Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
El Reino de Dios o El Reinado de Dios (Griego Βασιλεία τοῦ Θεοῦ – Basileia Tou Theou es un concepto fundamental en las tres fes Abrahámicas, y más notablemente, dentro del Cristianismo, donde constituye el tema central de Jesús de Nazaret en los evangelios sinópticos. La frase ocurre en el NT más de 100 veces, y se define casi enteramente en las parábolas.
Ahora bien, tomen nota que la palabra Griega para reino es Βασιλεία (Basileia), e implica un gobierno monárquico, con un rey soberano, súbditos, territorio y leyes. Pero a los que les disgusta este tipo de reino o gobierno los llamaré “Basilefóbicos”, y de éstos hay millones en las iglesias llamadas “cristianas” de hoy. Los católicos romanos son abiertamente “basilefóbicos”, y también la gran mayoría de protestantes y evangélicos. Así, pues, cada católico y cada protestante que no cree que Jesús será Rey en un reino como el que tuvo David, Salomón, etc, es un “basilefóbico”. Y es nuestra intención que estos “basilefóbicos” se conviertan en “basilefans” y nos ayuden a difundir el verdadero reino de Dios tal como está presentado en toda la Biblia, y no sólo en el NT. Si lo limitamos al NT solamente, tendremos un reino a medias, mutilado, y sacado de su contexto original. De modo que si queremos entender lo que es verdaderamente el reino de Dios, nosotros debemos saber qué entendieron sobre éste los Judíos pre cristianos y los que siguieron en toda la era Cristiana.
Cuando Jesús apareció en la historia, él comenzó su ministerio anunciando un mensaje que no era suyo, sino de Dios, su Padre. Era ciertamente un mensaje divino, poderoso, transformador y salvador para todo aquel que lo abrazara con fe. Jesús Dijo que todo aquel que se arrepintiera y creyera en su mensaje, sería salvo de la condenación (Marcos 1:1,14,15). Este mensaje sólo exigía que la persona lo creyera… ¡y lo creyera bien! Sin embargo, pocos tienen el interés de creer en el mensaje tal como lo creyeron los judíos a quienes Jesús les trajo primeramente el anuncio extraordinario.
Es interesante observar, además, que Jesús no se detuvo para predicarles en qué consistía ese reino, ya que él dio por sentado que sus interlocutores paisanos sabían perfectamente lo que era. Así que si queremos saber qué era ese reino de Dios, debemos empezar por averiguar qué tipo de reino esperaban los judíos y que ya estaba cerca. Sin duda, ese reino debía anunciarse primero a los herederos originales, a los que descendían directamente del linaje de Abraham en la carne, puesto que a ellos se les daría en principio. Y la predicación dio su primeros frutos con la conversión de aquellos que vinieron por la proclama de Juan el Bautista, luego la conversión de los apóstoles que siguieron a Jesús a donde quiera que él iba, luego vinieron muchos otros discípulos, aquellos miles de Judíos que se reunieron en Jerusalén para la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, y los 3,000 que fueron bautizados y añadidos a la congregación mesiánica o cristiana por la predicación de Pedro (Hechos 2:38-47).
Estos Judíos convertidos habían reconocido que Jesús era aquel a quien Dios había resucitado glorioso, y haciéndolo por ello Señor y Cristo, el rey venidero del reino davídico por restaurarse (Hechos 2:30,36,37). Ese mensaje petrino era el evangelio de Cristo, el mensaje del Padre para su pueblo y para el mundo en general. Sin duda Pedro no desligó la muerte, resurrección y ascensión de Cristo de su condición de futuro rey del mundo. El vio en la resurrección gloriosa de Cristo su exaltación como rey del venidero reino de Dios. Si Cristo no hubiera resucitado glorioso, de ningún modo ni él, ni nosotros, hubiéramos tenido esperanza para heredar ese maravilloso reino de Dios o reino de los cielos (1 Corintios 15:17). Por eso el evangelio completo de Jesús es que él y los suyos reinarán en la tierra en el reino de Dios, y que su muerte, sepultura, y resurrección al tercer día garantizan que esa promesa se hará realidad algún día no muy lejano. Pero este mensaje no es creído o entendido por los “basilefóbicos” de las iglesias de hoy.
El Reino de Dios o El Reinado de Dios (Griego Βασιλεία τοῦ Θεοῦ – Basileia Tou Theou es un concepto fundamental en las tres fes Abrahámicas, y más notablemente, dentro del Cristianismo, donde constituye el tema central de Jesús de Nazaret en los evangelios sinópticos. La frase ocurre en el NT más de 100 veces, y se define casi enteramente en las parábolas.
Ahora bien, tomen nota que la palabra Griega para reino es Βασιλεία (Basileia), e implica un gobierno monárquico, con un rey soberano, súbditos, territorio y leyes. Pero a los que les disgusta este tipo de reino o gobierno los llamaré “Basilefóbicos”, y de éstos hay millones en las iglesias llamadas “cristianas” de hoy. Los católicos romanos son abiertamente “basilefóbicos”, y también la gran mayoría de protestantes y evangélicos. Así, pues, cada católico y cada protestante que no cree que Jesús será Rey en un reino como el que tuvo David, Salomón, etc, es un “basilefóbico”. Y es nuestra intención que estos “basilefóbicos” se conviertan en “basilefans” y nos ayuden a difundir el verdadero reino de Dios tal como está presentado en toda la Biblia, y no sólo en el NT. Si lo limitamos al NT solamente, tendremos un reino a medias, mutilado, y sacado de su contexto original. De modo que si queremos entender lo que es verdaderamente el reino de Dios, nosotros debemos saber qué entendieron sobre éste los Judíos pre cristianos y los que siguieron en toda la era Cristiana.
Cuando Jesús apareció en la historia, él comenzó su ministerio anunciando un mensaje que no era suyo, sino de Dios, su Padre. Era ciertamente un mensaje divino, poderoso, transformador y salvador para todo aquel que lo abrazara con fe. Jesús Dijo que todo aquel que se arrepintiera y creyera en su mensaje, sería salvo de la condenación (Marcos 1:1,14,15). Este mensaje sólo exigía que la persona lo creyera… ¡y lo creyera bien! Sin embargo, pocos tienen el interés de creer en el mensaje tal como lo creyeron los judíos a quienes Jesús les trajo primeramente el anuncio extraordinario.
Es interesante observar, además, que Jesús no se detuvo para predicarles en qué consistía ese reino, ya que él dio por sentado que sus interlocutores paisanos sabían perfectamente lo que era. Así que si queremos saber qué era ese reino de Dios, debemos empezar por averiguar qué tipo de reino esperaban los judíos y que ya estaba cerca. Sin duda, ese reino debía anunciarse primero a los herederos originales, a los que descendían directamente del linaje de Abraham en la carne, puesto que a ellos se les daría en principio. Y la predicación dio su primeros frutos con la conversión de aquellos que vinieron por la proclama de Juan el Bautista, luego la conversión de los apóstoles que siguieron a Jesús a donde quiera que él iba, luego vinieron muchos otros discípulos, aquellos miles de Judíos que se reunieron en Jerusalén para la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, y los 3,000 que fueron bautizados y añadidos a la congregación mesiánica o cristiana por la predicación de Pedro (Hechos 2:38-47).
Estos Judíos convertidos habían reconocido que Jesús era aquel a quien Dios había resucitado glorioso, y haciéndolo por ello Señor y Cristo, el rey venidero del reino davídico por restaurarse (Hechos 2:30,36,37). Ese mensaje petrino era el evangelio de Cristo, el mensaje del Padre para su pueblo y para el mundo en general. Sin duda Pedro no desligó la muerte, resurrección y ascensión de Cristo de su condición de futuro rey del mundo. El vio en la resurrección gloriosa de Cristo su exaltación como rey del venidero reino de Dios. Si Cristo no hubiera resucitado glorioso, de ningún modo ni él, ni nosotros, hubiéramos tenido esperanza para heredar ese maravilloso reino de Dios o reino de los cielos (1 Corintios 15:17). Por eso el evangelio completo de Jesús es que él y los suyos reinarán en la tierra en el reino de Dios, y que su muerte, sepultura, y resurrección al tercer día garantizan que esa promesa se hará realidad algún día no muy lejano. Pero este mensaje no es creído o entendido por los “basilefóbicos” de las iglesias de hoy.
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