Algunas de las propuestas más transparentes y sencillas del Nuevo Testamento se han convertido en complejas y confusas, debido a las tradiciones y credos bíblicos. Jesús y Pablo fueron Judíos que suscribieron el hermoso y simple credo de Israel, así:
“Escucha, oh Israel, el Señor nuestro Dios, Jehová uno es … A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él. (Deut. 6:4; 4: 35).
Jesús citó y confirmó el credo de Israel, cuando declaró:
“El primer mandamiento es éste: Escucha, oh Israel, el Señor, tu Dios, Jehová uno es” (Marcos 12:28 y sig.).
Pablo, como líder y apóstol cristiano, confirmó su entendimiento judío de quién es Dios con estas palabras:
“…y que no hay más que un Dios. Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros (los cristianos), sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre…(1 Cor. 8:4-6).
Pablo ofrece aquí la definición perfecta del monoteísmo, la creencia en un solo Dios. “Hay un solo Dios, el Padre…” “El Padre”, como dicen los gramáticos, se encuentra en aposición a un solo Dios: “Hay un solo Dios, el Padre, y que solo Dios es el Padre…” La combinación de las palabras de Pablo en 1 Corintios 8:4 y 6 tenemos esta información de vital importancia:
“No hay Dios, sino uno … hay un solo Dios, el Padre.”
Pablo entonces reconoció a Jesús, el Cristo, como el Señor, estrechamente asociado con el único Dios, el Padre, pero diferenciado de él. Los lectores deben prestar mucha atención a lo que Pablo quiso decir por “Señor” como título de Jesús, el Mesías. El Salmo 110:1 es la clave para el título de “Señor” que se aplica constantemente a Jesús.
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