lunes, 6 de abril de 2009

TODO EL MUNDO YACE BAJO EL PODER DEL MALIGNO




“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19)

Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)


Hace dos milenios el apóstol Juan advertía a la iglesia de sus tiempos que el mundo entero estaba (…¡y está!) bajo el dominio del maligno. Para algunos exégetas el maligno era el poder romano imperante encabezado por el emperador que dominaba la región con mano férrea y que perseguía con severidad a la iglesia cristiana. Pero creo que esta interpretación resulta ridícula cuando consideramos que para nadie en aquel entonces era una novedad que Roma ejercía un poder absoluto y totalitario sobre ciudades enteras y que no tenía enemigos lo suficientemente capaces como para poner en peligro su poder imperial. Además, el maligno de Juan no tenía dominio sobre los que eran de Dios, es decir, sobre los cristianos. Por lo tanto Juan tuvo que haberse referido a un maligno distinto que se opone a Dios y a los hombres, un ser supra mundano que nada tenía que ver con algún tirano mortal.

El diablo incógnito

El diablo de la Biblia es un campeón del disfraz. El puede aparecer como una serpiente (Apo. 20:2), como un difunto, como cuando Sául creyó ver al difunto Samuel en la sesión con la pitonisa de Endor (1 Sam. 28:14), o como un ángel del Señor, lleno de luz y brillantez (2 Cor 11:14), o de acuerdo a nuestros tiempos como un ser extraterrestre. Mayormente el enemigo usa a terceros para seducirnos y hacernos caer. Difícilmente él se presenta tal como él es. Como engañador él quiere aparentar ser alguien bueno y lleno de verdad y confunde a los ingenuos con sus mentiras, o en el mejor de los casos, con sus medias verdades. De allí que hay que probar a los espíritus para ver si efectivamente son de Dios o del maligno.

Por supuesto que el diablo también busca que la gente no crea en su existencia, es decir, que él convence permanentemente a cierto número de “sabios” o “entendidos” de que él es simplemente un mito más proveniente de pueblos primitivos, una mera superstición de gente ignorante y arcaica. Hoy, muchos llamados cristianos ya no creen en el diablo cósmico, el mismo diablo angélico tal como se lo presenta en los evangelios. Un verdadero y peligroso opositor de Cristo y de su iglesia, un enemigo de la humanidad que cuenta con el apoyo de miles de seres angélicos llamados demonios que conforman legiones. De este modo el diablo ha logrado que muchos cristianos bajen la guardia y no velen ante las artimañas del enemigo y sus secuaces. Prácticamente este oscuro enemigo del hombre y de Dios ha hecho creer a muchos que no existe tentador externo alguno y que el pecado es simplemente un “errorcillo inofensivo”, y que la moral es relativa y Dios una ilusión. El es, sin duda, el inventor de muchas filosofías diabólicas que son presentadas como verdadera sabiduría de grupos selectos e “iluminados” de la sociedad. Allí tenemos el humanismo, el hedonismo, el Nihilismo, el existencialismo, el neo-gnosticismo, y muchos otros “ismos” más por allí.

Definitivamente el mundo es el campo de acción del diablo, y él es padre de miles de millones de personas que viven de espaldas a Dios y de Cristo. Jesús dijo a sus detractores que ellos eran hijos del diablo porque hacían los deseos de su padre (Juan 8:44). Así que aquellos que no están de lado de Cristo, contra él están, y son hijos del diablo (Mateo 12:30). Para Jesús no hay sino blanco o negro, frío o caliente, fiel o infiel, de Dios o del diablo.

Nosotros nos encontramos a gente que se encuentra atada al pecado y a los deseos de este mundo, y no aceptan para nada el evangelio de Cristo. Ellos simplemente no entienden a los cristianos renacidos, pues lo consideran unos fanáticos y hasta locos de remate. Y no es de extrañar esta reacción de los infieles, porque como dijo Pablo: “El dios de este siglo (el diablo) ha cegado el entendimiento de los incrédulos para que no les amanezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Cor. 4:4). Así que cuando nos acusan de fanáticos, locos, ignorantes, y hasta estúpidos, debemos sentir compasión por tales detractores, porque simplemente “no saben lo que dicen”. Simplemente el diablo los ha cegado (y claro, ellos ni cuenta se dan!) y creen que están en la verdad y en la razón. Incluso hay gente que cree que matando a los cristianos hacen una cosa buena para su dios, de allí la cruel persecución contra los cristianos en países donde el fanatismo religioso, la superstición y el satanismo están a la orden del día.

Muchos no entienden la razón de ser de la maldad en este mundo cruel y violento, y no saben que detrás de los asesinos, ladrones, malvivientes, renegados, ateos etc, está el primer homicida que es el diablo. Algunos creen que el hombre es una bestia evolucionada y que es lógico esperar que en algún momento éste mate a un congénere en un momento de irracionalidad. Pero la Biblia enseña que detrás de los homicidas está también el que instiga a matar, el primer homicida del mundo que es el diablo (Juan 8:44). De igual forma, los que caen en el alcoholismo, drogadicción, sexo adicción, homosexualidad y muchos otros vicios y desvíos, son de alguna manera presas del diablo y sus demonios. Se habla del demonio de la lujuria, el demonio de la homosexualidad, el demonio de la adivinación, el demonio de la herejía, y muchos otros demonios “especializados”. Y aunque esto está aún por probarse, lo cierto es que muchos de estos hombres terminan siendo liberados de su estado calamitoso cuando se rinden a Jesús y aceptan su salvación que viene por la fe en su evangelio del reino (Romanos 1:16).

Escapando del poder del maligno

Como dice Juan en el texto bíblico de arriba, los que son de Dios han logrado zafarse de las garras de alguien que él llama “el maligno” (ver también. 2 Tim. 2:26). El Apóstol Pablo es claro cuando escribió: “El cual (el Padre celestial) nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. Aquí Pablo no dudaba que los creyentes ya no estaban atrapados y dominados por el poder de las tinieblas (Satanás y sus demonios), sino que ya estaban por su fe “trasladados” al reino venidero de Justicia de su Hijo. Se puede decir que los creyentes ya están bajo la protección del rey del reino, y viviendo por fe en un reino de justicia y paz sin la influencia del diablo y sus siervos malvados, angélicos y humanos.

La Biblia nos dice que “Dios ungió a Su Hijo de Espíritu Santo y de potencia; el cual anduvo haciendo bienes, y sanando á todos los oprimidos del diablo; porque Dios era con él” (no dice: ‘Dios era él’---Hechos 10:38). Nótese que Jesús sanaba y liberaba a todos los oprimidos del diablo porque él no estaba bajo el dominio del diablo sino bajo la autoridad de Dios, porque Jesús era de Dios. Así que todo aquel que es de Dios no sólo NO está bajo el diablo sino que puede liberar a otros que sí están bajo el diablo. Algunos cristianos no logran liberar a otros hombres del enemigo invisible, puesto que ellos mismos aún no han sido completamente liberados de Satanás debido a su tibieza espiritual.

¿Quién es de Dios?

El apóstol Juan escribió: “En esto son manifiestos los hijos de Dios, y los hijos del diablo: cualquiera que no hace justicia, y que no ama á su hermano, no es de Dios” (1 Juan 3:10). Tome nota que los que son de Dios hacen la justicia (no la injusticia) y aman a sus hermanos. Hacer la justicia (lo contrario a la injusticia) no es otra cosa que no practicar el pecado, pues Juan dice: “Toda injusticia es pecado…” (1 Juan 5:17). Así que lo que Juan está diciendo es que para ser de Dios uno debe dejar de pecar, o dejar de violar sus leyes, pues el pecado es la transgresión a sus santas leyes (1 Juan 3:4). Cualquier individuo que esté practicando el pecado (adulterio, fornicación, robos, mentiras, calumnias, idolatría, herejías, abominaciones, etc) es del diablo y no de Dios, y aún permanece en las tinieblas, es decir, bajo el dominio del diablo. Dice sobre esto el apóstol Juan, como sigue: “El que hace pecado, es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. Es decir, el que no hace (o practica) pecado ya no es del diablo sino de Dios”.

Dando lugar al diablo

Todo hombre que da lugar al diablo terminando pecando y se vuelve su hijo o corre el riesgo de volverse su hijo de manera permanente. El diablo y muchos más de sus demonios se meten en el cristiano tibio para recapturarlo para que nunca más escape de su control. No podemos darnos el lujo de que eso suceda por nuestra desidia— ¡Pues nuestra eternidad está en juego! Recordemos que el que recae en el pecado le entran más demonios que cuando no era un cristiano, haciéndosele así más difícil ser restaurado nuevamente (Ver Lucas 11:24-26).

Pablo es enfático en advertir: “Ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:27). Es decir, cualquier cristiano “renacido” no está libre de caer nuevamente en sus andanzas pasadas, al permitir que el diablo lo seduzca (por la carne y el mundo) y lo haga tropezar y caer. Es un error pensar que el cristiano tiene una armadura impenetrable la cual nunca le fallará. La armadura completa del cristiano funcionará en tanto la lleve puesta. El Apóstol Pablo dice de esta armadura, así: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”. Luego Pablo describirá la función de cada parte de la armadura para que todos sepamos qué hacer para protegernos de las artimañas del diablo (Ver Efesios 6:11-17). Por ejemplo, uno no puede llevar el yelmo (La Palabra de Dios) y olvidarse del escudo (la fe), o llevar el escudo y olvidarse del yelmo, por citar las dos partes más importantes de la armadura. Sí amigos, el adversario siempre buscará herirlo por algún punto vulnerable de su cuerpo que no haya protegido bien. Recuerde al rey David cuando era joven. Él mató al temido filisteo Goliat al ver un punto vulnerable en su cabeza supuestamente protegida por un yelmo donde arremetió acertadamente con su honda de pastor. Igual puede hacer Satanás con usted si descuida en ponerse la armadura completa para resguardar sus partes más vulnerables.

Haciendo huir al Diablo

Por su parte Santiago dice: “Someteos pues a Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá” (Santiago 4:7). Esto quiere decir que el diablo no es todopoderoso sino que su poder está limitado por nuestras decisiones, por nuestro sometimiento completo a Dios para hacer Su voluntad de manera fiel y constante. Definitivamente nadie podrá hacer huir al diablo si está viviendo en pecado o en desobediencia a los mandamientos de Dios. Se requiere tener el Espíritu del Señor en uno, el Espíritu del poder de Dios que nos ayuda a vencer las tentaciones que nos presenta el diablo a través de los deseos insanos de la carne y de los ojos. Y el apóstol Pedro dice: “Sed templados, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Es decir, si uno es templado (sobrio, discreto) y vigilante, no puede ser sorprendido por el diablo. Recuerde que un guardián despierto y atento no será fácilmente sorprendido por el ladrón y evitará así perder su vida o su trabajo.

Tácticas del diablo para hacerlo caer

El diablo tiene algunas tácticas favoritas que se recogen de las Escrituras:

1.- Ofrece las riquezas y el poder mundano (Mateo 4:8,9)

En el pasaje de Mateo 4:8,9 que citamos arriba, el diablo le ofreció a Jesús todos los reinos de este mundo si lo adoraba. Muchos hombres se sienten seducidos para ganar poder y fama en el mundo, y buscan todos los medios para lograrlo. Aun algunos hasta venden sus almas al diablo, o se vuelven satanistas para conseguir prosperidad, fama y poder en este mundo. Sé de muchos que son ricos y famosos y que son adoradores de Satanás o que pertenecen a sociedades secretas donde se practican ritos satánicos. Estos han accedido a la sugestión satánica y han sucumbido a la tentación que una vez el diablo le puso a Jesús la cual él rechazó tajantemente.

2.- El diablo pone dudas en la mente de los hombres (Génesis 3:1-4)

En el texto de arriba (Génesis 3:1-4) el diablo sembró la duda de la veracidad de de la advertencia de Dios a Adán y Eva de una muerte segura si desobedecían su mandato de no comer del fruto prohibido.

Ahora bien, la duda es natural en el ser humano. Por ejemplo: Yo puedo dudar si determinada casa es segura debido a su antigüedad, o si determinado auto usado tiene el kilometraje que dice. Todo esto es natural en cualquier hombre pensante. Sin embargo, cuando de la fe se trata, el diablo pone dudas en nuestras mentes para que pongamos en tela de juicio la veracidad de lo que Dios nos dice o nos promete. De allí el deber de todo cristiano de ayudar a los que dudan para que se vuelvan a convencer (Judas 22).

En Lucas 8:12 Jesús explica su parábola del sembrador y dice que algunos que oyen la palabra son arremetidos por el diablo, el cual les quita de su corazón la palabra sembrada para que no crean y se salven. Así que cuando un individuo recibe la palabra en su corazón, pero por arte de magia deja de creerla, se puede deducir que fue de alguna manera embestido por el diablo para que no que ella continuara en él. Esto pudo haber ocurrido, ya sea por la duda, o por otros intereses prioritarios.

3.- El diablo estorba a los cristianos para que no cumplan su misión (1 Tes. 2:18).

El apóstol Pablo tuvo que sortear una serie de estorbos del diablo para cumplir con su misión evangelizadora. Aunque exactamente no sabemos en qué consistieron esos estorbos, es probable que hayan sido obstáculos por las autoridades o detractores, contratiempos o reveses inesperados como falta de transporte, caminos accidentados, etc. Lo cierto es que el diablo le pone trabas al creyente para que no cumpla su ministerio y se aparte temporal o definitivamente del Señor.

4.- El Diablo engaña con filosofías diabólicas (Colosenses 2:8, 1 Tim. 4:1)

Una de las tácticas del diablo es difundir doctrinas y filosofías mentirosas que desvían a los creyentes del derrotero seguro que conduce a la vida eterna. Algunos, por ejemplo, enseñan que “una vez salvo, siempre salvo” o que el único Dios verdadero es Jesucristo. Otros enseñan que si alguno no cree en la doctrina de la Santísima Trinidad nunca se salvará. Otros enseñan que cualquier religión salva con tal que se la practique con fervor. Otros enseñan que Jesucristo es un ser extraterrestre, un alienígena de otro planeta que vino para enseñarnos a ser mejores y más solidarios. Otros dicen que reencarnaremos hasta llegar a ser perfectos, y otros dicen que todos los hombres serán finalmente salvos y por lo tanto nadie será castigado eternamente por sus pecados. Otros creen que no es necesario ser un creyente o religioso para ser mejores y ser salvos. Estos creen que sólo es suficiente ser un buen padre, un buen esposo, un buen amigo solidario, y un buen ciudadano que paga todos sus impuestos para ser salvos. Otros creen que si no tienen muchas esposas e hijos no serán salvos. Otros creen que existe un purgatorio donde ciertas almas no muy malas podrán ser salvas y conducidas al paraíso a través de nuestras plegarias y misas. Todos estos criterios sin duda parecen válidos, pero no son de Dios, sino del diablo, el padre de la mentira.

5.- El diablo atormenta a la gente (Mat. 15:22, Luc 6:18, Hechos 5:16; Mar. 5:15, 1 Sam. 16:14)

Al leer los textos de arriba, y en especial los 3 últimos, vemos que el diablo puede atormentar a las personas, ya sea poseyéndolas o obsesionándolas con ideas o sentimientos negativos y destructivos. Saúl, por ejemplo, fue atormentado por un espíritu malo que Dios permitió que le afectara y le hiciera sentirse desdichado. También se nos informa que el diablo atormenta a tal punto que vuelve locos o trastornados a los hombres. En Hechos 5:15 un hombre atormentado por una legión de demonios hasta el punto de volverlo demente, aparece en su sano juicio después de ser sanado por Jesús. Por cierto que no todos los hombres son poseídos por el diablo aunque sí son encandilados para que cometan suicidio, asesinato, o que practiquen un determinado pecado de manera permanente hasta que terminen destruidos. El diablo ataca primordialmente a la familia, a los esposos, a los hijos, a los parientes para dividir la casa, el hogar, que es el núcleo de la sociedad. El enemigo busca que los esposos se separen por causas distintas (el adulterio, orgullo, rebeldía de la esposa para aceptar la autoridad del marido, maltratos o abusos del esposo, el problema del dinero, del alcohol, etc). En los hijos el diablo pone sentimientos de rivalidad entre hermanos, actitudes de rebeldía ante la autoridad de los padres, discordias y enemistades por la herencia de los padres, y cosas como éstas que se ven todos los días. En Juan 10:1,10 Jesús habla del diablo (representado por un ladrón) que se mete a una casa o en un hogar para hurtar, matar y destruir a los que moran en ella. Y eso es exactamente lo que vemos en millones de hogares en todo el mundo que parecen verdaderos infiernos en la tierra.

Es necesario que la gente esté apercibida de las artimañas del diablo para no sucumbir a ellas. No olvide, una simple e inocente sugestión como la que Pedro le hizo al Señor puede ser una trampa del diablo (Lea Mateo 16:22,23).





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