Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
El “Evangelio encubierto”
Es interesante lo que el apóstol Pablo dijo tocante a lo que él llamó “el evangelio encubierto” entre aquellos que se pierden, con palabras que no admiten controversia alguna:
“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Cor. 4:3,4).
En el pasaje de arriba, el apóstol Pablo dice que su evangelio está encubierto entre los que se pierden, es decir, entre aquellos que no se salvarán. Y es que este mensaje salvador del evangelio ha sido velado o encubierto por el dios de este mundo llamado Satanás, personaje oscuro y macabro que persigue como león rugiente la destrucción de los hombres (1 Pedro 5:8). Este maléfico Ser cósmico, espiritual, angélico, ha cegado el entendimiento de los que no creen para que no les brille la magnífica luz que irradia el evangelio de la gloria de Cristo. Este ser cósmico y angélico a quien un importante número de “cristianos” considera un personaje mitológico, se agazapa para pasar inadvertido y así sigilosamente manipular a su antojo a los impíos como si fueran marionetas para que vivan siempre alejados de Dios y de Su Palabra salvadora.
Aun muchos llamados cristianos rechazan el verdadero evangelio salvador de la Biblia cuando aceptan como verdaderos otros evangelios que son espurios y diabólicos. Pero el apóstol Pablo hace mucho tiempo nos advirtió claramente que sólo hay un evangelio en la Biblia y no más. En Gálatas 1:6-9 Pablo escribió lo siguiente: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”.
Aun muchos llamados cristianos rechazan el verdadero evangelio salvador de la Biblia cuando aceptan como verdaderos otros evangelios que son espurios y diabólicos. Pero el apóstol Pablo hace mucho tiempo nos advirtió claramente que sólo hay un evangelio en la Biblia y no más. En Gálatas 1:6-9 Pablo escribió lo siguiente: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”.
El evangelio de la Gloria de Cristo es el evangelio del reino
Muchos creen que el evangelio de la gloria de Cristo es el evangelio que proclama su Deidad, es decir, que Jesús es el mismísimo Dios Todopoderoso y Sumamente excelso que bajó del cielo para salvarnos y hacernos dignos del cielo. Sin embargo, éste no es precisamente el mensaje que Cristo vino a enseñarnos como el evangelio salvador. Cuando Pablo escribió acerca del evangelio de LA GLORIA de Cristo en 2 Corintios 4:4, él se refirió al evangelio DEL REINO de Cristo. La frase “LA GLORIA” es equivalente a la frase “EL REINO”. Esta verdad aún permanece ignorada en el mundo cristiano, tanto de líderes como de “laicos”, a pesar de que este binomio (reino-gloria) es fácilmente perceptible a través de los evangelios sinópticos. Por ejemplo, si comparamos Mateo 20:21 y Marcos 10:37, veremos que reino y gloria son equivalentes. He aquí los versos:
“El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en TU REINO se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda” (Mateo 20:21).
“Ellos le dijeron: Concédenos que en TU GLORIA nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda” (Marcos 10:37).
“Ellos le dijeron: Concédenos que en TU GLORIA nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda” (Marcos 10:37).
Esta verdad, desafortunadamente, está oculta entre los que se pierden, pues no sólo la desconocen, sino que, al oírla por vez primera, se resisten a aceptarla y se sienten confundidos, porque se les ha dicho que Dios ya no trata más con la impía Israel, y que el reino davídico es ahora espiritual, uno en el corazón de los creyentes. Estos están convencidos de que el destino final del “verdadero creyente” es el cielo, el cual ellos confunden con el término ‘Reino de los cielos’.
Otro grupo de “creyentes” de mente más amplia sostiene que el reino davídico será sólo una realidad para los Judíos que se salven, pero no para la iglesia del Nuevo Testamento, la cual, según ellos, tiene una “mejor promesa” que es la de vivir con Dios y Cristo en los cielos. Esto, aunque no es exactamente igual, se parece al postulado de los Testigos de Jehová sobre las dos esperanzas de los salvos.
Así que, estimados amigos, si ustedes no creen en el verdadero evangelio del reino de Cristo, que es el evangelio de su gloria, entonces usted está entre los que se pierden, pues el diablo ha logrado nublar su percepción intelectual para que no retome el verdadero evangelio de Cristo. Y si usted insiste en otro evangelio, sea éste el “evangelio de la Deidad de Cristo”, el “evangelio social”, “El evangelio de la prosperidad”, “el evangelio de las moradas celestiales para los salvos”, o como quiera llamarlo, usted está entre los que se pierden. Así de fácil es la cosa, mis estimados.
Este es un llamado para la recaptura del evangelio original, y para dejarse trasladar al reino del amado Hijo, escapando a tiempo de las garras del enemigo que lo tiene a usted en tinieblas espirituales (Col. 1:13).
Le invito a usted a anunciar el reino de Dios (Lc. 9:60), a buscarlo (Mateo 6:33) y a pedirlo todos los días (Mateo 6:10). Su corazón debe estar puesto en Jesús, en lo que él hizo por usted en la cruz, y por lo que él le ofrece para cuando aparezca por segunda vez, y le diga: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades” (Lc. 19:17).
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