viernes, 21 de agosto de 2009

EL GRAN GOZO QUE PRODUCE EL EVANGELIO VERDADERO DE JESUCRISTO



Es interesante considerar la predicación del evangelio en Samaria, donde los discípulos dispersados por la persecución de Saulo hacían conversos con el mensaje del evangelio. Dice Hechos 8:4-15, que dice: “Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad. Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios (Mateo 13:19—palabra del reino), enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo”.

Pues bien, si examinamos esta parte de la Escritura, veremos que los esparcidos—entre ellos, Felipe—anunciaban “el evangelio”, y ¿qué era este evangelio? Pues leemos que Felipe predicaba “a Cristo”. ¿Y qué es predicar a Cristo? La respuesta la podemos encontrar siguiendo la lectura de los pasajes en donde encontraremos a Felipe anunciando el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo. Es decir, Felipe y los demás creyentes ciertamente predicaron el evangelio del reino de Dios y todo lo relacionado con el nombre de Jesucristo (lo que ciertamente abarcaba su muerte vicaria, sepultura, y resurrección al tercer día). Esto se puede deducir, por otra parte, en la evangelización de Felipe al Eunuco Etíope. Dicen los siguientes versos 29-35: “Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida. Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Nótese que a partir de este pasaje de Isaías 53 del Cordero que fue sacrificado (Jesucristo) del profeta Isaías, Felipe comenzó a predicarle al eunuco etíope el evangelio.

Sin duda alguna el mensaje que trae gozo es la palabra de Dios, y ésta es el anuncio del sacrificio vicario de Cristo y su gloriosa resurrección y el mensaje del reino. Las locuciones ‘la palabra de Dios’ y ‘la palabra del reino’ pueden ser intercambiadas en este relato sin mayor problema (Mat. 13:19).

Debemos siempre recordar que Jesús fue enviado para predicar el mensaje de Dios, que es justamente el evangelio del reino de Dios (Lucas 4:43). Este mensaje del reino es la razón de ser de las parábolas del Señor, y el evangelio que debe ser creído junto con la fe en el sacrificio expiatorio, muerte y resurrección al tercer día del Mesías. En 1 Cor. 15:1-9 Pablo presenta como lo primero de su evangelio la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, y en los veros 49,50 nos habla de nuestro ingreso en el reino de Dios, que es la otra parte del evangelio bíblico.

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