Si Cristo dijo que se hizo la ley para el hombre y no el hombre para la ley, ¿por qué los jefes de los testigos de Jehová les exigen morir antes que recibir sangre en una transfusión?
La muerte reciente de una testigo de Jehová en Sevilla por negarse a recibir sangre ha reabierto el debate sobre esta secta. Sólo en el foro abierto en El País ha habido 165 mensajes y en el de ABC 76. Os dejo una discusión real de un católico preparado con un testigo de Jehová en la que el contradictor refuta los argumentos de éste.
LF: Así que vosotros afirmáis que la vida está en la sangre, ¿verdad?
TJ: Sí, lo dice la Biblia en Gen 9,4
LF: Y claro, como la Biblia, incluso en el Nuevo Testamento (Hch 15,20) prohibe el ingerir sangre, vosotros rechazáis las transfusiones de sangre, ¿verdad?
TJ: Efectivamente. Es una ley de Dios y no debemos quebrantar la ley de Dios en ningún caso.
LF: Ok, ¿has leído lo que Cristo dijo en Lucas 14,1-6?
TJ (tras haber leído la cita): Sí, ¿y? ¿Qué tiene que ver esto con lo que estamos hablando?
LF: ¿Tú crees que es justo el permitir que se quebrante una ley de Dios, la del sábado, para salvar la vida de un burro, a la vez que se prohibe quebrantar otra ley para salvar la vida de un ser humano? Pero antes de responderme, lee Juan 15,13.
TJ (tras leer Juan 15,13): silencio…
LF: Juan 15,13 dice "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos". Bien, pues si, como vosotros enseñáis, en la sangre está la vida de la persona, entonces el mayor acto de amor que nadie pueda hacer es donar su sangre, su vida, por sus amigos, en caso de necesidad. Y ya sabes que contra el amor, no hay ley que valga, ya que el amor es la ley superior a cualquier otra.
El TJ, tras balbucear mucho, dijo que iría a consultarlo con sus superiores. No volvió a aparecer. Más sobre las transfusiones, aquí. Y un consejo sobre la manera en la que tratar a los misioneros:
"Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no lleva esa doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda comunica en sus malas obras" (II Epístola de San Juan, versículos 9-11).
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