lunes, 17 de agosto de 2009

LA METAMORFOSIS DEL REINO DE DIOS CON EL CORRER DEL TIEMPO



Los eruditos discrepan hasta qué punto Jesús entendió el reino de Dios como presente (”realizado”), futuro, o ambos. La mayor parte de ellos están de acuerdo, sin embargo, que Jesús vio el reino, paradójicamente, como de alguna manera “ya” presente pero “aún” no plenamente consumado.

Los Cristianos más tempranos retuvieron esta tensión paradójica, entendiendo el reino de Dios como que ya estaba entre ellos, pero esperándolo para ser totalmente establecido en el futuro próximo cuando Jesús volviera – es decir en uno terrenal y por lo tanto social. Durante los próximos pocos siglos, sin embargo, esta expectativa se atenuó, y la consumación fue empujada adelante en el futuro y en un reino celestial, o espiritual. Las interpretaciones subsecuentes se diferenciaron principalmente en el modo en que ellos enfatizaron el presente contra el futuro, y también lo social (o terrenal) contra lo espiritual (o celestial) del Reino de Dios.

Mientras la piedad medieval (Pietismo) estaba enfocada en una esperanza futura, espiritual y celestial, el catolicismo, al menos desde Agustín (354-430), también podría considerar el reino de Dios como presente de un modo secundario por el establecimiento de la iglesia, y en la sociedad en tanto que la iglesia influyera en ella. Esto condujo a una sacralización del catolicismo y de la sociedad medieval que los reformadores Protestantes procuraron desafiar.

Martín Lutero habló de dos reinos, ambos de los cuales estaban en gran parte presentes. Dios era el más directamente activo en el reino de Cristo. Este consistió en las relaciones espirituales entre individuos justificados y Dios, y entre tales individuos en la iglesia; aquí los asuntos fueron regulados por las enseñanzas de Jesús sobre el radical amor desinteresado. Dios estaba indirectamente presente en los asuntos sociales, sin embargo, a través del reino de este mundo; aquí Dios mantuvo el orden por estructuras sociales tradicionales y la violencia ejercida por los regímenes temporales. Aunque Lutero tuviera la intención de identificar menos el gobierno político directamente con el reino de Dios que lo que hizo el catolicismo, su insistencia en la conformidad hacia las estructuras y gobiernos establecidos, condujo a resultados prácticos similares.

Uno de los líderes de la tradición Reformada, Juan Calvino, habló principalmente del reino de Dios como espiritual, celestial, y futuro. Aun él reconoció que ciertos principios de ello están presentes en la tierra. Los Cristianos Reformados, a diferencia de la mayor parte de Luteranos, cada vez más consideraron el reino de Dios como una fuerza dinámica que transforma la vida útil y política. A veces éste condujo a la crítica y la transformación social. A menudo, sin embargo, esto también condujo a un sacralización de medios violentos del cambio (como en la Guerra Civil Inglesa, 1642-48) y de nuevos arreglos sociales (como entre los Puritanos americanos).

Por otra parte, los socinianos, ciertos albigenses y valdenses, los anabaptistas polacos, Pablo de Samosata Miguel Servet, John Milton, John Locke, Isaac Newton, y muchos otros que eran unitarios, estaban a la espera del reino de Cristo, e hicieron de éste el mensaje central de las Escrituras, y la razón de su quehacer evangelístico en Europa.
En el siglo 19o el liberalismo Protestante acentuó los aspectos sociales y terrenales del reino de Dios tan fuertemente que sus dimensiones celestiales y espirituales a veces desaparecían. Ellos enfatizaron en las ordenanzas sociales radicales de Jesús, confiados de que éstas se hacían más practicables porque la humanidad se hacía más moral. Ellos a menudo comparaban esta supuesta evolución moral con la futura dimensión del reino de Dios. Pero en tanto que ellos lo identificaron con los movimientos tales como socialismo y democracia, los liberales los sacralizaron y subestimaron la radicalidad de la llamada de Jesús para la conversión espiritual.

La alineación optimista del liberalismo de los movimientos sociales con el reino de Dios despertó dos protestas muy diferentes en los siglos 19 y 20. Los dispensacionalistas sostuvieron que las enseñanzas sociales de Jesús debían ser seguidas literalmente en el reino de Dios – pero que este reino era totalmente futuro y sería establecido sólo en su vuelta. En la presente “Edad de la Iglesia” sólo el énfasis espiritual de Jesús era relevante. Completamente diferentemente, los teólogos existenciales, p.ej, Rudolf Bultmann (1884-1976), afirmaron que las enseñanzas de Jesús realmente no tenían ninguna importancia social, pero que el reino de Dios estaba presente siempre que los individuos respondieran a Dios. A pesar de sus diferencias, ambas teologías localizaron la esencia de la vida cristiana no en el movimiento social e histórico, sino en un reino presente, interior.

Finalmente, para entender el reino de Dios, es necesario tomar en cuenta la expectativa judía mesiánica del reino, la cual propugna la restauración completa del reino de Dios en la tierra prometida como en los viejos tiempos de los primeros reyes, tales como David, Salomón, etc. Jesús, sin duda, jamás manifestó que su reino sería radicalmente distinto de aquel que vendrá a restaurar. Si él restaurará el reino davídico caído o desaparecido, es imposible que termine siendo uno totalmente distinto en un lugar diferente. Pero las iglesias parecen obviar el pensar Judío del reino, y sólo se limitan a escuchar lo que tiene que decirnos el teólogo Agustín de Hipona o el protestante Lutero sobre el tema. Éste último, por otra parte, no mostraró mucha simpatía por los judíos, y en sus expectativas mesiánicas, a pesar de que en 1517 sostenía, entre sus principios, devolver el cristianismo a sus fuentes hebreas, en lugar de la interpretación helenística.

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