Por Ing° Mario A Olcese (Apologista)
El peligro de Mirar en la dirección contraria
He aquí una historia bíblica que deseo compartir con ustedes de dos hombres que querían seguir a Jesús. Es como sigue: “Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:61,62). En este breve relato del encuentro de Jesús con dos hombres que estaban dispuestos a seguirlo, Jesús les dice que los que quieren poner primero los intereses familiares antes que la proclama del reino, no son aptos para dicho reino. En general, lo más grande que tiene el hombre es su familia, y acá vemos a Jesús exhortando a dos potenciales seguidores a que ignoren a sus familias para seguirlo a él. Esto me pareció muy extraño en un principio, y lo debo confesar. Sin embargo, creo que aquí hay una enseñanza que nos dice que el amor por Cristo y su reino deben ser más fuertes que el amor que uno siente por sus seres queridos. Y también el reino de Dios es lo primero y lo más importante que incluso la misma familia. Recordemos que en una ocasión Jesús dijo: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37).
Entonces Jesús está enseñando que el amor por él y su evangelio del reino debe superar al amor que uno tiene por sus seres queridos, e incluso por el que uno tiene por su propia persona. Así que estos dos hombres de la historia evangélica aún estaban mirando hacia atrás, hacia su familia, y no se estaban enfocando hacia la meta suprema. Pablo con claridad pudo Decir: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13,14). Y además él dijo que quienes no se enfocaban en el “supremo llamamiento” era porque todavía estaban pensando sólo en las cosas mundanas o terrenales (verso 19: “…sólo piensan en lo terrenal”). Pero nuevamente la enseñanza acá de Jesús no es que abandonemos a nuestras familias por completo, porque aquel que no provee para su propia casa ha renegado a la fe y está caminando hacia su perdición (1 Timoteo 5:8: “porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo”). Tenemos que entender que la enseñanza de Cristo es espiritual. La idea es que uno no debe estar poniendo primero sus intereses personales y los de su familia y relegando los intereses del Reino en un segundo plano. Entonces si ponemos primero a Cristo y su reino de justicia, todo lo demás vendrá por añadidura.
El Ejemplo de Lot y Su Familia
El fiel Lot fue advertido a tiempo por los ángeles de Yahweh para escapar a tiempo con su familia de las ciudades pecaminosas de Sodoma y Gomorra porque Dios las iba a destruir totalmente . He aquí la historia:
“Y dijeron los varones a Lot: ¿Tienes aquí alguno más? Yernos, y tus hijos y tus hijas, y todo lo que tienes en la ciudad, sácalo de este lugar; porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo. Entonces salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas, y les dijo: Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad. Mas pareció a sus yernos como que se burlaba. Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad. Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad. Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas. Pero Lot les dijo: No, yo os ruego, señores míos. He aquí ahora ha hallado vuestro siervo gracia en vuestros ojos, y habéis engrandecido vuestra misericordia que habéis hecho conmigo dándome la vida; mas yo no podré escapar al monte, no sea que me alcance el mal, y muera. He aquí ahora esta ciudad está cerca para huir allá, la cual es pequeña; dejadme escapar ahora allá (¿no es ella pequeña?), y salvaré mi vida. Y le respondió: He aquí he recibido también tu súplica sobre esto, y no destruiré la ciudad de que has hablado. Date prisa, escápate allá; porque nada podré hacer hasta que hayas llegado allí. Por eso fue llamado el nombre de la ciudad, Zoar. El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar. Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra. Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal. Aquí hay otra enseñanza profunda y espiritual en esta historia que nos dice que siempre debemos mirar hacia adelante y no volver la vista hacia atrás, hacia nuestro pasado, hacia nuestras posesiones y hacia nuestros amigos y familiares que quedaron atrás. Es semejante a lo que leímos en Lucas 9:62.
De modo que se nos manda a no retroceder, a no bajar la velocidad, a no ser indolentes y conformistas, a no estar mirando nuestro pasado y lo bien que lo pasábamos con nuestros familiares y amigos en nuestras mansiones y en nuestros clubes elegantes. Aquí, en la historia de Lot y su familia, la esposa se rezagó por mirar su pasado, lo que estaba dejando atrás, como su casa, sus amistades, sus comodidades, temiendo seguramente deambular por un lugar incierto y desértico para después comenzar todo nuevamente. Pero esa imprudente decisión de mirar hacia atrás, por su apego a su pasado, le costó su vida. Esta es una realidad que se repite en nuestros propios días, cuando constatamos que muchas mujeres (como ocurrió con la esposa de Lot) aún se resisten a dejarlo todo para obedecer la voz del Señor. Ciertamente ellas, más que los varones, son seducidas por la vanidad de la vida y por los deseos de los ojos. Y todo esto es un impedimento para que ellas puedan alcanzar su salvación y las de sus esposos e hijos. No digo que esto no ocurre con los varones, pero lo cierto es que las damas están mayormente bombardeadas por tanta propaganda materialista, que difícilmente pueden sacudirse de la avaricia y el consumismo que generan estos anuncios. Por eso es que difícilmente podrán los ricos entrar en el reino de Dios. Estos individuos están enredados en los negocios de esta vida porque desean mantener, e incluso mejorar, su estatus de vida cómodo y con excesos. Aparentemente parece inocuo este anhelo, ¡pero está lejos de serlo! (Lucas 8:14: “…son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto”).
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