Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Sin duda alguna, el mensaje del reino es muy simple y claro si abrimos nuestros corazones. Y es tan claro que hasta un niño puede entenderlo y participar de él. Jesús dijo que de los niños es el reino de Dios, lo que sugiere que los niños muy bien lo pueden entender sin muchas explicaciones o elucubraciones.
Lo que sucede es que la mayoría de la personas les parece imposible que el reino de Dios sea el gobierno literal de Dios en el mundo a través de Cristo. No les entra en la cabeza que Cristo pueda estar en persona nuevamente entre los hombres, y no sobre los hombres. La Biblia es clara cuando enseña que habrá un justo que gobierne ENTRE (no sobre) los hombres en el temor de Dios, en justicia y en rectitud (Vea 2 Sam. 23:3). Para ellos es una degradación ver al Señor nuevamente como un humano (aunque inmortal) en la tierra, pues se les ha enseñado que él es Dios, y Dios no puede permanecer siendo un humano, por más inmortal que sea. Les parece una herejía imperdonable. Es el pensamiento gnóstico de que la materia (sarx, soma) es intrínsecamente mala y corrupta lo que los lleva a pensar así. Años de pensamiento Griego han opacado la esperanza verdadera del reino de Cristo en la tierra por otra esperanza que se resume como ”la partida al cielo de las almas benditas”.
Es hora de que los cristianos entiendan que habrá una RESTAURACIÓN DE TODAS LAS COSAS (Hechos 3:19-21) y esto implica esta misma tierra que habitamos, a los hombres, y a nuestra flora y fauna.
Restauración es poner las cosas como eran al principio, y no destruir lo que Dios hizo en un comienzo. Si éste fuera el caso, entonces no queda otra cosa que pensar que Dios creó una tierra y una humanidad imperfectas. Sin embargo, las Escrituras nos dicen que todo lo Dios creó era bueno en gran manera, por lo que no se justificaría ninguna destrucción de lo que al principio se hizo, sólo una regeneración o renovación.
La Biblia ciertamente nos habla de “nuevos cielos y una nueva tierra” como también de “un nuevo hombre”, aunque por cierto más en lo espiritual que en lo físico. El hombre es ya un “nuevo hombre” cuando se vuelve a Cristo y “nace de nuevo” por la palabra, aunque padecerá de dolencias y experimentará finalmente la muerte. Esta imperfección debido al pecado será corregida cuando vuelva Jesús y transforme a los suyos en humanos inmortales, hechos a su propia imagen.
Creemos que el reino de Dios no significa una mudanza hacia otro lugar lejano de la tierra, en dirección al cielo, sino una nueva existencia en la tierra, donde el mal y los pecadores hayan dejado de existir, y los hombre vuelvan a vivir en armonía con Dios y su medio ambiente renovado…un verdadero retorno al paraíso terrenal, sin contaminación y sin una flora y fauna degradadas.
El reino de Dios es una propuesta de un mundo ideal, utópico, paradiasíaco, donde la humanidad sentirá los beneficios del reinado de la justicia, donde no habrá finalmente violencia, injusticias, guerras, miserias, taras genéticas, desiertos extremadamente áridos, enfermedades incurables, desempleo, y otros males que aquejan a la humanidad en el presente. Será el reinado del mismo Hijo de Dios y sus santos sobre toda la humanidad por espacio de diez siglos, y luego seguirá el reino eterno del Padre.
Estas son buenas noticias en verdad, y no esa absurda y extraña creencia de una partida al cielo a través de nuestras supuestas “almas inmortales” para estar con Dios y Cristo tocando un arpa o lira dorada por toda una eternidad. Una vida de ocio en el cielo resultaría monótona y absurda, sin duda. Dios trabaja hasta hoy, y ciertamente su Hijo, y Dios puso igualmente al hombre en la tierra para que trabajara en ella, tal como Él trabaja desde los cielos. En el reino de Cristo, los salvos trabajarán, ya no con el sudor de la frente, sino como algo muy natural, sin agotarse y sin frustarse por los fracasos. Será una vida de permanente actividad para todos, pero con felicidad, y sin amarguras. La tierra realmente será restaurada como al principio, antes de la caída de los primeros padres, y los hombres comerán de los frutos que la nueva tierra les prodigará, de sus viñas, de sus campos, es decir, de sus propias cosechas, las cuales, seguramente, no serán destruidas por las plagas y la malas hierbas como sucede hoy. No habrá ya necesidad de insecticidades que puedan provocar el cáncer y la muerte a los hombres. Todo será bendito, pues será un mundo nuevo, regenerado, y restaurado como en el principio, antes de la caída de los primeros padres. Esto no es dificíl de creer, pues nada es imposible para Dios. El dio la tierra a los hombres, y no en vano la creó, sino para ser habitada la diseñó.
El mensaje de Cristo es precisamente éste, que el hombre puede ser restaurado en su habitat original sin las maldiciones que se traducen en el sufrimiento y la muerte de todo ser vivo.
El tema del reino es fundamental en la prédica de Jesús, y es la razón de ser de su venida (Lc. 4:43). El se esmeró en que la gente creyera en este mensaje esperanzador, y que a través de la fe, los hombres puedan entrar nuevamente en ese mundo ideal y maravilloso.
Este nuevo mundo significará la salvación de los hombres, un mundo donde la humanidad tendrá finalmente el don de la inmortalidad, cuando sus cuerpos sean cambiados por su Majestad, el Señor Jesucristo, el Segundo Adán que regresa a gobernar en el paraíso restaurado para convertirse en el ”padre eterno” (es decir, “el padre de la era venidera”) de los salvos. ¿Le cuesta a usted mucho creer en este mensaje? ¡A mí no!
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