viernes, 26 de junio de 2009

¿POR QUÉ JESÚS PRONUNCIÓ LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ MINAS?


Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)


Pocos estudiantes de la Biblia se han detenido para preguntarse para qué Jesús pronunció la famosa parábola de las Diez Minas de Lucas 19:11-27. Pues bien, esta es una de las pocas parábolas que Jesús habló para responder a una inquietud o expectativa de sus seguidores con relación a su tan anhelado reinado mesiánico.

¿Un reino que se manifestaría inmediatamente?

En Lucas 19:11 descubrimos la razón por la que Jesús pronunció la parábola de la Diez Minas, con estas palabras: “Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente”. Nótese que Jesús elaboró esta parábola porque sus partidarios pensaban que su reino se manifestaría inmediatamente o que estaba muy próximo a cumplirse.

¿Pero qué les hizo pensar que el reino era inminente?

La respuesta se obtiene del mismo verso 11, el cual dice: “por cuanto estaba cerca de Jerusalén”. Sí, los partidarios del Mesías y su reino creyeron que Jesús ya iba inaugurar el reino esperado porque estaba acercándose a Jerusalén, la ciudad capital que Jesús había llamado: “la ciudad del gran rey” (Mateo 5:35). Recordemos que los antiguos reyes ungidos de Israel habían hecho de Jerusalén la capital del reino de Dios, y como era de esperarse, el heredero al trono tendría que entrar en esta misma ciudad para retomar el reino y el trono de sus ancestros.

¿Desechó Jesús aquella expectativa de sus paisanos Judíos?

Si el reino que el Señor predicaba era uno muy distinto al concebido por sus paisanos Judíos, entonces él tuvo aquí una magnífica oportunidad para corregir por completo sus “erradas expectativas” sobre una reino restaurado como antaño y presentarles su nuevo y revolucionario reino de carácter meramente espiritual y supra mundano. ¿Pero lo hizo Jesús? Les dijo, acaso, que su reino es ahora uno espiritual, o en “el corazón de los creyentes”? ¡Pues, no! En el verso 12, Jesús añade: “Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver”. Es decir, Jesús en ningún momento destruyó o revocó sus expectativas de un reino restaurado en la tierra como antaño, cuando les dice que primero él (el hombre noble) tiene que ir al cielo para recibir un reino (e.i. la autoridad) y después volver a Jerusalén (recordemos que él volverá a pisar el Monte de los olivos) para restaurar el reino que le fue confiado por el Anciano de Días…Su Padre (Daniel 7:13,14).

Autoridad sobre las naciones

Jesús, en los versículos subsiguientes (13-27), se extiende más en su parábola y revela que al volver a la tierra, él les dará a sus fieles siervos autoridad sobre ciudades enteras (Ver versículos 17,19). Esto, por sí solo, nos debería convencer de que su reino no es uno simplemente de carácter espiritual y supra mundano, o uno “en el corazón” de cada creyente. Aquí hay una promesa real y concreta de recibir autoridad y poder para regir a naciones reales y literales de este mundo. Es, pues, un reino o gobierno real o literal, uno dirigido por el Hijo de Dios, uno que es perfecto justo, y recto… uno que se origina de los cielos o de Dios.

¿Está Jesús restaurando el Reino en este tiempo?

En Hechos 1:3,6,7 leemos que los discípulos le preguntaron unánimemente a Jesús, lo siguiente: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” o como vierten algunas versiones: “¿Estás restaurando el reino en este tiempo”? y Jesús entonces prosigue para decirles simplemente: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que Dios puso en su sola potestad”. Es decir, Jesús no desechó la expectativa de sus seguidores para la tan esperada restauración del reino de su ancestro David, sino que más bien la confirma implícitamente, diciéndoles claramente que la fecha para el cumplimiento de ese magno evento sólo lo sabe Dios, su Padre, y nadie más.

¿Podría alguno, después de toda esta evidencia, atreverse a decir que el reino de Dios no tiene nada que ver con Jerusalén y las naciones de la tierra? ¡No lo creo!...¡aunque no faltan los “cielo-tercos”!

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