“El anciano (Juan) a Gayo, el amado, a quien amo en la verdad. Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 1,2).
En los versos de arriba el apóstol Juan le expresa a Gayo, un cristiano distinguido y fiel convertido por Pablo, su deseo de que sea prosperado en todas las cosas, y que tenga salud, así como prospera su alma.
Muchos evangelistas en diferentes partes del mundo se están apoyando en este pasaje joanino para inculcar a su audiencia ávida de la “Palabra de Dios”, la idea de que Dios quiere que todos sus hijos sean prósperos o ricos en oro, mansiones enormes, autos costosísimos, vestidos finos, etc, para así vivir como verdaderos príncipes del Señor. Estos predicadores modernos y fraudulentos llegan a decir que es una vergüenza para un hijo del rey tener que vivir en pobreza o en necesidad mientras que los hijos del diablo viven como verdaderos reyes y potentados en el mundo, siendo muy admirados y respetados por todos. ¿Pero es este razonamiento válido y justificado a la vista de Dios? Nuestra respuesta es que no!
Después de un examen cuidadoso de los dos versos de arriba escritos por el anciano Juan, nos revelará que Gayo prosperaba en su alma, es decir, que se enriquecía en fe (ver. Santiago 2:5), pero sus riquezas materiales no iban creciendo a la par o no aumentaban como crecía su riqueza espiritual. El hecho de que Juan le deseara a Gayo la prosperidad en todas las cosas nos muestra que Gayo tenía un estancamiento material mientras que su fe aumentaba día por día. Esto podría ser una paradoja, ¿pues quién más merecería una mayor bendición material sino Gayo quien vivía en completa común con el Señor?
Lo que los cristianos debemos comprender es que Dios conoce a sus hijos, y como cualquier buen padre de familia en la tierra, él sabe a cuál de sus hijos darle más “propina” y a cuál menos, dado el hecho de que algunos son más susceptibles a caer en los juegos, en las bebidas espirituosas, cigarrillos, y incluso a tener amigos que no convienen. Si un convertido estuvo sumido como un ludópata empedernido por muchos años, y a duras penas logró salirse de ese vicio, sería imprudente que el Señor le bendijese con más riquezas materiales sabiendo que aún puede caer en ese vicio incontrolable. Si el Señor no bendice a muchos de sus hijos con dinero en abundancia es porque Él sabe que les puede ser perjudicial en vez que una bendición real.
El deseo de Juan por la prosperidad de Gayo fue sólo eso, un deseo, más no era una garantía o una promesa de que Dios ciertamente lo prosperaría a la brevedad posible.
Así que no le vengan con el cuento de que si usted es un “cristiano practicante”, un “buen sembrador”, y un “cumplido diezmador”, el Señor lo bendecirá grandemente en esta misma vida. No se deje engañar por la avaricia, y viva para el Señor cualquiera sea su condición actual. El resto lo hará el Señor a su tiempo. Si no es para esta era, será para la próxima.
Dios los bendiga,
Apologista
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