Hechos 1:6: "Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿RESTAURARÁS el reino a Israel en este tiempo?"
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Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Quiero reflexionar con ustedes acerca de lo crucial y trascendental que es creer y buscar primeramente el reino de Cristo, y lo nefasto que puede resultar para aquellos que lo rechazan o trastocan por completo. Y es que el reino de Cristo redundará en nuestra salvación eterna, o lo que es lo mismo decir, en nuestra vida eterna. Aún hoy, los más de los cristianos siguen relegando el reino de Dios a un segundo plano, como si fuera una enseñanza de poca importancia, o como si fuese una doctrina suplementaria que no corresponde a la salvación, cuando en realidad es diametralmente lo contrario.
El Señor Jesucristo dejó entrever que el reino de Dios es su mensaje vital, la meta o el fin de su iglesia, y la única esperanza real de salvación que debe ser buscada, pedida, y esperada por todo auténtico seguidor suyo. Es, en esencia, la razón de ser de toda nuestra carrera cristiana. Jesús dijo: “Buscad PRIMERAMENTE el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será dado por añadidura.” (Mateo 6:33).
En una ocasión un joven rico se le acercó a Jesús para preguntarle qué es lo que debía hacer para ganar la vida eterna—un anhelo que seguramente es el de millones de hombres— y Jesús no tardó en responderle, con estas palabras: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?J Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
Pues bien, nótese las frases subrayadas del los versos de arriba, e inmediatamente usted concluirá que la vida eterna está asociada con el reino de Dios (= reino de los cielos)…¡y significa nuestra salvación! Así que el reino de Dios no es otra cosa que la salvación o la vida eterna que Jesús nos ofrece. De aquí la importancia de insistir en el mensaje del reino y darlo a conocer al mayor número de personas posible.
Ahora bien, los predicadores contemporáneos enseñan que sólo basta con creer en Jesús para ser salvo, sin explicar puntualmente lo que significa “creer en Jesús”. Lastimosamente, la gran mayoría de potenciales conversos declaran haber aceptado a Cristo, pero siguen ignorando por completo que él vino a predicar el reino de Dios como el evangelio salvador. Estos supuestos conversos siguen perdidos porque no llegaron a aceptar el mensaje salvador que Cristo vino a anunciar y que él pidió que fuese creído y abrigado con mucha fe PARA LA SALVACIÓN (Lean Marcos 1:1,14,15; 16:15,16).
Cristo no es el evangelio
Ahora bien, muchos cristianos creen que Cristo es el evangelio (“el evangelio de Cristo” o “el evangelio sobre Cristo”), cuando en realidad Jesús vino, no a anunciarse a sí mismo, sino algo que él llamó “el reino de Dios”. Sin duda, ese reino involucra un rey, que es nuestro Señor Jesús. Pero Jesús, por sí sólo, NO ES EL EVANGELIO, Recordemos que él enseñó que SU MENSAJE era el evangelio del reino de Dios. San Pablo lo declaró muy bien cuando escribió lo siguiente: “Dios envió MENSAJE a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz (que trae el reino, Isa. 9:7) por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos” (Hechos 10:36).
Debemos entender que Jesús no nos mandó creer que él es el evangelio salvador, y menos aún, que él mismo es Dios encarnado. Sin embargo, lo que él sí buscó es que la gente creyera en SU PALABRA, enseñanza o evangelio. El sentido real de “creer EN Cristo” sería “creer A Cristo (Su Palabra)”, es decir, creer en Su Mensaje o evangelio, que es el reino de Dios. La prueba de lo que decimos está en Marcos 1:15, donde Jesús dijo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y CREED en el evangelio”. A los judíos incrédulos, Jesús les dijo: “Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho”. Juan 10:26. Como vemos, Jesús estaba interesado en que la gente creyera en su mensaje del reino, porque este mensaje del cielo redundaría en la salvación de los potenciales conversos.
Creer en sus Palabras
He aquí una serie de pasajes en donde Jesús dice que debemos creer en su Palabra:
Marcos 4:20: Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la PALABRA y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
Lucas 11:28: Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la PALABRA de Dios, y la guardan.
Juan 8:51: De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi PALABRA, nunca verá muerte.
Juan 14:23: Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi PALABRA guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.
Juan 15:7: Si permanecéis en mí, y mis PALABRAs permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
Juan 17:6: He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu PALABRA.
Juan 17:8: porque las PALABRAS que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Sin duda alguna el Reino de Dios (el evangelio de Cristo) es la Palabra de Dios que debemos creer y guardar en nuestros corazones. Jesús llamó a “la palabra”, “la palabra DEL REINO”. Vean el siguiente texto:
Mateo 13:19: Cuando alguno oye la PALABRA del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
Así que cuando le presentamos al potencial creyente “la palabra de Dios”, lo que estamos presentándole es precisamente el evangelio o palabra DEL REINO. Este evangelio del reino es poderoso, pues salva a todos aquellos que lo creen de todo corazón (Romanos 1:16). Pero muchos creen que predicar la Palabra es anunciar cualquier mensaje que nosotros creamos crucial de las Escrituras. Algunos podrán predicar el evangelio del perdón, el evangelio del amor de Dios, el “evangelio social”, el evangelio de la prosperidad”, el evangelio de la segunda venida, el evangelio de la justificación, etc, pero si ellos no se enfocan en el reino de Dios, de nada vale su predicación porque no están predicando el evangelio verdadero y único (Gál. 1:6-9). Estos predicadores simplemente han permutado el verdadero mensaje de Cristo, que es único e inamovible, por otros que parecen más “sonoros” y creíbles, justo al gusto del inquiridor. Aquí se trata de darle al potencial creyente lo que él quiere oír para atraerlo a la iglesia y hacerlo un miembro más del montón.
Lamentablemente, millones de “cristianos” han aceptado cualquier cosa como el evangelio salvador sin haberse tomado la molestia de averiguar si lo que han recibido como las Buenas Nuevas de salvación es la verdad o un craso error. Simplemente se confían del predicador y se dejan llevar por su carisma y locuacidad, o por su prestigio y reconocimiento “internacional”, y se olvidan de las Escrituras. Sin embargo, aunque sus “evangelios” se escuchen muy estimulantes y espirituales, éstos no tienen ninguna efectividad sanadora y salvadora a largo plazo.
El evangelio del Reino es un mensaje simple y claro
Cuando Jesús apareció en este mundo hace dos milenios, él NO vino a predicar un evangelio ininteligible u oculto a sus paisanos que los metería en un laberinto de ideas contradictorias. En realidad es todo lo contrario, pues él les habló clara y directamente sobre un tema que ellos ya conocían perfectamente. Por otro lado, no tendría sentido que Jesús pretendiese que sus paisanos creyeran en su mensaje del reino, si por otro lado él les estaba anunciando un mensaje arcano, enigmático o velado.
Como cristianos sabemos que Jesús comenzó su ministerio predicando lo siguiente: “El reino de Dios se ha acercado, arrepentíos y creed en el evangelio” (Mateo 4:17). Es decir, Jesús anunciaba algo que sus paisanos esperaban y entendían perfectamente, por lo que él no vio necesario tomarse la molestia ni el tiempo para explicarles eso que él llamaba ‘el reino de Dios’.
De modo que resulta extraño que algo que Jesús no complicó con elucubraciones complejas, sus supuestos seguidores de los últimos 17 siglos lo hayan enrevesado con especulaciones pueriles que no han hecho sino confundir más a los millones de potenciales conversos.
Desafortunadamente, hombres como Orígenes y Agustín de Hipona, por citar dos insignes teólogos, cambiaron radicalmente el sentido del reino, y trastocaron su noción primigenia con especulaciones alegóricas que no tienen un sustento bíblico sólido en absoluto.
¿Pero qué era el Reino de Dios para los paisanos de Jesús?
Esta es una pregunta necesaria e inevitable que todos los estudiantes de la Biblia deben formularse si quieren saber cuál era el concepto original del reino de Dios. Y es que el reino de Dios como mensaje del Señor no era algo nuevo para los judíos, por tanto son ellos los que deben decirnos qué era lo que ellos creían sobre el reino, y eso se consigue leyendo fundamentalmente los Escritos del Antiguo Testamento. Para cualquier Judío devoto, el reino de Dios era el reino que representó en primera instancia el rey David. En 1 Crónicas 28:5 se dice claramente que el reino de David era el reino de Dios. Dice así el verso en cuestión: “Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel”. Nótese que David dice que su trono es el trono del reino de Jehová. Por tanto, el evangelio del reino de Dios es el evangelio del reino de David que será restaurado en la parusía por un notable heredero del trono. Recordemos que el reino de David quedó suspendido desde el 587 AC, cuando el último rey davídico, Sedequías, fue depuesto de su trono por el rey Nabucodonosor. Desde esa fecha los Judíos no han tenido un rey judío que los gobierne, aunque ellos sabían que llegaría un día en que dicho reino davídico sería restaurado nuevamente por la fuerza de un descendiente real de David, llamado: “El Deseado de todas las Naciones”, “Aquel varón”, “El Príncipe”, “El hombre noble”, etc. Dice Ezequiel 21:25-27, así: “Y tú, profano e impío príncipe de Israel, cuyo día ha llegado ya, el tiempo de la consumación de la maldad, así ha dicho Jehová el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré”. Esta es una sentencia divina contra el rey impío Sedequías, pero es también una promesa de restauración futura por medio de un varón designado por Dios que ya tiene el derecho de tomar el trono y el reino por sus justos méritos (Hechos 2:36: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho SEÑOR y Cristo”), es decir, le ha hecho ‘Señor Mesías’, el varón ideal para restaurar Su reino.
Los discípulos sabían perfectamente qué era el reino de Dios
Cuando Jesús estaba ya a punto de partir al cielo, después de haber estado privadamente con sus discípulos por 40 días hablándoles exclusivamente del reino de Dios (Hechos 1:3), éstos le preguntaron si dicho reino buscado y esperado por ellos sería restaurado a Israel en ese momento o tendrían que esperar aún más tiempo (ver Hechos 1:6), y Jesús, que los estaba escuchando atentamente, no se sorprende por lo que oye, ni les reprende por semejante interrogante, porque la pregunta, aunque a muchos no les guste, fue inteligente, oportuna y correcta. Y es que sus discípulos habían entendido perfectamente que el reino davídico tendría que ser restaurado a Israel de todos modos, ¡y cuanto más antes, mejor!
Así que el Reino de Dios es algo que deberá ser restaurado a Israel en algún momento en el futuro. Y cuando se habla de un reino restaurado, lo que se quiere decir es que ese reino existió en un lugar y pueblo definidos, que desapareció por la impiedad del último rey y su pueblo, y que debe volver a aparecer en el futuro exactamente en el mismo lugar y pueblo con un rey legítimo. Así pues, si el reino fue terrenal y político, entonces deberá ser restaurado como un reino terrenal y político, porque cualquier otra forma de presentación no sería igual al original, y por tanto, no podría hablarse de una verdadera restauración del reino original. Si restauro un jarrón resquebrajado de barro y de color negro, y termino presentando un jarrón de cristal amarillo trasparente, ¿podríamos decir que dicho jarrón ha sido restaurado fielmente? Si cualquier cosa restaurada no se parece al original, entonces no se ha hecho una verdadera restauración de esa cosa. Eso es obvio para cualquiera con dos dedos de frente. Pero esto es precisamente lo que muchos teólogos cristianos han hecho con el reino original. Sencillamente lo han cambiado por otro que no tiene las mismas características que el original. Ahora el reino es presentado en las iglesias como uno que es por naturaleza espiritual y celestial, y no teocrático y terreno como lo fue originalmente. Ahora los más de los cristianos creen que Cristo reina y reinará desde los cielos, o que Jesús gobierna en el corazón de los creyentes. Otros creen que el reino es la iglesia misma que reina en el mundo y ejerce su poder y autoridad sobre los pueblos a través de sus “ungidos”. Pero toda esta gama de creencias no se parecen en nada al reino original.
Un llamado urgente
Es hora de que todos los cristianos tomen conciencia del evangelio salvador que es el reino de Dios y lo acepten de todo corazón como el mensaje salvador que Cristo trajo por orden del Padre. Recuerden lo que Jesús dijo: “Es necesario que también a otras ciudades ANUNCIE EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS, porque PARA ESTO HE SIDO ENVIADO” (Lc. 4:43). Y también debemos predicar y bautizar a las personas sobre la base del reino de Dios ( ver Mateo 24:14; Hechos 8:12).
Es necesario conservar el significado original del reino de Dios tal como los Judíos lo creen aún hoy día. Para ellos, cualquier cosa que se predique como el reino que no se ajusta a sus expectativas mesiánicas, no es el auténtico evangelio. Recordemos que Jesús no vino a cambiar o a trastocar las prístinas promesas hechas a los padres Hebreos por Dios mismo, sino a CONFIRMARLAS (Ver Romanos 15:8). Y confirmar no es cambiar o mutar la promesa original.
En este blog encontrará todos mis escritos sobre el Reino que le podrán ayudar entender mejor el evangelio original no trastocado. Simplemente busque la palabra REINO en la columna de la izquierda…¡y listo!
Gracias por leer…. ¡y estaré a la espera de sus comentarios!
www.apologista.wordpress.com
Quiero reflexionar con ustedes acerca de lo crucial y trascendental que es creer y buscar primeramente el reino de Cristo, y lo nefasto que puede resultar para aquellos que lo rechazan o trastocan por completo. Y es que el reino de Cristo redundará en nuestra salvación eterna, o lo que es lo mismo decir, en nuestra vida eterna. Aún hoy, los más de los cristianos siguen relegando el reino de Dios a un segundo plano, como si fuera una enseñanza de poca importancia, o como si fuese una doctrina suplementaria que no corresponde a la salvación, cuando en realidad es diametralmente lo contrario.
El Señor Jesucristo dejó entrever que el reino de Dios es su mensaje vital, la meta o el fin de su iglesia, y la única esperanza real de salvación que debe ser buscada, pedida, y esperada por todo auténtico seguidor suyo. Es, en esencia, la razón de ser de toda nuestra carrera cristiana. Jesús dijo: “Buscad PRIMERAMENTE el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será dado por añadidura.” (Mateo 6:33).
En una ocasión un joven rico se le acercó a Jesús para preguntarle qué es lo que debía hacer para ganar la vida eterna—un anhelo que seguramente es el de millones de hombres— y Jesús no tardó en responderle, con estas palabras: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?J Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
Pues bien, nótese las frases subrayadas del los versos de arriba, e inmediatamente usted concluirá que la vida eterna está asociada con el reino de Dios (= reino de los cielos)…¡y significa nuestra salvación! Así que el reino de Dios no es otra cosa que la salvación o la vida eterna que Jesús nos ofrece. De aquí la importancia de insistir en el mensaje del reino y darlo a conocer al mayor número de personas posible.
Ahora bien, los predicadores contemporáneos enseñan que sólo basta con creer en Jesús para ser salvo, sin explicar puntualmente lo que significa “creer en Jesús”. Lastimosamente, la gran mayoría de potenciales conversos declaran haber aceptado a Cristo, pero siguen ignorando por completo que él vino a predicar el reino de Dios como el evangelio salvador. Estos supuestos conversos siguen perdidos porque no llegaron a aceptar el mensaje salvador que Cristo vino a anunciar y que él pidió que fuese creído y abrigado con mucha fe PARA LA SALVACIÓN (Lean Marcos 1:1,14,15; 16:15,16).
Cristo no es el evangelio
Ahora bien, muchos cristianos creen que Cristo es el evangelio (“el evangelio de Cristo” o “el evangelio sobre Cristo”), cuando en realidad Jesús vino, no a anunciarse a sí mismo, sino algo que él llamó “el reino de Dios”. Sin duda, ese reino involucra un rey, que es nuestro Señor Jesús. Pero Jesús, por sí sólo, NO ES EL EVANGELIO, Recordemos que él enseñó que SU MENSAJE era el evangelio del reino de Dios. San Pablo lo declaró muy bien cuando escribió lo siguiente: “Dios envió MENSAJE a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz (que trae el reino, Isa. 9:7) por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos” (Hechos 10:36).
Debemos entender que Jesús no nos mandó creer que él es el evangelio salvador, y menos aún, que él mismo es Dios encarnado. Sin embargo, lo que él sí buscó es que la gente creyera en SU PALABRA, enseñanza o evangelio. El sentido real de “creer EN Cristo” sería “creer A Cristo (Su Palabra)”, es decir, creer en Su Mensaje o evangelio, que es el reino de Dios. La prueba de lo que decimos está en Marcos 1:15, donde Jesús dijo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y CREED en el evangelio”. A los judíos incrédulos, Jesús les dijo: “Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho”. Juan 10:26. Como vemos, Jesús estaba interesado en que la gente creyera en su mensaje del reino, porque este mensaje del cielo redundaría en la salvación de los potenciales conversos.
Creer en sus Palabras
He aquí una serie de pasajes en donde Jesús dice que debemos creer en su Palabra:
Marcos 4:20: Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la PALABRA y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
Lucas 11:28: Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la PALABRA de Dios, y la guardan.
Juan 8:51: De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi PALABRA, nunca verá muerte.
Juan 14:23: Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi PALABRA guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.
Juan 15:7: Si permanecéis en mí, y mis PALABRAs permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
Juan 17:6: He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu PALABRA.
Juan 17:8: porque las PALABRAS que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Sin duda alguna el Reino de Dios (el evangelio de Cristo) es la Palabra de Dios que debemos creer y guardar en nuestros corazones. Jesús llamó a “la palabra”, “la palabra DEL REINO”. Vean el siguiente texto:
Mateo 13:19: Cuando alguno oye la PALABRA del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
Así que cuando le presentamos al potencial creyente “la palabra de Dios”, lo que estamos presentándole es precisamente el evangelio o palabra DEL REINO. Este evangelio del reino es poderoso, pues salva a todos aquellos que lo creen de todo corazón (Romanos 1:16). Pero muchos creen que predicar la Palabra es anunciar cualquier mensaje que nosotros creamos crucial de las Escrituras. Algunos podrán predicar el evangelio del perdón, el evangelio del amor de Dios, el “evangelio social”, el evangelio de la prosperidad”, el evangelio de la segunda venida, el evangelio de la justificación, etc, pero si ellos no se enfocan en el reino de Dios, de nada vale su predicación porque no están predicando el evangelio verdadero y único (Gál. 1:6-9). Estos predicadores simplemente han permutado el verdadero mensaje de Cristo, que es único e inamovible, por otros que parecen más “sonoros” y creíbles, justo al gusto del inquiridor. Aquí se trata de darle al potencial creyente lo que él quiere oír para atraerlo a la iglesia y hacerlo un miembro más del montón.
Lamentablemente, millones de “cristianos” han aceptado cualquier cosa como el evangelio salvador sin haberse tomado la molestia de averiguar si lo que han recibido como las Buenas Nuevas de salvación es la verdad o un craso error. Simplemente se confían del predicador y se dejan llevar por su carisma y locuacidad, o por su prestigio y reconocimiento “internacional”, y se olvidan de las Escrituras. Sin embargo, aunque sus “evangelios” se escuchen muy estimulantes y espirituales, éstos no tienen ninguna efectividad sanadora y salvadora a largo plazo.
El evangelio del Reino es un mensaje simple y claro
Cuando Jesús apareció en este mundo hace dos milenios, él NO vino a predicar un evangelio ininteligible u oculto a sus paisanos que los metería en un laberinto de ideas contradictorias. En realidad es todo lo contrario, pues él les habló clara y directamente sobre un tema que ellos ya conocían perfectamente. Por otro lado, no tendría sentido que Jesús pretendiese que sus paisanos creyeran en su mensaje del reino, si por otro lado él les estaba anunciando un mensaje arcano, enigmático o velado.
Como cristianos sabemos que Jesús comenzó su ministerio predicando lo siguiente: “El reino de Dios se ha acercado, arrepentíos y creed en el evangelio” (Mateo 4:17). Es decir, Jesús anunciaba algo que sus paisanos esperaban y entendían perfectamente, por lo que él no vio necesario tomarse la molestia ni el tiempo para explicarles eso que él llamaba ‘el reino de Dios’.
De modo que resulta extraño que algo que Jesús no complicó con elucubraciones complejas, sus supuestos seguidores de los últimos 17 siglos lo hayan enrevesado con especulaciones pueriles que no han hecho sino confundir más a los millones de potenciales conversos.
Desafortunadamente, hombres como Orígenes y Agustín de Hipona, por citar dos insignes teólogos, cambiaron radicalmente el sentido del reino, y trastocaron su noción primigenia con especulaciones alegóricas que no tienen un sustento bíblico sólido en absoluto.
¿Pero qué era el Reino de Dios para los paisanos de Jesús?
Esta es una pregunta necesaria e inevitable que todos los estudiantes de la Biblia deben formularse si quieren saber cuál era el concepto original del reino de Dios. Y es que el reino de Dios como mensaje del Señor no era algo nuevo para los judíos, por tanto son ellos los que deben decirnos qué era lo que ellos creían sobre el reino, y eso se consigue leyendo fundamentalmente los Escritos del Antiguo Testamento. Para cualquier Judío devoto, el reino de Dios era el reino que representó en primera instancia el rey David. En 1 Crónicas 28:5 se dice claramente que el reino de David era el reino de Dios. Dice así el verso en cuestión: “Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel”. Nótese que David dice que su trono es el trono del reino de Jehová. Por tanto, el evangelio del reino de Dios es el evangelio del reino de David que será restaurado en la parusía por un notable heredero del trono. Recordemos que el reino de David quedó suspendido desde el 587 AC, cuando el último rey davídico, Sedequías, fue depuesto de su trono por el rey Nabucodonosor. Desde esa fecha los Judíos no han tenido un rey judío que los gobierne, aunque ellos sabían que llegaría un día en que dicho reino davídico sería restaurado nuevamente por la fuerza de un descendiente real de David, llamado: “El Deseado de todas las Naciones”, “Aquel varón”, “El Príncipe”, “El hombre noble”, etc. Dice Ezequiel 21:25-27, así: “Y tú, profano e impío príncipe de Israel, cuyo día ha llegado ya, el tiempo de la consumación de la maldad, así ha dicho Jehová el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré”. Esta es una sentencia divina contra el rey impío Sedequías, pero es también una promesa de restauración futura por medio de un varón designado por Dios que ya tiene el derecho de tomar el trono y el reino por sus justos méritos (Hechos 2:36: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho SEÑOR y Cristo”), es decir, le ha hecho ‘Señor Mesías’, el varón ideal para restaurar Su reino.
Los discípulos sabían perfectamente qué era el reino de Dios
Cuando Jesús estaba ya a punto de partir al cielo, después de haber estado privadamente con sus discípulos por 40 días hablándoles exclusivamente del reino de Dios (Hechos 1:3), éstos le preguntaron si dicho reino buscado y esperado por ellos sería restaurado a Israel en ese momento o tendrían que esperar aún más tiempo (ver Hechos 1:6), y Jesús, que los estaba escuchando atentamente, no se sorprende por lo que oye, ni les reprende por semejante interrogante, porque la pregunta, aunque a muchos no les guste, fue inteligente, oportuna y correcta. Y es que sus discípulos habían entendido perfectamente que el reino davídico tendría que ser restaurado a Israel de todos modos, ¡y cuanto más antes, mejor!
Así que el Reino de Dios es algo que deberá ser restaurado a Israel en algún momento en el futuro. Y cuando se habla de un reino restaurado, lo que se quiere decir es que ese reino existió en un lugar y pueblo definidos, que desapareció por la impiedad del último rey y su pueblo, y que debe volver a aparecer en el futuro exactamente en el mismo lugar y pueblo con un rey legítimo. Así pues, si el reino fue terrenal y político, entonces deberá ser restaurado como un reino terrenal y político, porque cualquier otra forma de presentación no sería igual al original, y por tanto, no podría hablarse de una verdadera restauración del reino original. Si restauro un jarrón resquebrajado de barro y de color negro, y termino presentando un jarrón de cristal amarillo trasparente, ¿podríamos decir que dicho jarrón ha sido restaurado fielmente? Si cualquier cosa restaurada no se parece al original, entonces no se ha hecho una verdadera restauración de esa cosa. Eso es obvio para cualquiera con dos dedos de frente. Pero esto es precisamente lo que muchos teólogos cristianos han hecho con el reino original. Sencillamente lo han cambiado por otro que no tiene las mismas características que el original. Ahora el reino es presentado en las iglesias como uno que es por naturaleza espiritual y celestial, y no teocrático y terreno como lo fue originalmente. Ahora los más de los cristianos creen que Cristo reina y reinará desde los cielos, o que Jesús gobierna en el corazón de los creyentes. Otros creen que el reino es la iglesia misma que reina en el mundo y ejerce su poder y autoridad sobre los pueblos a través de sus “ungidos”. Pero toda esta gama de creencias no se parecen en nada al reino original.
Un llamado urgente
Es hora de que todos los cristianos tomen conciencia del evangelio salvador que es el reino de Dios y lo acepten de todo corazón como el mensaje salvador que Cristo trajo por orden del Padre. Recuerden lo que Jesús dijo: “Es necesario que también a otras ciudades ANUNCIE EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS, porque PARA ESTO HE SIDO ENVIADO” (Lc. 4:43). Y también debemos predicar y bautizar a las personas sobre la base del reino de Dios ( ver Mateo 24:14; Hechos 8:12).
Es necesario conservar el significado original del reino de Dios tal como los Judíos lo creen aún hoy día. Para ellos, cualquier cosa que se predique como el reino que no se ajusta a sus expectativas mesiánicas, no es el auténtico evangelio. Recordemos que Jesús no vino a cambiar o a trastocar las prístinas promesas hechas a los padres Hebreos por Dios mismo, sino a CONFIRMARLAS (Ver Romanos 15:8). Y confirmar no es cambiar o mutar la promesa original.
En este blog encontrará todos mis escritos sobre el Reino que le podrán ayudar entender mejor el evangelio original no trastocado. Simplemente busque la palabra REINO en la columna de la izquierda…¡y listo!
Gracias por leer…. ¡y estaré a la espera de sus comentarios!
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