¡Gracias Papacito Benedicto, pues ya no dábamos más!…¡por fin tendremos nuestras “noches buenas” sin estar pecando…! Asociación de Curas casamenteros (ACC).
Hasta ahora era un auténtico calvario. Cuando un sacerdote quería colgar la sotana y casarse, tenía que iniciar un procedimiento largo y, a veces, doloroso y lleno de trabas. Benedicto XVI quiere que las secularizaciones o reducciones al estado laical de los curas sean más ágiles y menos farragosas. Incluso se podrán arbitrar automáticamente, cuando el presbítero haya abandonado su ministerio por un período de cinco años o cuando sea culpable de conductas escandalosas.
Para dar más facilidades a los curas que quieran colgar los hábitos, el Vaticano va a conceder más poderes a la Congregación del Clero, que dirige el cardenal brasileño Claudio Hummes. Fue precisamente el purpurado latinoamericano el que dio a conocer la puesta en marcha de este nuevo procedimiento en una carta a todos los obispos del mundo fechada el pasado día 18 de abril.
En ella, el prefecto vaticano explica que las nuevas normas se ponen en marcha, tras su aprobación papal, porque “en numerosos casos, el derecho canónico no parece el procedimiento más adecuado para solucionar los nuevos problemas que se presentan”.
En concreto, a partir de ahora, los obispos podrán solicitar la secularización de sus curas que se nieguen a hacerlo o de los que cuelguen la sotana durante un período de cinco años, que automáticamente quedarán reducidos al estado laical. Y lo mismo les ocurrirá a los que den muestras de una conducta escandalosa.
Casos de abusos sexuales
En este apartado, Roma no incluye, sin embargo, los casos de abusos sexuales del clero, que seguirán centralizados, como hasta ahora, en manos de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La nueva normativa vendrá a oficializar el caso de muchos sacerdotes que se secularizan de hecho, pero no piden permiso a sus obispos y, menos, a Roma. Como reconoce el cardenal Hummes, “algunos sacerdotes abandonan su ministerios, se casan civilmente y tienen hijos sin avisar a sus respectivos obispos”.
A partir de ahora, “si dicho sacerdote no normaliza su situación, el bien de la Iglesia y el del mismo presbítero exigen que sea reducido al estado laical, para que pueda regularizar su situación, sobre todo de cara a sus hijos”. Porque, como señala Hummes, los hijos de los curas “tienen derecho a tener un padre con una situación regularizada ante Dios y ante su propia conciencia”.
Y concluye el cardenal de la Curia romana: “Ayudarles a eso es una de las razones de estos nuevos procedimientos”, que otorgan a los obispos el derecho y el deber de tomar la iniciativa.
Según el Vaticano, no hay estadísticas sobre el número de sacerdotes que abandonan el ministerio sin pedir la secularización. Aunque las cifras oficiales no se conocen, se calcula que hay en todo el mundo unos 100.000 sacerdotes que tuvieron que colgar la sotana para poder casarse. En España, unos 10.000.
Ante la sequía vocacional que sufre, muchos se preguntan por qué se empeña la Iglesia católica en seguir manteniendo el celibato obligatorio. Unos dicen que proporciona al clero una mayor libertad y disponibilidad. Otros creen que se trata de una simple cuestión económica: es más fácil de alimentar y manejar un ejército de 400.000 curas célibes.
En cualquier caso, aunque teóricamente se muestra inflexible, la Jerarquía de la Iglesia suele hacer la vista gorda. En África y en Latinoamérica, muchos curas viven con sus mujeres en las casas parroquiales. Cuando los casos son demasiado evidentes, Roma interviene. Recientemente, dos obispos de la República Centroafricana tuvieron que presentar su renuncia por tener mujer e hijos.
La propia Iglesia Católica acepta una serie de excepciones a su propia regla. Por ejemplo, con los curas casados anglicanos que se pasan a la Iglesia católica y siguen ejerciendo. En tiempos del régimen comunista, en Checoslovaquia se ordenaron curas y obispos casados. Pero tras la caída del telón de acero, la Iglesia los ocultó. Por miedo al “efecto contagio”. Y por supuesto, hay curas católicos casados que siguen ejerciendo el ministerio, pero no de rito latino.
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