domingo, 4 de abril de 2010

MENSAJE DE APOLOGISTA PARA ESTE MES DE ABRIL DEL 2010



Estimados amigos que visitan este blog, regularmente:
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Les cuento que desde que era un adolescente de 13 años de edad, ya aspiraba ardientemente poder difundir la palabra o mensaje de Dios a millones de personas que desconocían el evangelio prístino de Jesús que es el reino de Dios. En ese entonces, en la década de los 60’s, nadie soñaba con tener una computadora para escribir en su propio blog o sitio web, y menos aún, llevárselas consigo a todas partes. En ese entonces yo escribía artículos bíblicos y les sacaba copias fotostáticas, o simplemente los imprimía, y así obtenía algunos cientos o miles de ejemplares para distribuirlos personalmente a la gente que andaba en las plazas públicas, o en los lugares de diversión, e incluso en las entradas de las iglesias. En ese entonces el poder tener un programa radial o televisivo era costosísimo, razón por la cual sólo podía limitarme a mis exiguos recursos que sólo me permitían repartir tratados que yo mismo elaborada con mucho amor y esmero. Pero este trabajo era poco productivo y tenía muy pocos resultados en lo que ha conversión se refiere. En realidad yo necesitaba un trato directo y personal con la gente para dilucidar con ellos sus dudas o preguntas, y así poder orientarlos dentro de mis posibilidades y conocimientos limitados, propios de un adolescente aún inexperto.
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Realmente yo sentía que el Señor me estaba llamando para hacer su obra desde muy joven, cuando muchos de mis coetáneos estaban aún pensando en aquel entonces en sus enamoraditas, en el futbol, en los paseos, en las fiestas, y cosas como éstas. Sinceramente no es muy frecuente encontrar adolescentes interesados en escudriñar las Escrituras y en comprar libros cristianos con sus propinas, y menos aún, deseosos de escribir estudios bíblicos para compartirlos con otros muchachos, y con los adultos. Realmente se me veía como un bicho raro, un chiquillo que estaba muy interesado en cosas “místicas”, y por esta razón no tuve muchos amigos en mi adolescencia que compartiesen mis intereses espirituales.
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Pero el tiempo ha seguido su curso y me parece un sueño que el Señor me haya permitido todavía dedicar mi tiempo y esfuerzo– en la plena madurez de mi vida ( pues este año cumplo 60 setiembres)— a la difusión de su mensaje o evangelio del reino del modo que lo soñé hace 46 años atrás, es decir, con el máximo impacto y eficacia, y por qué no decirlo, al menor costo posible. Ahora puedo hablarles a cerca de dos millones de personas por medio de este blog y a través de otros más que dispongo en el ciberespacio. Debido a esto, diariamente recibo decenas de cartas de agradecimiento, como también de comentarios y consultas sobre diversos temas y doctrinas de la Biblia, algo que nunca imaginé en mi adolescencia. Siento como que si Dios me hubiera hecho un milagro en esta maravillosa etapa de mi existencia, cuando tengo más madurez, conocimiento y experiencia en la palabra de Dios. Con esto no estoy diciendo que soy un erudito o experto en las Escrituras, pues definitivamente no lo soy, pero lo que he aprendido lo he escudriñado bien para estar bien seguro y confiado de lo que enseño.
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Cada día dedico más de ocho horas de mi tiempo a mis blogs sin pedir nada a cambio, pues a diferencia de los “sembradores” interesados en el dinero, yo cumplo con lo mandado por el Señor: “de gracia recibisteis, de gracia dad”, y esa es una regla importante que todo verdadero evangelista debiera observar con meticulosa atención. Yo pienso que más gozo hay en dar que en recibir, y que el que busca primeramente el reino de Dios y su justicia, recibirá las otras cosas necesarias y vitales, por añadidura (Mateo 6:33). Esta regla de oro de Jesús no es observada por miles de sus supuestos “ministros” porque sencillamente no lo creen, y prefieren hacer un negocio redondo de sus ovejas, “trasquilando su lana”. Esta meta de muchos falsos evangelistas desprestigia el cristianismo y aparta a la gente del Señor. Es hora que todos nos unamos a predicar el evangelio del reino de Dios, esperando nuestra justa recompensa del Señor en el día de las retribuciones, en el cual cada uno recibirá conforme a sus obras pasadas, presentes y futuras.
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Vuestro Servidor,
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Apologista

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