Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Sí, y aunque usted se sorprenda, ningún cristiano puede decir que es salvo, porque sencillamente ningún cristiano ha sido del todo salvo. ¿Pero cómo puede ser eso posible?, se preguntará usted, y no le quitamos la razón, puesto que siempre se nos ha enseñado que Jesús vino a salvar a los pecadores.
La salvación como proceso
Lo que los cristianos deben entender es que la salvación es un proceso que empieza con nuestra conversión o arrepentimiento, y la aceptación por fe en Cristo y su evangelio del reino. Pero allí no acaba todo, pues ese converso es un niño en la fe que necesitará madurar hasta llegar a la “perfección” o a la “estatura de Cristo”. Sólo en esta condición de maduro o perfecto podrá ganar su salvación. Veamos algunos pasajes de la Escritura que demuestran que la salvación es un proceso, pues Pablo escribió a los Filipenses: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra SALVACIÓN con temor y temblor” (Filipenses 2:12). ¿”Ocupaos en vuestra salvación”? Así es, hay que ocuparse día a día para ganar la salvación. Es necesario que el trabajador trabaje primero para que gane su retribución o pago. Dice Pablo: El LABRADOR, para participar de los frutos, debe trabajar primero” (2 Timoteo 2:6)
La perfección como requisito para la salvación
Las Escrituras nos mandan a llegar a ser perfectos para ser los poseedores de las herencias prometidas. Por ejemplo, el apóstol Pedro dice que para entrar en el reino uno debe madurar, crecer, y perfeccionarse. En 2 Pedro 1:5-11, él escribe: “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nótese que para entrar en el reino (que equivale a la salvación, véase Mateo 19:16-25) es necesario hacer firme nuestra elección y vocación por medio del crecimiento y la perfección espiritual. SE requiere añadir a la fe inicial, la virtud, el conocimiento, el domino propio, la paciencia, la piedad, el afecto fraternal, y a éste, el amor. ¿Pero cuántos pueden decir que lo están logrando? Por eso, cuando los creyentes afirman que son salvos, deberían considerar seriamente si realmente han logrado llegar a la “cúspide” de la fe como lo requiere Pedro. Pero pareciera que para muchos cristianos negar su completa salvación es negar su conversión, lo cual no es verdad. Uno puede ser un sincero converso, pero no un salvo todavía.
Si usted examina bien las Escrituras, verá que ellas nos hablan frecuentemente del perfeccionamiento. Y esto es importante, pues sólo los perfectos habitarán la nueva tierra del futuro. Dice Salomón: “Porque los rectos habitarán la tierra, Y los PERFECTOS permanecerán en ella” (Proverbios 2:21). “El que hace errar a los rectos por el mal camino, El caerá en su misma fosa; Mas los PERFECTOS heredarán el bien” (Proverbios 28:10). Es obvio que es imposible que un recién convertido sea perfecto, así como es imposible que un niño recién nacido sea maduro. Necesitará crecer primero a la estatura de Cristo. Por eso el Señor “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de PERFECCIONAR a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11-13). ¿Se da usted cuenta ahora por qué usted no es salvo apenas se convierte, sino que más bien usted ha comenzado un proceso de salvación de por vida hasta para alcanzar la plena madurez, perfección y la estatura de Cristo? El apóstol Pablo era consciente de esto, por eso él habló de su vida cristiana como una carrera. El escribió: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”(2 Timoteo 4:7,8).
¿Acaso no dice la Biblia que Cristo nos salvó?
Algunos podrán alegar que Cristo ya nos salvó y para probarlo nos muestran los pasajes siguientes:
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5) y “Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9). Sin embargo, el mismo Pablo dice cómo nos salvó el Señor: Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? (Romanos 8:24). Es decir, tenemos esa esperanza de ser salvos, y esa esperanza nos ha salvado. A los Tesalonicenses Pablo confirma lo que decimos, cuando escribe: “Pero puesto que nosotros somos del día, seamos sobrios, habiéndonos puesto la coraza de la fe y del amor, y por yelmo la esperanza de la salvación” (1 Tesalonicenses 5:8). Y a Tito, Pablo iguala la esperanza de la salvación, con la esperanza de la vida eterna. “Para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna (Tito 3:7). Así que, tanto la salvación y la vida eterna son aún nuestras mayores esperanzas junto con la misma venida de Cristo (Tito 2:13).
La Parusía y la salvación definitiva
Pablo dice que Cristo volverá por segunda vez para salvarnos en: “así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:28). Y Pedro es de igual parecer, cuando dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:5). Así que nadie aún es salvo hasta que venga Cristo, nuestro Señor, y tome cuentas a sus siervos por lo que han hecho mientras estaba ausente. En Lucas 19:11-27 Jesús habló de la Parábola de las Diez Minas y en ella él habla del amo que regresa y recompensa a sus siervos por lo que han hecho con sus minas. Los que hicieron más tendrán más dominio sobre las naciones, y los que hicieron menos, menos domino sobre las naciones. Pero aquellos negligentes que guardaron sus minas y se dieron la gran vida, sufrirán la decapitación delante del amo y perecerán para siempre. Así que la vida cristiana es una vida de continuo trabajo para obtener la salvación, que no es otra cosa que ganar la vida eterna en el reino de Dios. Esta verdad muy pocas personas lo entienden, pero una vez que leen Mateo 19:16-25, quedan plenamente convencidos de lo que decimos.
Hermanos, no crean cuando los predicadores le dicen que usted ya ha sido salvado por haber “aceptado a Cristo”. Ese engaño puede resultarle peligroso, ya que le puede dar una falsa sensación de seguridad que no la tiene. El diablo ha levantado engañadores que ofrecen una salvación automática y fácil. Ellos dicen que con sólo “aceptar a Cristo y recibirlo en su vida” usted ya es salvo…¡mentira! Usted no ha sido salvo por aceptar a Cristo y su evangelio!…Usted ha aceptado a Cristo y su evangelio para entrar en el camino de la salvación. Usted ha aceptado correr la carrera cristiana para estar en forma para cuando Cristo regrese, y así él le pueda otorgar su corona de gloria por haber sido un buen “atleta cristiano”. Usted no entrará al reino si usted ha descuidado su ejercitación espiritual y moral, y se ha quedado plantado, pasmado, y fuera de forma. Esta es la verdad que nos presenta la Biblia.
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Sí, y aunque usted se sorprenda, ningún cristiano puede decir que es salvo, porque sencillamente ningún cristiano ha sido del todo salvo. ¿Pero cómo puede ser eso posible?, se preguntará usted, y no le quitamos la razón, puesto que siempre se nos ha enseñado que Jesús vino a salvar a los pecadores.
La salvación como proceso
Lo que los cristianos deben entender es que la salvación es un proceso que empieza con nuestra conversión o arrepentimiento, y la aceptación por fe en Cristo y su evangelio del reino. Pero allí no acaba todo, pues ese converso es un niño en la fe que necesitará madurar hasta llegar a la “perfección” o a la “estatura de Cristo”. Sólo en esta condición de maduro o perfecto podrá ganar su salvación. Veamos algunos pasajes de la Escritura que demuestran que la salvación es un proceso, pues Pablo escribió a los Filipenses: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra SALVACIÓN con temor y temblor” (Filipenses 2:12). ¿”Ocupaos en vuestra salvación”? Así es, hay que ocuparse día a día para ganar la salvación. Es necesario que el trabajador trabaje primero para que gane su retribución o pago. Dice Pablo: El LABRADOR, para participar de los frutos, debe trabajar primero” (2 Timoteo 2:6)
La perfección como requisito para la salvación
Las Escrituras nos mandan a llegar a ser perfectos para ser los poseedores de las herencias prometidas. Por ejemplo, el apóstol Pedro dice que para entrar en el reino uno debe madurar, crecer, y perfeccionarse. En 2 Pedro 1:5-11, él escribe: “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nótese que para entrar en el reino (que equivale a la salvación, véase Mateo 19:16-25) es necesario hacer firme nuestra elección y vocación por medio del crecimiento y la perfección espiritual. SE requiere añadir a la fe inicial, la virtud, el conocimiento, el domino propio, la paciencia, la piedad, el afecto fraternal, y a éste, el amor. ¿Pero cuántos pueden decir que lo están logrando? Por eso, cuando los creyentes afirman que son salvos, deberían considerar seriamente si realmente han logrado llegar a la “cúspide” de la fe como lo requiere Pedro. Pero pareciera que para muchos cristianos negar su completa salvación es negar su conversión, lo cual no es verdad. Uno puede ser un sincero converso, pero no un salvo todavía.
Si usted examina bien las Escrituras, verá que ellas nos hablan frecuentemente del perfeccionamiento. Y esto es importante, pues sólo los perfectos habitarán la nueva tierra del futuro. Dice Salomón: “Porque los rectos habitarán la tierra, Y los PERFECTOS permanecerán en ella” (Proverbios 2:21). “El que hace errar a los rectos por el mal camino, El caerá en su misma fosa; Mas los PERFECTOS heredarán el bien” (Proverbios 28:10). Es obvio que es imposible que un recién convertido sea perfecto, así como es imposible que un niño recién nacido sea maduro. Necesitará crecer primero a la estatura de Cristo. Por eso el Señor “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de PERFECCIONAR a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11-13). ¿Se da usted cuenta ahora por qué usted no es salvo apenas se convierte, sino que más bien usted ha comenzado un proceso de salvación de por vida hasta para alcanzar la plena madurez, perfección y la estatura de Cristo? El apóstol Pablo era consciente de esto, por eso él habló de su vida cristiana como una carrera. El escribió: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”(2 Timoteo 4:7,8).
¿Acaso no dice la Biblia que Cristo nos salvó?
Algunos podrán alegar que Cristo ya nos salvó y para probarlo nos muestran los pasajes siguientes:
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5) y “Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9). Sin embargo, el mismo Pablo dice cómo nos salvó el Señor: Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? (Romanos 8:24). Es decir, tenemos esa esperanza de ser salvos, y esa esperanza nos ha salvado. A los Tesalonicenses Pablo confirma lo que decimos, cuando escribe: “Pero puesto que nosotros somos del día, seamos sobrios, habiéndonos puesto la coraza de la fe y del amor, y por yelmo la esperanza de la salvación” (1 Tesalonicenses 5:8). Y a Tito, Pablo iguala la esperanza de la salvación, con la esperanza de la vida eterna. “Para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna (Tito 3:7). Así que, tanto la salvación y la vida eterna son aún nuestras mayores esperanzas junto con la misma venida de Cristo (Tito 2:13).
La Parusía y la salvación definitiva
Pablo dice que Cristo volverá por segunda vez para salvarnos en: “así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:28). Y Pedro es de igual parecer, cuando dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:5). Así que nadie aún es salvo hasta que venga Cristo, nuestro Señor, y tome cuentas a sus siervos por lo que han hecho mientras estaba ausente. En Lucas 19:11-27 Jesús habló de la Parábola de las Diez Minas y en ella él habla del amo que regresa y recompensa a sus siervos por lo que han hecho con sus minas. Los que hicieron más tendrán más dominio sobre las naciones, y los que hicieron menos, menos domino sobre las naciones. Pero aquellos negligentes que guardaron sus minas y se dieron la gran vida, sufrirán la decapitación delante del amo y perecerán para siempre. Así que la vida cristiana es una vida de continuo trabajo para obtener la salvación, que no es otra cosa que ganar la vida eterna en el reino de Dios. Esta verdad muy pocas personas lo entienden, pero una vez que leen Mateo 19:16-25, quedan plenamente convencidos de lo que decimos.
Hermanos, no crean cuando los predicadores le dicen que usted ya ha sido salvado por haber “aceptado a Cristo”. Ese engaño puede resultarle peligroso, ya que le puede dar una falsa sensación de seguridad que no la tiene. El diablo ha levantado engañadores que ofrecen una salvación automática y fácil. Ellos dicen que con sólo “aceptar a Cristo y recibirlo en su vida” usted ya es salvo…¡mentira! Usted no ha sido salvo por aceptar a Cristo y su evangelio!…Usted ha aceptado a Cristo y su evangelio para entrar en el camino de la salvación. Usted ha aceptado correr la carrera cristiana para estar en forma para cuando Cristo regrese, y así él le pueda otorgar su corona de gloria por haber sido un buen “atleta cristiano”. Usted no entrará al reino si usted ha descuidado su ejercitación espiritual y moral, y se ha quedado plantado, pasmado, y fuera de forma. Esta es la verdad que nos presenta la Biblia.
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