Por Ing° Mario A Olcese (Apologista)
Existen en internet los así llamados maestros de la palabra que mal entienden quién es el Dios verdadero y la vida eterna. Hay un sitio donde su dueño, el Sr. Tito Martínez, enseña que Cristo es verdadero Dios y la vida eterna al igual que Su Padre. Es decir, este señor enseña que hay dos dioses verdaderos y dos fuentes de la vida eterna: El Padre y el Hijo. ¿Pero es posible que existan dos dioses y dos fuentes de vida eterna?
¿Cómo se adquiere la vida eterna?
Jesús responde a esta pregunta de esta manera: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Aquí Jesús está diciendo que la vida eterna se puede obtener o ganar CONOCIENDO al Dios verdadero y a Jesucristo, el enviado del Dios verdadero. Por tanto, aquí Jesús aclara que el único Dios verdadero es el Padre y nadie más. Sin embargo, la vida eterna se obtiene con el conocimiento del único Dios y de Su Hijo. Si conocemos a ambos podremos obtener la vida eterna.
Palabras de Vida Eterna
¿Quién es el que tiene palabras de vida eterna según las Escrituras? “Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú (Jesús) tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Aquí Pedro le confiesa a Jesús que él tiene PALABRAS DE VIDA ETERNA. Esto significa que son las palabras de Jesús las que nos pueden dar el conocimiento necesario de Dios y Su Hijo para la vida eterna. Uno llega a conocer a una persona a través de sus palabras o enseñanzas, y esto es exactamente lo que Jesús hace: pronuncia palabras que nos dan el conocimiento necesario de Su Padre y de él mismo que nos pueden conducir a la vida eterna si las creemos de verdad.
¿Pero de quién en verdad son las Palabras que Jesucristo pronuncia?
En otra ocasión Jesús es enfático cuando nos dice: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras… El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:10,24). ¿Entonces qué podemos concluir? Que las palabras de Cristo son las palabras de Su Padre… ¡y dan vida eterna! ¿Quién entonces es la fuente de la vida eterna? Obviamente la verdadera fuente de las palabras de vida es el Padre, quien es el único Dios verdadero. Sin embargo, es Jesús quien vino al mundo para darnos esas palabras de vida, que son de Su Padre. El Padre nos habló y nos dio vida por Su Hijo, el Mediador. Por eso Juan el Bautista fue bien claro cuando dijo: “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida (Juan 3:34). En ningún momento Juan pensó que Jesús fuera Dios, ya que él dijo que Jesús hablaba las palabras de Dios, tal como después Jesús lo revelaría a sus interlocutores.
La adquisición de la Vida eterna es por la Voluntad del Padre
El Señor Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre para dar vida eterna a los hombres. Jesús dijo: “Y esta es la voluntad (¿de quién?) del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”. Notemos que es por la voluntad del Padre que nosotros podemos tener vida eterna si creemos de corazón en Cristo, su Hijo. No fueron dos o tres voluntades las que se unieron para dar la vida eterna a los hombres, sino sólo la del Padre, el único Dios verdadero (1 Cor. 8:4-6). Así que Cristo vino a cumplir con los deseos de Dios para dar vida inmortal a los hombres, dado que Su Padre, como Dios único y verdadero, es la verdadera fuente de la vida.
¿Qué es creer en el Hijo?
Juan dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). Como hemos visto antes, el acto de creer en las palabras de Cristo (que son las de Su Padre) nos dará vida eterna. Lo importante es subrayar que creer en Cristo no significa aceptar imperiosamente su supuesta Deidad o que él es el mismo único Dios verdadero como sostienen los Binitarios y Trinitarios. No! Creer en Cristo es creer en sus palabras, las cuales son realmente las palabras de Dios, Su Padre, habladas por su intermedio (Hechos 10:36: “Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos”).
Así que creer en Cristo es creer en Su mensaje, el cual es la Palabra de Dios para los hombres. Definitivamente en los evangelios leemos que Jesús vino a enseñar las Buenas Noticias o el evangelio (también llamado “el mensaje” o "la palabra") del Reino. Este anuncio era la gran proclama de Jesucristo para la humanidad toda. Dice Así Jesús: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado (Lc. 4:43).
Obviamente Jesús esperó que sus interlocutores creyeran en este mensaje o evangelio de Dios, el Padre, para que fuesen salvos (Marcos 1:14,15— “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”.
Así que no se deje sorprender con la doctrina de que existen dos dioses verdaderos y dos fuentes distintas de la vida eterna. Sólo el Padre es el originador de nuestra salvación por medio de Su Hijo amado, Jesucristo. Con esto no denigramos a nuestro amado Señor sino que le damos su justo lugar dentro del plan de restauración de la raza humana. Todo fue realizado por la soberana voluntad del Padre, el único Dios verdadero, a través de Su Hijo. Dice así Pablo de Dios, el Padre: “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efe. 1:9-11).
¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad! (Efesios 1:3-5).
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Existen en internet los así llamados maestros de la palabra que mal entienden quién es el Dios verdadero y la vida eterna. Hay un sitio donde su dueño, el Sr. Tito Martínez, enseña que Cristo es verdadero Dios y la vida eterna al igual que Su Padre. Es decir, este señor enseña que hay dos dioses verdaderos y dos fuentes de la vida eterna: El Padre y el Hijo. ¿Pero es posible que existan dos dioses y dos fuentes de vida eterna?
¿Cómo se adquiere la vida eterna?
Jesús responde a esta pregunta de esta manera: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Aquí Jesús está diciendo que la vida eterna se puede obtener o ganar CONOCIENDO al Dios verdadero y a Jesucristo, el enviado del Dios verdadero. Por tanto, aquí Jesús aclara que el único Dios verdadero es el Padre y nadie más. Sin embargo, la vida eterna se obtiene con el conocimiento del único Dios y de Su Hijo. Si conocemos a ambos podremos obtener la vida eterna.
Palabras de Vida Eterna
¿Quién es el que tiene palabras de vida eterna según las Escrituras? “Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú (Jesús) tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Aquí Pedro le confiesa a Jesús que él tiene PALABRAS DE VIDA ETERNA. Esto significa que son las palabras de Jesús las que nos pueden dar el conocimiento necesario de Dios y Su Hijo para la vida eterna. Uno llega a conocer a una persona a través de sus palabras o enseñanzas, y esto es exactamente lo que Jesús hace: pronuncia palabras que nos dan el conocimiento necesario de Su Padre y de él mismo que nos pueden conducir a la vida eterna si las creemos de verdad.
¿Pero de quién en verdad son las Palabras que Jesucristo pronuncia?
En otra ocasión Jesús es enfático cuando nos dice: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras… El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:10,24). ¿Entonces qué podemos concluir? Que las palabras de Cristo son las palabras de Su Padre… ¡y dan vida eterna! ¿Quién entonces es la fuente de la vida eterna? Obviamente la verdadera fuente de las palabras de vida es el Padre, quien es el único Dios verdadero. Sin embargo, es Jesús quien vino al mundo para darnos esas palabras de vida, que son de Su Padre. El Padre nos habló y nos dio vida por Su Hijo, el Mediador. Por eso Juan el Bautista fue bien claro cuando dijo: “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida (Juan 3:34). En ningún momento Juan pensó que Jesús fuera Dios, ya que él dijo que Jesús hablaba las palabras de Dios, tal como después Jesús lo revelaría a sus interlocutores.
La adquisición de la Vida eterna es por la Voluntad del Padre
El Señor Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre para dar vida eterna a los hombres. Jesús dijo: “Y esta es la voluntad (¿de quién?) del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”. Notemos que es por la voluntad del Padre que nosotros podemos tener vida eterna si creemos de corazón en Cristo, su Hijo. No fueron dos o tres voluntades las que se unieron para dar la vida eterna a los hombres, sino sólo la del Padre, el único Dios verdadero (1 Cor. 8:4-6). Así que Cristo vino a cumplir con los deseos de Dios para dar vida inmortal a los hombres, dado que Su Padre, como Dios único y verdadero, es la verdadera fuente de la vida.
¿Qué es creer en el Hijo?
Juan dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). Como hemos visto antes, el acto de creer en las palabras de Cristo (que son las de Su Padre) nos dará vida eterna. Lo importante es subrayar que creer en Cristo no significa aceptar imperiosamente su supuesta Deidad o que él es el mismo único Dios verdadero como sostienen los Binitarios y Trinitarios. No! Creer en Cristo es creer en sus palabras, las cuales son realmente las palabras de Dios, Su Padre, habladas por su intermedio (Hechos 10:36: “Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos”).
Así que creer en Cristo es creer en Su mensaje, el cual es la Palabra de Dios para los hombres. Definitivamente en los evangelios leemos que Jesús vino a enseñar las Buenas Noticias o el evangelio (también llamado “el mensaje” o "la palabra") del Reino. Este anuncio era la gran proclama de Jesucristo para la humanidad toda. Dice Así Jesús: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado (Lc. 4:43).
Obviamente Jesús esperó que sus interlocutores creyeran en este mensaje o evangelio de Dios, el Padre, para que fuesen salvos (Marcos 1:14,15— “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”.
Así que no se deje sorprender con la doctrina de que existen dos dioses verdaderos y dos fuentes distintas de la vida eterna. Sólo el Padre es el originador de nuestra salvación por medio de Su Hijo amado, Jesucristo. Con esto no denigramos a nuestro amado Señor sino que le damos su justo lugar dentro del plan de restauración de la raza humana. Todo fue realizado por la soberana voluntad del Padre, el único Dios verdadero, a través de Su Hijo. Dice así Pablo de Dios, el Padre: “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efe. 1:9-11).
¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad! (Efesios 1:3-5).
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