¿Nos revelan algo los Resucitados de Jesús?
“Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días” (Daniel 12:13).
Por Ing° Mario A. Olcese (Apologista)
El misterio de la muerte
Desde que el hombre tiene uso de razón se ha venido preguntando acerca de lo ocurre después de la muerte. El temor natural por lo desconocido los asusta, aunque es verdad que para un número importante de personas, la muerte es el fin de todo, y no hay nada más. Simplemente sobreviene paulatinamente la extinción total de todo nuestro ser.
La mayoría de las religiones orientales, a diferencia de la religión cristiana, creen en la reencarnación del alma humana. Es decir, que el alma reencarna en otro ser vivo tantas veces como sea necesario hasta alcanzar la perfección. Los cristianos, en cambio, están divididos entre los que creen en una inmortalidad incondicional y la condicional. En buena cuenta, hay muchos cristianos que creen que el hombre tiene un alma inmortal que parte del cuerpo en la muerte y que se dirige al cielo directamente para luego volver a resucitar en inmortalidad. Otros dicen que el alma humana duerme en el sepulcro hasta la resurrección. Y estas diferencias surgen por la intromisión de ideas exóticas o paganas que pervierten la verdad revelada por Dios sobre el destino de los difuntos. Por esta razón unos creen que las almas de los impíos van directamente al infierno, y que permanecerán allí por los siglos de los siglos, mientras que las almas de los justos gozarán de la “gloria celestial” por toda la eternidad. Otros cristianos simplemente creen que las almas van al “paraíso” o al “Hades” mientras esperan la resurrección del cuerpo. En fin, un buen surtido de ideas y creencias que colisionan entre sí.
Experiencias “extra corpóreas”
Hay quienes sostienen haber experimentado la “partida” de sus almas hacia el cielo o el infierno, pasando por un túnel angosto y largo, mientras eran declarados clínicamente muertos. Sin embargo, estas mismas experiencias “extra-corpóreas” las han tenido pilotos de aeronaves supersónicas cuando perdieron la conciencia mientras pilotaban sus aviones de guerra haciendo maniobras riesgosas y extremas. Y es que durante una maniobra, un piloto se ve presionado fuertemente contra el asiento, en especial en el tórax y la cabeza (por la fuerza “G”). Entonces, la sangre fluye hacia sus extremidades, dejando sin irrigación el pecho y el cerebro. La presión, además, hace difícil respirar. No hace falta que la maniobra dure mucho tiempo para que el piloto quede obnubilado y se desmaye. Es en este momento que el piloto (que no está muerto clínicamente!) tiene la experiencia de salir de su cuerpo y pasar por un túnel tal como lo experimentaron algunos individuos (¡no todos!) que son declarados clínicamente fallecidos y que después “resucitaron” en el quirófano para contar su experiencia .
La resurrección del hediondo Lázaro y de otros personajes bíblicos
Uno de los casos más interesantes de un hombre que resucitó después de varios días de fallecido, y que olía a putrefacto, es el del amigo de Jesús, llamado Lázaro. En el Nuevo Testamento está registrada su milagrosa resurrección por parte del Señor Jesucristo. Este extraordinario evento extrañamente sólo fue anotado por Juan, el apóstol amado de Jesús, aunque Lucas hace aparentemente referencia de él cuando anota la parábola del Rico y Lázaro. Sin embargo, no fue esta la primera y única ocasión en que Cristo obraba una maravillosa resurrección, pues también lo hizo con la hija de Jairo (Luc. 8:51-53). Y finalmente, el tercer difunto que Jesús resucitó fue al hijo de la viuda de Naím cuando lo llevaban a enterrar, según la costumbre judía. En el Evangelio de San Lucas leemos que sacaban a un muerto, hijo único de su madre que era viuda.
Ahora bien, lo curioso del caso es que nada se dice en las Escrituras sobre las “experiencias post-mortem” de estas personas resucitadas por Jesús. Y es que siendo para muchos la misma muerte un misterio, hubiera sido una magnífica oportunidad para que algún evangelista registrara para nosotros los testimonios de estos ex-difuntos después de que experimentaron la "muerte" (si es que en verdad alguno contó algo), especialmente del hediondo Lázaro, para despejarnos cualquier duda sobre la existencia de la inmortalidad del alma y asegurarnos de que hay un ámbito supra mundano donde efectivamente está Dios con sus huestes angélicas. Pero el silencio es total. ¿Puede esto deberse a que los judíos jamás creyeron en el alma inmortal o en la supervivencia de un alma inmortal que partía al cielo después de acaecer la muerte física? ¿No será que para ellos la muerte es simplemente un estado de inconsciencia total y de sueño profundo, donde el tiempo y el espacio no cuentan? ¿No serían estas dos razones más que suficientes para que ellos no se interesaran en inquirir sobre lo que hay después de la muerte? Para nosotros, los que hemos sido influenciados por la filosofía platónica del alma inmortal, seguramente nos hubiésemos interesado en hacerle a Lázaro, ya resucitado, las simples preguntas: ¿dónde estuviste cuando estabas muerto? ¿Y qué viste y oíste? Pero parece que esta no era una preocupación de los cristianos del primer siglo. Ellos sólo sabían que los muertos resucitarían y punto (Juan 11:24).
¿Estuvo Lázaro en la “gloria celestial”?
Otra cosa que me llama mucho la atención es que Jesús no haya consolado a la hermana de Lázaro —si es que en verdad existe un alma inmortal que parte al cielo en el momento de la muerte— con más o menos estas palabras: “No estés triste, Marta, el alma de tu hermano está en una mejor vida en el cielo, gozando de las bienaventuranzas de mi Padre, sin tener que sufrir o padecer como mortal y cristiano. Piensa por un instante que tu hermano Lázaro ya está muy feliz y contento en la presencia de Dios, mi Padre, esperando el día en que se encontrará nuevamente contigo y con el resto de tu familia”. Pero no, esto no fue lo que le dijo Jesús, sino simplemente: “Tu hermano resucitará” (Juan 11:23).
Pues bien, se alega que la resurrección de Lázaro sirvió para mostrar el poder que tenía el Señor sobre la misma muerte y por eso se hizo necesario sus milagros de resurrección. Sin embargo, no fue la resurrección de Lázaro la que dio confianza a la iglesia sobre su propia futura glorificación, sino la resurrección de Cristo mismo en INMORTALIDAD. Así fue como se expresó Pablo en cuanto a la resurrección de Cristo: “…y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Cor. 15:17).
Pienso que hubiera sido fácil para cualquiera que estuviera en el cielo 4 días gozando de las bienaventuranzas de Dios, regresar a la tierra y seguir luchando para subsistir, soportando cargas pesadas, sufriendo dolencias o enfermedades, y sobrellevando las burlas de los detractores.
Si en verdad Lázaro estaba en el mejor de los mundos en el cielo, ya me imagino cómo le habrá increpado a su hermana Marta por sus reclamos al Señor, culpándola en cierta forma por su “retorno a la tierra”, habiendo estado 4 días maravillosos en el cielo disfrutando lo que nadie ha visto ni oído jamás.
La muerte: ¿Enemigo o amigo?
Sin duda la influencia platónica en la fe cristiana ha hecho que veamos la muerte no como un enemigo, sino como un amigo, cuando se enseña que los muertos en Cristo siguen su camino al cielo después de morir. ¿Cómo podría ser la muerte un enemigo si ella nos posibilita el acceso inmediato a la gloria celestial? Pero los verdaderos cristianos siguen viendo la muerte como el mayor enemigo del hombre, porque la muerte y con mayor razón, la muerte espiritual, (debido al pecado) nos separa de Dios y de los hombres. Sí, la muerte separa y divide. Los esposos que fallecen simultáneamente (en un accidente automovilístico, por ejemplo) terminan separados ---¡porque la muerte los separa, no los une más!
Ver a Jesús tal como es él, ¿cuándo?
Una de las declaraciones que me llama mucho la atención es cuando el apóstol Juan dice: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). Aquí Juan está prácticamente descartando la posibilidad de ver al Señor Jesús tal como él es en el momento de nuestra muerte. Juan dice enfáticamente, y sin rodeos, que veremos al Señor tal como él es cuando SE MANIFIESTE en persona, es decir, en su segunda venida. Pero muchos creen que verán al Señor tal como él es cuando inmediatamente partan al cielo al fallecer. Esta creencia contradice completamente lo que afirma el apóstol Juan. Por otro lado, “partir al cielo inmediatamente después de morir” ya es un galardón para cualquier cristiano, una retribución por su vida piadosa y santa. Pero las Escrituras dicen claramente que cualquier retribución del Señor se hará efectiva sólo cuando Jesús venga a la tierra desde el cielo: ”He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apo. 22:12). Si esto es verdad, entonces es imposible que partamos al cielo como almas inmortales para recibir nuestro galardón de gloria, porque eso significaría que Cristo ya no regresará del cielo para recompensarnos. Por eso Pablo fue claro cuando dijo: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, EN AQUEL DÍA (es decir, en la manifestación de Jesús, según el verso 1); y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Tim. 4:8).
La Esperanza de Job y Daniel
El fiel Job creía en la resurrección del cuerpo, y estaba consciente de que sería resucitado para poder ver a su Redentor y Dios. En ningún momento él creyó que después de morir partiría velozmente al cielo a través de su alma o su espíritu para ver a Dios. Estas son sus declaraciones: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de desecha esta mi piel, en mi CARNE he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis OJOS lo verán, y no otro…” (Job. 19:25-27).
Al profeta Daniel se le dijo: “Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te LEVANTARÁS para recibir tu heredad al fin de los días” (Daniel 12:13). Es claro entonces que el mismo fiel profeta Daniel reposaría en su sepulcro para esperar su resurrección corporal para recibir su heredad o recompensa. Dice claramente “al fin de los días” de este mundo, no “en el fin de sus días”.
¿A dónde fueron las “almas inmortales” de los fieles difuntos?
Es muy interesante ver que Apocalipsis sólo nos habla de “24 ancianos” y de ángeles que rodean el trono de Dios y al Cordero, pero nada nos dice de las “almas” de los patriarcas, de los profetas y de los fieles del AT que estén rodeando el trono de Dios y al Cordero para ofrecer alabanzas y reverencias. Incluso, en ningún momento se ven las supuestas “almas inmortales” de los difuntos cristianos rodeando el trono, y menos, las de los mártires. ¿Dónde están esas supuestas almas de los difuntos fieles? ¿Vagando por allí sin rumbo fijo?
El espíritu regresa a Dios—¡no el alma!
En Eclesiastés leemos que el hombre muere (pío e impío) y que su espíritu regresa a Dios quien lo dio. Dice así el texto: “¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?... “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 3:21; 12:7). De modo que la Biblia enseña que son los espíritus de todos los hombres — y no sus almas— los que suben a Dios, que es el que los dio.
www.yeshuahamashiaj.org
www.elevangeliodelreino.org
“Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días” (Daniel 12:13).
Por Ing° Mario A. Olcese (Apologista)
El misterio de la muerte
Desde que el hombre tiene uso de razón se ha venido preguntando acerca de lo ocurre después de la muerte. El temor natural por lo desconocido los asusta, aunque es verdad que para un número importante de personas, la muerte es el fin de todo, y no hay nada más. Simplemente sobreviene paulatinamente la extinción total de todo nuestro ser.
La mayoría de las religiones orientales, a diferencia de la religión cristiana, creen en la reencarnación del alma humana. Es decir, que el alma reencarna en otro ser vivo tantas veces como sea necesario hasta alcanzar la perfección. Los cristianos, en cambio, están divididos entre los que creen en una inmortalidad incondicional y la condicional. En buena cuenta, hay muchos cristianos que creen que el hombre tiene un alma inmortal que parte del cuerpo en la muerte y que se dirige al cielo directamente para luego volver a resucitar en inmortalidad. Otros dicen que el alma humana duerme en el sepulcro hasta la resurrección. Y estas diferencias surgen por la intromisión de ideas exóticas o paganas que pervierten la verdad revelada por Dios sobre el destino de los difuntos. Por esta razón unos creen que las almas de los impíos van directamente al infierno, y que permanecerán allí por los siglos de los siglos, mientras que las almas de los justos gozarán de la “gloria celestial” por toda la eternidad. Otros cristianos simplemente creen que las almas van al “paraíso” o al “Hades” mientras esperan la resurrección del cuerpo. En fin, un buen surtido de ideas y creencias que colisionan entre sí.
Experiencias “extra corpóreas”
Hay quienes sostienen haber experimentado la “partida” de sus almas hacia el cielo o el infierno, pasando por un túnel angosto y largo, mientras eran declarados clínicamente muertos. Sin embargo, estas mismas experiencias “extra-corpóreas” las han tenido pilotos de aeronaves supersónicas cuando perdieron la conciencia mientras pilotaban sus aviones de guerra haciendo maniobras riesgosas y extremas. Y es que durante una maniobra, un piloto se ve presionado fuertemente contra el asiento, en especial en el tórax y la cabeza (por la fuerza “G”). Entonces, la sangre fluye hacia sus extremidades, dejando sin irrigación el pecho y el cerebro. La presión, además, hace difícil respirar. No hace falta que la maniobra dure mucho tiempo para que el piloto quede obnubilado y se desmaye. Es en este momento que el piloto (que no está muerto clínicamente!) tiene la experiencia de salir de su cuerpo y pasar por un túnel tal como lo experimentaron algunos individuos (¡no todos!) que son declarados clínicamente fallecidos y que después “resucitaron” en el quirófano para contar su experiencia .
La resurrección del hediondo Lázaro y de otros personajes bíblicos
Uno de los casos más interesantes de un hombre que resucitó después de varios días de fallecido, y que olía a putrefacto, es el del amigo de Jesús, llamado Lázaro. En el Nuevo Testamento está registrada su milagrosa resurrección por parte del Señor Jesucristo. Este extraordinario evento extrañamente sólo fue anotado por Juan, el apóstol amado de Jesús, aunque Lucas hace aparentemente referencia de él cuando anota la parábola del Rico y Lázaro. Sin embargo, no fue esta la primera y única ocasión en que Cristo obraba una maravillosa resurrección, pues también lo hizo con la hija de Jairo (Luc. 8:51-53). Y finalmente, el tercer difunto que Jesús resucitó fue al hijo de la viuda de Naím cuando lo llevaban a enterrar, según la costumbre judía. En el Evangelio de San Lucas leemos que sacaban a un muerto, hijo único de su madre que era viuda.
Ahora bien, lo curioso del caso es que nada se dice en las Escrituras sobre las “experiencias post-mortem” de estas personas resucitadas por Jesús. Y es que siendo para muchos la misma muerte un misterio, hubiera sido una magnífica oportunidad para que algún evangelista registrara para nosotros los testimonios de estos ex-difuntos después de que experimentaron la "muerte" (si es que en verdad alguno contó algo), especialmente del hediondo Lázaro, para despejarnos cualquier duda sobre la existencia de la inmortalidad del alma y asegurarnos de que hay un ámbito supra mundano donde efectivamente está Dios con sus huestes angélicas. Pero el silencio es total. ¿Puede esto deberse a que los judíos jamás creyeron en el alma inmortal o en la supervivencia de un alma inmortal que partía al cielo después de acaecer la muerte física? ¿No será que para ellos la muerte es simplemente un estado de inconsciencia total y de sueño profundo, donde el tiempo y el espacio no cuentan? ¿No serían estas dos razones más que suficientes para que ellos no se interesaran en inquirir sobre lo que hay después de la muerte? Para nosotros, los que hemos sido influenciados por la filosofía platónica del alma inmortal, seguramente nos hubiésemos interesado en hacerle a Lázaro, ya resucitado, las simples preguntas: ¿dónde estuviste cuando estabas muerto? ¿Y qué viste y oíste? Pero parece que esta no era una preocupación de los cristianos del primer siglo. Ellos sólo sabían que los muertos resucitarían y punto (Juan 11:24).
¿Estuvo Lázaro en la “gloria celestial”?
Otra cosa que me llama mucho la atención es que Jesús no haya consolado a la hermana de Lázaro —si es que en verdad existe un alma inmortal que parte al cielo en el momento de la muerte— con más o menos estas palabras: “No estés triste, Marta, el alma de tu hermano está en una mejor vida en el cielo, gozando de las bienaventuranzas de mi Padre, sin tener que sufrir o padecer como mortal y cristiano. Piensa por un instante que tu hermano Lázaro ya está muy feliz y contento en la presencia de Dios, mi Padre, esperando el día en que se encontrará nuevamente contigo y con el resto de tu familia”. Pero no, esto no fue lo que le dijo Jesús, sino simplemente: “Tu hermano resucitará” (Juan 11:23).
Pues bien, se alega que la resurrección de Lázaro sirvió para mostrar el poder que tenía el Señor sobre la misma muerte y por eso se hizo necesario sus milagros de resurrección. Sin embargo, no fue la resurrección de Lázaro la que dio confianza a la iglesia sobre su propia futura glorificación, sino la resurrección de Cristo mismo en INMORTALIDAD. Así fue como se expresó Pablo en cuanto a la resurrección de Cristo: “…y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Cor. 15:17).
Pienso que hubiera sido fácil para cualquiera que estuviera en el cielo 4 días gozando de las bienaventuranzas de Dios, regresar a la tierra y seguir luchando para subsistir, soportando cargas pesadas, sufriendo dolencias o enfermedades, y sobrellevando las burlas de los detractores.
Si en verdad Lázaro estaba en el mejor de los mundos en el cielo, ya me imagino cómo le habrá increpado a su hermana Marta por sus reclamos al Señor, culpándola en cierta forma por su “retorno a la tierra”, habiendo estado 4 días maravillosos en el cielo disfrutando lo que nadie ha visto ni oído jamás.
La muerte: ¿Enemigo o amigo?
Sin duda la influencia platónica en la fe cristiana ha hecho que veamos la muerte no como un enemigo, sino como un amigo, cuando se enseña que los muertos en Cristo siguen su camino al cielo después de morir. ¿Cómo podría ser la muerte un enemigo si ella nos posibilita el acceso inmediato a la gloria celestial? Pero los verdaderos cristianos siguen viendo la muerte como el mayor enemigo del hombre, porque la muerte y con mayor razón, la muerte espiritual, (debido al pecado) nos separa de Dios y de los hombres. Sí, la muerte separa y divide. Los esposos que fallecen simultáneamente (en un accidente automovilístico, por ejemplo) terminan separados ---¡porque la muerte los separa, no los une más!
Ver a Jesús tal como es él, ¿cuándo?
Una de las declaraciones que me llama mucho la atención es cuando el apóstol Juan dice: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). Aquí Juan está prácticamente descartando la posibilidad de ver al Señor Jesús tal como él es en el momento de nuestra muerte. Juan dice enfáticamente, y sin rodeos, que veremos al Señor tal como él es cuando SE MANIFIESTE en persona, es decir, en su segunda venida. Pero muchos creen que verán al Señor tal como él es cuando inmediatamente partan al cielo al fallecer. Esta creencia contradice completamente lo que afirma el apóstol Juan. Por otro lado, “partir al cielo inmediatamente después de morir” ya es un galardón para cualquier cristiano, una retribución por su vida piadosa y santa. Pero las Escrituras dicen claramente que cualquier retribución del Señor se hará efectiva sólo cuando Jesús venga a la tierra desde el cielo: ”He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apo. 22:12). Si esto es verdad, entonces es imposible que partamos al cielo como almas inmortales para recibir nuestro galardón de gloria, porque eso significaría que Cristo ya no regresará del cielo para recompensarnos. Por eso Pablo fue claro cuando dijo: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, EN AQUEL DÍA (es decir, en la manifestación de Jesús, según el verso 1); y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Tim. 4:8).
La Esperanza de Job y Daniel
El fiel Job creía en la resurrección del cuerpo, y estaba consciente de que sería resucitado para poder ver a su Redentor y Dios. En ningún momento él creyó que después de morir partiría velozmente al cielo a través de su alma o su espíritu para ver a Dios. Estas son sus declaraciones: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de desecha esta mi piel, en mi CARNE he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis OJOS lo verán, y no otro…” (Job. 19:25-27).
Al profeta Daniel se le dijo: “Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te LEVANTARÁS para recibir tu heredad al fin de los días” (Daniel 12:13). Es claro entonces que el mismo fiel profeta Daniel reposaría en su sepulcro para esperar su resurrección corporal para recibir su heredad o recompensa. Dice claramente “al fin de los días” de este mundo, no “en el fin de sus días”.
¿A dónde fueron las “almas inmortales” de los fieles difuntos?
Es muy interesante ver que Apocalipsis sólo nos habla de “24 ancianos” y de ángeles que rodean el trono de Dios y al Cordero, pero nada nos dice de las “almas” de los patriarcas, de los profetas y de los fieles del AT que estén rodeando el trono de Dios y al Cordero para ofrecer alabanzas y reverencias. Incluso, en ningún momento se ven las supuestas “almas inmortales” de los difuntos cristianos rodeando el trono, y menos, las de los mártires. ¿Dónde están esas supuestas almas de los difuntos fieles? ¿Vagando por allí sin rumbo fijo?
El espíritu regresa a Dios—¡no el alma!
En Eclesiastés leemos que el hombre muere (pío e impío) y que su espíritu regresa a Dios quien lo dio. Dice así el texto: “¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?... “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 3:21; 12:7). De modo que la Biblia enseña que son los espíritus de todos los hombres — y no sus almas— los que suben a Dios, que es el que los dio.
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