¡LA FÓRMULA SECRETA PARA ENTENDER EL REINO DE DIOS!
Por Ing°. Mario A Olcese (Apologista)
“Mas Jesús llamándolos, dijo: Dejad los niños venir á mí, y no los impidáis; porque de tales es el reino de Dios” (Marcos 10:14).
El Reino es para los puros y sencillos
El Señor Jesucristo enseñó que de las personas de corazón de niño es el reino de Dios. Su mensaje del reino no estaba dirigido a los doctos de la ley, aquellos arrogantes y eruditos hombres del pueblo que se le oponían y querían destruirlo. Entonces su proclama no era para gente culta y leída, sino para los pobres de este mundo, para los menos educados, los desposeídos, o la llamada “escoria del mundo”. Esta verdad es muy objetiva en el N.T y era de esperarse que su mensaje fuera igualmente presentado de manera sencilla y clara para que esta clase de gente menos educada pudiera entenderlo. Jesús habló de su reino a los suyos de manera clara, pero ocultamente (en parábolas) a los de fuera, a los que no estaban de su lado.
Un Reino que ha sido complicado y trucado con elucubraciones innecesarias
Siendo que el reino es un mensaje simple y claro, es sorprendente ver cómo en los sitios web cristianos dónde se trata del tema, se lo presenta de manera confusa y enrevesada que hace imposible que los simples puedan entenderlo, aquellos que son como niños de corazón y de mente.
Unos creen que el Reino es una realidad presente, pero otros lo creen futuro; unos creen que el reino es la iglesia, mientras que otros lo creen que será una monarquía restaurada judía en Jerusalén. Unos dicen que el reino está en el corazón del creyente, en tanto que otros creen que es el cielo mismo a donde supuestamente irán los salvos a morar eternamente.
Pero me pregunto, ¿sería posible que el mensaje central y salvador de Jesucristo fuera tan complicado y sujeto a miles de interpretaciones que lo único que haría sería confundir más bien que orientar a los potenciales creyentes?¿Cómo puede uno aceptar el prístino y salvador evangelio del reino si éste es presentado de manera contradictoria y embrollada por las diferentes denominaciones que lo predican?¿Podría ser que el diablo, el gran enemigo del evangelio de la gloria de Cristo, esté detrás de toda esta confusión reinante? Creo que es hora que entendamos el reino de Dios de manera como es presentada en las Escrituras, no a partir del Nuevo Testamento, sino desde el mismo Antiguo Testamento. La llamada Iglesia de Cristo presenta un reino eclesiástico que no se ajusta al Antiguo Testamento, pues recordemos que el reino de Dios no comenzó con Cristo, sino con su ancestro, David. Este insigne rey tuvo un reino literal en la tierra y súbditos a sus órdenes, sabemos que era muy reverenciado y mentado en las memorias o crónicas de Israel. Así que para entender el reino predicado por Jesús debemos estudiar sus antecedentes en el Antiguo Testamento.
Cristo vino a confirmar las promesas hechas a los padres del pueblo Hebreo
Cuando comenzamos a aceptar que el reino está estrechamente ligado a los Judíos, y que Dios hizo pactos muy claros y específicos con Abraham y David, tanto a corto como a largo plazos relativos a una tierra y a un reino, entonces no nos iremos por la tangente con respecto a lo que significa bíblicamente el reino de Yahweh. El problema de las iglesias es que muchas de ellas interpretan alegóricamente el reino obviando su naturaleza terrenal y nacional, tal vez por prejuicios infundados como que los judíos fueron rechazados por Dios porque “mataron a Jesús”. Estos se olvidan de lo que escribió Pablo a los romanos: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció…” (11:1,2). En otra ocasión, Pablo les dice a los mismos romanos que Cristo vino a confirmar lo que Dios les prometió a los padres. Dice el apóstol, así: “Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres” (15:8). Así, pues, si Cristo vino a confirmar las promesas hechas a los padres, esto significa que están vigentes, al día, ¡y por cumplirse! Es necesario entender esto para no irnos por las ramas con relación al reino verdadero que vino a ser confirmado y predicado por Jesucristo, y que luego fue anunciado por sus apóstoles y discípulos verdaderos (Lucas 8:1,2; 9:1,2).
Jesús dio por sentado que sus paisanos conocían sobre el Reino
Cuando Jesucristo se presentó a su pueblo, él no vino a decirles que les traía “Nuevas noticias” sino “buenas noticias”, lo cual, obviamente, es muy distinto. Es decir, Jesús se presentó a sus paisanos para traerles la Buena Nueva de que el reino de Dios se había acercado. Esto supone automáticamente que los judíos estaban esperando la venida del reino, y que ahora, en Cristo, ya se había acercado. No era un nuevo reino, porque de lo contrario él se los hubiera dicho claramente como un “Nueva Noticia”. Recordemos que Pedro habló de la “restitución” o “restauración de todas las cosas” (Hechos 3:19-21), lo cual nuevamente supone que ni Jesús ni Pedro estaban hablando de un reino nuevo o diferente, o sea, de carácter netamente espiritual y supra mundano, desligado de la tierra o del mundo. El reino restaurado que Jesús y sus discípulos tenían en mente era el mismísimo reino davídico que fue suspendido en 586 AC, cuando el infiel rey Judío Sedequías reinaba y fue depuesto, pero no sin antes Dios prometer que sería restaurado por uno que tendría el derecho legal, y a él le entregaría el trono, el cetro, y la tiara (Ver Ezequiel 21:25-27).
En varias partes del Nuevo Testamento vemos a hombres que fueron considerados justos y buenos esperando la redención de Israel o también llamada “La consolación de Israel” (Lc. 2:38). Esto, claro está, se refiere al cumplimiento de las antiguas promesas de restitución o restauración de las glorias pasadas en Israel (el Reino de Dios). Tenemos por ejemplo a José de Arimatea, un cristiano comprometido esperando la restauración del reino de Dios (Mar. 15:43), también a Simeón que esperaba la consolación de Israel (Lc. 2:25) y a muchos otros. Así que Jesús no vino a cancelar las antiguas promesas sino a comenzar a darlas cumplimiento. Así tenemos, por ejemplo, que en la sinagoga Jesús leyó el rollo de Isaías, y se detuvo en los primeros dos versículos del capítulo 61: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor”. ¿Por qué Jesús se detuvo en estos dos primeros versículos y no siguió leyendo los siguientes versículos? Pues sencillamente porque él vino a cumplir en su primera venida sólo esa parte de la profecía de Isaías 61 que estaba leyendo. Pero el resto que tenía que ver con el establecimiento o restauración del reino sería cristalizado en su segunda venida en gloria (Ver. Mateo 25:31,34). De modo que debemos entender que hay profecías y promesas que aún están pendientes para cumplirse, profecías muy literales y “terrenales” que tienen que ver con un nuevo Israel y un reino renovado en la tierra prometida a Abraham y a su simiente (Cristo y la iglesia). Entendiendo esto bien no nos desviaremos del evangelio prístino del cristianismo primitivo.
La Tarea confiada por Cristo a su Iglesia fiel y verdadera
Hay pues una clara tarea confiada por Cristo a Su Iglesia fiel y verdadera hasta su regreso en gloria: La predicación del reino de Dios y hacer discípulos con este único y singular mensaje de salvación:
Marcos 16:15,16: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio (del reino, Mar. 1:14,15) a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.
Lucas 9:60: “Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios”.
Lucas 9:1,2: “Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos”.
Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
Mateo 10:7: “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de Dios se ha acercado.”
Mateo 24:14: “Y este evangelio del reino será predicado como testimonio en todas las naciones, y entonces vendrá el fin”.
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