianismo en la Biblia Hebrea.
Fe en el Plan de Dios para El Mundo
Se hace absurdo el esquema del Nuevo Testamento, y del desdoblamiento del plan de Dios para la historia del mundo, cuando se propone que el destino Cristiano debe ser gozado en una localización removida de la tierra. Esto destruye en un soplo las promesas dadas a Abraham y a los fieles de que ellos deben heredar la tierra y el mundo. No hay una solución al fracaso original del hombre de llevar a cabo el mandato divino de gobernar el mundo si, de hecho, el mundo nunca experimentará la restauración del gobierno divino. La fe cristiana se frustra permanentemente cuando la esperanza de la restauración de la paz en la tierra es negada. La substitución del "cielo" en la muerte por la recompensa de heredar la tierra mina la revelación del plan de Dios para la humanidad. La oferta repetida del "cielo" en la predicación popular perpetúa una noción que confunde a lectores de la Biblia y convierte en sin sentido la esperanza entera de los profetas (basados en el pacto) que el mundo va a gozar de una era sin paralelo de bendición y de la paz internacional bajo régimen justo del Mesías y de los fieles resucitados — los que crean en "el Reino de Dios y en el nombre [es decir, la Mesiandad y todo que esto implica] de Jesús”, y se bauticen en respuesta a ese credo temprano en Hechos 8:12: "Cuando creyeron a Felipe que anunciaba el evangelio del Reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres".
El texto sigue siendo un modelo para el evangelismo y llama a la iglesia contemporánea a regresar a sus raíces en los pactos de la promesa hechos con el "padre de los fieles”, los cuales pueden ser disfrutados solamente en el Mesías Jesús. Para el cumplimiento del plan divino para la redención, debemos pedir "Venga Tu Reino", y esforzamos en conducirnos como "Dignos de Dios que nos está llamando a su reino y gloria " (1 Tes. 2:12). La verdad sobre nuestro destino Cristiano será reinstalada cuando volvamos al lenguaje bíblico sobre: "entrando en el reino, " "heredando el reino", "heredando la tierra" (Mateo 5:5), "reinando como reyes en la tierra" (Rev. 5:10), "reinando con el Mesías por mil años" (Rev. 20:1-6). La mente de Gentil, que exhibe una aversión antisemítica para las cosas Mesiánicas, ha prevalecido por tanto tiempo que solamente un retorno revolucionario al texto de la Escritura romperá nuestros malos hábitos. El abandono del lenguaje sobre el "cielo" nos colocará en la dirección correcta y nos enseñará a amar las palabras de Jesús. El camino entonces estará abierta para entender que el Cristianismo es la respuesta de Dios al fracaso inicial del hombre en Adán; que el Evangelio es una llamada a la realeza y que un santo es uno designado a regir con el Mesías en la tierra en el reino venidero (Dan. 7:18, 22, 27). La tragedia del hombre es la pérdida de la realeza. La meta del hombre es recuperar la realeza en la asociación con el gran rey Mesías que ha iniciado el camino a la victoria sobre el mundo. El comentario de Henry Alford es un correctivo muy necesario, convocándonos a regresar al Cristianismo Hebreo Bíblico: "El tenor general de la profecía y de la analogía de los arreglos divinos señala sin lugar a dudas a esta tierra purificada y renovada, y no a los cielos en ningún sentido ordinario del término, como la habitación eterna del bendito.”29
La aguda idea de Alford reinstala la esperanza del futuro de la humanidad cuando las bendiciones concedidas a Abraham hallen su cumplimiento en el Reino. Jacob y Pablo compartieron la misma perspectiva alentadora: "y te dé la bendición de Abraham, y a tu descendencia contigo, para que heredes la tierra en que moras, que Dios dio a Abraham. (Génesis 28:4). "Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles " (Gál. 3:14).
La esperanza de la humanidad basada en los arreglos de gracia de Dios con Abraham era el tema dominante de todos los profetas de Israel. Para seguir a Jesús, el más grande de todos los profetas (Deut. 18:15, 18; Hechos 3:22; 7:37), Hijo de Dios, Cristo, y el Apóstol de nuestra fe (Heb. 3:1), debemos ahora volver nuestra atención a su visión del futuro.
Notas de Pie de Página
[1] The Problem of the Hexateuch and Other Essays, 1966, p. 79, cited in W.D. Davies, The Gospel and the Land, University of California Press, 1974, p. 19.
2 M. Buber, Israel and Palestine, London, East and West Library, 1952, p. 19.
3 The Gospel and the Land, p. 15.
4 Ibid., p. 18.
5 Ibid., p. 21.
6 Ibid.
7 Ibid., p. 23.
8 The Problem of the Hexateuch, p. 92ff.
9 The Gospel and the Land, p. 36, emphasis added.
10Cp. Heb. 4:1 que habla del “descanso” futuro como un objetivo de los fieles.
11 The Gospel and the Land, p. 48. Cp. Jesus’ observation that apostate Israel had murdered the prophets (Mat. 23:31).
12 Romans, Word Biblical Commentary, Dallas: Word Books, 1988, p. 202.
13 Una muy desafortunada ruptura de párrafo entre v.4 y 5 en muchas Biblias, destruyen la conexión entre la salvación y la supervision del futuro orden mundial.
14See the remarks of G.W. Buchanan, Anchor Bible, To the Hebrews, Doubleday and Co., 1972, pp. 193, 194.
[1]5Ibid., pp. 192, 194.
[1]6 Commentary on Romans, p. 219.
17 Mar. 1:14, 15; hechos 8:12; 19:8; 28:23, 31.
18 Romans, Word Biblical Commentary, pp. 213, 463, énfasis añadido.
19 Ibid., pp. 233, 234.
20 Mat. 19:28; Luc. 22:28-30; Rev. 2:26; 3:21; 5:10; 20:1-6.
21 Prophecy and Religion, Cambridge University Press, 1922, p. 308.
22 Miqueas 2:12 concibe la restauración de “todo Israel” como “el remanente de Israel”.
23 Ps. 2:6, aplicado a Jesús en Rev. 12:5 y la Iglesia en Rev. 2:26, 27.
24 Greek New Testament, London: Rivingtons and Deighton, Bell & Co., 1861, Vol. II, p. 350.
25 H.A.W. Meyer, Commentary on John, Funk and Wagnalls, 1884, p. 277.
26 W. Sanday and A.C. Headlam, Epistle to the Romans, T & T Clark, 1905, pp. 109, 111.
27 Gen. Rabbah, 96:5.
28 El texto lee “Vuestra recompense es grande en los cielos”. La recompense Cristiana está preservada en el cielo y vendrá del cielo con Jesús a su regreso. “En el cielo” es equivalente a “con Dios”.
29 Greek New Testament, Vol. I, pp. 35, 36, énfasis añadido..
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