Al anunciar el Ángel del Señor a María que ella daría a luz al Hijo de Dios, le dijo esto: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Y he aquí, tú concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo y el Señor Dios os dará el trono de David su padre y reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no habrá fin “(Lucas 1:30-33).
Los apóstoles del Señor Cristo Jesús que lo habían seguido fielmente durante el curso de su ministerio, entendían que debían ser recompensados por su fidelidad. Pero de qué manera? Pedro fue el que puso a su pregunta en palabras: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. ¿Qué, pues, tendremos? “El Señor le dio una respuesta clara e inequívoca:” Vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros también se sentará en doce tronos para juzgar de las doce tribus de Israel “(Mateo 19:27-28).
La palabra traducida como “regeneración” es muy interesante. El griego palingenesia se deriva de Palin, que significa “nuevo”, y génesis, que significa “nacimiento” o “principio”. La palabra entonces habla del re-nacimiento o la reconstitución del reino de Israel, que es el reino de Dios, con Cristo que reina en el trono de David su padre (Lucas 1:32-33).
Una palabra con un significado similar ocurre en el libro de los Hechos. Pedro habla de “los tiempos de refrigerio” que “vendrán de la presencia del Señor, y Él envíe a Jesucristo … quien debe recibir los cielos (Salmo 110:1, Hechos 2:32-33) hasta los tiempos de la restitución de todas las cosas de que Dios ha hablado por boca de sus santos profetas “(Hechos 3:19-21). La palabra “restitución” es de la palabra Griega apokatastasis, derivada de apo, “Volver de nuevo,” y kathistemi “poner en orden,” por lo tanto, literalmente, “poner en orden de nuevo”, y así completamente restaurado. Obviamente, Pedro se refería al “reino”, que debe ser restablecido, con el trono en “Jerusalén como en los días de antaño “(Malaquías 3:4).
Estos puntos son suficientes para convencernos de que la iglesia no es el reino, puesto que la iglesia no requería ser restaurada sino edificada (no reedificada).
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